"VIOLACIONES A LA CARTA" por Kamataruk





Desde que terminé mi carrera universitaria de anatomía forense renegué de ella para dedicarme a mi verdadera vocación: ser violador profesional. Soy casado, tengo dos niñas preciosas y mi mujer sabe perfectamente a lo que me dedico ya que ella fue una de mis primeras víctimas. Desarrollo mi actividad dentro de la empresa “Violaciones a la carta”.

“Violaciones a la carta” fue una de las primeras empresas dedicadas a la violación profesional desde la implantación de la Ley de Liberación Sexual en el país, unos veinte años atrás. Las cárceles estaban tan superpobladas de delincuentes sexuales que estuvieron a punto de llevar al colapso al sistema penitenciario nacional. Gracias a esta ley se despenalizaron gran parte de los delitos sexuales más comunes como la prostitución, exhibicionismo, etc… y otros no tan comunes como la violación, el incesto y el estupro, aunque nunca con personas menores de quince años.

En relación a este último asunto, el sexo con menores, de un tiempo a esta parte se han puesto de moda las fiestas sexuales iniciáticas de quince años, sobre todo en el caso de las chicas. Personalmente creo que el asunto se ha ido de las manos quizás porque, dentro de unos años mis hijas también querrán tener la suya.

Los papás preparan fiestas multitudinarias, orgías en toda regla en realidad, donde los invitados se follan a sus hijas adolescentes sin ningún pudor, delante del resto de los presentes, tal y como les viene en gana. Los progenitores invierten auténticas fortunas preparando estos eventos, con generosos banquetes, los mejores licores, la más fina lencería para las niñas y otros fastos inimaginables. Llegan incluso a endeudarse hasta las cejas instalando instalar enormes carpas en los jardines con una gigantesca cama en medio donde sus niñas fornican como conejas sin cesar con cuantos hombres se ponen a tiro.

Es más que habitual que toda clase de parientes, vecinos o simplemente conocidos de la familia se pasen por allí para copular con la agasajada y honrar con su presencia a sus padres. También es tradición que todos los profesores que hubiese tenido la muchacha a lo largo de su vida escolar gocen de sus favores, así como los papás de sus compañeras de clase o los hermanos mayores de estas. Amigos, compañeros de trabajo de los padres, fuerzas vivas de la comunidad tales como alcaldes, concejales, jefes de policía e incluso el párroco son siempre bienvenidos a la orgía de turno.

También suele colarse algún desconocido advenedizo que simplemente quiere follarse a una jovencita. Tal circunstancia no suele suponer problema alguno, las niñas están más predispuestas a mantener relaciones sexuales con cuantos más hombres mejor. Compiten entre ellas por ser la chica con más amantes en su fiesta y comparten vídeos de sus orgías iniciáticas como antaño se hacían con los de los enlaces matrimoniales.

Los invitados acostumbran a regalar objetos de marcado carácter sexual como consoladores, lencería y todo tipo de juguetes eróticos. Últimamente se ha puesto de moda el sado como lo fueron hace unos años la zoofilia o la coprofagia.

Pasará la a los anales de la historia, nunca mejor dicho, la bizarra fiesta de quince de la primogénita heredera al trono y en la que tomaron parte multitud de gobernantes y jefes de estado de todo el mundo, así como un centenar de súbditos que tuvieron el honor de copular con su futura reina en el Palacio Real. Duró quince días, con sus respectivas noches.

Generalmente las fiestas de la plebe son más modestas, suelen extenderse durante un par de jornadas, tres a lo sumo. Normalmente tienen una parte íntima que se desarrolla en las primeras horas del día señalado, en la que solamente participan los más allegados: padres, madres, hermanos o como mucho abuelos. En esa velada los homenajeados mantienen relaciones sexuales con sus familiares y tradicionalmente, tanto chicos como chicas, entregan su virgo a sus seres más queridos. Son iniciados tanto en el sexo heterosexual como homosexual y a la mañana siguiente, apenas ha salido el sol, comienzan a atender al resto de los invitados.

Si hay menores de quince años en la casa se les suele permitir mirar, aunque no participar en este tipo de fiestas ya que está penalmente prohibido.

Lo que sucede es que, como en todas las partes, las modas y costumbres van cambiando. Ahora prácticamente son considerados bichos raros los chicos y las chicas que llegan vírgenes a ese momento. Yo no tengo la menor intención de hacerlo pero sucede comúnmente que, aunque sea una de esas cosas que se hacen pero no se dicen, los papás no esperen tanto en iniciar a sus niños. Los padres y madres se follan a sus vástagos cada vez a edades más tempranas… a los doce, once… diez, incluso antes. Es por eso que se esté planteando reducir la edad legal de iniciación hasta los doce, pero ese es otro tema que ahora mismo no viene a cuento.

Por esto cada vez es más normal que, llegados a ese día tan especial, los progenitores busquen nuevas sensaciones ya que al fin y al cabo copular con sus vástagos no tiene nada de excitante ni novedoso. Así que les regalan a sus chicas algo distinto, algo con lo que presumir delante de sus amigas, algo elitista y para nada económico como… una violación profesional, por ejemplo.

Y es ahí donde entramos nosotros.

No quiero extenderme demasiado acerca de la naturaleza de mi trabajo. Como el nombre de la empresa indica de forma inequívoca nos dedicamos a realizar violaciones por encargo. No hay distinciones: lo violamos todo. Ese es el eslogan de la empresa.

Desde embarazadas a punto de parir hasta mujeres en su despedida de soltera, pasando por viejas seniles, mamás en el parque vigilando a sus niños o a cajeras en mitad del supermercado: nos atrevemos con todo. Creo que lo más extremo que hemos hecho hasta ahora es entrar en un convento de clausura y pasarnos por la piedra a una novicia mientras estaba a punto de pronunciar sus votos, el resto de monjas no salía de su asombro pero ninguna movió un dedo por socorrer a aquella chica. También recuerdo con especial cariñó el día que sodomizamos a la profesora de la guardería en plena sala de profesores cortesía de los papás y mamás de los niños a los que cuidaba. Hasta hace unos años solía ser típico que los amigos del novio encargasen la violación de la desposada en pleno casamiento, encima del altar, pero eso ya no lo consienten los párrocos; las ceremonias se extienden demasiado, se llega tarde al banquete y eso los curas no lo perdonan.

Aquí todo es legal y transparente, como corresponde a una empresa seria y responsable como la nuestra. Cuando todo termina tenemos por norma identificarnos como violadores titulados, entregamos un albarán a firmar al violado en el que refleje claramente quién ha encargado el trabajo e incluso le instamos a rellenar una encuesta de satisfacción del cliente. No es por echarme flores pero mis compañeros y yo estamos dentro del “top ten” de valoraciones año tras año.

Es común charlar sobre lo ocurrido con la persona forzada, comentando con ellos diversos aspectos con el fin de mejorar para la siguiente vez. A veces nos piden una tarjeta para devolver el regalo y se hacen fotos con nosotros que luego cuelgan en Facebook. No ha sido mi caso pero mi compañero apodado el Palo ha llegado incluso a firmar autógrafos. Es una leyenda en nuestro gremio.

La empresa también fuerza a hombres, como ya he dicho su lema es “Lo violamos todo” aunque yo no suelo dedicarme a tales menesteres, a excepción de alguna violación colectiva, baja laboral o periodo de vacaciones donde el personal no abunda. Son gajes del oficio pero uno, ante todo, es un profesional.




Bueno, para no hacerme pesado comienzo con lo que sucedió esa fatídica noche:

El día en el que todo pasó recibimos un encargo el Richi, el Palo y yo, el Cuerdas. Si a alguien le interesa le daré los nombres completos y nuestros números de identificación pero lo considero irrelevante y poco práctico. Que Dios me perdone pero no hay cristiano que pueda pronunciar correctamente el verdadero nombre del Palo, originario de una tribu perdida en algún lugar de la jungla africana.

– ¿Qué tenemos?

– Una iniciación

– ¡No jodas!

– Ya era hora.

– ¿Es virgen?

– ¡Y yo qué sé!

– ¿Y qué quieren?

– Uff… de todo…

– Pues entonces no es virgen.

– Bueno, por lo menos es una de quince.

– ¡Ya era hora! – Murmuré entre dientes, tenía ganas de divertirme con carne fresca.

No quiero aburrirles con detalles pero el negocio por aquellos momentos ya no era igual que antaño. Desde la implantación desmedida del Viagra hay mucho intrusismo y mucho pirata en el sector, aunque el tamaño… el tamaño del cipote no se entrena, no depende de la química y de tamaño vamos sobrados mis colegas y yo, y sobre todo el Palo: su nombre de guerra lo dice todo de él.

No nos importa conocer o no la identidad o no de la persona o personas que nos encargan el trabajo, nosotros vamos a lo que vamos. Pueden estar presente durante el acto o a miles de kilómetros de distancia, puede ser un ente pasivo a todo o participar de la orgía activamente. A veces especifican en el encargo todo tipo de preferencias o manías que hacen que nuestro trabajo, a veces, sea agotador pero para eso estamos, para satisfacer al cliente. Somos conscientes de que algunas veces es la propia víctima la que nos contrata, la soledad es muy mala y de vez en cuando hay que darle un poco de picante a la vida.

Tendrán que perdonarme, como habrán observado, tiendo a dispersarme con facilidad. Prosigo con el relato:

El caso es que el día, bueno, más bien la noche de autos el encargo era muy simple: debíamos ir a una casa situada en uno de los mejores barrios de la ciudad, forzar la entrada, acceder al dormitorio de la planta baja, sorprender a los padres, maniatarlos en el salón principal, ir a la planta superior, entrar en la primera habitación de la derecha, coger a la chica, bajarla al salón y… violarlos… a los tres. Las violaciones en familia no eran raras aunque sí en el caso de una iniciación, solíamos abusar de la primeriza en exclusiva mientras los papás veían el espectáculo.

Sólo había una condición que diferenciaba a aquel trabajo del resto: todo debía transcurrir de la forma más silenciosa posible ya que en la casa había otra niña menor y los papás no querían que ella se enterase del asunto.

Cuando leí la orden de trabajo fruncí el ceño y llamé a la central por la emisora de la furgoneta. Mi jefe es un fanático de lo “vintage” y odia los teléfonos móviles:

– “Pájaro quince”, “Pájaro quince” para central.

– Adelante central para “Pájaro quince” ¿Qué pasa, Cuerdas?

– Estoy revisando la comanda de hoy. ¿Está todo correcto?

– ¡Sí, sí! Todo correcto, ¿por qué lo dices?

– Por nada, por nada. Me parece un poco extremo, la verdad.

– Llamamos esta tarde a la casa para corroborarlo, la mamá cambió un montón de cosas pero todo está correcto.

Asentí mientras oía, las modificaciones hasta el último momento eran muy habituales en el negocio. No obstante volví a insistir.

– ¿Seguro?

– Sí, seguro. Adelante y disfrutad del servicio.

– Cambio y corto.

Las órdenes de trabajo, además de los datos típicos como el nombre y la dirección especificaban lo que se podía y lo que no se podía hacer mediante un sencillo cuestionario tipo test con tres posibles respuestas: “sí”, “no” o “indiferente”. Recuerdo que aquella en particular la revisé varias veces.

– ¿Qué pasa? – me dijo el Richi - ¿Algún problema?

– No. Es sólo que no me parece normal.

– ¿Normal? ¿A qué te refieres?

– Pues pase que unos papás le regalen uno de nuestros especiales a una chiquilla el día de su quince cumpleaños pero…

– Ni que fuese la primera vez...

– Pero es que lo han marcado prácticamente a todo que sí.

– ¿Qué?

– ¿Todo que sí? – Dijo el Palo, el hombre con menos palabras que he conocido en mi vida, puede estar días enteros sin pronunciar una sílaba.

– Todo.

– ¿A ver, déjame ver? – apuntó el Richi arrebatándome el papel.

Mientras lo leía iba asintiendo con la cabeza.

– Madre mía. Hay cosas que ni siquiera recordaba que no fuesen delito. ¿Qué hacemos?

– Pues… cumplir con nuestro trabajo – contesté no muy convencido -. Nos lo follamos todo, ¿recuerdas?

– ¡Cómo no!

– Vamos para allá.

– Sobre todo silencio absoluto.

Tuvimos que esperar un rato antes de que cambiase el día. No era cuestión de impacientarse y cometer un delito por unos minutos. Disponíamos de los planos de la casa aunque no eran necesarios, el barrio se componía de un centenar de casas gemelas y no era la primera vez que trabajábamos en una de ellas.

Tras colocarnos las capuchas, como era preceptivo, forzamos la cerradura de la puerta trasera y rezamos para que no hubiese perro en la casa. Es un aspecto que solemos preguntar una y mil veces y a la gente se le olvida con facilidad. Hubo suerte. Enseguida nos dimos cuenta de que la mujer estaba en la ducha. Yo me ocuparía de ella y los otros dos del marido. En cuanto ella salió al pasillo envuelta en una toalla la ataqué por detrás y el cloroformo hizo el resto. Me recreé la vista en sus enormes tetas, ligeramente caídas pero todavía más que deseables. Ya estaba colocándola en el suelo del salón cuando llegaron mis compinches con su media naranja.

Enseguida vi que el tipo tenía el pómulo amoratado y un pijama horroroso a cuadros.

– ¿Le has pegado? – le dije al Richi en voz muy baja.

– Es por darle un poco de realismo a la cosa.

– Vale, vale – dije meneando la cabeza. Sabía cuánto le gustaba al más joven de los tres utilizar sus puños -. Gracias a Dios tenemos un buen seguro.

Lo crean o no inmovilizar personas con cuerdas no es sencillo, es un arte en sí mismo y el Cuerdas, o sea yo, el mejor artista de la ciudad. Hacía casi cuatros años que los tres formamos equipo. Cada uno tenemos nuestras especialidades y la mía, además de coordinarlo todo como trabajador más veterano, es sin duda el Shibari. Para quien no lo sepa y resumiendo: atar personas. De ahí deriva mi apodo, el Cuerdas; como ven no nos devanamos mucho los sesos buscando nombres en clave.

Es alucinante lo que se puede llegar a hacer con una cuerda, es posible crea auténticas esculturas humanas, forzando los músculos de los sometidos de manera extrema y dolorosa.

Dejamos a la pareja durmiente en el salón y subimos por las escaleras. Nos colocamos las gafas de visión nocturna, miramos dentro de la habitación requerida, vimos a la chica durmiendo a pierna suelta… e hice la señal de abortar la misión.

Nos reunimos de nuevo en la planta baja. El Richi estaba enojado.

– ¿Qué cojones te pasa? ¡Está buenísima!

Entendía su nerviosismo. Nuestros últimos trabajos no habían sido bellezones que digamos.

– ¿Pero no la has visto? ¡Si es una cría! – Dije preocupado.

– ¿Y qué? ¡Eso díselo a ellos, joder! – Susurró señalando a los papás de la criatura.

– Tiene buenas tetas – Apunto el Palo acertadamente.

– Sí, eso es cierto. Ya me he dado cuenta de que tiene una buena delantera y eso que estaba medio encogida. Pero tiene una cara de niña que te cagas y un culito plano, apenas tiene curvas y esas piernecitas largas… esa boquita entreabierta… ese pelo negro, largo y alborotado…

Mientras hablaba yo mismo caí en la cuenta de lo obvio: la chiquilla era un cañón. Fui el primero en subir las escaleras de dos en dos, no me avergüenza reconocerlo. Entramos sigilosamente en la habitación. La pobre no se enteró de nada. Gracias al éter siguió con su plácido sueño, aunque entre los fornidos brazos de El Palo en lugar de sobre sus sábanas de alegres colores.

Cuando llegamos de nuevo a la parte baja de la casa, el rubio polaco llamado Richi no pudo evitar un silbido de exclamación.

– ¡Joder, qué potrilla!

– ¡Pssss! Silencio – le dije muy enfadado.

– ¿Pero es que no la ves cómo está?

– ¡Si, ya lo veo! Pero ahora tenemos tajo.

– Tiene buenas tetas.

A El Palo le bastó con un brazo para sujetar a la chica en el aire. Utilizó la otra mano para meterla por debajo del pijamita de tirantes y sobarle los pechos a la lolita. Lo hizo de manera exhaustiva, para nada delicada.

– ¿A ver? – Dijo el Richi uniéndose a la tarea a dos manos.

Tengo que reconocer que verles estrujar aquellas voluptuosidades bajo la ropa me turbó... y mucho.

– Venga, ya vale. Dejad eso para luego, tenemos toda la noche. Hay que prepararlo todo.

– Están duras como piedras, ¡tócalas!

– ¡Que no!

– Venga… que sabemos cuánto te gusta la carnaza tierna, viejo verde.

– ¡Gilipollas! ¿A quién llamas viejo? Sólo tengo treinta y cinco.

Pero qué quieren que les diga, la carne es débil, si exceptuamos claro está los senos de aquella criatura. Que me caiga muerto aquí mismo si no eran las tetas más duras que he tocado en mi puta vida. En este negocio se encuentra uno con mucha silicona, incluso a los quince, créanme, y se agradece de vez en cuando encontrarte con aquellas redondeces naturales y pétreas.

– Sí… tiene unas buenas tetas la jodida, ha salido a la madre. Pero dejad de sobarla que le vais a romper el pijama antes de tiempo. Es muy fino y esos tirantes poco más gruesos que un hilo no creo que resistan mucho estiramiento.

– ¡Y además tiene el coñito con un poquito de pelo, como a ti te gusta!

Tan absorto estaba concentrado en la delantera de la muchacha que no me había dado cuenta de que el rubio navegaba con los dedos en su entrepierna.

– ¡Ya está bien! Cada uno a lo suyo. – Ordené en un arrebato de cordura.

– Vale, vale.

Tras un viaje relámpago a la furgoneta volvimos con todo lo necesario. Yo comencé a colocar los cuerpos sobre el suelo de parqué. Cuando llegué a la niña no pude evitarlo. Miré por debajo del pantalón lila y efectivamente comprobé que lo que mi compañero me había dicho era totalmente cierto: la jovencita tenía el sexo bien depilado aunque no rasurado completamente. Conservaba un pequeño mostacho sobre su monte de Venus. Me quedé embobado viéndolo. Los pelitos eran morenos, y rizados, acordes con la tonalidad de la melena de la chica, tal y como a mí me gusta. Odio las chicas teñidas en las que el color del vello púbico no se corresponde con el del resto del cabello.

El Palo carraspeó y el rubio comenzó a reírse.

– ¡Cabrones! – dije también intentando contener la risa al verme descubierto.- ¡A trabajar!

Mientras yo extendía la cuerda ellos iban colocando los trípodes para las cámaras. Esa era tarea del Richi, experto operador de vídeo. El que la violación fuese grabada era una de las especificaciones de los papás. Supongo que hay gente que le gusta revivir esas cosas.

No me compliqué en exceso, las inmovilizaciones a tres tienen demasiadas variantes. Se hacen de manera que cuando uno de los atados mueve una extremidad aprieta la ligadura de su compañero y viceversa. Les cuesta un rato asumirlo pero pronto comprenden que es mejor quedarse quieto y aguantar lo que venga. Aun tiene que amanecer el día en el que se me haya escapado alguna presa.


– Bonito. – Dijo el Palo en tono grave.

– Gracias.- Sabía que, viniendo de él, era todo un cumplido.

Lo cierto es que me quedó tremendamente estético, los tres ataditos en el suelo boca abajo, con las manos unidas entre sí y las piernas dobladas y abiertas. Dejé el camino hacia sus traseros totalmente diáfano a posta. Esa era la idea para el primer acto: darles por el culo a los tres hasta sacarles la polla por la boca.

El Richi fue a la cocina y enseguida volvió con un enorme barreño de agua. Es nuestro método preferido para despertar a las víctimas. Hay quien prefiere la química pero, qué quieren que les diga,… nuestra manera es mucho más divertida.

– ¡He puesto todo el hielo del congelador! – Me susurró el rubio muy ufano.

– Cojonudo.

– ¿La tiro? – dijo el Palo alzando el agua.

– ¡No! – dije al recordar el detalle más importante -. Falta esto.

– ¡Las mordazas! ¡Joder, por poco la cagamos!

– Tranquilo, para eso estoy yo… para pensar por vosotros.

– Memo.

– Idiota.

Cada uno nos colocamos detrás de nuestra víctima asignada. Richi accionó a distancia las cámaras de vídeo no sin antes desnudarnos por completo, a excepción de la máscara con el logo de la empresa: el “merchandaisin” ante todo, como dice mi jefe en su rústico inglés. Cuando los tres estuvimos listos el negro comenzó a verter el líquido elemento sobre las cabezas de los sometidos y estos volvieron a la vida.

Me encantan esos momentos iniciales, esos segundos de total desconcierto que suceden al sopor. Esos instantes en el que las víctimas de la violación van asimilando su situación… y lo que les va a suceder. Pero lo que realmente me pone cachondo sobre todo el resto de cosas son sus caras… sus caras de miedo, de terror, de pánico extremo…

Es algo difícilmente explicable con palabras.

Pruébenlo alguna vez si no me creen. Violen una vez a alguien y no podrán dejar de hacerlo.

Después viene el intento de liberarse y ese también me gusta. Es el momento en el que sé si he hecho un buen trabajo o no. Dejar marcas es algo inevitable pero si el Shibari se realiza bien son apenas perceptibles uno o dos días después del sometimiento. Hay momentos de lucha intensa, de resistencia a lo inevitable que dura unos minutos hasta que todo vuelve a la calma.

Aquella noche todo iba conforme a lo esperado, era normal que la chica no se estuviera quieta ni un momento, pensé que probablemente no sospecharía que sus papás fuesen capaces de hacerle una cosa así. Lo que ya no era tan común fue lo que ocurrió cuando los progenitores se fijaron en la quinceañera. Comenzaron menear la cabeza como si quisiesen decirnos algo pero las pelotas de goma que tenían insertas en la boca se lo impedían. No le dimos más importancia, hay cómplices que a veces sobreactúan intentando que la cosa tenga más realismo. El resultado a veces resulta grotesco pero ese no es nuestro problema.

Comenzamos a deambular entre ellos, frotando nuestros penes. Richi fue el más impetuoso, arrodillándose junto a la joven y golpeándole la cara con su falo.

Yo fui el primero en actuar y mi víctima asignada la mujer adulta. El Palo se bastó para asegurarse de que los otros dos miembros de la familia lo viesen todo en primera fila moviéndoles la cara hacia la mamá y el Richi, cámara en ristre, buscó el mejor ángulo de enfoque.

La tía, al estar desnuda y húmeda por la ducha me facilitó la tarea. Aun así no quise arriesgarme: prácticamente utilicé medio tubo de lubricante entre su orto y mi falo. Es una vaselina estupenda, comercializada por nuestra compañía y que se vende por nuestra tienda online tremendamente bien.

Una vez aceitada sólo tuve que acercar mi herramienta a su orto, apretar para consumar la sodomización y darle fuerte, tan sencillo como suena.

En cuanto reviento un trasero me doy cuenta de que su propietario es o no es un pasivo practicante. Y con respecto al de aquella señora puedo decirles, sin temor a equivocarme, que por su culo han pasado más vergas que por el de muchas profesionales. Mi cipote no es el del Palo, ya me gustaría, pero es grande y sobre todo grueso, algo para nada compatible con un orto poco habituado a la monta. Mi herramienta desapareció como por arte de magia entre aquella carnes todavía turgentes. Mientras la penetraba a buen ritmo miré a su hija; la chiquilla era bellísima, de eso ya me había percatado, pero lo era aún más con esos ojos abiertos de par en par, verdes como la albahaca. Era la viva imagen del terror más puro y pese a ello era guapísima. Me hubiese gustado hacerla sufrir un poco más diciéndole que pronto iba a ser ella la sodomizada pero me contuve. Solemos vejar a nuestras víctimas tanto física como verbalmente pero no fue el caso aquella noche: nuestras acciones debían realizarse de la manera más silenciosa posible. Sólo hablamos lo estrictamente necesario y siempre en susurros.

La mujer seguía renegando y resistiéndose, cosa que me proporcionó más placer en el falo. Fui especialmente desagradable con ella. Recuerdo que pensé de ella que era una hipócrita, no había por qué alterarse tanto si al fin y al cabo eran ella y su marido los que habían orquestado todo aquello. Como me molestaba que siquiera meneando la cabeza, fui premeditadamente rudo con su culo. La violé en silencio… pero con muchas ganas y lo hice de forma que tanto su marido como su hija y las cámaras no se perdiesen detalle de mis prácticas sodomitas.

Llegado a este punto aclarar que somos violadores, no putos. No buscamos el orgasmo de las víctimas ni su placer sino el nuestro, tal y como lo haría un abusador en la vida real. Eso es lo que excita a la gente, ahí está la gracia del negocio. Aguanté cuanto pude y dejé de montarla justo a tiempo. El semen lo guardábamos para la lolita tal y como especificaba el pedido: había que bañarla en semen… y en otros fluidos. Al desmontarla, su ojete permaneció dilatado lo suficiente como para permitirme acercarme a mi bolsa, sacar un dildo anal e insertárselo hasta la empuñadura. El trasero de la señora quedó decorado con un circulito de plástico negro… con el inevitable logotipo de mi empresa. El Richi se encargó de inmortalizar el momento con la cámara. Satisfecho por el deber cumplido me incorporé junto a ella, tras lo cual utilicé mi pie para mantener el dichoso consolador bien adentro mientras la mujer seguía con sus espasmos en el suelo.

El momento de el Palo había llegado… y el del papá de la criatura.

Yo me preguntaba exactamente cómo lo haría. Iba a destrozarle el culo al hombre, eso lo tenía meridianamente claro, pero la incógnita estaba en los preliminares. Mi colega no es un dechado de imaginación, el virtuosismo lo tiene en la entrepierna y no en el cerebro. Cuando le vi sacar el machete lo tuve claro y asentí. Me pareció una elección más que acertada.

El tipo lo intentó, qué duda cabe, pero su resistencia resultó inútil… y peligrosa. El Palo maneja los cuchillos como nadie, es un experto en rozar la piel de las víctimas con ellos hasta el límite. De vez en cuando se produce algún rasguño pero nada grave: es algo inevitable y que queda perfectamente explicado en la letra pequeña del contrato: apartado siete, párrafo tres.

Creí que al tipo le daba algo cuando sintió el enorme cuchillo en el trasero. Por si quedaba alguna duda mi colega se lo puso delante de las narices y produjo el efecto sedante acostumbrado. La familia al completo quedó petrificada ante el brillo del acero.

Al tiempo de que el machete rasgaba la ropa del dueño de la casa sin romper mi cuerda, desde el tobillo hasta el cuello, la niña no dejó de llorar. Bueno, de hecho y para ser sinceros, creo que lloraba desde hacía un buen rato pero es que yo estoy tan acostumbrado a esas cosas que ya no me afectan: para mí es como un día más en la oficina. Pero es que, pese a la mordaza, la chiquita dio tal aullido al ver el tamaño del falo de mi amigo en pleno apogeo penetrando el culo de su papá que sinceramente me sorprendió tanto afecto desmedido. Luego comprendí el motivo, su padre le apretaba tanto la mano intentando así mitigar su terror que se la estaba destrozando a base de apretones.

Reconozco que no había considerado tal detalle y eso me enfureció conmigo mismo: había pensado que sería bonito que la niña transmitiese su sufrimiento a sus papás cuando fuese enculada pero no pensé que pudiese suceder al contrario cuando fuesen ellos los “analizados”.

El negro utilizó tubo y medio de lubricante, la mayor parte en su rabo. Ni qué decir tiene que también le engrasó el ojete, utilizando sus dedazos en forma de tornillo. El papá se retorcía como una anguila. Después lo utilizó como un consolador humano, lo ensartó como una aceituna. El tipo era un flojo, no aguantó ni siquiera la mitad de la enculada y se desmayó. Solía sucedernos muy a menudo, sobre todo al Palo. Aun así mi colega no dejó de montarlo hasta que no se dio por satisfecho. El protocolo indica que hay que detenerse en estos casos pero no estoy yo tan loco como para intentar detenerlo en plena cópula: valoro demasiado mi vida.

También se guardó su simiente para más tarde, dejando el esfínter del papá dilatado como un cráter.




Nos tomamos un receso y nos juntamos en la cocina. Vi sangre en la verga del negro y me interesé por su estado:

– ¿Es tuya?

– No.

– Ok.

Los desgarros anales también los cubría el seguro.

– Coge más agua y despierta a ese inútil. Supongo que no querrá perderse lo que vamos a hacerle a su nena.

Cuando llegamos los gritos con sordina se intensificaron, sobre todo los de la madre. Pensé que, para no querer que su hija pequeña se despertase, estaba siendo demasiado escandalosa.

Lo dispusimos todo para la enculada de la niña, colocando las cámaras de forma estratégica de forma que ni la acción propiamente dicha ni la reacción de los papás al verla no quedasen en el olvido. La empresa dispone de un servicio de postproducción digno de un estudio profesional; en él se editan vídeos que son auténticas perlas del cine porno hechas con actores amateurs.

Tomé una de las cámaras al hombro y cuando el Palo me hizo la señal de que el papá ya estaba de nuevo entre nosotros me puse a grabar.

Normalmente me encargo yo de sodomizar a las quinceañeras, por algo soy el jefe, pero aquella vez le había cedido el honor al Richi con anterioridad, aunque confieso que, al ver cómo estaba de buena la chiquilla estuve a punto de arrepentirme. Hay que saber delegar y ese chaval algún día será un buen jefe de cuadrilla.

Utilizó la variante más clásica para desnudarla: sencillamente le destrozó la ropa a base de desgarrársela con las manos. En menos que canta un gallo la pálida piel de la morenita apareció ante mi objetivo. Me centré en el culito de la chavala, tan pequeño y redondito. Pronto sería una amalgama de heces, vaselina y sangre.

No me equivoqué en mi previsión lo más mínimo. La experiencia es un grado. Se cagó nada más penetrarla, la mierda salía de su culo a diestro y siniestro. Realmente es un detalle que no nos afecta, es más, sé que al Richi le agradan ese tipo de cosas. Además, teniendo en cuenta lo que iba a suceder más tarde un poco más o un poco menos de mierda tampoco importaba demasiado. Me molestó un poco que el chaval no la lubricase lo suficiente, la muchacha no se merecía una iniciación anal tan traumática… o tal vez sí. Me estoy haciendo viejo y sensiblero, aunque me dura poco, en cuanto comienzo a follarme a gente.

Cuando el ritmo se hizo monótono dejé la cámara fija enfocando al falo entrando y saliendo de aquel pequeño ano “defecante” para centrarme con la mía en la reacción de los papás y ciertamente me sorprendió. Les creía felices por lo que estaba sucediendo pero si era así lo disimulaban de puta madre. De hecho, cuando la mamá se percató de que yo la observaba me miró suplicante y volvió a negar con la cabeza.

– No sé por qué os alteráis tanto tú y tu marido… – le dije algo molesto por sus continuos gestos al oído -. Al fin y al cabo esto es cosa vuestra…

Volvió a negar repetidamente.

Respiré de manera profunda, intentando no perder la calma: ya estaba aquí el temido “arrepentimiento”. Ocurre en casos como aquel en el que víctima e instigador coinciden durante el acto. Mentiría si dijese que no pensé en hacer una pausa y preguntarle el motivo de su actitud pero eso suponía tres cosas: la primera, abortar la operación; la segunda, empañar mi inmaculado historial de cien por cien violaciones consumadas y tercera, y más importante: la niña me atraía, encarnaba todo lo que yo deseaba en una hembra adolescente y quería tirármela a toda costa.

No tengo por qué negarlo.

– ¡Para! – dijo el Palo.

Una vez más el negro habló en el momento justo. El Richi se estaba emocionando demasiado, podía eyacular antes de tiempo. Tampoco habría supuesto mucho problema, ese muchacho es una fuente de esperma inagotable.

Intercambiamos posiciones y procedí a encular a la muchacha. Su trasero no me decepcionó en absoluto, era toda una delicia meter el cipote por ese agujerito. El Richi ya me lo había dejado dilatado y listo para el tamaño de mí falo.

Como no teníamos prisa nos alternamos él y yo varias veces con aquel ano comprimido. Lógicamente llegó un momento que su trasero comenzó a sangrar, aunque nada grave: más sangre iba a llorar el día después cuando una jauría de invitados se lo rompiesen en manada. El Palo también lo intentó pero le fue imposible meter más que la punta del capullo. Se mosqueó un poco pero es el primero en comprender que, a veces, tenerla tan grande no es una ventaja, sobre todo cuando el culito a trepanar es tan estrecho como aquel. Él sabía de sobras que tendría tiempo de desquitarse con el coño de la chica, es un hombre de buen conformar y la recompensa valía la pena.

Un buen rato más tarde, una vez más nos reunimos en la cocina.

– ¡Uff! Qué culete… he estado a punto de correrme.

– Ya.

– Tenemos que pensar en ir desatándolos. La postura es muy forzada y puede que se les paralicen las manos.

– Eso tú sabrás.

– Sentamos a los papás en la silla y nos centramos en la chica.

– ¿Harás que se la chupe al padre?

– No. Eso supone quitarle la mordaza a la chica… podría gritar…

– Usaremos las pistolas. – Dijo el Palo muy serio.

Tras sopesar las opciones asentí. Las pistolas de juguete siempre dan mucho juego.

– ¡Hagámoslo!

Desatar cuerpos es tanto o más complejo que atarlos, hay que hacerlo con mucho cuidado porque la piel se sensibiliza con la cuerda y se rasga fácilmente, como si fuese papel de fumar. La víctima cree que, en cuanto está liberado de soga es fácil correr en busca ayuda pero es imposible moverse, al menos hasta pasados unos minutos. Decidí inmovilizar a los padres con las esposas, eso les permitiría que el flujo sanguíneo fuese poco a poco retornando a las extremidades minimizando algo el dolor. Estar atado duele, lo sé; para aprender Shibari como Dios manda hay que experimentarlo primero… y mucho.

Esperé pacientemente a que la niña comenzara a desperezarse, no le quité la mordaza antes de tiempo por razones obvias. Fue entonces, cuando sacamos las pistolas, el momento en el que aquello se convirtió en un coro de sollozos amortiguados por bolitas rojas. Mis colegas apuntaron directamente a la sien de los progenitores y yo me acerqué a la chica para susurrarle en la oreja.

– Chúpasela a papi… o le pegaré un tiro.

La chica no reaccionó hasta que las pistolas martillearon el percutor. A partir de ahí todo fue sencillo. Ella asintió con avidez.

– Eso es. Buena chica. Pero te advierto, si dices una sola palabra o intentas gritar haremos una carnicería, ¿comprendes?

La cabecita volvió a ir de arriba hacia abajo.

La ayudé a colocarse en posición con su rostro a escasos centímetros del falo paterno. El hombre, en lugar de recrearse la vista tenía los ojos cerrados. Tampoco la mamá miraba cosa que me seguía extrañando, pero decidí no volver a preocuparme por ellos. Sólo la chiquilla importaba, cada vez me excitaba más viéndola padecer.

Arrodillada y con las manos atadas a la espalda buscó el pene con sus labios, le costó atraparlo. El tío no estaba empalmado ni mucho menos. Otro detalle que no debí pasar por alto, pero estaba entretenido mirando a la chavala meterse el pito de su papi hasta que su naricita se encontró con el vientre del macho, que no tenía ojos para otra cosa. Era realmente excitante ver a padre e hija tan compenetrados. Había mucho amor en aquella mamada.

Conforme la chica hacía magia con la boca la verga que le dio la vida fue saliendo de su letargo. No era grande, ni mucho menos, más bien canija aunque reconozco que compararla con las nuestras no es del todo justo.

Pese a los intentos de la adolescente, quizás debido a su nerviosismo o inexperiencia la felación dejaba mucho que desear. Se la metía un par de veces con soltura pero luego dejaba de chuparla, con algún amago de arcada o falta de aire. Decidí motivarla y no hay mayor motivación que tener un cañón de pistola metido por el culo, aunque fuese de fogueo. Cuando lo alojé en su recto todo mejoró sustancialmente: el ritmo, la profundidad, la predisposición… todo…


Al verla, estuve seguro de que la niña sería una estupenda mamadora, aunque todavía no hubiese desarrollado sus habilidades. Prueba de ello que se quedó con la boca abierta cuando tiré ligeramente de su cabello, sólo quería que calentase la verga paterna no que se bebiese su jugo antes de tiempo.

La amordacé de nuevo con la bola y la tiré sobre el piso, no quería dejar cabos sueltos, ni que la chica, presa de pánico, se pusiese a barritar como un elefante. Ninguno de los presentes se sorprendió cuando la abrí de patas, señalé su coño y después el pito de su padre. Fue entonces cuando la mamá se puso realmente histérica, se movía frenética sobre la silla y esta martilleaba el suelo sin cesar, tanto que hasta el Richi tuvo que darle unos toques en la cabeza con el arma. Ahí estuvo acertado el muchacho.

Después, como siempre que obligamos a las víctimas a tener sexo entre sí. Le solté las esposas al tipo de manera temporal, solamente para levantarlo y volver a inmovilizarlo de nuevo con las manos a la espalda, le agarre del cabello, le tiré sobre ella, le agarré el capullo, lo coloqué en la puerta del paraíso y acerándome a su oreja, utilizando un tono seco, le susurré de forma que la chica pudiese escucharme:

– ¡Fóllatela o le salto la tapa de los sesos!

Ni aun así el tipo se le veía dispuesto a actuar. Obviamente no era tonto, sabía que las armas no eran reales. El truquito podía funcionar con la lolita pero no con un adulto que conocía nuestra reputación. No obstante tenemos una técnica infalible para estos casos y la utilicé, pese a que no me gusta una mierda

Colocándome sobre él, le ensarté mi cipote de nuevo y le reventé el culo tan fuerte que no pudo evitar penetrar a su niña. Castigué su falta de apetito sexual ante una chica tan bella fustigándolo con severidad, aunque teniendo cuidado para no chafar a la criatura. Había que ser un auténtico imbécil para no aprovecharse de la situación que le habíamos brindado y disfrutar de los favores de tan sublime criatura. La postura me permitió examinar ese rostro aniñado y ver mi capucha reflejada esos ojos verdes, inyectados en sangre, bañados en llanto, cuyo fulgor me acompañará toda mi vida. Fue algo mágico.

Poco a poco la naturaleza hizo su trabajo, sentí que el papá ponía de su parte y cómo al poco rato eyaculaba en el vientre de su niña. Le di unos toquecitos en la espalda cuando saqué mi verga de su trasero, aunque a disgusto en tipo aquel hizo un buen trabajo con la cría. El Palo tuvo que ayudarme a sentarlo de nuevo, estaba totalmente destrozado por lo que había hecho. Al mirar la entrepierna de la chica adiviné el motivo: estaba teñido de sangre, la chica era virgen. Bueno, obviamente ya no.

Recuerdo que el Palo yo cruzamos la mirada. Le conozco demasiado para saber que él también intuía que algo ni iba bien. Había que ser un verdadero hijo de la gran puta para iniciar a una hija de aquel modo, y aquel matrimonio no tenían aspecto de ser malas personas. De no ser porque el Richi se adelantó a mis pensamientos y comenzó a follarse a la niña como un loco compulsivo probablemente habría abortado la misión. Siempre me quedará esa duda.

Mientras que mi joven amigo se daba un homenaje a costa de aquella entrepierna primeriza hice señas a el Palo; era el momento de preparar el número final. Colocamos la mesa del salón en el centro de la estancia de manera que los papás de la vejada tuviesen una butaca de primera fila para ver lo que íbamos a hacerle a su chica: ni más ni menos lo que ellos nos habían pedido. Teóricamente la sucesión de prácticas extremas que vino después era lo que deseaban para iniciar a su primogénita. Nosotros sólo cumplíamos su deseo.

Richi terminó dentro y su simiente se fundió con la del papá de la muchacha. Después la colocamos boca arriba sobre la mesa. Era un peso muerto la pobre, estaba totalmente destrozada. Saqué de mi bolsa la cinta americana, el rollo de goma y los alicates. Realmente estos últimos no son de mucha utilidad pero acojonan un montón.

El Shibari es algo muy bello, me considero un enamorado del mismo y un fan empedernido pero a veces es poco práctico y hay que dejar paso a lo moderno. Además, la cinta americana lleva el logo de la empresa y de ese tipo de publicidad encubierta es en parte lo que nos da de comer. Así que utilice el adhesivo uniendo las muñecas de la chica con sus respectivos tobillos. De este modo ella permanecía completamente abierta de piernas e inmovilizada de nuevo, a merced de nuestra lujuria. Utilicé los alicates para hacer ruido y captar así la atención de los padres, cosa que logré al agarrar una de sus turbadoras tetas amenazando uno de sus pezones con la mandíbula metálica.

Que nadie se ponga nervioso, sólo tiré levemente de los bultitos oscuros. Prácticamente fue una caricia en comparación con el resto de cosas que le hicimos a aquella chica esa noche. Les aseguro que si hubiese llevado aritos o piercings ella lo hubiese pasado peor. Suelo ensañarme con esas cosas, no me gustan absolutamente nada y menos en las niñas: manías que tiene uno.

Lo que sí que utilicé con sus tetas fue la goma, las estrangulé hasta fueron poco a poco adquiriendo un tono rosado intenso, sin llegar al morado que lleva implícito la liberación del torniquete. Aquello debía dolerle pero no demasiado, es más un efecto de cara a la galería. Al menos eso dice el manual, escrito por un hombre que , por supuesto, no debe tener ni puta idea de si realmente duele o no semejante tratamiento.

Lo que sí que puedo asegurar que le dolió a la ninfa fue el cipote de El Palo entrando por su vagina. Parecía que una corriente eléctrica le atravesase el cuerpo cada vez que mi colega hacía una intentona más profunda, y parecía que iban a salírsele los ojos de las cuencas de tanto gritar en vano. No la culpo, sentir eso entrando en ti debe ser una experiencia difícil de asimilar. El vientre se le hinchaba como un globo cada vez que era penetrada. No obstante, el Palo ante todo es un auténtico profesional, lleva a sus víctimas hasta el límite, para eso le pagan una fortuna, pero es muy consciente del peligro que tiene el arma que aloja entre sus piernas y más en una chiquita tan inexperta como aquella. Fue contundente, como marcan los cánones de una violación pero no se excedió como otras veces. Le he visto cometer verdaderas masacres con su barra de ébano. El culo sangrante del papá de la niña es un buen ejemplo de lo que digo. Les aseguro que al tipo le tuvieron que dar varios puntos de sutura cuando todo aquello concluyó.

Pese a su aspecto imponente mi colega es un buen tío. Sé que huye de las vírgenes como alma que lleva al diablo a pesar de son muchas, inconscientes descerebradas, las que quieren que les rasgue el himen con su mítico elemento. Ha rechazado verdaderas fortunas de papás que quieren complacer a sus caprichosas hijas de ese modo, pueden creerme.

El negro le retorció los pezones a la niña, para darles golpecitos después. Parecían pequeñas pirámides puntiagudas, oprimidas con la goma. Después se las agarró con fuerza, señal de que el final estaba cerca. Me sorprendió gratamente la variación en su rutina a la hora de eyacular. Suele ser un fan de hacerlo en las caras de las violentadas pero, por una vez, y sin que sirva de precedente, eligió la de los papás. Reconozco que eso me encantó.

Si follando el Palo es un espectáculo a la hora de correrse es una auténtica maravilla. De ese churro negro sale baba por doquier. Con una mano tiró del cabello del padre para colocarlo en posición para regalarle una andanada de lefa que se estrelló en su cara de manera violenta. Con la madre hizo algo similar con la variante de que después de hacérselo le extendió el esperma por el rostro y por las tetas. Si de verdad es bueno para la piel como dicen les aseguro que aquella señora no va a tener una arruga en su puta vida.

Por si alguien se lo pregunta tenemos terminantemente prohibido eyacular en la boca de la gente que violamos si no llevan colocada la mordaza de castigo adecuada. Y no es por ellos, sino por nosotros: antes de imponer esa norma no era raro que más de uno nos llevásemos un mordisco de propina en la polla y eso sí que duele, hablo por propia experiencia.

Otro momento álgido de la noche fue justo después, cuando saqué el cirio blanco, cómo no adornado con el logotipo de la empresa. Ya no perdí el tiempo mirando a los padres. Sus lamentos ahogados por las mordazas eran tan monótonos y aburridos que ya no me proporcionaban aliciente alguno. En cambio la muchacha… la muchacha era todo un espectáculo, tan delicada, tan indefensa..., tan bella.




Cuando ya creía yo que no podía estar más aterrada hacía algo que me demostraba lo equivocado que estaba. Al ver la enorme vela sencillamente se meó de miedo. Supongo que creía que iba a ensartarla con semejante monstruo de cera y no pudo contener su vejiga. También a mí me entraron ganas de orinar pero me contuve: todavía no era el momento.

Tuve la precaución de no encender la vela hasta que estuve sobre la mesa. Algunos colegas han provocado algún conato de incendio haciendo ese numerito. La chica se retorcía como una anguila cuando vio las gotas de cera a punto de caer sobre sus doloridas tetas, intentaba escapar de la mesa pero el negro se lo impidió. De su coñito volvió a emerger un pequeño chorro de pipí que cayó en parte sobre ella misma. La niña sólo se calmó cuando sintió las primeras salpicaduras en la piel, comprobando de ese modo que aquel terrible suplicio no era tal. Habré realizado el mismo numerito varios centenares de veces y sé perfectamente cómo hacerlo de forma dolorosa o prácticamente inocua. Basta con darle tiempo a la cera para enfriarse y esto se consigue dándole mayor o menor altura. También hay que tener cuidado con no concentrar las gotas en un mismo punto y evitar zonas especialmente sensibles.

Así que como les digo, las primeras ráfagas de lava blanca cayendo sobre su piel no le causaron a la lolita dolor alguno, no más que unos leves pellizcos. Ese era mi plan… que bajase la guardia.

¿Qué quieren que les diga, que me arrepiento de haber traspasado el límite dejando aquella distancia en apenas unos centímetros? En absoluto. Estaba tan hermosa cuando sufría, cuando se contorsionaba inútilmente intentando evitar el castigo, cuando pedía clemencia con sus ojazos verdes, cuando se orinaba encima de puro miedo que acerqué el cirio hasta casi tocar su piel con él, rellené su ombligo de cera, cosa que también hice con sus pezones y sellé su coñito con parafina blanca mezclada con orín.

La chiquilla tuvo suerte de que las velas de ahora no eran como las de antaño… aquellas, además de provocar dolor, dejaban marcas que tardaban varias semanas en desaparecer. Las actuales no dejan señal alguna de la tortura apenas transcurridas un par de horas, pero duelen… vaya si duelen…

Cuando le metí la polla y le limpié el coño de lacre creo que incluso me lo agradeció, quizás pensó que mientras me la follaba sobre la mesa y frente a sus papás no podría castigarla de otra manera más cruel. Y una vez más… se equivocó. Todavía faltaba el número final.

Pensé sinceramente que estaba tan superada por los acontecimientos que, hasta que la mierda del Richi no le cayó por la cara no fue consciente de lo que le estaba pasando. Solo entonces comprendió por qué el muchacho se había colocado en cuclillas sobre ella. Después, ayudado por el Palo le extendieron las heces por la cara y el cuerpo, cubriendo su piel suave y pálida del consiguiente tono marrón. Yo estaba ocupado por otros menesteres, intentaba aguantar la corrida hasta que la apretura de su vagina me lo hizo imposible. Se lo di todo y todo lo adentro que me fue posible, se lo juro por mis hijas.

Cuando recuperé el resuello me uní a mis colegas meando sobre la niña. Fue entonces, cuando la orina arrastraba los otros restos hacia el suelo cuando escuchamos unos aplausos y silbidos.

– ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Ha sido una auténtica pasada!¡Fiuuuu! – dijo una voz femenina y juvenil.

Tan enfrascados estábamos en lo nuestro que ninguno de los tres nos habíamos dado cuenta de que teníamos una espectadora de más. Antes de girar la cabeza me temí lo peor, que la hija pequeña se había despertado y nos había descubierto en plena orgía. Pero cuando vi a la otra chica, con esos enormes botijos de silicona, esa melena teñida de rubio platino y todo el rostro repleto de piercings comprendí al instante que habíamos cometido un error… un tremendo error.

Habíamos violado a la hija equivocada.

Nos quitamos las capuchas, mirándonos los unos a los otros embobados. Ninguno de los tres comprendíamos nada. Sólo acerté a acercarme a los padres y liberarlos de las mordazas.

– ¡Esa… esa no es! ¡Esa no es! ¡Esa no es...! – gimoteaba la mamá sin cesar.

– ¡Hijos de puta! – gritó el padre con renovados bríos -. ¡Animales! ¡Sois unos animales!

– ¡Sólo tiene doce años… es… es una niña! – Sollozó la madre.

– ¡Os voy a denunciar! ¡Vais a ir los tres a la puta cárcel! ¡Pederastas! Os voy a hundir a vosotros y a vuestra puta empresa… ¡Soy abogado!



El negro limpiaba a la niña lo mejor que podía mientras se refugiaba en los brazos de su madre. Mientras el Richi y yo repasamos los papeles muy nerviosos.

– ¿Pero qué narices ha pasado?

– ¡Y yo qué sé!

– La casa coincide, todo está bien.

– Piso de arriba… primera habitación de la derecha…

– ¡De la izquierda! – Gritó el padre poniéndose de pie en actitud amenazante.

– Por favor señor, no se altere…

– ¿Qué no me altere? ¿Qué no me altere? ¿Acabáis de hacerle a mi niña todas esas… atrocidades y me dices que no me altere? ¡Doce años! ¡Doce años cumplió el mes pasado! Y vosotros… vosotros… ¡Hijos de puta! ¡Me habéis obligado a violarla!

Detuve su golpe con facilidad, apenas podía moverse. En otro momento una agresión por parte del cliente o de la víctima justifica la autodefensa y podría perfectamente haberle roto la nariz pero me limité a acompañarlo a su asiento. Después me comuniqué con la central:

– “Pájaro quince”, “Pájaro quince” para central.

– Adelante central para “Pájaro quince” ¿Qué pasa, Cuerdas?

– Hemos tenido una incidencia.

– ¿De qué tipo?

– Dicen que nos hemos equivocado de víctima.

– ¡Oh, vaya!

– ¿Puedes repetirme la habitación?

– Primer piso primera puerta derecha…

– ¿Lo ve? – le dije al abogado quitándome un enorme peso de encima. La responsabilidad de lo sucedido no era nuestra, al menos no toda.

– ¡Izquierda, joder, izquierda!

Del otro lado del emisor mi compañera apuntó:

– Bueno, en efecto esa era el encargo inicial: “Primer piso, primera puerta izquierda. Sodomización extrema con plus de desgarro anal”. Por eso os lo asignamos a vosotros. Por eso y porque pidieron expresamente a el Palo para el trabajo.

Asentí al escuchar esto último, el Palo era el ideal para ese encargo. Quien sufre semejante tratamiento no puede levantarse de la cama en una semana… con suerte.

– Como observaciones silencio total y había que tener cuidado porque la chica está embarazada…

– ¿Embarazada?

– Eso es, ese era el encargo inicial pero cuando llamamos a la casa esta tarde para confirmarlo la mamá lo cambió casi todo a excepción de lo del silencio: “Primer piso, primera puerta derecha. Un completo extremo: triple violación anal, felación al padre, incesto padre-hija, penetración vaginal, torturas, coprofagia y lluvia dorada. Recuerdo que le advertí por lo del embarazo pero la mamá me dijo que eso no importaba…

– ¿La mamá?

– Sí, ¿por qué? ¿qué ha pasado?

Todos nos quedamos mirando a la señora que negaba con la cabeza.

– ¡Imposible! He… he estado de viaje todo el día.

– No, no. – Insistió mi compañera -. Ha sido la mamá, seguro. Tenía voz de mujer…

– Pero… entonces... ¿quién…?

– ¿Pero cuándo vais a entender en esta puta casa que aquí sólo se hace lo que me sale del coño? – dijo la chica de las tetas de plástico. Sólo entonces me percaté de su incipiente tripita.- He sido yo, ¿qué pasa?

– ¡Tú! – dijo su padre perplejo.

– ¡Sí, yo! ¿De verdad creías que iba a quedarme sin mi fiesta?

– Pero… no comprendo.- Apunté sin entender nada.

– Pues está muy claro, genio. Aquí los papás me tienen encerrada en casa sin salir, y lo que es peor, sin follar desde hace un mes, desde que mi niña – dijo señalándose la barriga – empezó a hacerse notar. Les jode un huevo que todo el mundo se entere de que su hijita de quince está preñada antes de su “iniciación”

Dijo con cierto retintín.

– Pero…

– Querían que el hombre elefante aquí presente me destrozara el trasero para obligarme a suspender la fiesta clandestina que me habían preparado. Además, esa es otra: invitar aquí, en casa, a mis tíos de Madrid, a cuatro desgraciados más y al jodido cura no es una iniciación… es una mierda. Me hubiese muerto de vergüenza si les presento a mis amigas un video así. Hubiera sido espantoso, se me reirían a la cara… y eso sí que no.

– Pero, ¿entonces?

– Hablé con tu jefe, papá. Ese tipo tan asqueroso y al que tú tanto odias se ofreció a montarme una orgía como dios manda. Ha preparado un fiestón en su chalet y ha invitado a un montón de gente, ha fletado autobuses y todo. ¡Va a ser genial! Dice que no voy a cerrar las piernas en una semana. Mis amigas se van a morir de envidia.

– ¿Y por qué iba a hacer ese malnacido semejante cosa? – Preguntó el padre totalmente superado por los acontecimientos.

– Es natural – dijo sonriendo perversamente mientras se acariciaba la tripita -, al fin y al cabo, es el papá de tu nieta…

– ¿Qué?

– Vino una tarde hará seis meses, justo después de haberme operado las tetas. Me castigaste también por haber falsificado tu firma para el consentimiento, ¿recuerdas? Quería vengarme de ti así que, como sé lo mucho que odias a ese viejo verde, me pareció divertido tirármelo. Me lo cepillé en tu propia cama, dejé que me hiciera de todo la persona que más odias en este mundo – dijo cruelmente, sin ningún remordimiento, mirando a los ojos de su padre -. Y todavía sigue haciéndolo, todos los jueves por la tarde…

– Los... los jueves por la tarde… los jueves por la tarde va a jugar al golf…

– Te aseguro que los únicos tres hoyos con los que juega tu jefe los jueves por la tarde los tienes delante de tus narices, papito querido…

– No… no te creo.

– Sabía que dirías algo así. Me hizo fotos, montones de fotos, fotos guarras por toda la casa. Sé muy bien que todos tus colegas del bufete las tienen porque él personalmente se ha encargado de mandárselas a tus espaldas y tú ni te has enterado.

– ¡No… no puede ser!

– Así, es papi. Todos en tu curro han visto su vieja polla metida en mi boca, en mi coño… y en mi culo.

– ¡Me… me estás mintiendo!

– ¿Seguro? ¡Mira! -Gritó la chica.

Yo no alcancé a ver la fotografía del teléfono móvil pero por la cara que puso el tipo supongo que la chica no mentía.

– ¡Y tú que no querías que se enterasen de que estaba preñada! Eres un perdedor de mierda, abogado – dijo sin parar de reír-. Y por cierto… aún hay una cosa más…

– ¡Qué!

– Me ha dicho que te diga… que estás… despedido…

Fue entonces cuando la mamá abrió la boca, bastante furiosa:

– ¿Y tu hermana? ¿Me puedes decir qué narices pinta la pobre en todo este lio que te has montado, bruja? ¿Por qué le has hecho algo semejante a la pobrecilla?

La hermana mayor abrió las manos excusándose.

– ¿Pobrecilla? ¡Ey, ey, ey! Que todo este numerito ha sido cosa suya. Yo sólo iba a cancelarlo todo y guardar fuerzas para mañana pero fue ella la que me dijo que era un desperdicio rechazar una violación profesional. Todo eso lo eligió ella. No es ni mucho la mosquita muerta que os pensáis. Se la ha chupado a medio instituto…

– ¡Mientes! ¡Zorra resentida, mientes! – gritó el padre casi esputando babas con los ojos inyectados en sangre.

– No… no miente – Siseó una vocecilla infantiloide -. Es… verdad…

Todos miramos a la lolita perplejos que seguía cobijada en los brazos de su mamá.

– Pe… pero… ¿por… por qué?

– ¿Por qué? ¡Seré una leyenda en el instituto! ¡Iniciada a los doce! ¡Por violadores profesionales! ¡Por el mismísimo Palo! ¡Y así… así de fuerte, con la mierda y todo eso! ¡Mis amigas se morirán de envidia cuando vean mi vídeo! ¡Van a alucinar!

Gritó jubilosa la niña realmente entusiasmada por lo ocurrido. Le brillaban los ojos de puro gozo.

Recuerdo que nos quedamos de piedra al escuchar semejante declaración. Aquel día nos saltamos el protocolo, no hubo fiesta post-violación, ni fotos, ni nada, pese a que la niña insistió en posar desnuda junto a nosotros. Lo recogimos todo como pudimos y nos marchamos a la central sin decir nada. Sólo el Palo me dijo algo justo cuando llegamos a la base.

– ¿Tú también tienes dos hijas, no?

– Sí.

Le interrumpí antes de que terminase la pregunta:

– Si de mayores son como esas, las mato.

– OK.

Varios años después identifiqué la dirección en el encargo, cómo olvidarla. En un primer momento pensé en derivar el trabajo para otra cuadrilla pese a que El Palo era una de las especificaciones del encargo pero al fin y al cabo se supone que somos profesionales y accedí. De nuevo meneé la cabeza al ver las opciones más extremas marcadas positivamente en la orden de trabajo. Como ahora las víctimas eran cuatro en lugar de tres decidí llevar a un componente extra en nuestro equipo, un individuo experto con un generoso cipote y unas tremendas ganas de follar.


Al abrir la puerta del cuarto de la hija pequeña casi ni la reconocí. Ya no había ni rastro de aquel angelito de cabello lacio y cuerpo de ninfa cuyo cuerpo nos había hecho vibrar años atrás. Apareció ante mí la versión aumentada de su hermana mayor, con el pelo teñido de amarillo, una cantidad de piercings tal que hubieran hecho saltar las alarmas en cualquier aeropuerto, unos desproporcionados botijos de silicona por tetas y un considerable bombo en el vientre. Hasta los labios se había operado la chiquilla que a parecían totalmente hinchados y antinaturales. Sólo seguía conservando el verde fulgor en sus ojos que se cerraron unos instantes después de que entré en la habitación, cuando simuló que dormía.

Mientras la amarraba al resto de su familia en el suelo del salón pensé lo qué opinaría acerca de la sorpresa que le tenía reservada cuando se despertase. Por primera vez en mi trayectoria profesional iba a hacer algo que el cliente no me había solicitado.

El nuevo miembro de mi equipo le olfateaba la entrepierna de la cumpleañera meneando el rabo cuando una cascada de agua helada la despertó de su letargo.





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