"EL EXTRANJERO" por Kamataruk. Relato de encargo.

  



Melisa no podía creer lo que estaba sucediendo ante ella, tuvo que taparse los labios para no delatar su presencia. Protegida por el anonimato de su escondite, contemplaba una escena realmente impactante: su novio Teo desnudo, arrodillado, con las manos esposadas a la espalda, recibiendo un abundante chorro de orina en la boca. El fluido amarillento procedía del pene de un hombretón de cabeza rapada, perilla abundante y torso velludo que atendía por el nombre de Taruk. Sin duda lo que más le llamaba la atención a Melisa era que el chaval no hacía aquello a disgusto, se le veía encantado bebiéndose cada gota; la enorme erección que mostraba era la prueba palpable de lo mucho que disfrutaba siendo tratado de esta forma tan humillante.

 

Con la mano que tenía libre, la lolita buscó su placer. Ella también estaba excitada viendo como aquel adulto trataba a Teo. El muchacho parecía un juguete al lado de aquella mole de músculos y hormonas.

 

        Trágalo.

        ¡Sí,sí!

        ¿Quieres más?

        Sí… por, por favor…

 

El adulto sonrió pero no dijo nada, se limitó a regar de nuevo el rostro del muchacho. Conscientemente erró el tiro, le mojó toda la cara y buena parte del torso. No era la primera vez que tenía relaciones con el muchacho así que conocía sus oscuros gustos: le encantaba ser tratado así. Era un sumiso, un Uke realmente dócil, se amoldaba a los deseos de sus amantes ya fuese Melisa o el propio Taruk con total pasividad.

 

Teo, por su parte, no podía quitar ojo a aquella polla que expulsaba orina como si no hubiese mañana. Desde que la probó por primera vez estaba obsesionado con ella, quería sentirla bien adentro de su cuerpo. Tragó el pipí como si fuese el más dulce de los zumos y volvió a ofrecer su boca al adulto para que este siguiese sometiéndolo. Tensó su cuerpo, alargó el cuello de tal forma que sus labios se quedaron a escasos centímetros de aquel falo duro y brillante pero no pudo alcanzarlo, las ligaduras que lo inmovilizaban se lo impedían.

 

        Por favor… - suplicó.

      Venga… dímelo. Dime lo que quieres, Teo.

      –      Qui… quiero tu… - el chico ardía en deseo pero era tan vergonzoso que, a pesar de haber llegado hasta aquel punto, le seguía resultando difícil verbalizar su deseo.

Taruk quiso incentivarle, dándole unos cuantos toquecitos con su miembro viril en la cara. Teo intentó atraparla como si fuese un pez buscando desesperadamente el anzuelo pero le fue imposible hacerlo.

 

       Venga… dilo… putito…

    –   … polla – dijo el muchacho rindiéndose al fin -. Quiero tu polla dentro de mi boca… por favor.

 



Aquellas palabras todavía calentaron más a Melisa. Sospechaba de que los gustos sexuales de su actual compañero incluían las relaciones con personas de su mismo sexo pero no imaginaba hasta qué punto llegaba su grado de deseo carnal por otros hombres. La lolita incrementó el ritmo de sus tocamientos, tanto que incluso estuvo a punto de clavarse los dientes en la mano con la que intentaba ahogar sus gemidos. Cerró los ojos un instante, su vulva le mandaba ráfagas de placer cada vez más repetidas y de una manera tan intensa que se le llegaba a nublar la vista. Cuando los abrió, la verga del adulto iba entrando lentamente entre los labios de su amado. A punto estuvo de correrse al verlo.

 

        Uhmm… Teo… qué boca tienes, muchacho… eres un prodigio… - dijo Taruk verdaderamente complacido.

El chaval no contestó. No tenía tiempo que perder, quería invertir todo sus esfuerzos en chupar y lamer la barra de carne puesta a su disposición después de tanto padecer por ella. Al principio el ritmo era lento pero conforme el chico se fue calentando las penetraciones fueron haciéndose más intensas y más profundas. Hizo lo que pudo, pero aun así no fue suficiente para el adulto.

 

    –   ¡Más adentro! Tú puedes muchacho… - le animó Taruk moviendo acompasadamente la cadera.

      –       ¡No… no puedo más! – exclamó el chaval dándose un respiro entre mamada y mamada.

    –         ¡Pues claro que puedes! Sólo tienes que abrir más la boca y darme placer, putito…

 

Y sin darle tiempo a protestar, el gigantón de ojos verdes agarró del cabello a Teo con su manaza y comenzó a follarle la boca cada vez de manera más violenta de tal forma que la punta de su capullo golpeaba la garganta del muchacho repetidamente. La cara del chaval estaba roja como un tomate y su cuello se hinchaba a cada golpe de cipote. Apenas podía respirar y le dolía todo el cuerpo debido a la fuerza de sus ataduras pero estaba realmente encantado de ser tratado de aquel modo tan poco delicado, tanto que, por la punta de su erguido capullo comenzó a resbalar un hilito de líquidos pre seminales.

 

Melisa estaba tan cerca que pudo incluso ver aquel morboso detalle de la gotita cayendo lánguidamente por el miembro de su amado. La chiquilla ardía como una tea, tenía tres de sus deditos insertos en el coño pero su grado de calentura era tal que podía haberse metido el puño entero y todavía se hubiese quedado insatisfecha. Acostumbrada a ver manga tipo Yaoi, tuvo que reconocer que aquella escena en directo le resultaba mucho más excitante que el cómic animado y más aún al ser Teo uno de los actores principales. Se calentó tanto que quiso acariciarse sus pezones, lo que provocó que hiciese un movimiento en falso y que la puerta del armario donde se escondía cediese de improviso dando con sus huesos contra el suelo.




 

El estruendo fue mayúsculo ya que la niña cayó estrepitosamente junto con varios artículos de limpieza. Taruk anduvo listo, sacando de inmediato la polla de entre los dientes de Teo antes de que él exclamara:

        ¡Melisa! – Gritó Teo al descubrir a su novia - ¡Te dije que no salieras…!

 

El español de perilla canosa miró desconcertado la montañita de cubos, botellas y artículos de limpieza sobre la cual se encontraba una Melisa totalmente ruborizada pese a la palidez natural de su piel. La caída descontrolada provocó que el vestidito amarillo y extremadamente corto de la muchacha se subiese mucho más arriba de la cadera, dejando ver su sexo rasurado, y que un tirante de la parte superior dejase de hacer su trabajo dejando a la luz uno de los mejores y más perfectos senos que el adulto hubiese podido ver en su vida.

 

Una vez recuperado del primer sobresalto el hombretón no olvidó sus cuidados modales y acercándose a la muchacha, le alargó la mano para auxiliarla.

        –        Vaya, vaya… ¿a quién tenemos aquí? – le dijo mientras la alzaba como si fuese una pluma.

    –        Es…es Melisa… - Comenzó a explicar Teo muy nervioso.

        –        A ti no te he preguntado, putito – le interrumpió el hombre de forma tajante -. Dime, princesa… ¿quién eres y por qué nos estabas espiando?

         –        Yo… yo… - balbuceó la chica con su dulce voz, incorporándose y mirando de reojo el contundente falo que la apuntaba desafiante - soy Melisa. La novia deTeo...

La chica estaba tan nerviosa que ni siquiera se percató de que su pecho seguía a la vista del adulto. Este la examinó a conciencia, se trataba de una jovencita realmente hermosa; flaquita, de estatura mediana, ojos claros y prominentes pechos; nada podía acercarse más a los gustos sexuales del español que aquella lolita.

 

     Así que eres la novia del putito. No me habías dicho nada de esta ricura, muchacho…

        Yo… - comenzó a explicarse Teo de manera muy torpe.

        Silencio. No te he dado permiso para hablar, insolente maleducado.

 

El chico se quedó boquiabierto, pero pronto agachó la cabeza. El hombre, tras colocarse frente a la chica, prosiguió:

        Contesta, bonita ¿por qué te ocultabas?

 

Melisa intentaba fijar la mirada en los ojos del hombre pero no podía evitar las ráfagas furtivas hacia el pene erecto.

 

   –        Pues yo… yo… - tartamudeaba la joven.

  –   Tú querías ver cómo se lo hacía a tu chico, ¿verdad? Querías ver cómo me lo follaba… - Melisa no dijo nada.

        –        Déjame adivinar: él te dijo que había encontrado a un hombre, a un Seme que le atraía… ¿me equivoco?

La joven prosiguió en su actitud muda pero su cabeza asintió.

 

                   Y tú te morías por verlo, ¿verdad? Eres una mirona… una sucia mirona. Eres una chica podrida, una Fugoshi. Deseabas ver cómo trataba a tu chico como mi Uke, como mi putito…






           –        Déjala ir, por favor… no te enfades con ella... – Imploró Teo muy nervioso al ver al hombretón desnudo acercándose más y más a Melisa.

           –        ¿Enfadarme con ella? Al contrario – rió Taruk muy divertido-. Jamás podría, es una ricura tu chica.

      –        Gra… gracias. – Contestó ella esbozando una leve sonrisa.

        –        Puedes irte cuando te apetezca. Si ese es tu deseo, nadie va a impedírtelo, puedes creerme – dijo el hombre clavando su mirada en los ojos de la joven -. Pero viendo la forma con la que me miras la polla me da la impresión de que no es eso lo que quieres, ¿verdad princesa?

 

Melisa se enrojeció todavía más. Miraba alternativamente a un Teo arrodillado y sometido, a los ojos hipnóticos de Taruk y al no menos inquietante falo enhiesto apuntándola.

       –        Quieres quedarte a jugar con él y conmigo. Es más, apostaría que te mueres de ganas por hacerlo… ¿no? – Dijo el hombre acariciándose de forma descarada el falo frente a la chiquilla.

 –        Ella… ella se va – Prosiguió un Teo cada vez más alterado -. ¡Díselo, Melisa, díselo!

 

Pero Melisa no dijo nada. Ni siquiera pestañeó cuando Taruk le acarició el pecho desnudo y deslizó a un lado el único tirante que aguantaba su vestido ultra corto. Este cayó al suelo, mostrando su majestuosa desnudez a aquel desconocido ante la atónita mirada de su novio.

 



Momentos después Teo volvía a paladear la verga de Taruk aunque esta vez era la manita izquierda de Melisa la que asistía encaminando la barra de carne hacia sus labios mientras, la derecha la que le empujaba por la nuca para que se la metiese de manera más profunda. Tras la sorpresa inicial, el muchacho se tomó bien el repentino cambio de rumbo de los acontecimientos. Los jóvenes se miraban amorosamente, sobre todo Melisa que tenía mucho cuidado en que su amor no intentase jalar más verga de lo debido.

 –        Despacio. – Le decía con su vocecita de terciopelo -. ¿Sabe… rico?

Teo asintió sin desacoplar sus labios de pene ni un milímetro.

 –        ¿Me dejas a mí… mi amor?

        Sí… sí. – dijo el chaval dejando por fin de mamar.

 

Melisa agarró el cipote por la base, se separó delicadamente los cabellos de la cara, humedeció sus labios con la lengua y los abrió lentamente mientras se acercaba a la punta del glande. Teo intentó instruirla en su teórica primera felación.

        Despacio. No te la metas toda de golpe… puedes atragantarte…

        Déjala que haga lo que quiera, hombre. – Apuntó el adulto algo molesto.

        Es la primera vez que lo hace, yo sólo intento ayudarla. Yo…




Teo se calló al ver el intenso tratamiento que su en teoría inexperta novia le estaba dando a la verga de Taruk. Movía la cabeza de un lado para otro, atacando el cipote desde varios ángulos. Lo lamía desde la base para acabar jalándosela por la punta hasta que su glotis se comenzaba a hinchar para después volver hacerle el vacío con su boca conforme lo iba expulsando. Ella se relamía los labios de forma golosa y volvía a la carga con mucha energía. Se emocionó tanto que utilizó su lengua para jugar sin pudor con el escroto. Fue en ese momento, con un testículo del adulto inserto entre sus dientes y sus ojos frente a las azuladas pupilas de su anonadado novio cuando cayó en la cuenta de que ella misma se había delatado: no había sido del todo sincera con él con respecto a sus anteriores experiencias sexuales con su actual pareja.

 

         –        ¡Vaya, vaya! – Rió jocosamente el hombretón objeto de tales atenciones -. Para ser primeriza se te da de lujo, pequeña.

 

Teo estuvo a punto de decir algo pero Melisa actuó rápido y le introdujo el cipote de aquel extraño en la boca. El chaval comenzó a mamarlo pero pronto lo soltó para compartirlo con su amada.

Taruk estaba realmente complacido con aquellos dos adolescentes que jugaban con su pene a dos bandas. Parecían estar comiéndose a besos como dos enamorados con su miembro viril como testigo de excepción. Al final, de tanto rozar sus lenguas ocurrió lo inevitable: los jóvenes se fundieron en un beso tórrido y húmedo, febril y desenfrenado; acorde a la edad de ambos amantes.

El adulto no se sintió ofendido en absoluto. Disfrutaba contemplando la escena que tantas veces, allá en su tierra natal, había imaginado. Aprovechó la circunstancia para liberar a Teo de sus ligaduras y el muchacho no perdió el tiempo, poco menos que se abalanzó sobre Melisa.

Esta lo recibió con las piernas abiertas y con su natural desparpajo le ayudó a colocarse en la posición adecuada. No dejaban de sonreírse y darse besitos cómplices hasta que el falo de Teo, erguido y a punto de estallar llamó las puertas de la vulva de su princesa.

Y cuando ya estaba a punto de cumplir su sueño esta lo detuvo con su vocecita melosa y dulce:

        Teo… espera un instante.

        ¿Qué… qué sucede? ¿No…no quieres hacerlo?

        Sí, mi amor, por supuesto, pero quiero… quiero que él te lo haga a la vez a ti.

 

Después de unos instantes de incertidumbre Teo comprendió a lo que Melisa se refería. Sin dejar de apuntar a la entraña de la chiquilla, arqueó la cadera para facilitarle las cosas a Taruk que ya había captado el mensaje y se colocaba en posición de ataque hacia el trasero del muchacho.

 

    –        Si él quiere, claro… - prosiguió la chica dirigiéndose al gigante.

      –        Nada me apetece más que complacer tus deseos, princesa. Teo, métesela un poquito y luego déjame hacer a mí.

El chico asintió. Le costó un mundo obedecer ya que la vulva de Melisa parecía de gelatina caliente y engullía su verga con una facilidad pasmosa. Tuvo que concentrarse aunque las evoluciones de Taruk en su trasero se lo ponían difícil. No era la primera vez que lo hacían juntos. De hecho, habían mantenido relaciones a diario durante la última semana. El adulto solía ser delicado con él, al menos en los primeros momentos de la cópula, pero en aquel momento se le veía nervioso y ansioso por lo que sus movimientos eran, si no violentos, si rudos y poco precisos. Lo que en otro momento hubiera sido una placentera monta en aquel instante le suponía una tortura al pobre muchacho.




Melisa se dio cuenta del detalle:

 

        ¡Teo! ¡Teo, mírame! ¡Mírame, cariño…! – Le dijo.

 

El verdor de los ojos de la joven actuó de anestesia. El chaval se sumergió en ellos alcanzando la serenidad buscada. Como consecuencia de ello, relajó su cuerpo y todo fue más sencillo, poco a poco se le fueron abriendo las carnes y el intruso ocupó el lugar deseado en el interior de su intestino. El dolor dejó paso al placer y el chaval se derrumbó sobre una Melisa que esperaba ansiosa el estreno de su vulva. La niña sintió un chasquido y de entre sus labios brotó un gemido agudo. Este se repitió una y otra vez, acorde al ritmo que Taruk imprimía a la cópula. No tardó mucho Teo en hacerle el coro. El placer combinado del candor interno de su amada y el intruso en su orto era algo difícil de ocultar.

 

        –        Eso es… - Musitó Taruk -. Métesela bien adentro, muchacho. Es una ricura tu chica. Se nota que disfruta con el sexo… ¡mírala!

 

En efecto, la cara de Melisa con su cabello ondulado cayendo por su rostro, los labios abiertos y las mejillas encendidas eran la viva imagen de la lujuria. Su juvenil vulva le estaba regalando una sucesión de sensaciones hasta entonces impensables para ella. Abría sus piernas cuanto podía para que la penetración de Teo fuese más intensa y profunda. Aun así el chaval, todo ternura, preguntó con voz entrecortada entre arremetida y arremetida:

 

  –        ¿Te… te gusta?

 

Como respuesta sólo obtuvo un sonido gutural y una mayor apertura de piernas de la muchacha hasta prácticamente desencajarse la cadera.

 

 –        ¡Grrrrrrrss!

 

Esa fue la señal que esperaba Taruk, la que le indicaba que la niña estaba gozando y que podía dar rienda suelta a sus más bajas pasiones.




 

Fue duro, muy duro, con el trasero de Teo. Le introdujo la verga con fiereza, mucho más que en cualquiera de los días previos. El chico notó el cambio y lo aceptó con agrado; tanto que no aguantó mucho y se derritió en el interior de una Melisa que no dejaba de ronronear y suspirar a cada arremetida de su amante. El hombre no se guardó nada, penetraba a Teo pero sus ojos se centraban en la chica: deseaba saber hasta dónde era capaz de llegar aquella lolita de turgentes senos.

 

Quizás por eso, en lugar de descargar en el agujero que tanto placer le estaba proporcionando, se desacopló de él acercando amenazando su generoso cipote a la boca entreabierta de la muchacha. Ella, concentrada en su propio orgasmo, no adivinó al principio las intenciones del adulto, pero bastaron dos o tres golpecitos en los labios para saberlas. No rehuyó el envite, más bien al contrario. Complaciente, Melisa abrió sus mandíbulas y enseguida sus dientes blancos fueron bañados por el abundante esperma que emergió por la punta del capullo de Taruk. La eyaculación fue tan copiosa que el pequeño recipiente no dio de sí y los últimos chorros pintaron el rostro de la joven como si de un lienzo de carne ruborizada se tratara.

       –        No… no te lo bebas todo, princesa – ordenó él con voz entrecortada al ver que la lolita se disponía a tragarse su esencia -. Compártelo con tu chicho…

Y, agarrando el cabello negro azabache de Teo, hizo que los labios de los adolescentes fueran uno solo, fundiéndose en un tórrido beso, aderezado con su semen. Los jóvenes continuaron copulando intensamente. Pronto compartieron esperma tanto entre sus bocas como entre sus sexos. En efecto, el muchacho no pudo aguantar más y rellenó la vulva de la chiquilla sin guardarse nada.

 

Taruk se hizo a un lado, dejando a los amantes recrease en las sensaciones que sus cuerpos en formación les proporcionaban. Se les notaba realmente enamorados, fornicando suavemente sobre el suelo. En un momento dado fue la propia Melisa la que terminó encima del muchacho y lo cabalgó de manera intensa, con los ojos cerrados, buscando su enésimo orgasmo.

 

La postura era tan erótica y el ambiente tan mágico que la visión del grácil cuerpo de Melisa moviéndose acompasadamente sobre Teo tuvo la consecuencia lógica en el miembro viril de Taruk. Sigilosamente, el hombretón se deslizó tras la ninfa, posando sus manos el las caderas de la chica. Esta salió del trance en el que se encontraba al sentir unas manos extrañas sobre su cuerpo pero él intervino rápido:

 

         –        Sigue, bonita, sigue… - Le susurró él al oído, incitándola con sus manos a seguir con la monta -. Disfruta de tu momento…

        –        ¡S… sí! – Gimoteó ella a duras penas. El falo de Teo, pese ha haber lanzado una primera andanada, seguía muy firme penetrando en su entraña.

          –        Muy bien, princesa, muy bien. – Prosiguió él acariciándole el vientre, subiendo por el abdomen hasta llegar al lugar que deseaba tocar -. ¡Uhmmm, son divinas!

Taruk cerró los ojos y se recreó en los senos de la chiquilla. No le decepcionaron en absoluto. Tenían un aspecto divino y el tacto confirmó lo que ya sabía: eran un par de meloncitos turgentes, cálidos y muy sensibles. Los pezones duros como el acero hablaban por sí solos. El hombre se relamía de gusto apretándolos ligeramente. Estaba muy a gusto pero todavía le quedaba algo por hacer.

 

               ¿Qué… qué vas a hacer? – Preguntó cándidamente Melisa al sentir cómo el hombre la empujaba hacia adelante.

        Tranquila, te encantará.

        ¿Vas… vas a meterla por… ahí?

        Eso es, pequeña. Relájate. Te va a encantar.

     –        Ten cuidado – suplicó la joven mientras abría todavía más sus piernas sin desprenderse del pene de Teo.

        Lo tendré.


Taruk trató a la chica con infinita delicadeza, nada que ver con la contundente sodomía con la que sometió a Teo momentos antes. Tuvo la precaución de lubricarle el esfínter de Melisa utilizando para ello los propios jugos que brotaban de su vulva.

        ¿Lista?

        ¡Sí!

 





La chica detuvo la monta, apretó los puños y cerró los párpados. Teo aprovechó la tregua para apoderarse de sus senos, aprisionados contra su pecho. Melisa respiraba muy deprisa, estaba asustada pero a la vez muy pero que muy excitada. Su cabeza le incitaba a huir pero su cuerpo quería todo lo contrario: permanecer muy quieto y recibir dentro de él un segundo falo.

          ¡Vamos allá! – Murmuró Taruk agarrándose la verga firmemente para presionar después el agujerito trasero que tanto deseaba.

Melisa abrió los ojos de par en par al sentir la serpiente reptando por su interior. Giró la cabeza y se encontró directamente con la sonrisa de un Taruk tremendamente satisfecho de aquella reacción.

        Te dije que te gustaría y no te mentí, ¿verdad?

La chica no podía contestar, se limitó a asentir. En efecto, el coito vaginal, las caricias, la lubricación de su ano y la pericia de Taruk habían conseguido el milagro de transformar una práctica sexual teóricamente dolorosa en una sensación indeterminada pero para nada desagradable. La chica no daba crédito a lo que le estaba pasando, lo que su cuerpo estaba experimentando le sorprendió gratamente.

         ¿Quieres que siga?

        ¡S… sí!

Cuando el hombretón comenzó a bombear lentamente la cosa no solo no empeoró sino que mejoraba por momentos. A cada arremetida, la vulva de la chiquilla respondía con una contracción que, gracias al intruso que alojaba su ano, se veía amplificada por mil.

Los gemidos de Melisa no tardaron en reaparecer, siendo incluso más escandalosos que los anteriores.

Teo, por su parte, no podía más. Intentaba resistirse con todas sus fuerza y aguantar erecto dentro de su novia pero le fue imposible no estallar de nuevo en su interior cuando las contracciones de la joven comprimieron su verga de forma intermitente e intensa. No obstante permaneció en su posición, soportando el peso de Melisa mientras Taruk gozaba de su hasta entonces virginal trasero.

 

               ¡Uff! ¡Qué delicia! – murmuraba el hombre una y otra vez introduciendo su herramienta en tan delicado agujero.

Pese a que su estado de excitación era máximo no quería lastimar a la jovencita. Apenas había introducido en ella unos centímetros de su verga, los suficientes como para gozar como un loco de sus carnes tiernas sin perder los papeles. Apreciaba a Teo, había cruzado el océano sólo para conocerlo en persona y todavía le agradaba más desde que le había puesto en bandeja a aquella increíble criatura que atendía al sensual nombre de Melisa.

Taruk controló la situación en todo momento, al notar que la lubricación de la chiquilla disminuía, le sacó el cipote de dentro. Eso sí, no pudo evitar sus sucios instintos y volvió a eyacular sobre la pareja que, rendida y satisfecha, se abrazaban tiernamente sobre el suelo.

 

Después, él mismo se tumbó a su lado completamente exhausto. Miraba al techo, intentando recobrar el pulso normal de su pecho. Al poco rato, volvió a esbozar una sonrisa al sentir un par de lenguas limpiando los restos de la lucha de su maltrecho cuerpo sin ni siquiera sugerirlo.

 

Recordaría aquella tarde toda su vida, allá en su España natal, donde ejercía de párroco en una pequeña ciudad.

 Fin.





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