"FOTO DE FAMILIA. CAPÍTULO 11 Y FINAL" por KAMATARUK

 

Foto de Familia

Kamataruk

Capítulo 11

Sara estaba más susceptible y arisca que de costumbre. Lo sucedido en la finca del doctor Méndez dos semanas antes le había pasado factura. Y no por lo que había hecho allí dentro sino sobre todo por lo que había descubierto, que las correrías sexuales de la familia Martínez eran mostradas a los cuatro vientos por el grupo de extranjeros. Eso la estaba reconcomiendo por dentro, pero tenía miedo de decirle algo a su hermana o a su padre y que los ucranianos lo descubriesen.  No se le iba de la cabeza la frase de Katrina con respecto a Sveta:

- "Podría matar a un hombre con sus propias manos sin despeinarse. Y ni siquiera parpadearía."

La niña tenía una sensación extraña, como cuando te sientes observada todo el tiempo. No era nada concreto sino pequeños detalles de índole más o menos íntima o parte de conversaciones mantenidas con algún miembro de su familia teóricamente en privado que salían a colación cuando estaba a solas con los extranjeros.

Su inquietud se iba tornando en miedo. Pese a que seguía disfrutando del sexo con ellos había cosas que no cuadraban en su cabeza.  Hizo de tripas corazón y se decidió a hablar con Laia, su hermana mayor.

- Tata... - dijo entrando a la habitación de esta.

- ¿Tata? ¿Ya no soy "la puta", o "la zorra"? ¿Ni siquiera "la perra" que es como me llamas últimamente? - Dijo Laia con evidente resquemor.

Los últimos días de convivencia entre las dos hermanas habían sido especialmente tensos.

- Tata, tengo que preguntarte algo...

- Pues si es acerca de Iván y si tengo una cita con él esta tarde pues la respuesta es que sí. Básicamente hemos quedado para follar, si es que tanto te interesa saberlo. Y papá duerme esta noche en casa de Sveta, para follarla también, supongo...

El tono de Laia dejaba a las claras que estaba un poco cansada de la actitud impertinente de su hermana, con continuos reproches e insultos. Además, no se encontraba demasiado bien.

- De eso quería hablarte. ¿No te parece raro?

- ¿Raro? ¿Qué es raro?

- Pues todo lo que está pasando. Que Sveta, una chica joven y con pasta, que podría tener a quien le diese la gana esté tan enganchada de papá, que no le importe que tengamos sexo con él, que a Katrina de lo mismo que nos lo montemos con Iván. Las fotos… las películas…no sé... todo es muy raro.

- ¿Pero a qué viene ahora eso? ¿No eras tú la que soñabas con una vida sexual salvaje? ¿Qué pasa, que cuando somos los demás los que follamos tanto como tú te parece extraño? Niña, no me comas la cabeza y.… y...

No pudo continuar. Salió disparada con la cara pálida fuera de la habitación. Sara la siguió asustada hasta el cuarto de baño y esperó a que terminase de vomitar para preguntarle:

- ¿Estás bien?

- Es la tercera vez que vomito hoy.

- ¿No estarás...?

- ¡Qué va! Será algo que me ha sentado mal.  No he dejado de tomarme las pastillas que nos dio Sveta. Por eso no te preocupes.

Sara se mantuvo callada. Esa era otra de las cosas que tenía que comentar con su hermana. En clase de educación sexual les habían enseñado una caja de anticonceptivos exactamente igual a la que ellas utilizaban, pero las pastillas del interior del recipiente no se parecían en nada las unas con las otras.  Dejó a su hermana que se recuperase y se encerró en su cuarto a estudiar. Ni siquiera le apetecía masturbarse. Por primera vez en su vida se sentía mal con sigo misma.

************

- Hay que enviar los paquetes ya... estén como estén.

- Pero...

- No hay pero que valga Iván. Y lo sabes. Tú mismo lo has escuchado, tenemos poco margen. Esa zorrita pequeña se come la cabeza demasiado. Fue un acierto colocar micrófonos y cámaras ocultas en la casa de esas putillas. Apostaría mi mano y no la perdería si te dijera que el paquete mediano lleva una sorpresa dentro. La cosa está clarísima. Hay que preparar el envío ya, antes de que la cosa vaya a mayores y todo salte por los aires. Era un riesgo que corríamos y la jugada nos ha salido perfecta. Será nuestro último golpe y nos esfumamos de este asqueroso lugar.

Iván no estaba nada convencido.

- Las chicas comienzan las vacaciones de primavera la semana que viene. Diez días con sus correspondientes noches. La excusa perfecta para montar un viaje a Japón con todos los gastos pagados. Hacemos la entrega, cobramos la pasta y a vivir una buena temporada sin dar un palo al agua.

- Pero y si...

- ¡Qué "pero" ni qué hostias! ¿Qué narices te pasa ahora? ¿Remordimientos a estas alturas? ¡Joder, ni que fueses un novato! ¿Cuántos paquetes hemos mandado desde que papá murió? ¿Trece? ¿Catorce? Y la mayoría incluso más pequeños que los de ahora y no tuviste el menor reparo en venderlos al mejor postor.  ¿También te preocupa de lo que habrá sido de ellos o sólo te importa tu jodida Laia?  Llevas unos días con el nombre de esa zorra en la boca. "Laia... esto", "Laia... lo otro" ¿no será que te has enamorado de esa puta cría? ¿es eso? ¿te has enchochado de ella?

- ¿Pero qué narices estás diciendo? Tú deliras. Sólo digo que me preocupa una cosa.

- Dime, ¿qué narices pasa por tu cerebro de mosquito?

- No paro de pensar... ¿y si el bebé es mío? Estaría vendiendo a mi propio hijo y eso a Oleg no le gustaría.

- ¡Así que es eso lo que te preocupa! ¿Te preocupas por lo que pensaría un pedófilo muerto?

- ¡No hables así de él!

- ¡Un secuestrador de niños! ¡Eso era Oleg! ¿Quieres que te recuerde lo que hizo?

- ¡Cállate!

- ¡Oleg mató a nuestros verdaderos padres, ojalá hubiese hecho lo mismo con nosotros! - el rostro de Sveta estaba cubierto de lágrimas - El muy cobarde no tuvo huevos para hacerlo. En lugar de eso se quedó con nosotros, nos violó y folló cuanto quiso. Pero eso no es lo más terrible y lo sabes. Lo peor de todo es que nos hizo a ti a mí exactamente igual que él. No sabemos hacer otra cosa distinta a lo que hacemos. Comerciamos con paquetes, paquetes que respiran, eso sí, pero son sólo eso... paquetes. No somos más que unos simples exportadores de carne.  Eso sí ese cabrón malnacido recibió el pago con su misma moneda. Fue nuestro primer envío y nos aseguramos de que sufriera como un perro antes de ser despedazado. Así lo decidimos entonces igual que acordamos que este fuera nuestro último envío por un tiempo. Siempre hemos estado juntos en esto. No lo olvides.

- Ya.

- No le des más vueltas. ¿Cuántas veces se habrá follado su papá a tu princesita? Y los del gimnasio le dieron un buen repaso, ¿recuerdas?

- Supongo que tienes razón. Como siempre.

- Pues claro que sí - dijo Sveta sensiblemente más calmada - Anda, ven... que me tienes abandonada.

Por enésima vez Iván hizo el amor a su hermana, pero su cabeza no dejaba de pensar en una adolescente rubia de mirada pura y tierna sonrisa.

*****

- ¡Chicas! ¿No es estupendo lo que dice Sveta?

Las dos hijas de Diego Martínez estaban aterradas.

- Sabía que erais modelos, pero para nada internacionales. ¡Y en Japón nada menos!

No comprendían nada, pero eran lo suficientemente listas como para saber que, si su padre llegaba a ver las fotos en las que posaban "ligeritas de ropa" por decirlo de forma suave no iba a tomárselo demasiado bien. Por eso estaban realmente desconcertadas por su buen humor. Cuando Sveta les entregó los folletos en las que ellas aparecían completamente vestidas llevando las gafas de sol lo comprendieron todo. Afortunadamente los japoneses habían escogido esas y no las otras en las que Sara se lo comía todo a su hermana mayor.

- Habéis causado furor allá - prosiguió la fotógrafa - Insisten en que vayamos todos a Japón esta misma semana. Se mueren por conoceros. Además, se trata de un viaje cien por cien de placer y con todos los gastos pagados. Conoceremos Tokio, el monte Fuji y un montón de sitios interesantes. Katrina e Iván también están invitados ¿Qué os parece?

- ¡¿Pues qué les va a parecer?! ¡Es algo extraordinario! Reconozco que al principio no me hacía mucha gracia eso del modelaje, pero ha merecido la pena. ¡Un viaje a Japón nada menos!

- Pero... ¿cuándo salimos? - Dijo Sara no muy entusiasmada.

- Pues pasado mañana, haremos escala en Dubái. No creo que porque faltéis un par de días a las clases tenga mayor relevancia. Menos mal que tenéis el pasaporte en regla y todo eso. ¡Menuda suerte! ¿No creéis, chicas?

- Pues sí - Dijo Sara animada al ver el estado de excitación de su padre.

- Claro papi, por supuesto. - Lo que menos le apetecía a Laia era coger un vuelo ya que las náuseas y el malestar no dejaban de reproducirse día tras día, pero disimuló lo mejor que pudo.

No quería ser ella quien estropease tan estupendo viaje. 

- No llevéis demasiado equipaje. Me comentan que tienen un montón de regalos que daros; ropas, zapatos y hasta unas "tablet" último modelo.

- Hay que ver cómo son los japoneses, son unos monstruos - Dijo Diego fuera de sí de gozo.

- "No lo sabes tú bien" - Contestó Sveta en ucraniano con una sonrisa que dejó helada a Sara, la única de los Martínez que pudo verla.

*****

- Señora, le digo que tome asiento. Las puertas están cerradas y vamos a despegar.

- ¿Pero no lo entiendes, zorra de mierda? ¡Faltan tres personas por entrar! ¡El imbécil de mi novio y las idiotas de sus hijas!

- No insista. Le digo que se siente.

- ¿Algún problema? - Dijeron dos gigantones que se acercaron a Sveta por detrás.

- Le indicaba a la señora que debe tomar asiento, que vamos a despegar.

- ¡Pero faltan tres pasajeros...!

- Supongo que se habrán extraviado. No se preocupe, seguro que cogen el siguiente vuelo y pronto estarán con ustedes en Japón.

- ¿El siguiente vuelo? ¡Paren este trasto ahora mismo, queremos bajarnos!

- Me temo que eso es imposible, señora. En el avión viajan más de cuatrocientas personas y ya estamos en dirección a la pista de despegue.

Dijo el hombre con voz seca. Sveta maldijo una y mil veces a su hermano. Había sido él el que había insistido en coger el vuelo de la aerolínea israelí, una de las pocas que disponía de seguridad privada en el interior. Ella era buena peleando, pero aquellos dos mocetones eran demasiado. Llena de ira tomó asiento junto a Iván y Katrina.

- ¿Dónde narices están?

- Ni puta idea. Se suponía que esa preñada de mierda solo iba a vomitar otra vez.

Y girándose hacia su hermano le dijo furiosa:

- ¡Te dije que los acompañases y no me has hecho ni puto caso! Y mira qué ha pasado...

- Diego no es tonto, vendrán en el siguiente vuelo. - Apuntó Katrina intentando tranquilizar a su amiga.

Sveta se quedó mirando a los ojos de su hermano. Para unos mellizos eso es más que suficiente y lo comprendió todo.

- Iván... ¿qué cojones has hecho? - Dijo totalmente derrotada.

El chico permaneció mudo. Sin saberlo había actuado exactamente igual que su verdadera madre: se sacrificó para salvar a sus hijos.

**********

- ¡Laia, Sara! ¿Qué narices estáis haciendo ahí adentro? ¡Salid de una puta vez! ¡Vamos a perder el avión!

- Señor, ¿qué escándalo es este?

- ¡Son mis hijas! Se han quedado encerradas en el baño y no pueden salir.

- ¿Están bien, señoritas? ¿Señoritas?

- ¡Papá, no queremos ir!

- Pero... pero... - Diego no entendía nada.

- Apártese, señor.

El guardia del aeropuerto de Dubái utilizó la llave maestra para abrir la puerta. Tras ella aparecieron Laia y Sara abrazadas y llorosas.

- ¡Pero chicas! ¿A qué viene esto? - Diego estaba totalmente consternado.

- ¡No queremos ir allí, papá!

- ¿Pero por qué?

- No podemos contártelo hasta que no estemos a salvo. Por favor papá, volvamos a casa.

Diego se aproximó a sus hijas, y las abrazó fuerte. Como buen padre sabía que eso era lo que exactamente ellas necesitaban, aunque no comprendía nada de nada en ese momento.

**************

Los clientes de Japón no se tomaron demasiado bien el cambio inesperado de planes. Se sintieron engañados. Sveta intentó negociar con ellos una salida airosa diciéndoles que pronto les conseguirían más paquetes, pero sabía que era inútil. Si algo no perdonaban las mafias del país del sol naciente era la incompetencia.

Cinco horas después de tomar tierra en el aeropuerto de Tokio el corazón de Iván viajaba en un aerotaxi en dirección a clínica privada de Yokohama y el resto de sus órganos vitales eran diseminados por todo el país. Su buena acción y el arrepentimiento final tuvieron su recompensa. Tuvo suerte de que su grupo sanguíneo y el de Diego coincidiesen. Le extrajeron los órganos sin anestesia, eso sí, pero al fin y al cabo su sufrimiento apenas se alargó una media hora en la cama de operaciones.

Katrina no tuvo tanta suerte. Su condición de actriz porno internacional le hizo ser vendida por un buen pellizco a un jeque árabe cuyo mayor placer en este mundo era apalear a mujeres infieles hasta matarlas.  Falleció una semana después con el rostro tan desfigurado que ni su mayor fan hubiese podido reconocerla.

La tortura de Sveta todavía no ha terminado. Sigue viva en algún indeterminado lugar de Japón. Una cámara web muestra su tormento las veinticuatro horas del día: sirve como aviso para navegantes a todo aquel que tenga tratos con los Yakuza y esté pensando en jugársela.

Gracias a que le han conservado una oreja intacta puede escuchar la sierra que va cortándole el cuerpo pedazo a pedazo. También dispone de un ojo y frente a la cama de operaciones en la que lleva postrada desde el día que llegó a Japón puede ver cómo su cuerpo mengua. Ya no tiene dientes, ni lengua, ni nariz. También ha perdido ambas piernas y el brazo derecho mientras que el izquierdo es simplemente un muñón que lentamente irá desapareciendo igual que el resto de sus extremidades. 

Desea la muerte, pero hay situaciones en la vida en las que ser joven no es precisamente una ventaja.

*****

Diego solicitó el cambio de sucursal y la familia Martínez migró hacia la otra punta del país. Lo hizo pensando en Laia y en las miradas recriminatorias de los padres de las otras chicas cuando la veían llegar al instituto con su creciente barriga.

También a Sara le vino bien el cambio. Desde lo sucedido con los ucranianos tenía una fobia atroz a estar sola y Diego tenía que acompañarla constantemente. En la nueva ciudad, en un nuevo instituto y con nuevas amigas pronto volvió a ser esa chiquilla rebelde de cortas faldas e insolente mirada con un carácter de mil demonios. Aun así, no podía soportar estar sola en casa ya que temía que Sveta apareciese en cualquier momento y la raptase.

Por mucho que pusiera tierra de por medio Diego tampoco sería el mismo. Cuando volvieron a España tras el viaje fallido a Japón sus niñas se sinceraron con él contándole casi todo lo acaecido durante los últimos meses. Se sintió un gusano despreciable ya que todo sucedió delante de sus mismísimas narices y él no se dio ni cuenta.

Pocas cosas continuaron igual allá en su nuevo hogar, pero una de ellas fue el sexo, aunque con matices. 

Laia seguía durmiendo acurrucada en la cama de su papá y le hacía el amor a diario. Ella decía que cuanto más le crecía la tripa más ganas tenía de hacerlo. La parejita de hermanos que crecía en su interior solamente se apaciguaba cuando recibían su ración diaria de leche tibia.

Sara seguía buscando el cipote paterno para aliviar su furor uterino con la misma asiduidad que cuando tenía relación con los ucranianos, pero no sólo se conformaba con eso. A Diego le costó adaptarse algo más a sus nuevas exigencias. No le gustaba en absoluto orinar encima de su hija pequeña ni muchísimo menos cagarle la boca, pero estaba convencido de que si no era él el que se lo hacía aquel diablillo de pelito corto se buscaría a alguien dispuesto a complacerla y por nada del mundo deseaba que alguien extraño volviese a alterar sus vidas.

También los gustos sexuales de Diego habían experimentado cambios. Disfrutaba follando a sus niñas, pero ya no era lo mismo. Odiaba a Iván con toda su alma, pero no dejaba de recordar la increíble sensación de su rabo atravesándole el ojete o acabando en el interior de su boca. Había pensado en regalarles a las chicas arneses con consoladores para que lo sodomizaran, pero no terminaba de decidirse. La tripa de Laia no le permitía demasiadas alegrías y Sara estaba lo suficientemente loca como para no controlar sus emociones y hacerle verdadero daño. Eso sin contar que tenía la convicción de que perdería la poca autoridad que le quedaba sobre sus niñas si les ofrecía su culo como juguete.  

Para su consuelo había descubierto un local de ambiente de lo más discreto al que de momento sólo había ido a mirar. Se moría por poner su trasero a disposición de aquellos chicos musculados, pero no quería entablar ningún tipo de relación con ellos.

Dos meses antes del parto los tres miembros de la familia Martínez compartían desayuno cuando de repente Laia dijo:

- ¿Sabes qué he pensado, papá?

- Dime, cariño.

- Podríamos comprar un perro, un Pastor Alemán concretamente.

Sara se atragantó con la tostada. En cuanto miró a su hermana comprendió lo que esta pretendía.

 

Fin




Comentarios

  1. Hola, esta sega es muy buena, la verdad te tardaste para volverla a subir, sigo tu trabajo desde hace ya mucho tiempo, mi relato favorito es "el miron" y después la de las niñas que venden galletas, "socios" y "cine y palomitas", aunque la continuación que más espero es la de los relatos, "pase sin llamar" "juguete" "mi amada Lucy y su perro" y "siesta de verano " DE ESTE ULTIMO ESPERO CON MUCHAS MAS ANSIAS LA CONTINUACIÓN QUE DE CUALQUIER OTRO, ESPERO Y TE DECIDAS A DARLE UNA SAGA COMPLETA, EN EL HABLAS DE POR LO MENOS 3 MUSAS MUY PEQUEÑAS, TU GRAN ADMIRADOR TE LO AGRADECERÍA INFINITAMENTE, por último, quiero saber si tienes un telegram al cual escribirte y compartir cositas, hasta luego

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