La cama no dejaba de traquetear y los crujidos se fundían con los gemidos cada vez más fuertes de la pequeña Lidia. Completamente desnuda y dispuesta a calmar su fuego interno, su delicado cuerpo brillaba por el efecto del sudor desprendido por todos y cada uno de los poros de su piel. Colocada a cuatro patas sobre su propia cama, con las muñecas atadas a los barrotes del cabecero y totalmente a merced de su amante, la quinceañera estaba en el mismísimo cielo siendo el juguete sexual de aquel misterioso adulto que la traía loca.
La contundente verga del macho entraba y salía de su vagina adolescente sin darle tregua, llenándola de tal modo que le provocaba eléctricas contracciones en sus partes más íntimas, arrebatándole los jugos, el aliento y, en alguna medida, su propia vida. La cópula se había prolongado durante tanto tiempo aquella tarde de abril que su cuerpo ya no daba más de sí. Había llegado a un punto en que los orgasmos se sucedían a tal velocidad que la joven parecía estar experimentando un estado febril de éxtasis casi continuo y desenfrenado.
El castigo era intenso, le dolía todo el cuerpo, pero ella estaba encantada de sentir una vez más aquel dulce sufrimiento provocado en su interior por aquella verga madura y experta. Prácticamente podría decirse se había vuelto adicto a ella. Quizás por eso, cuando sintió que el hombre dejó de aferrar sus redondas caderas y le lazó un sonoro cachete en uno de sus glúteos, el grito desgarrado que emergió de entre sus labios no fue de dolor… sino de placer.
Instintivamente arqueó la cadera en busca de una nueva descarga, incitando al macho a que repitiese la maniobra con su otra nalga, algo que no se produjo, para su desespero. Él, experto en fornicar con jovencitas ardientes como aquella, se aprovechó de la situación:
- ¡Pídemelo! – Dijo él con cierta brusquedad, sin dejar de penetrarla una y otra vez -. ¡Suplícame, zorrita!
- ¡Haz… hazlo de nuevo! – Murmuró la joven con un hilito de voz. Su excitación era tal que a duras penas podía articular palabra.
- ¡No te oigo, princesita! – Replicó el macho aumentando la contundencia de sus arremetidas.
- ¡Da… dame otra… dame otra vez! – Jadeó Lidia totalmente fuera de sí-. ¡Pégame!
Pero en lugar de cumplir los deseos de la ninfa, el hombre la agarró con fuerza del cabello, obligándola a mirar directamente a la cámara que inmortalizaba el encuentro sexual entre los amantes.
- Apenas te oigo, bonita…
- ¡Azótame! ¡He sido mala…!
- Es cierto, apenas me mandaste fotos…
- ¡Pégame!
Aún no acababa de decirlo cuando una sonora cachetada se estrelló contra su culo al tiempo que la verga que taladraba su entraña se introducía en su vientre unos cuantos centímetros más.
- ¡Aaaaggggg! – Aulló la niña.
La vagina de Lidia hizo un último esfuerzo, igual que el canto del cisne justo antes de morir, y le regaló a su dueña un desgarrador orgasmo que obligó a la lolita a clavar los dientes en la almohada, rasgando la tela de motivos infantiles que la cubría.
Cuando el macho sacó el cipote del cuerpo de la muchacha este dejó tras de sí un boquete en su vulva de considerables dimensiones. De la vulva profanada comenzó a caer una cascada de fluidos que se agruparon en un pequeño charquito sobre el colchón procedente de la propia chica ya que el hombretón todavía no se había corrido. Guardaba su esperma para depositarlo en otro sitio.
Con los ojos inundados en lágrimas, Lidia tragó saliva al sentir una ligera presión en la entrada de su orto. Sabía que el juego no había terminado para ella; no había hecho más que comenzar. Relajó su cuerpo y se dispuso a entregar el segundo de sus agujeros a su veterano amante. Ni siquiera esperó a que este juguetease con ella. Estaba tan metida en su papel de sumisa que, sin que él se lo pidiera, suplicó de forma vehemente:
- ¡Métela ya, por favor! ¡Castígameeeee! ¡Soy una perrita… sucia!
Sin duda, de haber tenido las manos liberadas, ella misma hubiera abierto sus nalgas para facilitar la más intensa y salvaje de las sodomías pero, como no era el caso, simplemente se dejó hacer. Gozaba siendo tratada como un mero juguete sexual.
- Enseguida pero antes… antes tendrás que prometerme algo, pequeña…
- ¿Qué? – dijo la nínfula intentando inútilmente introducirse por su cuenta el falo por el orto -¡Métela de una vez, me estás volviendo loca!
- Poca cosa… un regalito simplemente…
- Sí… fotos, vídeos…no importa, haré que sea… - imploró la joven conocedora de los gustos de su amante -. Follaré de nuevo con el novio de mami y te enviaré el vídeo como me ordenaste, te enseñaré a todas mis amigas desnudas pero, por lo que más quieras… házmelo ya, métemela… por detrás… por favor…
El hombre sonrió y se demoró un poco más pero finalmente, conforme introducía la punta de su cipote en el intestino de la niña, expresó su deseo:
- Quiero que tu mamá sea mi perrita también.
- ¿Mi… mi mamá? – tartamudeó la niña mientras sentía cómo sus carnes iban abriéndose ante el acoso inmisericorde del cuerpo extraño.
- Eso es. Quiero que ese trasero que tantas veces me has mostrado sea mío, ¿me ayudarás a obtenerlo, princesita? ¿me ayudarás a poseer a tu mami?
- ¡Síiiii! – Gritó Lidia sin vacilar, cerrando los puños con tanta fuerza que incluso llegó a clavarse las uñas en las palmas de las manos -. El… el culo de mami será también para ti… amo…
El adulto se sintió tremendamente satisfecho y celebró su triunfo abusando del joven culito cuanto le vino en gana y lo hizo de forma que la cámara que inmortalizaba el encuentro no se perdiese el más mínimo detalle. Buscó siempre el ángulo más explícito y nítido. La película reflejó claramente la excitante mezcla de sufrimiento y gozo de una Lidia extasiada, entregada por completo a la lujuria. Ante el objetivo se mostró sucia, obscena, predispuesta a la sodomía, sumisa y complaciente, nada que ver con la imagen angelical y frágil que mostraba frente a sus familiares, especialmente con su abuela. En lugar de rechazarlo, acogió el falo en su intestino con verdadera pasión, dándole lo mejor de sí.
De hecho la adolescente gozó tanto siendo tratada de este modo tan brusco y salvaje que incluso abrió la boca como una polluela buscando su comida cuando el adulto eligió su rostro como diana para su eyaculación.
- ¡Eso es, pequeña… bébetelo!
Lidia trasladó las bocanadas de esperma hasta su estómago sin mostrar la más mínima muestra de asco. Sintió cómo su vulva se derretía de nuevo cuando él le metió la verga entre los labios para que su traviesa lengua limpiase los restos del sucio encuentro sexual. Estaba tan excitada que ni siquiera le importó que el adulto descargase todo el contenido su vejiga en su boca.
Unos días más tarde, Lidia y Jazmine, su mamá se dirigían en taxi hacia uno polígono industrial a las afueras de de Houston. La adulta estaba muy nerviosa.
- ¡No sé cómo he dejado que me metieses en este lío, Lidia!
- Pero mami, ¿por qué te enojas ahora?
- ¡No me gusta este tipo de asuntos ni mucho menos ni ocultárselos a tu papá!
- Pero él es un bruto. No lo entendería. Me ve como una niña pequeña…
- ¡Pero es que eres una niña pequeña! Además, por si fuera poco, no hoy no contesta a mis llamadas. Estará por ahí… siempre tiene cosas más importantes que hacer que ocuparse de su hija…
Lidia regaló una caricia a Jazmine, su mamá. Últimamente estaba mucho más cariñosa con ella a pesar de estar castigada casi de continuo por sus malas calificaciones.
- No hay nada de malo en el modelaje, mami: muchas chicas lo hacen.
- ¡Sí, pero…!
- Lo que sucede es que crees que no soy lo suficientemente bonita, ¿es eso?
Jazmine reaccionó al escuchar aquello.
- ¡Para nada, mi amor! Al contrario, eres una preciosidad. Eres lo más hermoso de este mundo, pero…
- ¿Pero? ¡Siempre hay un pero conmigo! ¿cuál es el problema? Dime, mamá.
- No sé, hija. Simplemente no lo veo claro, eso es todo. Además, este asunto del modelaje no deja de ser una distracción para tus estudios.
- ¡Pero mami! Me he esforzado mucho últimamente. No hago otra cosa más que estudiar y estudiar…
- Sí, eso es cierto, mi vida. Llevas un par de semanas muy aplicada y obediente.
- ¡Pues claro! – Apuntó la niña con una cálida sonrisa -.Gracias a vosotros me di cuenta de que no podía seguir así. He decidido centrarme en la escuela y en mis tareas escolares.
Jazmine sonrió y su única hija le devolvió el gesto mimoso. Era algo alocada, tenía que ser dura con ella pero sabía que, en el fondo, Lidia era una buena chica.
- Además… ¿acaso no leíste la nota del director del colegio? – prosiguió la chiquilla.
- Sí, sí… pero…
- El señor director lo indicaba bien clarito: se trata de una agencia de modelos española respetable, muy seria; buscan a una chica y a su mamá para un catálogo comercial de ropa veraniega. Preferiblemente no profesionales, de rasgos latinos, pelo oscuro y bien proporcionadas. Por descontado que bonitas pero sobre todo risueñas, divertidas y simpáticas. Parece que nos estén describiendo a nosotras. ¿No te das cuenta, mamá?
- Bueno… puede que a ti sí. Verdaderamente das el perfil como modelo pero yo…
- ¿Tu? – Dijo Lidia haciéndole una caricia a su mamá - ¿qué sucede contigo, mami?
- Bueno, ya sabes… yo no soy precisamente una belleza.
- ¿Pero qué bobadas estás diciendo, mami? – apuntó Lidia muy mimosa -. Eres preciosa y tienes un tipo estupendo, mamá.
- Bueno… no es para tanto…
- ¿Que no? Si hasta alguno de mis compañeros de clase creían que eras mi hermana mayor cuando te conocieron.
- ¿En serio?
- ¡Pues claro! ¡Dijeron que tenías un culo increíble!
- ¡Lidia! – dijo la mamá muy ruborizada al hablar de aquellos temas con su chiquilla.
- ¡Es cierto!
- Señora, es aquí. – Dijo el taxista señalando a un local con un cartel de alquiler en la puerta.
La sesión fotográfica iba a desarrollarse en el aquel apartado lugar, dejado de la mano de Dios. Jazmine examinó el exterior del local y frunció el ceño; seguía sin tenerlo claro. De no ser por su hija, que la agarró de la mano y tiró de ella con fuerza, probablemente jamás se hubiera decidido a entrar.
- ¡Aquí es! – Lidia daba saltitos, estaba ansiosa por conocer la última locura de su amante: le había dicho que iba a ser algo espectacular.
Lidia estaba encantada con él. Desde que lo conoció a través de la red, las sorpresas no dejaban de sucederse una tras otra. El hombre había cruzado el océano exclusivamente para estar con ella y Lidia agradecía aquel bonito detalle entregándole su cuerpo sin reservas. Los encuentros sexuales entre ellos eran intensos, osados y arriesgados. Apenas hablaban, no tenían tiempo que perder por temor a ser descubiertos: se limitaban a fornicar como conejos de mil y una formas a cual más sucia e intensa.
A veces, él aparecía en su casa cuando Jazmine no estaba y se la follaba por todos los rincones, principalmente en la cama de su mamá. No era raro que, a la hora de la cena, el esperma de su amante resbalase por los muslos de Lidia mientras Jazmine, ajena a lo que sucedía prácticamente frente a sus mismas narices, le preguntaba ingenuamente sobre lo acontecido durante la tarde. Sin que su progenitora se diese cuenta, la niña recogía los restos de fluidos sexuales que se encontraban sobre su cuerpo con algo de comida y se los llevaba a la boca. Le producía un morbo tremendo tragarse el semen de su amante delante de su mamá.
Él la seguía, prácticamente la acechaba; esperaba cualquier descuido de la madre para inseminarla. Ella había comenzado a llevar faldas a pesar de que no le gustaban demasiado; de esta manera le facilitaba las cosas a su fogoso amante que rellenaba su coñito lampiño de esperma en cuanto se le presentaba la menor ocasión.
Era tal el frenesí sexual entre ambos que, con la excusa de aquella promoción publicitaria, aquel loco español había conseguido que el mismísimo director del colegio de la muchacha le cediese su despacho para hacer una selección previa de las muchachas. Como es lógico, Lidia fue la primera en hacer la prueba e invirtió su tiempo entregándole el ano a su amado, recostada en la mesa, mientras veía al resto de sus compañeras paseando con indiferencia por el patio del colegio.
- ¡Vamos allá! - Dijo Jazmine en voz alta, dándose ánimos a sí misma.
Cuando entró en el salón, la mamá quedó gratamente impresionada. Y no precisamente por el entorno, ya que en el local sólo había varios divanes, perchas con ropa y unas cuantas cámaras de vídeo, sino por el hombre que, muy sonriente, las miraba desde el fondo de la estancia.
- ¡Adelante! Gracias por venir. Acérquense, por favor… - les dijo tendiéndoles la mano con amabilidad
Jazmine tragó saliva al aproximarse, estaba realmente sorprendida al ver a aquel tipo. Desde que la loca de Lidia le dijo que habían sido preseleccionadas para la campaña trató de imaginarse el aspecto del fotógrafo. Pensó que sería un tipo afeminado, de aspecto bohemio y algo descuidado; nada más lejos de la realidad. Se topó con un tipo de lo más varonil, vestido con un elegante traje y corbata, perilla algo canosa pero bien perfilada, cabeza rapada y unos ojos verdes que la hipnotizaron de inmediato. Además era enorme, apenas le llegaba a la altura del pecho. La turbó tanto que se quedó petrificada y fue la propia Lidia la que tuvo que sacarla del trance:
- ¡Mama! – le dijo la joven a media voz -¡Cierra la boca! ¡Dios, qué vergüenza!
Se reía pero en su interior rabiaba de celos. Le costaba asimilar que a su hombre se le antojase poseer a su madre pero acataba sus órdenes sin protestar.
- ¡Oh, sí! Perdón – dijo Jazmine algo ruborizada alargando la mano.
- Me llamo Taruk. A Lidia ya tuve el gusto de conocerla en el colegio…
- ¡Hola!
- Y tú debes de ser Jazmine, ¿no?
- Así es.
- Encantado.
- Igualmente.
- Bien. Las anterior pareja se ha ido hace un instante y, como sois las últimas y vamos bien de tiempo, nos lo tomaremos con más calma… ¿Queréis tomar algo? Ahí tenéis de todo…
- No gracias.
- A mí sí que me apetece un zumo de arándanos, mami.
- ¡Pues claro que sí! ¿Un poquito de champagne, Jazmine? Te veo un poco tensa.
- No… no sé si debo.
- Bebe, mami. ¡Mira qué ropa tan fascinante!
Lidia colocó sobre su madre un bonito vestido veraniego. Jazmine miró su reflejo en el espejo y le gustó lo que vio. Sin pensarlo más agarró la copa que el fotógrafo le tendía y se tomó en contenido espumoso de un trago. No tardó ni un minuto en sentirse mareada.
- ¡Ufff! No… no sé qué me pasa…
Ninguno de los otros dos dijeron nada, se limitaban a sonreírle. Poco a poco la mujer sintió cómo las fuerzas le fallaban y cayó al suelo. Lo último que vio antes de desmayarse fue a aquel hombre pasando una mano por el trasero de su hija y a esta dejándose tocar mientras alzaba su vaso a modo de brindis:
- ¡A tu salud, mami! - Dijo Lidia.
Lo primero que vio Jazmine al despertarse fue una cámara de vídeo enfocándola. Conforme sus ojos se fueron desperezando identificó tras ella al tal Taruk como operador de vídeo. El hombre estaba desnudo y con una erección enorme. En cuanto se le aclaró algo más la mente la mujer comprendió el motivo: su hija Lidia estaba en pelotas, devorándole el coño… literalmente.
- Creo que la bella durmiente se está despertando. – Dijo el hombre en tono irónico.
- ¡Perfecto! – Contestó la chiquilla dándose un breve respiro para luego volver a la tarea con más ganas.
Con la cabeza enterrada en la entrepierna de su mamá, de forma frenética deslizaba la lengua por todos y cada uno de los pliegues del agujero que le había dado la vida. La mujer se percató de que ella igualmente estaba sin ropa, tan sólo llevaba puesto una especie de collar tipo perro y un par de pinzas diminutas en la punta de los pezones unidas por una cadena. Cuando intentó hablar una bola roja de madera incrustada en su boca a modo de bozal se lo impidió. También quiso moverse pero no pudo, estaba ligada de tal forma que la inmovilización era total: estaba a merced de sus captores.
Y cada vez más cachonda muy a su pesar. La lengua de su niña tenía la culpa.
En efecto, las maniobras orales de su única hija estaban dando sus frutos. Pese a no desearlo, Jazmine se estaba excitando cada vez más.
- ¡Grrrrrrrr! – protestó intentando desatarte, sin ningún resultado.
- ¡Qué coño tienes, mami! Está riquísimo… ¿Verdad… papi? Se lo habrás comido mil veces… ¿no?
Fue entonces y sólo entonces cuando la Puertorriqueña se dio cuenta de que había alguien más en la sala. Giró la cabeza hacia el otro lado y vio a Robert, su ex esposo, sentado en una silla también inmovilizado y amordazado en una postura antinatural y dolorosa. No estaba completamente desnudo ya que conservaba su slip pero las cuerdas ligaban de tal forma sus extremidades que el bulto de su entrepierna quedaba totalmente expuesto. El moratón en el rostro y el hilito de sangre que brotaba por su nariz dejaban entrever que había intentado resistirse, aunque sin mucho éxito. Tenía los ojos inundados en lágrimas debido probablemente a la actitud de su única hija: estaba claro que la niña hacía lo que hacía de manera voluntaria, nadie la obligaba a comportarse de una forma tan depravada. Al contrario: parecía estar disfrutando cada instante violentando el cuerpo de su mamá.
Jazmine también comenzó a llorar. Si Lidia se dio cuenta, ni se inmutó. Es más, además de lamerle la raja a su mamá introdujo lentamente uno de sus dedos a través de ella.
- Estás caliente, mami… muy pero que muy caliente…
- ¿De verdad que vas a hacerlo? – Preguntó Taruk.
- Ajá…
- ¿Utilizarás lubricante?
- No… esta zorra no se lo merece. Lleva mucho tiempo amargándome la vida…
- No tenemos mucho tiempo…
- Está bien – dijo la joven con desgana para después extender una sustancia gelatinosa por la parte externa de la vulva materna.
La mujer estaba tan superada por los acontecimientos que no adivinó las intenciones de su hija. Sólo cuando sintió cómo cada uno de los dedos de Lidia se iban añadiendo a la tarea de perforación supo el plan de la lolita. Eso la alarmó aún más si cabe pero no podía hacer nada para impedírselo. No tenía más remedio que aguantar la tortura de aquella diablilla.
- ¡Qué pedazo de coño tienes, perra! Por acá que cabe de todo… - dijo la chiquilla comprimiendo su mano e introduciéndola cada vez más en el vientre materno mediante movimientos rotatorios y violentos.
Ya le había metido prácticamente todos los dedos hasta casi los nudillos. Los alaridos de Jazmine eran tremendos, resonaban en la sala pese a estar amordazada.
- ¡Quítale eso de la boca! ¡Quiero oírla gritar! – Dijo Lidia en tono severo.
- Tú mandas, princesa.
Con un rápido movimiento y sin dejar de grabar, el hombre liberó la boca de la mujer. De inmediato ella comenzó a suplicar entre sollozos:
- ¡Lidia! ¡Lidia, cariño, ya basta! Es suficiente… te lo suplico. ¡No sigas!
- Na… na… - contestó su hija meneando la cabeza -. Yo también supliqué y no sirvió de nada. Me obligasteis a apagar el celular, ¿recuerdas?
La madre no daba crédito a lo que estaba escuchando.
- ¿Es por eso? ¿Es por eso por lo que estás haciendo esto? – dijo justo antes de experimentar un intenso dolor en la vagina -. ¡Agggggggg!
- Tranquila mamita, ya casi está toda dentro – anunció la ninfa sin inmutarse con la mano enterrada por completo en la vagina de su madre. Con total indiferencia se limitó a mirar al cámara y preguntarle -: ¿Lo tienes, mi amor? ¿Se ve toda la mano dentro de esta puta?
- ¡Síiiii! Eres increíble, princesa.
- Ahora voy a cerrar la mano y a darle duro, ¿vale? Va a chillar como una perra.
- ¡Eso me encantaría!
- ¡Nooooo! ¡Lidiaaaaa! ¡Detenteeeee!
Pero la joven no obedeció y apretó el puño para después remover el interior de su mamá con violencia. Parte de su antebrazo desapareció del encuadre de la cámara, no dejó de perforar hasta que tocó el fondo pero no se detuvo, lo presionó con fuerza intentando provocar el mayor dolor posible.
Los alaridos de Jazmine parecían inhumanos, resonaban en aquella nave semi vacía como si estuviese pariendo de nuevo pero ni aun así Lidia dejaba de castigarla. Es más, la joven quiso aumentar todavía más su tormento:
¡Qué bonita cadena llevas en los pezones! ¿Me la prestas, mami?
Y con la mano que tenía fuera del cuerpo de su mamá, la jovencita tiró de los eslabones con fuerza. Los pezones de Jazmine se tensaron de tal forma que parecían querer despegársele de los senos. Aquel golpe final acompañado con el dolor que tenía en la vagina fueron demasiado para Jazmine. La mujer dejó de luchar, señal evidente de que se había desmayado.
- ¡Oh! – dijo Lidia haciendo una mueca de desaprobación -. ¡Qué poco aguantas, mami! Siempre estás aguándome la fiesta… eres una aburrida…
Y tras esto tiró con violencia de la cadena haciendo que esta se desprendiese de los pechos maternos, sacó el puño del cuerpo inerte dejando un boquete enorme y, mirando fijamente a la cámara, comenzó a lamer los restos de fluidos que lo recubrían.
- ¡Qué rico! - Dijo Lidia muy sonriente deleitándose con los flujos como si de un dulce se tratara mientras se colocaba las pinzas encadenadas en sus propios pezones.
- Es hora de tu papá, ¿no?
- ¡Seeep! - Contestó ella dirigiendo su mirada hacia el amordazado -. Es tu turno, papi.
Con agilidad felina se dirigió a su próxima víctima. Rober hacía un rato que no hacía otra cosa que mirar al suelo, negando con la cabeza. O no se enteró de que su hija gateaba hacia él o no quería saberlo.
- Papi, papi, papi… - le dijo ella cuando estuvo a su lado -. ¿Qué te pasa? ¿Es que no quieres jugar conmigo? Todos tus amigos lo hacen… ¿por qué tú no?
Como una gatita, acarició con su cara la parte interna de la rodilla de su progenitor. Este tensó el cuerpo pero nada pudo hacer para evitar el contacto.
- Andas siempre tan ocupado – prosiguió ella mimosa, regalando sus caricias a lo largo del muslo del adulto - . Nunca tienes tiempo para estar conmigo y, cuando lo haces, siempre es para regañarme… o castigarme. Eso no está bien… papi.
- ¡Grrfffff!
- Necesito algo con lo que jugar… papi. ¿No tienes nada que prestarme?
Él negó con la cabeza.
- ¿Seguro? No me estarás mintiendo, ¿verdad? – continuo ella pegando su pequeña nariz a la ropa interior del adulto para después inspirar profundamente y embriagándose del aroma de macho -. ¡Uhmmm! ¡Me encanta este olor! ¡Huele a polla sucia…!
Robert seguía negando una y otra vez.
- Yo… yo creo que sí que tienes algo aquí adentro para mí. Y lo quiero ya…
Lidia no perdió más el tiempo. Sus pequeñas manos acariciaron el miembro viril de su propio padre por encima del slip, intentando evaluar el tamaño de la verga que estaba a punto de tragar.
- No te resistas, papi… te encantará. Soy muy buena con la boca, pregúntale a tus amigos. Vienen a casa cuando tú no estás y quedan encantados conmigo. Los dejo secos. Todos dicen que soy insaciable, ¿verdad Taruk?
- Sin duda la mejor, princesa.
- Tengo… tengo que confesarte algo… - continué ella en tono meloso -.Me encanta el sexo y posar desnuda, pero eso tú ya lo sabes, ¿verdad papi? Lo viste en mi teléfono móvil. Te enfadaste mucho al descubrir mis fotos y también me castigaste pero apuesto a que te quedaste una copia para ti sin que lo supiera mamá…
Cada vez los movimientos de negación del hombre eran menos intensos.
- ¿Te masturbas con ellas, papi? ¿Te tocas viéndome desnudita?
Mientras hablaba, la adolescente introdujo una de sus manos bajo la ropa interior de Robert y comenzó a acariciarle el pene con soltura. No estaba flácido, ni mucho menos. Después, manipulo de manera precisa en cipote y los testículos de forma que estos quedaron fuera del slip y perfectamente visibles al enfoque de la cámara.
- ¡Qué ricura! Tienes una verga muy linda, papi. Y unas pelotas gordotas y llenitas de leche, leche calientita para tu niña.
Lidia sabía cómo trabajarse los bajos de un hombre así que prosiguió masajeando el falo con una de sus manos mientras con la otra jugueteaba con los testículos.
- ¿Se ve bien? – Preguntó a Taruk para asegurarse de que la toma iba a ser correcta.
- ¡Perfecto! ¡Hazlo ya!
- ¡Seep!
Lidia ya hacía un rato que estaba salivando de manera inconsciente así que, cuando se metió la punta de la polla por la boca no sintió asco alguno. Más bien todo lo contrario: aquel sabor ligeramente ácido de las primeras chupadas, mezcla de orina y de líquidos pre seminales le agradaba tanto o más que el del esperma caliente de la eyaculación final.
- ¡Mira a la cámara!
- ¿Así? – Contestó sacándose un instante la verga de entre los labios.
- Perfecto.
- Tú qué opinas, papá… ¿lo hago bien?
- ¡Prrrssfs!
- No… no te entiendo…
- Espera – dijo Taruk justo antes de quitar la mordaza al sometido.
- ¡No… no lo hagas, Lidia! Te juro que no te haré nada. Superaremos esto y ni siquiera te castigaré, te lo juro, pero… ¡noooo!
Sus súplicas cayeron en saco roto; su primogénita se jaló su estoque cada vez con más ganas. Él continuó implorando:
- No, pequeña… noooo.
- Sí, papi, síiiii. – Replicó Lidia entre mamada y mamada -. No te resistas… dámelo todo… ¡juega conmigo…! ¡Quiero hacer gárgaras con tu semen! ¡Me encanta hacer eso!
Rober se resistió todo lo que pudo pero tenía la batalla perdida de antemano. Pese a que su mente se oponía, el resto de su cuerpo actuó de acuerdo a su naturaleza y su miembro viril cada vez adquirió mayor dureza y dimensiones. Lidia se dio cuenta y, dándose un respiro, sonrió satisfecha:
- ¿Ves como te gusta? ¡Córrete dentro!
- No… Lidia, no. – Repetía él una y otra vez.
- Eres un cabezota… pero yo lo soy más. Te sacaré la leche te guste o no…
Enfurecida por el agravio, quiso hacer trizas tan inútil resistencia. De forma eficaz y metódica desplegó todas sus habilidades orales: utilizó la lengua para juguetear con las pelotas, lamiéndolas como si de un helado se tratasen, incluso llegó a introducirse una casi por completo en la boca; limpió el prepucio de restos, dejándolo impoluto y brillante y tragaba una tras otra las gotitas blanquecinas que brotaban cada vez más rápido de la punta del capullo. Taruk estaba encantado, el espectáculo que le estaba proporcionando su nuevo juguete era increíble.
Robert estaba cada vez más inquieto y ruborizado. Respiraba con dificultad. Sabía que, muy a su pesar, el final se acercaba a pasos agigantados.
- Noto que estás a punto, papi…– Canturreó Lidia.
Él no pudo contestar. Concentraba sus escasas fuerzas en intentar evitar lo inevitable.
- Lo seeee - Continuó alegremente la chica -. ¡Ya está aquiiiii tu lechita! ¡La huelo!
La cabeza de la adolescente cada vez se movía más rápido y la cantidad de verga que entraba y salía de su boca era cada vez mayor. Inclusive varias veces llegó a golpear su glotis con la cabeza del cipote pero estaba tan excitada que ni siquiera sintió la más mínima nausea.
De repente, salieron dos cosas de lo más profundo del agotado cuerpo de Rober:
De su boca, un juramento…
- ¡DIOSSSSSSS!
De su verga… galones de esperma… viscoso y amarillento.
Lidia abrió mucho los ojos y miró fijamente el rosto descompuesto de su progenitor mientras este se derretía en su interior. Permaneció quieta durante el trasvase de de semen entre la polla de su padre y su boca. Sentía cómo esta se iba llenando de líquido caliente, conforme los chorros de esencia de hombre salían disparados de manera indiscriminada. No pudo evitar que una parte pasara directa a su estómago y que otra, bastante menos abundante, se le escapara por la comisura de los labios manchándole la cara pero logró que la mayoría de esperma permaneciese en su boca.
- ¿Ya está todo? – Preguntó Taruk.
La niña asintió, aún con la polla metida entre sus labios.
- ¿Se ha corrido mucho? ¡Déjame verlo!
Sumisa y obediente y teniendo mucho cuidado de no derramar tan preciado líquido, Lidia se sacó la verga de la boca y abrió la mandíbula tanto como pudo frente a su amo. A través del objetivo Taruk pudo contemplar cómo, en efecto, la cantidad de esperma era tal que anegaba por completo la cavidad bucal de la ninfa. Apenas se distinguía la lengua entre el fluido.
- ¡Guau! ¡Sí que tenías munición ahí adentro, amigo! Enséñaselo, princesa.
Lidia se giró hacia su papá para que pudiese comprobarlo por sí mismo pero este continuaba cabizbajo y con los ojos cerrados. Se odiaba a sí mismo por no haber sido capaz de aguantar durante más tiempo. Un contundente tirón de pelo le hizo volver a la realidad y se topó de bruces con esta: su niña, su bebé, su princesita… desnuda, boquiabierta y con la boca llena de su propio esperma. Ni siquiera tuvo las fuerzas suficientes para apartar la mirada cuando la chica comenzó a hacer gárgaras y juguetear con su lengua con tan nauseabundo líquido mientras se extendía sobre los senos el semen que se escapaba de entre sus labios.
Lidia estaba realmente extasiada al hacer eso delante de su padre. Le había costado pero por fin se estaba vengando tanto de él como de su madre por todo lo que la habían hecho sufrir.
Y todavía no había terminado. Quedaba lo mejor.
Sorbo a sorbo la sustancia grumosa fue atravesando la garganta de la ninfa hasta que nada quedó.
- ¡Uhmm! - aulló la lolita limpiándose la cara con el antebrazo -. ¡Qué rico tu jugo, papi!
Y mirando a Taruk, continuó:
- ¿Seguimos, amo?
- Por supuesto.
Rober reaccionó ante estas palabras. Creía que su tormento ya había terminado pero por lo visto no era así. Se temió lo peor: pensó que Lidia pretendía que él la penetrase.
Vio impotente cómo aquel hombretón dejaba descansar la cámara sobre un trípode mientras su hija parecía buscar algo en una especie de maleta.
- ¿Dónde está, mi amor?
- Busca bien…
- No lo encuentro.
- Pues lo puse ahí, seguro.
- ¡Ah! ¡Aquí está!
- Te lo dije, princesa.
Al principio al padre le costó identificar el objeto pero en cuanto vio el trozo de metal plateado y las correas lo tuvo claro: era un falo con arnés como los que usan las mujeres para darse placer aunque con unos filamentos también metálicos a modo de púas que lo dejaron desubicado. Su cabeza daba vueltas, no podía pensar con claridad. Sólo cuando el gigantón lo liberó temporalmente, lo tiró de bruces contra el suelo y volvió a inmovilizarle fue consciente de lo que iba a suceder.
- ¡Lidia! ¡Por lo que más quieras…! – sollozó como un niño asustado al sentir el terrible objeto oprimiendo su esfínter anal.
La chiquilla ni se inmutó. Las lágrimas de su padre en lugar de ablandarle el corazón le excitaron todavía más.
- También yo supliqué y no me sirvió de nada… ¿recuerdas?
Y utilizando todas sus fuerzas, de un golpe seco y cruel sodomizó a su papá, desgarrándole el ano de manera tremendamente cruel. Los gritos del hombre eran tremendos, se retorcía de puro dolor pero Lidia, la dulce Lidia no dejó de penetrarlo hasta que, a fuerza de empujar y empujar, introdujo el falo casi en su totalidad en el culo de su progenitor. Sudaba por cada poro de su piel pero estaba extasiada ante la hazaña conseguida.
Taruk estaba realmente encantado al ver la escena. Aquel diablito era, con mucho, la mejor de sus creaciones. Ninguna de sus esclavas hasta entonces había ni tan siquiera soñado con hacer algo semejante. Estaba tan excitado que no recordaba el siguiente paso. Fue la propia Lidia la que le volvió a la realidad entre arremetida y arremetida.
- ¡Ahí tienes lo que querías, amo! ¡Goza el trasero de mami… es mi regalo!
Con el falo erecto Taruk se lo pensó poco. No le importó en absoluto que la que la mujer estuviese indefensa e inconsciente. Se aprovechó tanto de eso como de su más que evidente ventaja física y, en menos de un minuto estuvo dándolo todo contra el ano de Lidia. La mujer se despertó martirizada por el dolor del intruso taladrando su intestino y sus gritos se unieron al de su marido formando un coro macabro.
El matrimonio fue violado analmente de manera inmisericorde de manera simultánea, pero su tormento no terminó ahí. Lidia fue especialmente violenta con ellos, llegando a cometer infinidad de tropelías. Durante las veinticuatro horas siguientes desplegó una variedad de vejaciones y torturas: desde apagar cigarrillos en sus cuerpos, orinar o defecar sobre ellos hasta el terrible ballbusting con el que obsequió a su papá justo antes de desaparecer por la puerta para siempre de la mano de un exultante Taruk.
- ¡Hasta nunca, papis! Me largo con mi amo. No os molestéis en buscarme, no quiero volver a veros. Me dais asco. Voy a ser mamá muy pronto – dijo muy sonriente acariciándose el vientre mirando a sus papás -. Ojalá sea niña… y mi amo la haga su esclava también.
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