"SENSACIONES" por ALTAIS

Una sensación de hormigueo y calor me arrastra apartándome de los brazos de Morfeo. Es una sensación erótica y estimulante. Medio adormilada entreabro mis ojos para darme con un primer plano de Ekaitz devorando mis senos. En algún punto abrió su camisa, esa que me puse para dormir, para darse un buen banquete. 

Al sentir mi gemido más sonoro, su mirada se conecta con la mía y sonríe con mi pezón derecho en su boca. Están un tanto enrojecidos por su succión. Le da un par de lamidas más a cada uno antes de apartarse un poco. Me encanta la sensación del peso de su cuerpo sobre el mío. 

Le veo arrugar un poco el entrecejo al ver mi coñito resguardado por unas lindas braguitas de encaje rosadas. 

– ¿Qué es eso?

– Bragas.

– Ya. Pregunto qué hacen allí.

– Se supone que así deben usarse. 

– No, ya sabes que en nuestra cama solo se permiten braguitas si están metidas en tu boca –se inclina nuevamente esta vez para atacar mi cuello–. ¿Por qué llevas tanta ropa?

– Te echaba de menos, no pensé que ese viaje de trabajo te llevara tanto tiempo –musité antes de enroscar mis piernas alrededor de sus caderas. 

– Tuve un micro sueño antes de llegar, por poco tuve un accidente –me dice encajando su rostro en la comisura de mi cuello–. Debí detenerme, pero faltaban solo 5 km…

– Nunca vuelvas a hacer eso –me aparto un tanto alarmada–. Tienes prohibido dejarme sola. 

– Estoy un poco alterado. Papi necesita follarte –admite abrazándose a mi cuerpo. 

– ¿Papi necesita a su niña?

– Siempre –me da un suave beso en los labios–. Te necesito y te busco. 

– Aunque a papi no le guste el termino, creo que estamos un pelín obsesionados por el otro –mis manos juguetean desabrochando los botones de su camisa. 

– Somos dependientes uno del otro –dice tras reflexionarlo un poco–. Obsesionados suena mal. 

Las palabras pierden fuerza mientras nuestros cuerpos se emplean a fondo, tiene razón, la ropa siempre estorba en nuestra cama. Sonrío altanera al ver mi inicial sobre su cuerpo, solo me costó un par de pellizcos y un puchero. Sigue en período de prueba. Espero que se quede allí como la suya sobre mi piel. 

Sus dedos se cuelan para bajarme las braguitas ya humedecidas por el roce de nuestros cuerpos. Dos de ellos no pierden el tiempo y se cuelan en mi interior arrancándome un gemido más intenso. Se han deslizado con facilidad. Es inevitable que mi coño babee si siento sus caricias. Mis pezones han adquirido un nuevo matiz de dureza, el vello de su pecho roza descaradamente mis senos provocándome unas leves cosquillas. No tengo tiempo para más nada que no sea retorcerme debajo de él. 

– Me gusta verte –me dice al oído–. Ver como disfrutas, como te entregas… como te corres para mí. 

No hay demasiada ceremonia en esta ocasión, sus dedos son reemplazados por algo más grueso, duro, venoso… su miembro abre mi coño con impunidad, la sensación que me produce es embriagadora. Es una serie de sensaciones que se agolpan dentro de mí. Placer, anhelo, entrega, amor. Es la forma en la que me mira, nunca nadie me había mirado así antes de él. Detrás de sus ojos verdes turbados de deseo veo y siento todas las palabras que es incapaz de decirme por propia voluntad. 

– Papi –gimoteo a duras penas. Su penetración es endemoniadamente lenta y profunda. 

Se está tomando su tiempo para abrirme, es desesperante. Tanto que mis caderas se aceleran por cuenta propia buscando obtener más. 

– Quieta –me llama la atención y retira su ariete de mi interior, dejándome vacía, ansiosa, quiero más, necesito tenerle dentro de mí para sentirme completa. 

Es difícil de explicar, difícil de comprender para aquellos que no hayan experimentado este nivel de compenetración. Sus caricias logran excitarme como nadie más ha logrado, sus labios sobre mi piel me erizan a más no poder y no me siento completa y realizada si no tengo su polla en mi interior, poseyéndome. Necesito sentirme suya para alcanzar mi equilibrio. Es mi lugar seguro y pervertido. 

– Eres mía –entierra su polla de una sola estocada arrancándome un gemido–. Toda mía.

Da marcha atrás hasta salir de mi coño húmedo. 

– Desde la puntita de tu pie hasta el extremo de tu cabello –vuelve a hundirse dentro de mí–. Tu naricita es mía –me da una nueva estocada, igual de profunda. 

Sus labios devoran los míos y sus grandes manos atrapan mis senos, acariciándolos con suavidad.

– Tus ojitos tristes… míos… Tus pezoncitos suaves… –los lleva nuevamente a su boca y su polla se entierra de una rápida y profunda estocada en mí, arrancándome otro gemido sonoro– míos también. 

Mis uñas se clavan en su espalda, me encanta márcalo. 

– ¿Tu cabecita privilegiada? –me da un nuevo beso aumentando un poco el ritmo de sus estocadas–. De papi –muerde mi lóbulo, transportándome a las cotas de placer–. Tuyo, tuyo… Solo es Jericó, que a mí me da miedito. Lo demás, todo, todito, todo es mío. 

– Papi…

– ¿Si?

– Necesito…

– ¡Eso también es mío! –exclama bajando sus manos a mis caderas, sujetándolas y enterrándose con dureza en mi interior–. ¡Dame lo que me pertenece! –tiene la frente perlada de sudor, me gusta cómo se marcan la vena de su cuello, se me hace sumamente erótico. 

Una serie de grititos precede mi orgasmo. Es tan intenso que siento que pierdo un poco la consciencia, los espasmos son largos, placenteros, recorriendo todo mi cuerpo, haciéndome delirar. Su polla sigue en mi interior, deleitándose con la presión de mi estrecho coño. 

– Eres perfecta –susurra embelesado, no puede apartar su mirada de mi coño palpitante–. Eres mi pequeña princesita perfecta. 

Sonrío con las pocas fuerzas que me quedan, ese orgasmo ha sido más intenso que de costumbre. Llevo mis dedos a mi abertura y toco mi botón sensibilizado, una parte de él, la que nos remonta a nuestro principio, siempre se deleita al verme masturbarme para él. Se queda embobado, como si tratase de comprender como es posible que yo sienta tanto placer por el simple hecho de saber que me observa. 

Nota mi respiración nuevamente acelerada, como mis gemidos se entremezclan con pequeños sollozos, el movimiento de mis caderas suplicándome por más placer. Es la forma en como me ve cuando estoy a punto de correrme uno de los puntos que más me fascina de nuestros encuentros. Sabe que mi orgasmo es enteramente suyo y que no pienso parar hasta dárselo todo. Frunce ligeramente el ceño, como debatiéndose si me permite correrme o no. En el último segundo, su fuerte mano atrapa mis finos y largos dedos, impidiéndome continuar. 

– Papi malo –dijo entre jadeos.

– Si. Mi niña es una buena chica, muy complaciente con su papi y sabe que no se va a correr hasta que yo se lo permita. 

Asiento, muerdo mi labio inferior para calmarme un poco. Hay ocasiones en donde la curiosidad casi me gana y lucho contra mi instinto de obedecer ciegamente a sus peticiones y dejar ir mi orgasmo. ¿Cómo reaccionaría? Es tan imprevisible como su nombre. Es una tormenta que arrasa conmigo, esa tempestad que me deja descolocada y exprimida. 

Me arrastra al borde de la cama, su mástil invade mi cueva que chorrea intensamente gracias al orgasmo frustrado, se resbala hasta el fondo. Mis piernas abrazan sus caderas y me susurra algo en mi oído, intercambiamos un par de besos cómplices al tiempo que 

mis manos se entrecruzan detrás de su cuello. 

Me levanta sin dificultad, mi menuda figura no representa ninguna oposición para que juegue con mi cuerpo a su placer. El contacto frío de la pared me causa un escalofrío, que se contrarresta con el calor de nuestros cuerpos en comunión. Se siente tan jodidamente bien, tan profundo. 

Ya ha perdido la sutileza y el ritmo de las primeras estocadas, ahora es profundo, casi violento. Sus manos sujetan mi cuerpo de manera que no me lastime con su dura arremetida. 

– Papi, papi, papi… –es lo único que puedo articular, cada vez va variando en intensidad, a veces ni siquiera se entiende, se convierte en un balbuceo ininteligible que solo se ve sofocado por su lengua lasciva que me llama a la perdición, a dejarme poseer por el deseo más oscuro y lujurioso. 

Mi coño escurre, mojando nuestros muslos. Su boca solo se decide a abandonar a la mía cuando necesita hacer algo llamado respirar. Mi corazón palpita con tal fuerza que siento que se quiere salir de mi pecho. En ese preciso momento, en el que su polla está destrozando mi coño es cuando más plena y feliz me siento, en esos segundos que me gustaría inmortalizar soy suya, sin reservas y sin arrepentimientos. Y me doy cuenta que estoy completamente enamorada de ese maduro que he decidido hacer también solo mío. Y cuando nuestras miradas vuelven a conectarse, descubro que él también lo sabe, que es mío y que no hay marcha atrás. 

El sudor recorre nuestros cuerpos, tanto que cuesta un poco mantener la postura porque me resbalo de su agarre, no me preocupa demasiado, sé que no me dejará caer. Llevados por el deseo, me deja caer nuevamente en la cama, sube una de mis piernas a su hombro y sujeta con firmeza la otra alrededor de su cadera. 

Se inclina aprovechándose de mi flexibilidad para dar su última estocada, siento su gruñido casi gutural emergiendo de sus fauces, mi coño también se ve sobrepasado y con ese ligero asentimiento de su parte me dejo ir, al tiempo que su leche me rellena por completo. Es delirante la intensidad de nuestro orgasmo conjunto. Tan delicioso y placentero y después una de las sensaciones que más me gusta, la de su cuerpo laxo cayendo sobre el mío. Me ha dado todo. Todo para mí. 

– Gracias papi.

– A ti preciosa.

Comentarios