"EL CATADOR 2" por MIRUS

 El Catador 2.

En la vida conocemos personas que nos cambian, que dan una vuelta de tuerca y echan por tierra todo lo que creíamos o que afirmábamos. Son personas que entran como un huracán y se vuelven imprescindibles. Y en mi caso, esa personita adoptó la forma de Sofía.

Después de desvirgarla, no tardó mucho en buscar otra recompensa monetaria por su agujero trasero. La única diferencia con respecto al resto de mis catas anteriores fue que mi pequeña descarada se convirtió en una constante. Nunca antes de encamarme con ella se me pasó por la cabeza entablar vínculo con alguna de mis pequeñas amantes; jamás he disfrutado repitiendo con un coñito, solo el de esa niña que se convirtió en mi vicio total. Su menudo cuerpo me turba pero si hay algo que me fascina de esa diablilla es su mente privilegiada para los negocios.


No tardó en darse cuenta que tenía todo un catálogo de coñitos imberbes para ofrecerme a su alrededor. Poco a poco fue tentando a sus amiguitas, atrayendolas hacia mí con regalías; las niñas de tan temprana edad alucinaban con tales cantidades de dinero para ellas solas.

Sofía tenía cara de ángel y mente de demonio, además de llevar, como vulgarmente se dice, una calculadora entre las piernas. Tres eran sus reglas claras: la primera exigir a la cata de turno la cesión de un porcentaje de mi pago como comisión por sus servicios; la segunda, la que más disfrutaba yo, exigía su participación durante la transacción. Y la tercera ,y no por ello menos importante, les dejaba muy claro a las putitas que yo era suyo, que solo ella podía tener sexo reiteradamente conmigo. Una vez las condiciones eran aceptadas por las partes abría mi cartera y extraía la cantidad que consideraba que la chiquilla en cuestión merecía incluida su generosa parte.

Sofía tenía y tiene una vena dominante que salía a relucir durante las catas, en especial cuando las chicas eran de su negociado. Digamos que yo pretendía ser independiente y marcar el paso, pero terminaba dejándome llevar por mi princesa, sabía que de ese modo todo era más placentero. Por poner un ejemplo solo tenía permitido llamarle de esa forma a ella y me fulminaba con la mirada si, en pleno coito, se me escapa ese apelativo cariñoso referido a otra chiquilla.

Puede que antes de conocerla me contuviese un poco dado el escaso desarrollo corporal de mis amantes habituales, que tratase de ser algo más empático con ellas, pero esa niña me volvía loco haciéndome disfrutar al máximo de cada himen roto, de cada culito desgarrado y de cada garganta forzada. Me instaba a ser excesivo con ellas y yo caía una y otra vez en la tentación. Me encantaba hacerlo, no voy de santurrón por la vida…  

-      Papiiiii -la voz cantarina de aquel pequeño monumento no se hizo esperar a través de la llamada-. Este sábado tendremos una cata gratificante. Es un postrecillo que te derrite. Te lo aseguro.

-      Vale princesa, ¿La cantidad de siempre?

-      Agrega unos 400€ más. Esta lo vale.

-      Joder, me vas a dejar en la ruina pequeña arpía -refunfuñé solo por pincharla un poco.

-      ¡Anda, no te quejes, que te he visto los estados de cuenta!

-      ¡¿Qué?! ¡Sofía!

-      ¡No me levantes la voz! -replicó ofendida, cuando debería ser yo el enfadado-. No te preocupes, no te dejaré en números rojos. Si pretendo heredar tu imperio debo de proteger nuestras finanzas.

-      “Nuestras finanzas dice”...

-      Nos vemos el sábado, papito lindo.

Y como el huracán hormonado que era me colgó la llamada. Me dejó con las ganas de preguntarle más detalles. No pude evitar esbozar una sonrisa, era imposible enfadarme con ella. 

Más allá de la pura atracción física le había tomado un cariño profundo a esa chiquilla, prácticamente me había convertido en su tutor. Los padres de Sofía disfrutaban de una buena cantidad mensual en su cuenta bancaria por dejar que enterrase mi verga impunemente en los agujeritos de la niña y si pasaban días sin saber de ella no se preocupaban en exceso; sabían que conmigo estaba a gusto.

Por mucho que costase reconocerlo sabía que en cierto modo Sofía llevaba razón. La había convertido en una chica mimada y caprichosa, en especial viciosa. Me era imposible decirle que no. Ella mandaba, con una excepción: en el sexo la última palabra la tenía yo.

 

Ese sábado conduje hasta el centro de la ciudad, cerca de un centro comercial. Reduje la velocidad hasta estacionarme en el punto de encuentro. Sofía a sus trece, prometía convertirse en toda una mujer arrebatadora. Valiéndose de aquel día de verano, llevaba unos shorts demasiado cortos y ceñidos a sus ya más formadas curvas. Los dos pequeños melocotones se adivinaban deliciosos debajo de esa camiseta de Minecraft. Mi frente sur sufrió un alzamiento involuntario, el cual solo se endureció al ver su compañía.

Una chica delgadita, plana, blanca como la nieve. Llevaba el cabello ondulado recogido en dos coletas y unos lentes de pasta negra ocultaban unos dubitativos ojos castaños. El vestido celeste solo la hacía lucir más inocente y adorable.

Se apresuraron a subirse al coche, Sofía invitó a la niña a ocupar la parte trasera y, como de costumbre, se lanzó sobre el asiento del copiloto. Apenas tomó posesión de él se colgó de mi cuello dándome indiscretos besos a plena luz del día. Cuando terminó le correspondí con un suave pico antes de arrancar.

-      ¿Te dije o no te dije que es una monada? -exclamó risueña.

-      Sofí… el cinturón…

-      Ya, ya. ¡Que pesao! -volteó los ojos-. Papi te presento a Candela, va conmigo al curso de inglés. Tiene doce.

-      Hola preciosa -le dije mirando el retrovisor.

-      Hola -respondió con timidez.

-      ¡Auch! -exclamé al recibir un pellizco por parte de Sofía-. ¿Y eso por qué fue?

-      ¡¿Qué te he dicho de ser cariñoso con las putas?!

-      ¡Soy empático!

-      Pues métete la empatía en los huevos. ¡Ya te lo he dicho papi tonto!

-      Venga vale…

Sofía continuó con su habitual cháchara que consistía en hacerme una recapitulación de sus locuras durante los últimos días. Podría pasar por una conversación normal, con la salvedad que la pequeña arpía me había sacado la polla de los pantalones y me masturbaba suavemente mientras yo intentaba concentrarme en el tráfico. Cada tanto miraba por el retrovisor a la niña que tenía los ojos como platos, mirando obnubilada mi miembro y a lo que su amiga hacía en él con soltura.

Al entrar a mi chalet no me molesté en guardarme la polla, la privacidad de las paredes me permitía algunas excedencias exhibicionistas. No negaré que mostrar mi polla erecta a las niñas que iba a follarme me proporcionaba un placer extra.

-      ¡Vamos! -

Sofía cogió con su mano pringada de mi preseminal la mano de su amiga que asintió diligentemente. Subimos en relativo silencio hasta llegar a la habitación. No perdí el tiempo y me desnudé rápidamente, antes de sentarme en el cómodo sillón.

-      ¡Prepárala! -ordené a Sofía, que me regaló la más dulce sonrisa.

Solo con escuchar el tono de mi voz fue consciente de que el tiempo de su reinado había pasado y que yo tomaba las riendas de la situación.

-      Candela, ahora vamos a jugar tú y yo. Hoy seremos dos niñas traviesas, jugaremos a las hermanitas -soltó una risita-. Si quieres la pasta harás todo lo que te diga -dijo por lo bajo en un tono más amenazante -, absolutamente todo, ¿entendido?

-      V-Vale…

-      Así me gusta.

La blanca piel de Candela se tornó rápidamente roja, no esperaba que Sofía comenzará a tocar sus casi imperceptibles senos y ni mucho menos que tirase con los dientes de sus minúsculos pezones. Mi pequeña no perdió el tiempo, poco menos que deglutió aquellos botoncitos, arrancándole a la nínfula un gritito de impresión primero y cierto ronroneo la mar de excitante después...

-      ¡Que guarra, ya los tienes duros! -rió Sofía guiñándome de esa forma sucia que tanto me excitaba.

Se dio un respiro para mostrarme el torso embadurnado de babas de la niña antes de volver a por más.

-      Y-Yo… esto… -balbuceó la rubita con las mejillas en carne viva.

-      ¡Calla tata! papi puede oírnos y si lo hace nos castigará por ser unas niñas sucias.

Sofía prosiguió el ataque, no era de las que hacía prisioneros. Comenzó a besar a Candela en los labios que lucía impávida sin saber cómo procesar el ataque de la lengua de mi pequeño demonio. Poco a poco se fue calentando, la noté más receptiva a los juegos lésbicos y a los tocamientos de mi brujita.

Noté cómo poco a poco Sofía se iba calentando, cada vez sus tocamientos eran más intensos y su forma de besar más libidinosa. Casi me estalla la polla al ver cómo poco menos que le arrancó el vestido y la braguita a su compañera de juegos. Estaba ansiosa y yo también. Sabedora de mis preferencias no se detuvo hasta que la nínfula quedó totalmente abierta de piernas a escasos centímetros de mis fulgurantes ojos.  Fijé mi mirada en la entrepierna de la morena, su coñito se adivinaba muy prieto.  Babeé mientras me retorcía nervioso y excitado por aquel juego para nada inocente..

La ausencia de vellos hacía más que apetecible el delicado sexo de Candela que se presentaba ante mí como un tesoro. Sofía la arrastró hasta el borde de la cama, donde hundió su traviesa lengua en la zona caliente de la sorprendida Candela. En un acto reflejo y poco profesional intentó cerrar sus piernas, sin mucho éxito. La diferencia de tamaño entre ambas era evidente por lo que no representaba una verdadera oposición para una Sofía concentrada en sacarle un primer orgasmo a la cría y tragarse un chupito de su flujo.

Fue algo glorioso. Si algo tenía Sofía era una ávida lengua, no solo para corromper a las chicas sino también para lamer y chupar sus cuerpos. Su delicada lengua se hundía en aquel tierno coñito que cedía ante los impulsos más primitivos. La habitación fue llenándose de pequeños gemidos infantiloides, grititos que emergían desde lo más profundo de su recién corrompido cuerpo en contra de la voluntad de la propia Candela, música celestial que endurecía mi polla más y más.

La cría se retorcía y buscaba librarse de la implacable lengua de su amiga, poco podía hacer para medirse ante el tamaño, fuerza, ímpetu y ganas de Sofía. A pesar de no desearlo, de sentirse forzada por la otra chica, de luchar contra su cuerpo, Candela terminó sucumbiendo y se corrió de forma escandalosa delante de mí, bañando con su flujo a la otra nínfula y con un hilito de babas adorables escapando de la comisura de su boca entreabierta. Sofía la abrió en canal para mí aprovechándose de su total sumisión.

Reconozco que me quedé turbado al verla postrada de esa manera tan dispuesta. Tuvo que ser la propia Sofía, con un gesto, la que me bajó de la nube invitándome a actuar:

-      ¡¿Qué hacéis?! -Mi voz ronca y autoritaria tronó en la habitación.

-      ¡Papi! ¡No es lo que crees! -continuó Sofía conteniendo su risa y haciendo gala de sus dotes como actriz.

-      Lo que veo es a un par de guarras, no os eduqué para que actuéis como un par de zorritas.

-      ¡Yo no quería papi! ¡Candela me obligó! ¡Me dijo que si no lo hacía te diría que suspendí mates otra vez!

-      ¿Es eso cierto? -pregunté mirando a las dos de forma severa.

-      Si papi, te lo juro.

-      Entonces tendré que castigar a tu hermana. Y vas a mirar atentamente para que ambas aprendáis la lección. ¡Sujétala, que no se mueva!

Los ojos de Sofía brillaban expectantes, nunca pensé que llegaría a compartir un vínculo tan pervertido con alguien y mucho menos con una adolescente. Se tumbó en el respaldo de la cama, colocando a Candela entre sus piernas. Con sus manos abrió las piernas de su amiga todavía más, ese coñito imberbe relucía entre babas y flujo como el lucero del alba. Fui incapaz de dejar de mirarlo. Entrar en él era mi único objetivo en aquel momento.

Supongo que mi actitud amedrentó a Candela que quiso echarse atrás.

-      ¡No por favor! ¡No quiero, no quiero…! Quiero irme a casa…

-      ¡Cállate, zorra! - Chilló Sofía sofocando la rebelión, abriéndola de par para mí.

Atraje el menudo cuerpo hacia mí, agarré mi estoque ya en su máximo apogeo y presioné con él la pequeña entrada del paraíso. La nínfula se retorció intentando evitar lo inevitable sin dejar de suplicar. No le di la menor opción, jamás me había apiadado de una niña de pago y aquella vez no fue una excepción. Aun así se la metí con cuidado, no por ella sino por mí. He tenido alguna mala experiencia reventando coñitos, las prisas no son buenas y provocan torsiones y espasmos en esas putitas que pueden echar al traste un buen polvo. 

Una vez enfilada deslicé mi polla erecta a través del dintel de la estrecha abertura, apenas nada. La niña se tensó y comenzó a llorar, algo que, lejos de resultar incómodo, me calentó mucho más. Noté su vagina cerrada y angosta, sin duda mis favoritas. Irrumpir un coño prieto no tiene comparación, es la presión alrededor de mi miembro, la lucha, el dolor de la cría y en su caso el llanto lo que más me vuela la cabeza y excita. Me hace sentir poderoso y eso me gusta. El jodido dinero no da la felicidad, pero ayuda.

-      Vamos papi, reviéntala -me instó Sofía, y cualquier pretensión que tuviese de ser delicado fue borrada de un plumazo gracias al fulgor de sus ojos.

No solo era la erótica imagen que me obsequiaban ese par de ninfas, era el aroma a coñitos húmedos y sobre todo sentir la presión del coñito de la niña en mi polla lo que me desviaba de nobles intenciones como un tiburón que huele la sangre. Moví la cadera para adentrarme un poco más en las profundidades de aquella cueva virgen. Candela intentó frenarme entre sollozos, sus manitas buscaron ralentizar mi acometida. Resumiendo: no pasó. La niña chilló al sentir cómo se encajaba la cabeza de mi miembro en su entraña, presionando su himen, pero sin llegar a rasgarlo. Sofía atrapó sus manos para facilitarme la labor, ya no había vuelta atrás, su tesoro más preciado ya era mío.

 

Experto en ese tipo de situaciones me detuve justo en el momento adecuado, con la punta de mi rabo llamando a las puertas del cielo sin llegar a profanarlo. Me gusta recrearme, lo reconozco, disfruto viendo las caras de las crías cuando desgarro su entraña, cuando les arrebato la honra, cuando las desvirgo y las hago mías.

-      ¡No siga, por favor!

-      ¿Quieres que pare?

-      ¡Sí, sí! ¡Duele mucho! 

Candela fue de esas ilusas que piensan que voy a atender a sus súplicas. Son adorables.

Dejé que la naturaleza siguiera su curso y noté cómo su angosta entraña se iba acostumbrando a su nueva realidad.  Poco a poco inicié un lento mete-saca que sirvió para que el coñito se dilatara lo justo para facilitarme la tarea.

Fui perdiendo un poco la compostura y aumenté el ritmo, mis embestidas se tornaron más intensas, aunque tuve mucho cuidado de no iniciarla antes de tiempo. Mi mirada se conectó con la de Sofía, poco me importaban las súplicas de Candela, sus gritos eran música para mis oídos. El desvirgar un coñito de esa manera era en parte como volver a estrenar a mi pequeña Sofía. Me incliné para besarla y de un envión, con un grito desgarrador, rompí el himen de Candela. La tibia sangre que manó de la abertura desgarrada facilitó la penetración, haciéndola mucho más placentera para mí y más llevadera para ella.

No era mi intención lastimarla, fue su culpa por ser tan estrecha y tan puta como para venderme su primera vez. Entre profundas estocadas, donde no entraba por completo mi miembro, me corrí copiosamente rellenándola con mi lefa.

Sofía hizo a un lado el cuerpo laxo de su amiga que lloraba bajito y se lanzó a chupar mi polla medio erecta limpiando la sangre, el flujo de Candela y los rastros de mi semen. Se me hizo tan sexy y tan tierna a la vez que desee que ese instante durará para siempre. La maniobra manual de mi pequeña evitó que mi polla se viniese abajo, por el contrario, me endureció a más no poder.

Con mi deseo oscuro saciado, cogí el sobre con la cantidad acordada y la lancé en forma de lluvia de billetes sobre mi cata que seguía gimoteando hecha un ovillo con los brazos alrededor de su vientre. Luego me precipité a por Sofía.  Mi monta fue tranquila, suave y hasta cariñosa. Comí la boca de mi niña, jugando con sus turgentes tetitas, mientras me la follaba.

Mi polla se deslizó sin problemas en su húmedo coño; los gemidos y jadeos de la cría me transportaron a un nuevo cénit de placer. No solo era su coñito apretado, que se amoldara a la perfección a mí miembro, era su predisposición a complacerme lo que me enloquecía de esa pequeña viciosa.

Aceleré el ritmo al punto justo para llevarnos a ambos hasta las más altas cotas de placer. Su violento orgasmo precedió al mío, me marcó el pecho con sus afiladas uñas. En lo que a mí respecta no fue una corrida tan abundante como la que todavía anegaba el coñito de Candela, pero sí lo suficientemente copiosa para que no protestase por la escasez de leche. Ambos compartimos un beso mucho más íntimo antes de dejarme caer muy reconfortado entre las dos ninfas.

Mi cama era ocupada por tres individuos, dos muy satisfechos y plenos y otra no tanto. La cosa cambió cuando la pequeña morena comenzó a recolectar los billetes esparcidos sobre la cama y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro. Supongo que pensaba en las cosas que iba a poder comprar con todo aquel dinero ganado de una forma rápida, aunque dolorosa. 

Yo la seguía con la mirada teniendo mucho cuidado de que Sofía no se percatase, nada me apetecía menos que uno de sus terribles ataques de celos. En silencio me preguntaba en cuánto valoraría mi pequeño diablo la entrada trasera de aquella putita.

 

Comentarios