"LA BODA" por Kamataruk (incluye mensaje de la coautora) Corregido por K



- “Si haces lo que te digo llegarás lejos, hijo. Yo empecé como tú y ya me ves, he triunfado en la vida…” – Pedro murmuraba para sus adentros lo que le repetía una y otra vez su tirano explotador - ¡Gilipolladas! ¡Un puto esclavo del tipo más despreciable del universo, eso es lo que soy!

El ayudante de fotografía se peleaba con las fundas del caro instrumental que su jefe había dejado a su cargo. El cansancio, la desgana y la rabia se fundían en un cóctel amargo justo después de la medianoche. A diferencia de aquel viejo verde, que revoloteaba como un buitre carroñero intentando ligar con solteronas borrachas, él seguía trabajando, recogiendo, ordenando y transportando hasta su vehículo todos los utensilios necesarios para elaborar el reportaje fotográfico del enlace nupcial.

- ¡Entra ya, joder! – Protestó focalizando su ira en un foco rebelde que no terminaba de encontrar acomodo en la funda correspondiente.

Tanto forzó la cosa que el objeto luminoso se quebró y el crujido le hizo saber que todo lo ganado durante aquella dura jornada de trabajo se había esfumado. Tendría que reponerlo de su bolsillo.

- ¡Estupendo! ¡Más buenas noticias! A este paso hasta me va a costar dinero este puto empleo.

Tras un año arrastrando bultos y aguantando al gilipollas de su jefe era la desmotivación personificada. A sus veinte años ya no quedaba nada del entusiasta muchacho que encontró trabajo en el gabinete fotográfico más prestigioso de la ciudad doce meses atrás. Empezó su vida laboral con muchas ganas. El sueldo era ínfimo pero, como compensación, iba a poder aprender el oficio directamente de uno de los fotógrafos de los famosos del país. En lugar de aprender los secretos del oficio se había convertido en un simple ayudante de un fotógrafo de bodas. Bodas caras y selectas, con invitados de clase alta y mucho lujo, eso sí, pero bodas al fin y al cabo. Muy a menudo pensaba que, si al menos hubiese vendido su alma a cambio de un sueldo más o menos digno, tendría algo con qué justificarse. Sin embargo la crisis, el intrusismo pero sobre todo la racanería del imbécil de su jefe le habían hecho un ser gris, amargado, más pobre que una rata y, lo que era peor, sin ninguna esperanza de poder cambiar su destino.

- A ver si hay suerte y nos largamos pronto de este puto sitio. Hace un calor de la hostia… – Volvió a gruñir.

Sabía que las posibilidades de que su deseo se cumpliese eran escasas, por no decir nulas. El avispado de su jefe aprovechaba su buen porte, su buena labia y, sobre todo, los excesos etílicos de las mujeres que acudían a aquellos eventos para llevarse a alguna a la cama. A la cama o cualquier rincón medio escondido en el que poder montar a su ligue de una noche.

Tras varias idas y venidas a la furgoneta se sentó en un rincón apartado del jardín, junto a una fuente, buscó en el bolsillo de su traje barato y sacó una bolsita de plástico. Se tomó su tiempo para realizar el ritual de costumbre y, escuchando esa música que tanto le gustaba a través de los auriculares, se lió un cigarrillo de marihuana. Tras la primera calada ya se sintió mejor. La cosa todavía mejoró al deshacerse de los zapatos y calcetines. El efecto de la brisa marina, el frescor de la hierba y los vapores de la droga le hicieron volar. Entre una nube de humo comenzó a revisar su cámara personal, esa que utilizaba para hacer las fotografías a su gusto.

- “Do you feel the same when I'm away from you?... – Comenzó a tararear entre dientes.

Tan a gusto estaba en su mundo que sólo se percató de la presencia de la muchachita cuando ésta se sentó a su lado, se despojó de sus zapatos de tacón y le dijo con su voz caramelizada mientras se acariciaba los pies con evidente signos de alivio:

- ¡Uff! ¡Qué tortura! ¡Son bonitos pero incomodísimos!

Pedro se alteró mucho. Lo que estaba haciendo le estaba totalmente prohibido. Si su jefe volvía a pillarle fumando eso no sólo tendría que pagar lo roto sino que probablemente sería despedido de inmediato. Instintivamente amagó con levantar se y tirar el pitillo al suelo pero ella puso la mano sobre su muslo y lo detuvo.

- No lo tires… no me importa que lo hagas, de verdad. Fúmatelo tranquilo...

Pedro miró a en la penumbra a la adolescente, ella no levantaba la mano de su pierna. El calor que le transmitía a través del contacto era de lo más agradable. La tenue luz de los farolillos no dejaba ver la turbadora belleza de su acompañante pero a él no le hacía falta iluminación alguna; sabía que se trataba de una jovencita muy hermosa y acorde con sus gustos en lo referente al sexo femenino. Le había hecho tantas fotografías de manera clandestina a lo largo de la jornada que conocía cada centímetro de su cuerpo: su cabello oscuro; su mirada limpia; su naricita adorable, algo respingona tal vez; su rostro pálido, maquillado discretamente , que, junto con sus bonitas piernas y su proporcionado busto, conformaban su aspecto natural con un atractivo demoledor.

- ¿Quieres? – Dijo el joven ofreciéndole el cigarro en un intento de establecer con ella algún tipo de vínculo cómplice.

La chica se lo pensó. Al chaval le pareció que no le disgustaba la idea pero la cordura venció a la curiosidad y ella lo rechazó amablemente.

- No, no fumo. Pero gracias de todas formas. Me llamo Anna. Tú eres Pedro, ¿verdad? Nos conocimos el día que fui con mi prima y la Weeding Planner al estudio de fotografía.

- ¡Recuerdas mi nombre! – Dijo él extrañado mientras sacaba nueva munición para un segundo porro – ¡Qué memoria! En cambio tu prima lleva llamándome de una forma distinta todo el día: “David, hazme una foto con tía Úrsula”; “Diego, hazme otra con mis amigas”;” ¿Qué tal la luz aquí? ¿está bien?”…

- Es una gilipollas – dijo la joven frotándose su pie dolorido -. Y una puta. La he visto montándoselo ahí atrás con el imbécil de tu jefe.

- Ya – Dijo Pedro nada sorprendido por la noticia. Las novias eran la presa preferida de aquel obseso.

La recién desposada había pasado por el estudio no menos de una docena de veces antes del día señalado y los gemidos que procedían del despacho principal no eran los propios de un simple intercambio de ideas acerca del reportaje de la boda.

- Joder, es normal que le ponga los cuernos a ese bobo pero… ¡el mismo día de la boda! Eso es demasiado, incluso para esa guarra…

- Ya – Repitió Pedro, poco dado a grandes discursos.

- Tú no hablas mucho, ¿verdad? – Rió ella.

Como respuesta el muchacho se encogió de hombros, sin saber qué decir ante aquellas palabras tan directas como certeras. No tenía demasiada facilidad para la palabra y mucho menos con chicas tan bonitas como aquella. Prefería escucharlas atentamente y, como buen fotógrafo, captar los cambios de matiz en las expresiones.

- ¿Qué oyes? – Prosiguió la joven colocándose uno de aquellos auriculares en su oreja y exclamó-: ¡Me encantan! ¡Son mi grupo preferido!

- ¿En serio? – Contestó el más animado.

Como prueba de que lo que estaba diciendo era cierto empezó a tararear el estribillo:

- “We're walking the wire, love. We're walking the wire, love...”

Pedro cada vez se sentía más atraído por la muchacha. Ya fuese por el efecto del porro, por la voz sensual de su acompañante, o por la forma suave que ella tenía de acariciarle el muslo; lo cierto es que se estaba calentando por momentos. Intentó zafarse del roce pero no pudo, Anna continuó con su toqueteo aparentemente inocente, intensificándolo más.

- Ojalá no fuera tan pequeña.

- ¿A… a qué te refieres? – dijo Pedro algo turbado pensando que la muchacha se refería al tamaño su miembro viril que se endurecía por momentos.

- A la fuente, por supuesto – repuso ella con una risita traviesa adivinando el doble sentido-. Si fuese más grande ten por seguro que me metía en ella con vestido y todo. Estoy súper caliente… súper acalorada, quiero decir.

Pedro tragó saliva, su mente imaginó a aquella sirenita emergiendo de entre las aguas, con su vestido blanco translúcido y pegado al cuerpo debido a la mojadura y sintió que su calentura aumentaba por momentos.

- ¡A la mierda! – Dijo la chica lanzando a la fuente los zapatos causantes de su tortura-. Estoy harta de sufrir por nada. Esta boda es un aburrimiento. Está llena de viejos.

- Vaya…

- No…no lo digo por ti – se apresuró la muchacha a apuntar -, sino por esos babosos de ahí adentro. Ojalá cayese una bomba y se muriesen todos.

- Ya.

- … y esa mierda de música…

- ¡Sip! Es inaguantable. – Afirmó Pedro asintiendo con la cabeza -. En eso estamos de acuerdo.

- ¡Es una mieeerrda! - Dijo ella riéndose abiertamente.

- ¡Lo peor! - Apuntó él uniéndose a la broma.

La chica esperó a que Pedro apurase una nueva calada y prosiguió:

- ¡Me ha metido mano! ¿Puedes creerlo? – dijo muy enfadada -. Ahí… delante de todo el mundo. ¡Qué vergüenza!

El chico tosió la mezcla de tal revelación y el humo en sus pulmones le gastaron una mala pasada.

- ¿Qué? ¿Quién? - dijo Pedro intentando reponerse.

- El papá del novio. Es un viejo verde, a mi prima no deja de tocarle el culo todo el día. ¿No lo has visto?

- No. – Mintió Pedro lo mejor que pudo.

Por supuesto que había contemplado los excesos de aquel tipo, e incluso le había tirado alguna foto mientras lo hacía pero no era el momento de interrumpir a Anna.

- Me ha sentado en sus rodillas… ¡como si fuese una cría! – prosiguió la muchacha cada vez más indignada - Y después… me ha tocado las tetas… ¡Delante de todo el mundo! Y el imbécil de mi padre, el lugar de decir algo, se reía. ¡Todavía me ve como una niña!

- ¡Qué cabrones!

Fue una vez más Anna la que rompió el silencio.

- Me lanzaría… pero el agua debe de estar sucia. Creo que hay peces y todo.

- Lo está – afirmó Pedro con pleno conocimiento de causa -. Tu prima…

- “La puta de tu prima…” – le interrumpió ella nuevamente riendo.

- La puta de tu prima se ha empeñado en que le hiciese una foto con esa estatua de fondo y he tenido que meterme hasta las rodillas.

- ¿En serio?

- Sí. Los peces pueden ser muy bonitos pero huelen fatal. Nos ha tenido de un lado para otro haciendo fotos: que si en la pérgola del jardín; que si en la rosaleda de allá; que si en la cascada de la cueva…

La chica volvió a interrumpirle.

- ¿La cascada de la cueva?

- Sip. ¿No la has visto? Este sitio era una antigua terma Romana. El agua que baja por el riachuelo proviene de una gruta enorme de la montaña. Eso sí, está a diez minutos andando por ese sendero, pero el paseo vale la pena. Es sencillamente espectacular.

- ¿En serio?

- Síp, es una pasada ese sitio y lo tienen muy bien acondicionado. Tu prima…

- “La puta de tu prima…”

- La puta de tu prima quería que le hiciésemos fotos ahí pero al final no le ha dado la gana. Todo eran excusas: que si el calor le estropeaba el vestido, que si la humedad le erizaba el pelo, que si el agua al caer hacía mucho ruido… ¡Tonterías! El estúpido de mi jefe no tiene ni idea, en cuanto lo sacas del estudio es un negado. Si me hubiesen dejado hacerlas como yo quería hubiesen quedado geniales.

- ¡Seguro que sí! ¿Me dejas la cámara? Quiero ver tu trabajo…

- Es un imbécil – dijo él con voz dubitativa algo distraído -. A mí sólo me deja hacer fotos de detalles, para intercalarlos en el vídeo entre toma y toma… ya sabes, flores, decorados y esas cosas.

- Trae.

Y sin dar tiempo a la reacción, agarró la cámara y procedió a revisar el trabajo del muchacho.

- ¡No!

- ¡No seas bobo! Tendré cuidado.

En efecto la joven comprobó que una buena parte de las fotografías eran tal y como él las había descrito pero otras la tenían a ella como única protagonista. Aparecía muy bella, con su vestidito blanco y ceñido, pero aburrida, con mirada melancólica y ajena al ambiente de alegría del resto de los asistentes de la boda. Anna se detuvo en una foto en la que aparecía sentada, distraída, hablando con alguien indeterminado. La instantánea no hubiese sido nada diferente de no ser porque la pose no era la apropiada ya que mostraba el interior de las piernas de Anna.

Pedro se quedó petrificado al verse descubierto. Y la cosa todavía empeoró cuando aparecieron las siguientes fotografías en el visor de la cámara. En ellas se mostraba claramente el sexo lampiño e impoluto de la muchacha. La calidad de la cámara, el ángulo y la pericia de Pedro al tomarlas hicieron posible aquel milagro.

El chico estaba tan avergonzado que no se atrevió a decir nada. Sólo quería que se le tragase la tierra en ese instante.

- Esta mañana, al verme en el espejo de la entrada del hotel, me di cuenta de que se me marcaban las braguitas negras bajo el vestido – dijo Anna con cierto pesar -. No sabía qué hacer así que… me las quité. Creí que nadie se daría cuenta… pero por lo visto estaba equivocada.

- Lo… lo siento. Yo…

- Tranquilo… - le interrumpió la muchacha en tono conciliador -, no pasa nada.

- Déjame. Voy a borrarlas ahora mismo...

- ¡¿Borrarlas?! – Exclamó ella algo más animada -. Pero, ¿por qué? ¿A caso te parezco fea?

- ¿Fea? ¡Eres una diosa! – Apuntó Pedro ruborizándose todavía más. Tímido hasta la extenuación no podía creer que de su boca hubiese salido tal expresión.

La chica agradeció el cumplido con una amplia sonrisa.

- Están genial. ¡Quédatelas, de verdad! Son bonitas.

Aquella contestación pilló totalmente desprevenido al muchacho que no se esperaba tal muestra de generosidad por parte de Anna. Es más, pensaba que la chica montaría un escándalo y que pasaría la noche durmiendo en algún frio calabozo de la comisaría. Como queriendo comprobar que sus oídos no le habían engañado preguntó:

- ¿Seguro que quieres que me las quede?

- ¡Pues claro! No pasa nada – dijo ella entre risas -. Me has caído bien y confío en ti. Puedes guardarlas pero sólo si me prometes que serán para ti y que nadie más las verá.

- ¡Po… por supuesto! E… eso, ni lo dudes…

- ¿Sabes? - rió la chica alegremente -, mi mejor amigo es como tú.

Pedro estaba totalmente perdido en aquel momento.

- ¿Cómo yo?

- Sí. Mi compañero de clase, Daniel, mi mejor amigo, es como tú: un pervertido.

El chico no sabía si tomarse aquello como un insulto o como un halago. El tono alegre y desenfadado que utilizó Anna en sus siguientes palabras le sacó de dudas.

- ¡Es genial! No te lo tomes a mal. Nos queremos un montón. Le llamamos Dan. Siempre anda detrás de las chicas, haciéndoles fotos bajo las faldas y diciéndoles cosas pervertidas. Les mira el escote y, en cuanto puede, les echa mano al culo con cualquier excusa tonta. ¡Es muy pero que muy perv, pero a mí me trata como a una princesa y jamás me ha puesto la mano encima! Es muy bonito y tierno eso, ¿no crees?

- Bueno… supongo.

- Cuida de mí y yo cuido de él. Le ayudo a saciar su sucia curiosidad con las otras chicas y él evita que los chicos se metan conmigo. Es el amigo perfecto, ¿verdad?

- Vaya – dijo Pedro realmente sorprendido -. Pues sí. ¿Y dices que contigo no lo hace? Me refiero a mirarte los pechos o a hacerte fotos… como esas.

- No. – Contestó Anna con cierto pesar.

- ¿Qué sucede?

- Nada, nada.

- Acaso… ¿acaso te gustaría que lo hiciese? ¿Qué te hiciese cosas pervertidas como a las otras?

Anna se retorció sobre el banco, tomándose su tiempo para contestar.

- Bueno, a veces sí. Pero es mejor que todo siga como está. Mis relaciones con los chicos no suelen ir muy bien y no quiero perder su amistad.

- Comprendo.

Tras otro silencio prolongado fue ella la que prosiguió:

- Tú… tú puedes hacérmelas. Me refiero a las fotos. Bueno… si te apetece, claro. Me pareces un chico muy agradable y un fotógrafo estupendo. Se te da bien.

- Bu… bueno. Eso estaría genial, de verdad, aunque aquí… sería peligroso. Podrían descubrirnos y me metería en un buen lío.

- Es una lástima. Me apetece un montón meterme en el agua.

Pedro calló. Estuvo a punto de decir que a él también le ardían sus mejilla, aunque no era eso lo que más le preocupaba sino el incómodo cosquilleo de otra parte más íntima de su anatomía que no dejaba de crecer. Fue Anna, con su desparpajo natural, la que dio con la solución.

- ¡La cueva!

- ¿Cueva?

- ¡Pues claro! ¡La de la cascada, la que está al final del sendero! Es lo que has dicho, ¿no?

- Pues… sí, ahí está pero está cerrada con llave…

- Pero tú todavía tienes las llaves, ¿no?

- Sí. Sí, claro, pero…

- Pues, ¿a qué estamos esperando? ¡Vamos!

Y sin dar opción a la réplica agarró al muchacho de la mano y lo arrastró a través de aquel caminito apenas definido. La luna, como buena voyeur, les regaló su fulgor y, gracias a él, caminar no les resultó peligroso. Pocos minutos después divisaron un claro entre la espesura y, al final del mismo, una pared en la roca de enormes dimensiones.

- ¿Es ahí? – Preguntó Anna muy alterada.

- Sí, pero… - Contestó Pedro que, a duras penas, lograba mantener el paso intentando que la cámara que colgaba de su cuello no sufriese daño alguno.

- ¡Me has mentido! ¡Aquí no hay nada! ¿qué es lo que pretendes?, ¿alejarme de todo el mundo y violarme?

- ¡E…espera! – Dijo él intentando recobrar el aliento-. Es… está ahí.

- ¿Ahí?

La chica dejó de hablar. Enmudeció cuando el haz de la linterna del teléfono móvil le hizo ver que lo que parecía la entrada de una gruta era en realidad una puerta acristalada y moderna, incrustada en la roca.

La incredulidad se transformó en estupor apenas atravesó el angosto pasillo que discurría tras la puerta. Pese a la oscuridad casi total intuyó que se encontraba en una caverna amplia. El calor, la humedad en el ambiente y el estruendo del agua al caer estimularon su curiosidad, estaba claro que el asunto de la cascada era algo real. Pedro manipuló los interruptores en la pared de roca y varios focos deshicieron la penumbra; sencillamente Anna alucinó al hacerse la luz: el espectáculo que se presentó ante sus ojos la impresionó. La joven descubrió que las cosas al natural mejoran mucho, a pesar de que creemos que a través de la pantalla del ordenador ya lo sabemos todo.

- ¡Halaaa! - Exclamó al ver todo aquello.

- ¡Te dije que te encantaría!

- Esto… esto es increíble. – Dijo ella totalmente alucinada.

- Y, ¿sabes lo mejor de todo? ¡El agua está calentita! ¡A la misma temperatura todo el año!

- ¿En serio?

- Nos lo contó la encargada del hotel cuando nos la enseñó…

- ¿Y dices que no quiso hacerse fotos aquí? Definitivamente mi prima, además de puta, es tonta…

Anna se imaginó a ella misma vestida con un flamante traje de novia blanco, caminando por aquella pasarela de madera que cruzaba el laguito de un lado a otro. Su imaginación volaba mientras sentía aquellas tablas crujir bajo sus pies descalzos, con el agua salvaje cayendo a su espalda. Se imaginaba posando espléndida en aquel entorno paradisiaco. Tan embobada estaba contemplando el entorno que no se percató de que estaba siendo fotografiada en ese preciso instante y que su aspecto, aunque más sencillo, era tan delicioso o más que el idealizado.

- Lo siento, no he podido contenerme. Estás… estás preciosa – Dijo Pedro entre foto y foto, sin poder evitar la emoción -. Pareces un angelito, con ese traje blanco. Sólo te faltan las alas…

Ella agradeció aquellas amables palabras. Allí, en lo alto del puente se sintió importante para aquel chico tan atractivo y eso le gustó.

- ¿Qué quieres que haga?

- Camina hacia aquí, pero despacio.

- ¿Así?

- ¡Eso es! ¿Lo habías hecho alguna vez? Me refiero a lo de modelar. Se te da fenomenal.

- Es la primera vez delante de un profesional.

- Bueno… profesional, profesional...; todavía estoy empezando. Date la vuelta, quiero hacerte alguna de espaldas, el vestido abierto por detrás te queda impresionante, pero gira la cabeza y mira al objetivo cuando lo hagas, ¿entiendes lo que te digo?

- Claro.

Los movimientos felinos de la muchacha tenían encandilado a Pedro. Era elegante, sensual pero a la vez fresca y desinhibida. Era una lolita de labios carnosos y cuerpo siseante. El tipo de chica que a él le quitaba el sentido, como lo demostraba el montón de fotografías que le había lanzado durante el día.

Anna era, tal y como él había dicho, un ser angelical pero no exento de picardía. Coqueteaba con la cámara cada vez con más gracia y soltura. En un momento dado, estando todavía de espaldas, uno de los tirantes de su vestido cayó de manera aparentemente descuidada por su hombro y el comienzo de su seno se mostró de manera nítida. No hizo nada por cubrirse y eso al fotógrafo casi le lleva al infarto.

- ¿Está bien así? - Dijo mimosa.

Pedro tuvo que tragar saliva antes de poder contestar.

- S… sí.

La joven prosiguió con su coqueteo tanto con la cámara como por el operario, traspasando cada vez un poquito más su límite. Toma a toma, Pedro pudo ir inmortalizando el cuerpo en formación de la chiquilla conforme este iba mostrándose poco a poco. Unos pocos minutos después la ninfa se encontraba frente a él, con el torso desnudo, tan solo ocultado sutilmente por su larga cabellera. Su vestido hacía equilibrios en sus caderas, pugnando por no caer por completo.

- ¿De verdad te parezco bonita?

- No me canso de repetirlo, eres preciosa.

- Lo dices sólo porque dejo que me hagas fotos. – Apuntó la chica con cierto aire de tristeza.

- ¡Para nada!

- ¿Entonces… mis pechos? – prosiguió la lolita, apartando el cabello de su torso y alzando sus senos intentando aumentar de este modo su tamaño -, ¿te gustan mis pechos? Son un poco pequeños todavía, ¿no te parece?

El chico se quedó petrificado contemplando los bultitos coronados por unos delicados botones erectos que le apuntaban desafiantes.

- ¿Pedro? – rió la chica al ver el efecto de su desnudez en el chaval.

- ¿Qué… qué pasa?

- ¿Te parecen pequeños?

- ¡Son… son alucinantes!

Anna no cabía en sí de gozo.

- Entonces… ¿vas a tomarme más fotos o te vas a quedar ahí como un bobo sin hacer nada? - Continuó Anna en tono jocoso.

- ¡Voy, voy!

Una vez vencido el pudor inicial Pedro se dio un festín con el cuerpo de Anna. De lejos, de cerca, con la cascada de fondo... decenas de disparos impactaron sobre la ninfa que los recibía de buen grado. En ningún momento su eterna sonrisa desapareció de su cara. Se la veía feliz y dichosa siendo el objeto de culto de aquel muchacho. Ni tan siquiera puso objeción alguna a los primeros planos de sus pezones turgentes, ni a que se le distinguiese claramente la cara.

Después de mucho tentar a la suerte, el vestidito blanco cayó hasta los tobillos de la joven, dejando a merced del flash un culito redondito y jugoso cuya visión estuvo a punto de hacer desfallecer al fotógrafo. No menos de una veintena de fotos con tan espléndido protagonista pasaron a la memoria de la cámara. Sabedora del potencial de su trasero Anna pedía consejo para sacarle todo el partido posible:

- ¿Está bien así?

- S… sí.

- ¿Me agacho un poquito para que se vea más?

- Eso… así estaría genial.

- ¿Así?

Pedro tuvo que aclararse la garganta antes de proseguir:

- Mira a la cámara, por favor.

- Claro…

A Pedro se le paró el corazón cuando Anna se giró, regalándole su desnudez integral. Jamás había visto algo igual, era una auténtica belleza, capaz de devolver la vida a un muerto. El chico pensó que el día había sido un infierno pero la noche que la siguió estaba resultando inolvidable

Anna se sentía feliz, liberada y cómoda pese a estar tal y como su mamá la trajo al mundo. No fue hasta que sus ojos se fijaron en el abultado paquete de Pedro cuando el rubor inundó sus mejillas. Estaba excitada también, aunque no sabía cómo dar el siguiente paso. No era primeriza, ni siquiera virgen, pero en sus relaciones anteriores siempre había sido el chico quien marcaba el ritmo de los acontecimientos. No sabía cómo actuar ante un joven tan retraído como Pedro. Estaba segura de que cualquier otro de sus anteriores amantes ya estaría sobre ella intentado metérsela. En cambio él se estaba comportando de una manera correcta y eso le gustaba… al menos por el momento. Pero ella también estaba caliente así que decidió dar un empujoncito al asunto.

- Me… me gusta hacer de gatita. – Dijo arrodillándose en el suelo e imitando la pose del felino.

Pedro no entendió.

- ¿Gatita?

- Si. Con Dan jugamos a eso, a que yo soy su gatita obediente y él es mi amo.

El chico no supo qué decir.

- Él me ordena cosas yo… yo las hago. Es… divertido.

Dicho esto, se acercó a él gateando y frotando su cara a la pierna del muchacho de manera vehemente, cual felina en celo, le dijo mirándole con su cara de niña buena.

- ¿Quieres hacerlo? ¿Quieres hacer de mi amo esta noche? Podrás hacerme las fotos que quieras - Dijo en tono dulce, volviendo a su posición cuadrúpeda - . En realidad, si eres mi amo…. podrás hacerme lo que quieras.

Y para demostrar de lo que estaba hablando, contorneó sus caderas y el resto de su cuerpo de forma que su sexo adolescente quedó a la vista de Pedro, esta vez de manera nítida y clara.



 

La luz del flash iluminó de nuevo la gruta de manera intermitente, mientras la vulva de la ninfa aparecía una y otra vez en el visor de la cámara.

- Entonces… ¿qué me dices? – prosiguió Anna adoptando cada vez una pose más explícita, retorciéndose para mostrar a la vez sexo y rostro a la lente.

Jugándose el todo por el todo, con la seguridad de tener la partida ganada de antemano, deslizó su mano hacia su entrepierna y con dos de sus dedos procedió a abrirse el coño cuanto pudo. Al hacerlo comprobó lo que ya sabía: su vulva chorreaba.

- ¿Serás mi amo, por favor? – Suplicó.

- ¡Sí, Anna! – Contestó Pedro sin dejar de hacer fotos a tan sorprendente modelo.

- ¡Sí, gatita! – Le aleccionó la lolita.

- ¡Sí, gatita! – Apuntó él aplicado.

- ¿Qué quieres que haga?

- ¡Tócate! ¡Mastúrbate, gatita!

- ¡Miau! - Aulló la joven como signo de aprobación.

Anna se expuso cuanto pudo, inclusive pegó su cara contra el suelo para que su nuevo amo no se perdiese detalle. No se anduvo por las ramas, estaba tan ansiosa por aplacar su fuego que se clavó sus dos dedos más largos por completo. No tocó fondo, necesitaba algo más fuerte, pero como buena sumisa inhibió sus apetencias y se limitó a obedecer.

- ¿Está bien así, amo? – preguntó mientras sus apéndices le daban placer.

- Eso es… ábretelos, ábretelos cuando los tengas dentro. - Ordenó Pedro con una voz entrecortada.

- ¡Miau!

La joven, obediente, dilató su vulva dejando el mayor espacio posible entre sus dedos. Un hilito continuo de babilla transparente cayó de ella lánguidamente, uniéndose al agua que mojaba el suelo de la gruta. Anna estaba desatada, ardía como las brasas. Sus movimientos eran cada vez más intensos. De su garganta comenzaron a surgir movimientos guturales, más parecidos a los del ronroneo un felino que a los de un humano. Por un momento se olvidó de todo, su cabeza, sus sentidos, su mente estaba concentrada en un solo punto de su cuerpo, aquel que le estaba proporcionando un placer extraordinario.

Tan extasiada estaba que al principio no se dio cuenta de que su cuerpo no estaba siendo profanado por sus dos dedos solamente sino que a la fiesta se había unido un tercero, ajeno a su mano, que exploraba su entraña de manera algo torpe pero sin duda mucho más profunda e intensa.

- ¿Quieres hacerlo tú, mi amo?

- ¡Sí!

- ¡Miau! – Maulló una vez más la joven dejando el camino de su sexo libre para las maniobras del muchacho.

El dedo de Pedro volaba entrando y saliendo del vientre de la lolita mientras esta se retorcía de gusto con el tratamiento. No estuvo solo mucho tiempo. Enseguida se le unió otro que rellenó el espacio libre. Los problemas para Anna comenzaron cuando un tercer dedo quiso unirse a sus hermanos. Estaba muy dilatada y necesitada de verga pero aquello era demasiado para un cuerpo tan menudo como el suyo. Dio un respingo que a Pedro no le pasó desapercibido, a pesar de que seguía ensimismado haciendo fotos a diestro y siniestro aguantando la cámara con la única mano que tenía libre.

- ¡Perdón! – Dijo el chaval sacando los dedos del interior de la adolescente con rapidez como si hubiese recibido una descarga eléctrica - ¿Te he hecho daño?

Anna se enfadó, pero no con él sino consigo misma al haber actuado de una forma tan poco complaciente y contestó de forma apresurada:

- ¡No, no! Sigue… sigue, amo. Haz lo que quieras conmigo. Mete los tres si es lo que quieres.

- ¿Seguro?

Anna no contestó. En lugar de eso agarró la mano de Pedro y la dirigió hacia su sexo. Fue ella misma, cuando sintió de nuevo a los tres intrusos en su interior, la que procedió a follárselos con contundentes movimientos de cadera. No paró hasta que los tres estuvieron dentro, perfectamente alojados en el interior de su vagina.

- ¡Guau!

- ¿Satisfecho, mi amo?

- ¡S… sí! Por supuesto, gatita.

- ¡Miauuuuu! – volvió a maullar Anna muy satisfecha por haber complacido a su nuevo amo.

Entonces por un momento volvió a pensar en sí misma y se dio placer de manera intensa. A cuatro patas se masturbó con los dedos de un Pedro realmente alucinado. No paró hasta que las contracciones del interior de su vulva se desaparecieron tras uno de los orgasmos más intensos y salvajes de su vida.

Exultante de placer, se tumbó en el suelo boca arriba, con el pulso acelerado y el coño expulsando flujos. Mientras se acariciaba con suavidad los pechos, se lo mostró a Pedro impúdicamente para que este pudiese inmortalizarlo sin problemas. Él correspondió a tal ofrecimiento como merecía, con una ráfaga de fotografías enfocadas directamente a la zona genital de la lolita. Hizo un trabajo excelente, a pesar de que la dureza de su polla bajo el pantalón le dificultaba mucho sus movimientos.

- ¿Lo hice bien… lo hice bien, mi amo?

- Ha sido increíble.

- ¿Y… y no cree que su gatita merece un premio?

- ¿Un premio? – preguntó algo extrañado Pedro. Sin duda buena parte de su sangre se concentraba en su verga, cosa que le impedía pensar con claridad.

Anna pasó por alto la falta de reflejos del chico y prosiguió:

- Leche – musitó la lolita volviendo a su posición felina, acechando al muchacho mirándolo fijamente-. A las gatitas buenas, sus amos les dan su leche. Leche calentita y recién sacada.

- ¡Oh, entiendo…!

- ¿Qué sucede? ¿Acaso no he sido una buena gatita? – Anna se acercó tanto a Pedro que frotó su cara contra el enorme bulto del pantalón del fotógrafo- ¿Es que mi amo no quiere darme su leche? La sacaré yo misma, sé la manera de obtener mucha.

La jovencita comenzó a dar besitos al cipote escondido mientras sus manos se acercaban peligrosamente a la cremallera. Pero antes de lanzarse en contra de su presa, la pequeña felina volvió a preguntar en un tono dulce y morboso.

- ¿Puedo tomar su leche, mi amo?

Pedro no pudo contestar de viva voz, tenía un nudo en la garganta de igual dimensión que la hinchazón de sus pelotas. Se limitó a asentir y eso a Anna le bastó.

- ¡Miau! ¡Miau! – dijo ella relamiéndose de gusto.

Para excitar aún más al muchacho la joven tenía previsto no utilizar las manos para liberar su falo. Pretendía bajarle la cremallera utilizando únicamente la boca como ya había hecho alguna vez en varios encuentros sexuales pero dado el enorme tamaño del miembro viril a desempaquetar esto le resultó imposible. Lo intentó un par de veces y no pudo, tenía tantas ganas de meterse aquello entre los labios que desistió. Necesitó de sus dos manos y de la ayuda de Pedro para liberar a la bestia de su celda. Cuando la tuvo delante, la chica no pudo ocultar su admiración ante semejante herramienta.

- ¡Madre mía! – Exclamó la adolescente al ver aquella enorme polla en todo su esplendor a escasos centímetros de su cara.

- ¿Qué sucede? – dijo Pedro muy turbado.

- ¡Nunca había visto una así! ¡Qué barbaridad!

El chico empezó a decir algo pero se detuvo cuando la lengua inquieta de Anna comenzó a lijarle las pelotas. Lo hizo de acuerdo con su condición de gatita, mediante lametones rápidos e intensos. Pedro estaba en la gloria, era la primera vez que alguien le hacía algo semejante. En realidad era su primera vez en casi todo. Era atractivo pero su timidez apenas le había permitido pasar de algún casto beso y de alguna que otra caricia furibunda con las chicas.

- ¿Acaso no le gusta a mi amo lo que le hace su gatita? – Dijo Anna sacándolo del trance.

- Sí… sí. Me encanta.

- Entonces… ¿por qué ha dejado de hacerme fotos?

Era cierto. Inconscientemente Pedro había dejado de ejercer de fotógrafo. Las sensaciones que sentía mientras Anna le lamía la entrepierna eran tan agradables que no podía concentrarse en otra cosa. Enseguida corrigió su error y, justo en el momento en el que iba a reemprender la tarea, la joven agarró su falo, introduciéndolo lentamente entre sus labios por lo que sus siguientes instantáneas inmortalizaron a la adolescente chupándole la polla dulcemente.

- ¡Joder! – Exclamó al sentir el efecto combinado de una suave mano acariciándole los testículos, otra masturbando su verga desde la base, unos labios carnosos y expertos succionándole la punta y una lengua traviesa e inquieta rozando el agujerito del final.

Tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no correrse nada más empezar. Anna sabía cómo satisfacer a un hombre y su boca estaba especialmente dotada para proporcionar placer a los chicos.

- ¡Miau! – gimoteaba la joven entre chupada y chupada, introduciéndose cada vez un poco más de carne entre los labios - ¡Me encanta este sabor! Siento que pronto recibiré el premio de mi amo.

Pedro se vio perdido. Quería prolongar aquello por tiempo indefinido pero le era imposible. El alma se le iba en cada mamada. La boca de Anna era todo un prodigio. En su desesperación por retrasar su corrida sólo encontró una salida.

- ¡Usa las tetas!

- ¿Qué?

- ¡Utiliza las tetas… además de la boca!

Anna abrió los ojos al comprender al muchacho. Ella hubiera preferido seguir como estaban y exprimir a aquella enorme polla hasta dejarle los huevos secos como uvas pasas pero la alternativa tampoco le disgustó. Al fin y al cabo, tenía asumido su papel de sumisa y de una forma u otra su estómago iba a llenarse de esperma tarde o temprano así que maniobró para satisfacer a su amo, no sin antes regalarle un par de chupadas muy profundas y salvajes que dejaron a Pedro temblando de gusto.

- ¿Así está bien, amo? – Preguntó la lolita agarrándose los pechos y atrapando entre ellos la herramienta de Pedro.

- ¡Ge… genial!

La punta de su capullo brillaba alojado entre las tetitas, fulgor producido tanto por sus líquidos preseminales como por las babas de una golosa Anna que se relamía de gusto pensando el festín que se iba a dar.

- Mi… mira a la cámara y sonríe, gatita… - balbuceó Pedro a duras penas.

- ¡Miau! - contestó ella, obediente y entregada.

Ofreció la mejor de sus sonrisas y comenzó a masturbar al muchacho con sus senos. A Pedro le temblaba el pulso pero aun así pudo hacer un buen puñado de fotografía con su verga navegando a través de aquel canalito y mientras la punta de la lengua de Anna jugueteaba con el agujerito de su estoque.

- ¡Dios! - Gritó Pedro totalmente descompuesto de placer.

Anna pensó en darle el golpe de gracia, succionar el rabo con intensidad para recibir la simiente en la boca y tragársela después pero no pudo. Pedro tenía otros planes. Justo cuando la lolita estaba preparada para la descarga el muchacho hizo un movimiento inesperado eyaculando en la cara de la muchacha.

- ¡Joder! – Exclamó mientras se aliviaba copiosamente en tan delicado lienzo.

Con su esperma dibujaba rayas en el rostro de Anna. La cantidad de lefa fue tan excesiva que le cegó un ojo y le maquilló la mejilla, aunque la mayor parte fue a parar directamente a la boca de la lolita que la esperaba con los labios abiertos.

- ¡Espera, no te lo tragues todavía!

Anna recibió la orden justo a tiempo, un par de segundos más tarde y el fluido caliente hubiese pasado a su estómago. Supo al instante lo que Pedro pretendía, recogió el esperma que cerraba su ojo y cuando logró abrirlo mostró su garganta anegada de esperma a la cámara que no dejaba de trabajar.

- Ya… ya te puedes tragar tu leche… gatita.

La joven obedeció, sin cerrar los labios puso a actuar a su garganta y rápidamente el esperma desapareció.

- ¡Miau! – Maulló satisfecha por su hazaña.

Todavía estaba relamiéndose cuando recibió la siguiente orden.

- A cuatro patas… gatita.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que el falo del muchacho no había perdido el vigor a pesar de la copiosa corrida. A Anna se le iluminó de nuevo la mirada, sabía cuál iba a ser el siguiente paso y nada le apetecía más en aquel instante que sentir aquel precioso pene en su entraña.

- ¡Miau!

Mimosa y obediente, adoptó la posición adecuada sin dejar de ronronear. Arqueó la espalda, despejando el camino hacia su sexo. Pedro, desatado, se colocó tras ella con la polla erguida. Intentó hacer fotos con una mano mientras utilizaba la otra para dirigir su pene hasta el objetivo pero pronto se dio cuenta de la imposibilidad de la tarea. No le costó mucho esfuerzo elegir sus prioridades y, dejando la cámara a un lado, se dispuso a penetrar a Anna vaginalmente. Embriagado por las ganas lo hizo de manera brusca, agarrándola fuertemente de las caderas mientras su pene se iba abriendo camino en el interior de la joven. Ésta, con la cara pegada al suelo, sentía cómo sus carnes se separaban. Babeaba de gusto, totalmente empalada. Pensó que aquel placer no sería nada comparado con el que sentiría cuando el muchacho comenzase a follarla como un animal pero aquello que tanto ansiaba no ocurrió.

Pedro permaneció inmóvil con el pene totalmente inserto en Anna. La chica estaba confundida, abría la boca intentando buscar el aire que le faltaba debido a la cantidad de polla que la llenaba. Solamente al recibir un indoloro pero sonoro cachete en la nalga comprendió lo que sucedía: ella debía hacer todo el trabajo. La orden de Pedro aclaró sus ideas:

- ¡Muévete, gatita!

- ¡Miau! – Maulló Anna nuevamente, incorporándose lo justo para poder iniciar el movimiento de vaivén que la llevó al cielo.

Le hubiese gustado que el chico la agarrara de las caderas y pusiera algo de su parte pero cuando giró la cabeza comprendió el porqué no podía hacerlo: volvía a tener la cámara en sus manos y la parte más íntima de la cópula en el objetivo.

Aquello excitó aún más a Anna que sencillamente lo dio todo. Llevó su pequeño cuerpo hasta el límite, se metió y se sacó aquel hermoso rabo una y mil veces hasta que, tras mucho batallar, sintió cómo los chorros de esperma chocaban contra las paredes de su vagina, multiplicando por mil las sensaciones de sus paredes al contraerse.

Extasiados, ambos amantes intentaron recuperar el ritmo cardíaco tumbados boca arriba en el interior de la cueva.

- ¡Guau! – Exclamó Pedro totalmente rendido.

- Mejor “miau” – Rió Anna en cuanto le fue posible.

- ¡Sí! Eso… “miau”

El muchacho sintió la cálida mano de Anna ayudándole a levantarse y arrastrándolo hacia el agua.

Bajo la cascada de agua tibia se comieron a besos durante un buen tiempo y después, una vez fuera, ambos se quedaron dormidos, abrazados el uno con el otro, rendidos de tanto esfuerzo.



- ¡Eh, tú, gilipollas! – dijo una voz ronca después de varias toses.

A Pedro le costó reaccionar y ser consciente de dónde estaba.

- ¡Vístete y lárgate, Romeo! Como te pille la encargada te arranca los huevos y se los come crudos.

- ¿Perdón? – Dijo el chaval sin entender.

Pero enseguida se dio cuenta de que algo no iba bien ya que la persona que le acompañaba no era la joven de la que se había enamorado a primera vista sino un hombretón malcarado con un enorme mostacho y cara de pocos amigos.

- ¿Cómo cojones habéis entrado?

Pedro buscó entre sus ropas.

- Yo… yo… tenía la llave. Soy el ayudante del fotógrafo y…

- ¡Trae para acá! ¡Ya sabía yo que no la había perdido! - Dijo el empleado con rabia -. ¡Maldita zorra! No pierde ocasión para echarme una bronca. Pero vístete de una vez, joder.

El chico se vistió lo más rápido que pudo pero sus ojos no dejaban de escrudiñar la cueva.

- No la busques, Romeo. Tu Julieta se ha largado hace un buen rato. La he visto salir y por eso me he dado cuenta de que alguien se había colado aquí esta noche. Te felicito, parecía satisfecha… je, je, je… y estaba muy buena, cabronazo. Un poco cría para mi gusto… pero muy sexy.

- Me… me voy…

- Eso, largo de aquí. Tienes suerte de que mi jefa me caiga como el culo. No le voy a dar la satisfacción de que te meta en líos. ¡Venga… vuela! Pero no corras, la niña esa ha volado. La vi irse en un coche muy caro hace un rato. Mala suerte, chaval. Esa es mucho para ti. Hazme caso, olvídala. Ah, y por cierto… llevaba una enorme cámara en la mano… supongo que será la tuya, tu eres el fotógrafo ¿no?

Pedro se alarmó mucho. En efecto su cámara no estaba por ningún sitio pero su móvil y las llaves del coche tampoco. Corrió por el sendero todo lo rápido que pudo.

Respiró cuando vio que el automóvil seguía en el aparcamiento. Su corazón volvió a latir cuando descubrió sus cosas en el interior. No se sorprendió al escuchar el mensaje que le había dejado su jefe en el teléfono móvil diciéndole que no se molestase en volver por el estudio ya que estaba despedido y comprobó con el alma rota que en la cámara sólo había decenas y decenas de fotos con su cuerpo desnudo durmiendo como un bebé en el interior de la cueva.

Ni rastro de su musa: se le partió el corazón.

No obstante su gesto cambió al contemplar la última fotografía: era un número de teléfono, escrito con carmín sobre dos bonitos pechos, al que no tardaría en llamar.

Fin.



Corregido por kaleeb.



Comentarios