"EL LOBO. CAPÍTULO 5. LOBEZNA" por ALTAIS

 Lobezna

Nota: ¡Hola a todos! Este relato forma parte de una pequeña saga que he ido desarrollando titulada "El lobo". 

Cronológicamente tiene el siguiente orden:

Declaración de intenciones.

Ángel Caído.

Mi lugar seguro.

4 a.m.

Lobezna.

Se pueden leer individualmente puesto que son autoconclusivo, pero tratan de los mismos protagonistas, (mi Papi y yo jeje). Sin más nada que decir, disfrutadlo. 

Ekaitz se sienta a mi lado, aunque contadas son las ocasiones en las que le llamo por su nombre, para mí siempre ha sido mi Papi y yo su princesa. Se acomoda en el sofá colocando mis piernas sobre su regazo, con una mano coge el mando de la tele y va saltando por los canales sin mucho entusiasmo. Su gran y fuerte mano se pasea con delicadeza por mis muslos, amasándoles a conciencia. Ha tenido uno de sus días malos y sé que una de las cosas que más le tranquiliza es el contacto de nuestros cuerpos. 

– ¿Qué haces princesita?

– Respondo unos cuantos mensajes. Uno de los admiradores de Todo Relatos, es majo pero un tanto pesado. Quiere verme en fotos, ya le he dicho que no, no me interesa que Altais se mezcle con mi mitad real. Eres el único que conoce mi rostro y mi faceta de escritora erótica. Segundo sé que no te gusta esa idea. 

– Tienes razón –responde parco. 

Elevó mi mirada del móvil dejando de lado una respuesta a medias. Sus caricias juguetonas han cesado y mira fijamente la televisión sin verla realmente. Aprieta ligeramente los labios. Como debatiéndose mentalmente sobre lo que quiere o no opinar. 

– ¿Estás hablando con él en este momento?

– Sí, le he comentado que no te gusta la idea de que comparta fotos mías así sean vestida. 

– Dile que a tu Papi no le gusta que hables con extraños –dice apretando ligeramente mi muslo–. Sabía que era un riesgo al publicar ese relato, son efectos secundarios no deseados –suelta con hastío–. ¿Te ha insistido varias veces con eso de las fotos?

– Sí…

– Es obvio que quiere meterse en tus braguitas. Deja de escribirle por hoy –me ordena.

– Vale papi –me remuevo un poco sintiendo como su miembro se va endureciendo rápidamente. 

– No me gusta que te haya pedido eso. Es una falta de respeto hacia mí, es irrespetuoso que insista si le has dicho que no te lo permito. Confío en tu criterio –añade al final.

– A Papi no le gusta que me ronden otros lobos.

– No. Intentan usurpar mi puesto. No quiero ser tóxico como el novio de tu amiga. Confío en ti y en nuestro vínculo –retoma sus caricias, pero subiendo un poco más, aprovecha que no llevo más que unas braguitas y una de sus camisas para introducirse furtivamente entre la tela y tocar mi intimidad ya húmeda. 

– Me excita que te pongas celoso –admito cuando sonríe ligeramente. 

– Eres mía –dice por lo bajo justo antes de introducir uno de sus dedos en mi coño. 

No puedo evitar entornar mis ojos al sentirlo dentro.

– No importa cuántos intenten derrocar al rey lobo, la princesa está profundamente enamorada de él. 

– Es recíproco –confiesa al cabo de un minuto y no sé si mi corazón se acelera por su trabajo manual o por sus palabras. 

Ekaitz no es del tipo mimoso ni mucho menos expresivo en lo que sus emociones se refiere así que, cuando expresa ese tipo de frases, siento que me he ganado el premio top de la categoría especial. 

– Soy tuya –le secundo colocando mi mano sobre la suya, empujándola un poco más adentro. 

– Deja el móvil, te necesito solo para mí. ¿Me quieres?

– Hasta la eternidad, papi lobo. 

– Necesito ser lobo –retira su dedo de mi interior y me lo da a probar, lo lamo con descaro, con la misma lascivia con la cual lamería su miembro–. Ve a la habitación, ponte el choker, iré en un par de minutos. 

– ¿Alguna petición especial? –sondeo expectante, sé que su mente necesita todo, pero sé que si no le doy carta blanca se contendrá. 

– Coletas, gafas, te quiero desnuda… Arrodillada y con las piernas abiertas –añade sin mirarme. 

– Vale. 

– ¿Escribo algo especial en mi pecho? - pregunto totalmente entregada.

– No, no hace falta.

Me interrumpió apenas comencé con la tarea encomendada.

– Espera –me sujeta de la muñeca antes de que me levante, se acerca y deposita un beso en mi frente–. Gracias mi niña. 

Tras un breve intercambio de saliva con un beso un tanto subido de tono, corro a nuestra habitación, lanzó la poca indumentaria que me acompaña y busco el collarcito rosa para abrocharlo alrededor de mi cuello. Retoco su inicial sobre mi monte venus y me hago dos coletas con rapidez. Tras colocarme en la posición que me pidió, espero expectante con el eco de mi pulso en el sexo. 

Ekaitz entra en la habitación desnudo. Su erección delata su grado de gran excitación. Se detiene en la puerta y me mira fijamente. Sé que le ha impactado verme tan predispuesta, quiere parecer imperturbable pero lo conozco demasiado como para saber que no es así. Respira de forma pesada y se acerca a mí lo suficiente para que su polla roce mi rostro. Coge su móvil que descansa sobre la mesita de noche y me hace un par de fotos. Sé qué es lo que quiere y estoy dispuesta a dárselo. Tenso todavía más mi cuerpo para ofrecerle el mejor ángulo de mi zona íntima y me lanza algunas más. 

– A papi le molesta que otros hombres sueñen y deseen tu cuerpo. Eres solo mía perrita –sujeta la correa haciendo un poco de presión. 

– Si papi.

– Nunca lo olvides, tu cuerpo, toda tu, me perteneces –se arrodilla frente a mi sin dejar de tirar de la correa. 

Su mano libre recorre mis senos, dedicándole especial atención a mis areolas, las estruja un poco arrancándome un gemido. Me excita como su gran mano puede sujetar mis senitos sin mayores complicaciones. Sus grandes dedos arropan mis pezones. Se inclina un poco para succionarlos con algo de fuerza lo que me arranca un nuevo gemido. Sigue el recorrido hasta que baja a mi sexo, expuesto, entregado y muy húmedo. 

– Veo que te gusta que papi te use, zorrita. ¿De quién eres?

En boca de otra persona aquel apelativo me parecería denigrante en cambio, en los suyos, se torna de lo más morboso y excitante, es la señal de que va a ser intenso conmigo y es lo que quiero en ese momento.

– Soy tuya, papi. 

Un gemido mucho más audible se hace sentir en el instante en el que introduce dos de sus dedos dentro de mi apretado coño. Resbalan en su interior gracias a mi propia lubricación. 

– Vamos cachorrita, fóllate los dedos de papá. Sé mi lobezna. 

Apenas puedo asentir, me siento abrumada y me muevo buscando mi placer. El roce de la palma de su mano me excita a más no poder. Lo siento cada vez más cerca, mis gemidos intercalados con esas palabras entrecortadas me hacen perder un poco el sentido. Papi es malo y mueve sus dedos, rozando mis paredes para llevarme a punto. Se detiene justo en el instante en el que estoy por correrme. 

Es una mezcla de frustración y excitación la que me recorre. En parte me fastidia no llegar al final, pero por otra parte me encanta esa sensación de total disposición hacia él. Conozco mi cuerpo y él también,  ambos sabemos que el placer que experimento después es se multiplica de forma exponencial al hacerlo de ese modo. Me encanta cederle esa parte tan íntima de mí. Mis piernas tiemblan ligeramente, deseosa y en especial, entregada.

– ¡Nada de pucheros! –me dice serio–. Vas a demostrarle a papi lo complaciente que eres, móntame.  

Se tumba en la cama y voy tras él como una buena chica, cojo su miembro entre mis manos y me dejo caer de un lento y profundo sentón que me deja los pulmones vacíos de aire. Una de sus manos atrapa mis senos y la otra tira nuevamente de la correa. Mis caderas comienzan a moverse primero despacio, para acostumbrarme a su invasión, pero Ekaitz no está muy a la labor de ir lento.

– ¡Vamos! ¡Mueve más esas caderas! ¡Fóllame! –tira un poco más cortando momentáneamente mi respiración, sabe lo que la última palabra produce en mí. 

Tomo la mano con la que está amasando mi seno y la llevo a mi cadera. Coloco mis manos sobre su pecho y aumento el ritmo, intercalando los intensos sentones con movimientos circulares de mis caderas. Sus gruñidos de satisfacción son el indicativo de que lo estoy haciendo muy bien. Llevo mis manos a mis senos y juego con ellos, luego sujeto las coletas y tiro un poco de ellas, regalándole un primer plano muy morboso. Me quito las gafas y las lanzo con delicadeza hacia la mesita de noche. Me siento cada vez más cerca del orgasmo y ambos lo sabemos. 

– ¡Detente! –me ordena a duras penas–. Usa tu boquita. 

Me desmonto y me escurro entre sus piernas hasta tener su polla a la altura de mi rostro. Lamo mis flujos antes de meterla toda en mi boca. Su mano sujeta mi cabeza y me fuerza a ir un poco más allá. No se contiene y folla mi boca hasta el fondo, provocándome arcadas. Succiono todo lo que puedo y mis babas corren lubricando en exceso su miembro. Juega con mi boca, follándola a su placer. Alterna un ritmo rápido, con uno más lento y profundo. Tras disfrutar de mi boca por minutos, me separa. Tengo las mejillas sonrojadas, su miembro brilla por mi saliva y pequeños hilitos unen mi boca a él.

– Móntame. Pero con tu culito –me exige. Sus ojos verdes se han oscurecido por el deseo. El lobo se ha desatado. 

Su polla resbala de mis manos y con cuidado la sitúo sobre su polla y me dejo caer. Me siento completamente llena. Esta monta es un tanto más tranquila, pero más profunda. Me dejo caer, moviendo mi culito y disfrutando de la invasión anal. Con cada estocada puedo sentir como su miembro se va tensando. 

– ¡Joder! ¡Me corro! –exclama antes de sujetar mis caderas y acompasar sus caderas a las mías. Tras dos profundas estocadas y un potente gemido de su parte se derrama en mi interior. Una gran cantidad de semen llena mis intestinos de una forma intensa y copiosa. 

Retira su polla, medio dura de mi interior, de mi ano escurre su leche, bajando por mis piernas. Me da la vuelta. Con delicadeza retira el collar y la correa, haciéndolos a un lado. 

– Eres preciosa princesita –musita un tanto embelesado. 

Sus dedos invaden nuevamente mi coño, pero esta vez lo hace con la intención de que me corra. Con su visto bueno me dejo embargar por un intenso y largo orgasmo. Un chorrito baña sus dedos. Con malicia lleva mis flujos a mis senos impregnándolos con mi esencia. 

Miro su polla que ya se encuentra del todo dura y se entierra en mi interior. Separa mis piernas y se entierra de una estocada. Comienza una follada potente. Donde mis orgasmos se pierden en cantidad, atrapando a su polla, bañándolo con mis flujos. Es una follada dura, sé que quiere profanarme por completo. Mis piernas sobre sus hombros hacen que me corra sin contemplación. Tengo la respiración acelerada, estoy perdida en mi propio placer. 

Ekaitz se detiene, y baja mis piernas. Las lleva a sus caderas y entiendo sus intenciones, las cierro alrededor. Deja caer su peso sobre mi cuerpo, separando cualquier distancia entre nuestros cuerpos. Sus manos toman las mías entrelazándolas y su boca busca la mía. Ha cambiado el ritmo a uno lento, profundo y muy sensual. El movimiento acompasado de nuestras caderas, los gemidos entre callados por la batalla que libran nuestras bocas, ha pasado a ser un polvo más ameno para nuestros cuerpos. 

Empieza a susurrarme lo guapa que soy y lo mucho que me quiere y en especial a recalcar que soy solo suya. Nuestras miradas se conectan y dejo de aguantar el orgasmo que estoy conteniendo justo cuando su polla se descarga, pero esta vez en lo más profundo de mi intimidad. 

– Que preciosa te ves llena de mi leche. Eres mía lobezna. 

– Solo tuya, mi pieza de puzzle –le secundo, tengo el cuerpo laxo, el último orgasmo ha sido el más intenso de todos, y que me tenga entre sus brazos después de esa intensa sesión de sexo, me relaja por completo–. Eres mi papito y eres muy importante para mí. 

– Haces que me sonroje, princesa. Pero los lobos no se sonrojan, son fuertes y arrogantes. También eres muy importante para mí. Eres la pulsera que me ata –afirma con la sentencia que aquella frase implica para ambos.

Comentarios