"MI PADRE" por ALTAIS

 

Mi padre es un intachable viudo, un señor de punta en blanco. Con modales perfectos, un respetable empresario, un hombre apegado a los buenos valores, a la preservación de las buenas costumbres y la moral. O al menos es lo que todos creen.

En realidad, mi padre es un lobo, o, mejor dicho, un lobo disfrazado de cordero. Un lobo que se cuela cada noche en la habitación de su igual de respetable y educada hija. Nadie conoce la faceta oscura de mi padre, solo yo. 

Ya llevamos demasiado tiempo en esto como para remontarnos al pasado, solo sé que mi cuerpo necesita su invasión cada vez que cae el sol y los seres de la oscuridad salen a hacer gala de sus bajas pasiones. 

La puerta de mi habitación se abre dejando que la luz del pasillo se vea momentáneamente, está queda oculta por la imponente figura de mi padre. Me sonríe y yo suspiro embelesada. Amo a mi padre porque es la mezcla perfecta entre un caballero y un monstruo incestuoso.

– Hola pequeña Caperucita –dice cerrando la puerta tras de sí y encendiendo la luz de mi habitación, gracias a mis cabellos rojizos me apodó de esa manera desde siempre–. El lobo ha venido a visitarte.

Un leve estremecimiento cargado de placer recorre mi cuerpo y mi sonrisa temblorosa son el indicativo de que puede usarme todo lo que quiera. Tampoco es como que me pedirá permiso para hacerlo, desde el principio quedó claro que puede follarme tanto como necesite y yo siempre lo recibiré con las piernas abiertas y una sonrisa.  Su cuerpo se hunde en mi cama y se coloca sobre mí, su respiración sobre mi cuello me excita a más no poder. Mis pezones se endurecen cuando me lame el cuello. 

– Veo que hoy mi niña tiene ganas. 

– Si papi, te necesito adentro –digo removiéndome inquieta, dos largos días he pasado sin poder tener su polla en mi interior por uno de sus viajes de negocios y estoy que me trepo por las paredes. Además, me prohibió tocarme y como buena hija, abnegada a su padre, obedecí sin chistar.

– Papi –musitó cuando me acomoda debajo de él, nuestros sexos quedan unidos por la íntima posición. Me restriego contra su miembro que se siente extremadamente duro. Cierro mis piernas alrededor de su cadera y él me deja hacer, me deja frotarme para calmar mi necesidad.

– Paula –dice llamándome la atención–. Nada de correrte, conozco perfectamente a la perrita de papá. Si sigues así te vas a correr y no te he dado permiso para ello.

– Perdón papi –contesto, deteniéndome de golpe. Mi deseo de obedecerlo puede más que mi deseo de satisfacer mi coño.

– Que húmeda estas –su mano estruja mi coñito, la encharcada braguita se pega a mis labios, la humedad se cuela por la tela y un suspiro se me escapa nada más con el roce de sus dedos–. Se nota que me echaste de menos, mi dulce niña.

– Mucho…

– ¿De quién eres, Paula?

– Soy tuya papi.

– ¿Quién es tu dueño?

– Tú eres mi dueño.

– ¿De quién es tu cuerpo?

– Es tuyo.

– Exacto, mi zorrita ansiosa. Nunca lo olvides.

Separa su cuerpo un poco del mío. Lo justo para que sus manos hagan lo suyo, colándose por sobre mi pijama deshaciéndose de él en el proceso. Me encanta que sea tan fuerte, mis cuarenta y tantos kilos y mi poco más de metro sesenta se ven sometidos gustosos por su cuerpo.

– Eres mi juguete, mi pequeña Paula.

– Si papi, lo soy –respondo con entusiasmo.

Pasea su gran mano sobre mis senos atrapando ambos en el proceso, los estruja sin demasiado tiento, antes de llevarse uno de los pezones y succionarlo con intensidad. Me remuevo deseando que continúe, la sensación de su boca sobre mis terrones tiene un gran poder sobre mí.

Cuando se siente satisfecho de su ataque frontal, me da media vuelta en la cama, sus manos recorren mi espalda. Luego sus labios y posteriormente sus dientes se clavan en mi hombro arrancándome un pequeño gemido. Atrapa mis muñecas llevándolas a mi espalda y escucho un ligero click. El de las esposas cerrándose.

– Linda y manejable, tal como me gusta –afirma antes de morder suavemente el lóbulo de mi oreja.

Hundo mi rostro en el colchón, elevando aún más mis caderas. Siento como el cinturón de su pantalón es liberado y se desliza sibilante. Con una de sus manos abre mi sexo y a los pocos segundos una rápida ráfaga se encuentra con mi encharcado sexo. El cuero choca contra mi humedad, arrancándome un gritito de placer y dolor. Él repite la acción alternando los azotes en mi coño con otros dirigidos a mis nalgas.

Mi culo me arde, enrojecido por el ataque, lo mismo que mi sexo. Me estremezco al sentir el roce de su miembro con mi abertura. Tengo que tirar de mi fuerza de voluntad para no correrme.

– Papi por favor –musito desesperada.

– No, para, no te he dado permiso para que te roces con mi polla, pequeña descarada. No olvides que tu cuerpo es mío y soy yo quien te da permiso para que disfrutes con él. No te vas a correr tan fácil. Es muy pronto.

– Pero… papi…

– Mi niña será una buena chica y obedecerá a papá. Aguanta, princesa ¿Vale?

– Si papi, te prometo que no me correré sin tu permiso. Pero por favor, te necesito adentro. Necesito la polla de papi.

– Eres una niña consentida, papi no puede decirte que no –me da un nuevo azote, esta vez con su mano–. Solo que… ¿qué te he dicho de irte de excursión hasta la noche? Casi me da un infarto al ver tus estados del WhatsApp. Cuando me dijiste que ibas a pasear no acordamos que sería en esas condiciones…

– Yo… –hundo mi rostro en mi almohada, avergonzada–. Lo siento…

– No quiero, pero tengo que castigarte, princesita.

– ¡Auch! –suelto un gritito al sentir la invasión del miembro viril por mi puerta trasera.

– Jo… no está bien, no estás receptiva.

– ¡No, no! ¡Dale! ¡Fui una mala chica papi! ¡Hazme daño! –insisto meneando mi culo, si pudiera usar mis manos abriría mis nalgas–. ¡Reviéntalo papi!

– ¡Paula! –gruñe antes de volver a puntear su polla sobre mi ano, escupe y se clava. Duele y arde. Mi cuerpo lucha por deshacerse de la monta, pero mi mente acepta gustosa el castigo.

Yo misma me entierro el cipote de mi respetable padre hasta el fondo. Suelto un grito más audible. Y sé que he despertado al lobo, con una mano sujeta las esposas, tirando de ellas y con la otra tira de mi cabello rojizo. Su miembro abre mi ano centímetro a centímetro. Da marcha atrás y se vuelve a enterrar. No se contiene. Es agresivo con su monta. Yo jadeo y berreo entre el dolor y el placer.

– ¡Princesa! –jadea dejando caer su peso contra el mío.

Me empuja y caigo sobre el colchón. Su gran cuerpo aprisiona el mío, después separa mis piernas todo lo que es posible. Acelera sus embestidas. Siento mi coño vibrar cada vez que saca su polla de mi ano y la deja ir por completo. Tiemblo de placer y dolor ante la invasión paterna.

– ¡Mi niña! –papá acelera las embestidas, acompasadas por mis gritos cada vez más sonoros.

El sonido de sus huevos chocando contra mis nalgas dota de una sinfonía lasciva a nuestro encuentro, el olor a sexo va impregnando mi habitación, es ácido y a la vez un tanto almibarado.  Cada estocada hace que mi sexo chapotee, unos hilitos de flujo bajan por mis piernas y empapan mi cama. Papá es un vicioso del anal, cabe destacar que primero se llevó la virginidad de mi ano y después la de mi coño.

En la última arremetida sale de mi ano y se clava en mi húmeda cavidad, un gran jadeo de placer emerge de mi boca. Hace círculos con su polla, llevándome al borde del delirio. Cada vez se me hace más complicado aguantar mi orgasmo, siento los primeros temblores al igual que él, justo en ese instante se retira, dejándome frustrada, insatisfecha.

– Nada de correrte, primero lo haré yo –me recuerda con sorna.

Ahora su polla se dirige a su nuevo objetivo, mi boca. Me arrastro deseosa de tener el miembro que me dio la vida follándome mi garganta. Lamo la mezcla de nuestros fluidos, su mástil gotea por mis flujos y los devoro todo de forma viciosa. Soy adicta a chuparla. Es una de mis principales adicciones. No pierdo la oportunidad para bajar el cierre de su pantalón y colarme a mamar.

– ¡Ufff! Así princesita, vamos zorrita, saca tu leche –papá saca su polla de mi boca y la restriega por todo mi rostro.

Yo jadeo con mi boca abierta y me va dando golpecitos con ella. Yo intento llevarme a la boca nuevamente, pero me lo impide.

– Me voy a correr en tu carita, princesa. Papá va a llenarte de leche.

– Si papi, gracias papi.

– Abre grande, sale.

Me encanta los gruñidos que hace al correrse, tan varonil… A papá no le costó más que menear un poco su miembro para que salieran disparados los primeros chorros de su leche espesa. Estos dieron a parar directo a mi boca, el resto se espació por mis pómulos. Caliente y viscosa, olorosa, así salió la deliciosa leche de mi padre. Con su polla aún endurecida la paseo como un pincel sobre mi rostro, llenándome por completo.

– Perfecta –gruñó, cogió el móvil y me hizo un par de fotos para su colección.

El hecho de que no se hubiese bajado su erección me dio a entender su grado de excitación.

– Paula… necesito aliviarme…

Y ahí estaba de nuevo mi padre, destruyendo su imagen de intachable señor. Ese hombretón seguro, de cabello castaño ya más canoso que de su color natural y de profundos ojos ambarinos. Solté una risita nerviosa, papá es un guarro y su respetable hija, la prodigiosa estudiante que obtiene puros sobresalientes no se queda atrás.

Siempre bromean con papá sobre lo sobreprotector que es con su adorable hija, la pelirroja que es la sensación a donde llega. Donde más de uno desea enterrar su polla o lengua, más de una mujer también ha deseado sumergirse en mi coño, para el mundo soy una mojigata, craso error de apreciación.

– Lo que papi necesite.

Me acomodo entre sus piernas, y comienzo a mamar nuevamente, la polla a medio endurecer de papá termina de coger impulso. Él cierra los ojos, disfrutando de las sensaciones provocadas por mi lengua, y sin avisar siento el primer chorro tibio de ese fluido, pero no de su lefa, sino de ese fluido ambarino y amargo. A mi padre le fascina mear en mi boca. La descarga es copiosa, me cuesta un poco tragar, tanto que se escapa bañando mis pezones rozados y el resto de mi torso.

– Gracias, preciosa, eres la mejor de todas –acaricia mi cabeza mientras abro para mostrarle que me he tomado todo.

Se inclina para besarme y a la vez liberarme de las esposas. Luego de eso me conduce nuevamente a la cama. Su boca se hunde en mi ansioso coño, babeante y expectante de placer.

– Dámelo todo –me ordena–. ¡Todo!

Imposible negarme a su proposición, solo necesito de unas cuantas lamidas para correrme con un intenso squirt, bañando todo su rostro, papá bebe mis flujos, pero no se detiene, continúa estimulándome, buscando el otro fluido para sentirse satisfecho. Suelto un nuevo gritito al sentir como mi pis brota de mi intimidad y como una criatura necesitada de líquido vital, se aferró y bebió hasta la última gota.

Nuestros ojos se conectaron nuevamente, papá no perdió tiempo en devorar nuestras bocas deleitándonos con las mezclas de nuestros fluidos, me ardía un poco el culo, pero su objetivo era otro. Elevó mis piernas sobre sus hombros y se dejó ir en mi estrecho coño.

La sensación de su vello rozando mi depilada intimidad siempre me provoca un placentero escalofrío. La profundidad, de cada una de sus estocadas me arrancaban gritos de placer. Papá sabe lo que me gusta y como estimularme hasta alcanzar las cotas máximas de placer. Cada embestida era profunda, lenta y a la vez intensa. No se detuvo ante mi siguiente orgasmo, este no tardó en encadenarse con otro y otro.

Con cada corrida la polla de papá era succionada por mis paredes, una buena hija tiene el deber de exprimir el miembro de su padre. Y yo soy la mejor de las hijas. En esta ocasión no sería la excepción, mi mayor satisfacción es quedar con el coño destrozado y saber que le duelen los huevos por dejarlo completamente seco. Me provoca un calorcito interno de gozo al saber que lo que cuelga entre las piernas de papá me pertenece.

Papá modificó nuestra postura, con mis piernas enroscadas en su cintura, sus labios atacaron sin piedad mis rosados pezones, hasta que un orgasmo, mucho más intenso que los anteriores me hizo derretirme debajo de papá, fue tan intenso que perdí un poco la noción del tiempo.

– Esa es mi niña –me dio una nueva estocada–. Ya no entra igual, pero papá es malo, necesita uno más princesa. ¿Me lo das? Quiero que te corras para mí, lo haremos juntos.

Con las pocas fuerzas que me quedaban asentí y le di un leve pico a papá en los labios. Lo que más me gusta del sexo con mi padre es la capacidad que tiene de llevarme al límite, de ir más allá y superar cualquier barrera que en algún punto pensé que no se rebasaría.

Me acomodó sobre si y comencé mi monta, cabalgándolo con soltura, a pesar del cansancio, mi deseo de sentir su lefa caliente. Finalmente, mi padre se percató de mi cansancio y colaboró con la invasión, sujetó mi culo y se impulsó con ganas. El pene de papá siguió con su inclemente invasión, sentí la tensión justo antes de correrse y apreté las paredes de mi coño para alcanzarle, al sentir su leche preñando mi interior me corrí salvajemente. Me desplomé sobre su pecho, completamente laxa.

– Quédate así, pegada a mí, bonita –me susurro dándome un beso paternal en mi frente, no recuerdo mucho más, solo que me dormí con la polla de mi padre camino a la flacidez en mi interior. Nada como follar con tu padre, es una experiencia recomendable para cualquier chica, ¡os lo aseguro!

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