"CORRIDAS MATUTINAS" por Zarrio



       Así que, últimamente vas a correr sola por el bosque – dijo un boquiabierto Nacho, el padre de la pequeña María a la niñera viciosa Sveta.

Se acercaba el final del verano, estaba de vacaciones y habían salido con su esposa la noche anterior. La rubia adolescente se había vuelto a hacer cargo de su niña. Esta vez, había sido Sveta la que se había quedado a dormir en casa de la pequeña María. En realidad lo de dormir era un eufemismo.

 Lo cierto es que habían estado casi toda la velada jugando sin descanso haciendo mil y una travesuras.

Sveta se había levantado de la cama una hora después y Nacho no podía conciliar el sueño así que se encontraron los dos desayunando a las ocho de la mañana en la cocina del chalet.  Sveta daba vueltas con una cucharilla un vaso de leche y Nacho… Nacho no sabía qué demonios estaba haciendo. Mecánicamente echaba terrones de azúcar a su taza humeante. No prestaba la  más mínima atención a sus actos. La chica estaba sentada frente a él, con la mirada perdida en el remolino que formaba el fluido tras la acción de la cuchara. Llevaba puesto un albornoz rosa claro, acababa de salir de la ducha.

La holgada prenda tan solo estaba anudada por la cintura con lo que, al acercarse hacia la mesa, dejaba expuesta a la vista del afortunado Nacho la delantera de la joven.  Se le veía todo, sin necesidad de esforzarse demasiado.

       Pues sí. Lo cierto es que Katrina solía acompañarme pero últimamente no viene demasiado – comentó la chica.

Sabía perfectamente que la mirada de Nacho estaba fija en sus pechos. Precisamente eso era lo que pretendía, quería ponerlo cachondo y comprobar así si la pequeña María estaba en lo cierto con respecto al tamaño del miembro viril de su padre o simplemente era un farol de la cándida chiquilla.

       ¡El de papi es así de grande! – le dijo un día la niña al ver un par de perros en plena faena en la calle – lo vi una vez cuando entré sin avisar al baño.

En cuanto a las ausencias continuadas de su amiguita Katrina estaban más que justificadas. Desde que follaba con su padre las horas de sueño nocturnas habían menguado bastante para la otra jovencita ucraniana.  Lo cierto es que el progenitor de su amiga se había destapado como un amante bastante competente. Incluso Sveta había sugerido a Katrina el poder compartirlo pero la futura modelo de pelo largo y cuerpo escultural se había negado en redondo.  A su padre se lo tiraba ella solita, al menos de momento.

De repente, Sveta soltó la cuchara y miró fijamente a los ojos de un sorprendido y turbado Nacho.

       Estaría todo el día haciéndolo – le soltó con voz sensual sin ni siquiera pestañear, con cara de puta salida, mordisqueándose el labio inferior.

No menos de media docena de terrones de azúcar introdujo el desgraciado en su propia bebida. Tras tragar saliva dijo con un hilito de voz

       ¿Q…..qué? No… no te entiendo…

       Haciendo ejercicio, por supuesto – la joven se enderezó quitando de la vista de Nacho aquel par de juguetitos que el hombre tanto ansiaba – me encanta sentirme húmeda… sudada, quiero decir.

Nacho notó como su problema comenzaba a tener vida propia  y crecía a pasos agigantados por debajo de su pantalón de pijama.

Y no ayudó en nada que la joven comenzase a frotar con su piececito descalzo una de sus piernas. Nacho se apartó como si no le diese importancia. Sveta se levantó un poco mosqueada. El hombre la había rechazado. Eso no solía ocurrirle demasiado a menudo.  Se levantó con intención de marcharse de la cocina y cambiarse de ropa, pero antes de salir de la estancia hizo una nueva intentona, si cabe aún más descarada.

       Oye, Nacho.

       Dime Sveta – contestó él acercándose la taza de café a la boca

       Será mejor que no babees tanto cuando me mires por el escote. Si te ve tu mujer seguro que te meterás en un buen lío – dijo sonriendo  y, con cara de niña buena, continuó – si quieres algo de mí…, tan sólo tienes que pedirlo… o simplemente cogerlo.

Y tras decir esto se abrió completamente el albornoz, exhibiendo su desnudez frente a un anonadado Nacho. El hombre se atragantó con la bebida, que le salió disparada contra la mesa.

Sveta no paraba de reírse mientras se tapaba y andaba hacia el cuarto de baño para vestirse.  Oía claramente los juramentos de Nacho que intentaba arreglar el desaguisado. La niñera se dio prisa en arreglarse, no quería que su presa se liberara del anzuelo.

Zapatillas de jogging, calcetines cortos. Mallas a medio muslo, rojas, ceñidísimas a su escultural cuerpo, top del mismo color un poquito escotado, ombligo al aire y una cinta también bermellona en la frente. Estaba impresionante. Y ella lo sabía.

 

 El chico que repartía los periódicos por la mañana profería sonoros silbidos de admiración cada vez que la veía todos los días.  Solía llevar debajo  de aquellas prendas tanga y sujetador pero aquella mañana había otra cosa más importante que la comodidad a la hora de practicar atletismo. Quería saber la verdadera dimensión del pene de Nacho. Se arregló las tetas sobándose un poquito, lo justo para que sus pechos bien conformados se empitonasen bajo la fina tela.

 El hombre se puso enfermo cuando la volvió a ver entrando en la cocina. Se volvió a sentar rápidamente, intentando inútilmente  disimular su erección.

 

       ¡Bueno, me voy! Ya me despedirás de María, esa dormilona seguro que no se despierta hasta tarde – Sveta se giró, mostrando a Nacho su apretado trasero.

 

Nacho volvió a olvidarse casi hasta de respirar. Aquella prenda se incrustaba en los cachetes tan profundamente que no se veía el final. El efecto se acentuó cuando la joven se agachó para atarse los cordones de las zapatillas. A metro y medio de la nariz del papá de María, este pudo observar la perfección personificada en aquel culito dulce. Sveta ya no se anduvo con rodeos.

Era tarde. Sonia, la mujer de Nacho podía despertarse en cualquier momento.

Quería comprobar la mercancía. Y también quería irse a correr.

 

Se encaminó decidida hacia el ruborizado. Sin oposición introdujo sus manos bajo la tienda de campaña que se había formado en el pantalón de Nacho.

No le costó ningún trabajo encontrar la dura herramienta que estaba buscando. Con una mano acariciaba los cargados y peludos testículos mientras que con la otra masajeaba arriba y abajo tan precioso ariete. Sveta se mordía relamió de gusto.

 

       ¡Menuda verga tiene el tonto este! – pensó - ¡Dios da pan a quien no tiene hambre! Vaya suerte tiene la jodida Sonia… ¡Qué desperdicio!

Nacho cerró los ojos. Estaba a punto de correrse. Apenas un minuto más de aquel tratamiento hubiesen bastado para que su leche se desparramase hasta el infinito y más allá. Pero aquello no pasó. Sveta lo dejó así, a medias, completamente empalmado. No pudo articular palabra hasta pasados cinco minutos después de que la joven cerrase la puerta de la casa y se dirigiese al bosque que rodeaba la urbanización.

Sveta también se había calentado. Y mucho. Naturalmente. Aquella cosa que Nacho tenía entre las piernas no se veía todos los días. Era, sin duda, el mayor rabo que había tocado en su larga experiencia sexual. Por primera vez en su vida dudó de que su trasero fuese capaz de dilatarse tanto como para albergar una polla. Al fin y al cabo tan sólo era una adolescente.

Nacho tardó un rato en pensar con lucidez. Tenía que descargar su arma.

 Como no le gustaba demasiado masturbarse, intentó atacar a una adormecida Sonia. Esta no estaba por la labor de satisfacer a su marido.

       Si tienes ganas… - murmuró con los ojos cerrados – te la meneas un rato… te duchas… te vas a correr…  a mí déjame dormir… pesado…

El hombre no lo dudó. En un par de minutos salía de su casa vestido con un chándal bastante hortera y unas zapatillas de paseo. Intentó disimular su estado de excitación colocándose una sudadera algo gruesa pero bastante larga. Todavía era verano, así que en un par de minutos comenzó a sudar la gota gorda.  Le daba lo mismo. Sabía que a su víctima le gustaba eso… sudar.

Aunque a Nacho no le pareciese, la mañana era fresca, lo que permitió a Sveta rebajar un tanto su excitación. Correr sola también tenía ventajas, podía pensar.  Pensar en los nuevos proyectos de extorsión a varios de los más influyentes miembros de la comunidad que su padre había planeado. Personas pudientes, con influencias y dinero a los que el padre de la niñera proporcionaba juguetes de carne y hueso con los que satisfacer su lujuria. Nacho no era uno de aquellos casos. El hombre elefante tan sólo era un simple pasatiempo. Estaba harta de comer pollas a viejos verdes a los que a duras penas se les levantaba un segundo. Quería una verga de verdad y la del padre de María cumplía de sobra la mejor de sus expectativas.

Ya estaba en el sendero del bosque. Normalmente recorrer el circuito completo no le llevaba más que una hora. Apenas solía encontrarse con nadie. Tan sólo algunas mujeronas que hacían su mismo recorrido andando.  Y luego estaba la pareja gay que compartían una coqueta casita. Siempre estaban juntos. Eran un par de treintañeros  muy guapos, musculosos y amables. Zipi y Zape les llamaban las jovencitas debido al color de su pelo. Siempre la saludaban cuando se cruzaban.

       ¡Hola Sveta! ¿Tampoco está hoy la pequeña Katrina? Ya le darás recuerdos de nuestra parte…

       Desde luego.

Sveta se paró en cuanto el par de muchachos desaparecieron detrás de una curva. Dudó un instante. Aquel día tenía ganas de marcha, el jueguecito con Nacho la había puesto como una moto. Había dormido poco y estaba un poco cansada como para correr. Prefería mirar.  Se dio media vuelta y siguió un rato a los chicos. Tras un recodo del camino los perdió de vista, se habían esfumado. Pero ella sabía que no era así.



Adentrándose entre los árboles, pronto llegó a un pequeño claro. Allí estaba Zipi mamándole la verga al moreno. Sveta se ocultó, aunque no tenía por qué hacerlo.  Las dos parejas de chicos y chicas tenían una especie de acuerdo tácito. Podían mirarse entre ellas cuando follaban pero sin molestar demasiado.  También Katrina y Sveta utilizaban el mismo lugar del bosque para comerse los coñitos por las mañanas. Los maricones las miraban embelesados mientras lo hacían y se masturbaban el uno al otro amorosamente. Los hombres eran una pareja bien compenetrada. Ninguno dominaba al otro. Daban por el culo o se dejaban encular sin ningún problema. Incluso a veces solían hacerlo alternativamente. A ambos les gustaba dar y recibir. 

       ¡Qué dulce! Mira como se besan y se acarician – solía comentar Sveta.

       Es una lástima que sean maricones – respondía secamente Katrina.

La otra zorrita de pelo largo y cuerpo esbelto había intentado tirárselos pero aquellos homosexuales la habían rechazado muy amablemente.  No estaba acostumbrada a que la humillasen de ese modo.

Sveta oyó un chasquido a su espalda. No se alteró lo más mínimo. Experta en varias artes marciales, cualquiera que hubiese sido el desgraciado que intentase atacarla hubiera pasado, sin duda, un mal rato. Además sabía perfectamente quién era su agresor. Bajó tanto el ritmo de su carrera para que Nacho le alcanzase que pudiera decirse que había caminado hasta allí en lugar de correr igual que una gacela como cada mañana.  Además, el hombre era muy torpe y hasta un ciego hubiese podido verlo.

       Nacho, Nacho – pensó – no estás en forma.  A ver si te va a dar algo cuando me la metas…

No se resistió cuando una mano temblorosa y húmeda le tapó la boca.

El violador la empujó contra un árbol y le susurró al oído.

       ¡Puta asquerosa! Estoy hasta los huevos de que me pongas a cien con esos vestiditos, esas blusitas y esos pantaloncitos que tanto te gusta enseñar – Nacho estaba fuera de sí, su polla hablaba por él.

No era un acosador ni nada por el estilo pero es que Sveta… Sveta se había pasado en la cocina aquella mañana.

       ¡Jovencita! No se puede calentar a un hombre, sobarle el rabo y luego largarse de rositas – continuó – Eso lo harás con tus compañeros del instituto  pero… pero conmigo no se juega, princesa.

Sveta no intentó liberarse. Al fin y al cabo pasaba lo que tenía que pasar tarde o temprano.

       Voy a hacer exactamente lo que me dijiste, coger lo que quiero. ¿de acuerdo, putita?

Sveta asintió


       Bieeennn. –continuó Nacho sobreexcitado -  Voy al destrozarte el trasero. Y tú misma vas a abrirlo bien para que lo haga. Mas te vale que lo tengas dilatado porque si no va a dolerte… ¡Zorra!

Tras esto, con la mano libre le subió el top a la muchacha y sobó con fuerza los senos que tan gustosamente había mirado durante el desayuno.

       Voy a quitar la mano de tu boca. ¿de acuerdo? Y vas a ser una chica buena y no vas a gritar ¿verdad? Porque si lo haces, me enfadaré mucho…

Sveta volvió a asentir. No deseaba otra cosa que sentir aquel maravilloso estoque en su interior. Hubiese preferido su raja delantera pero quería que Nacho cumpliese su fantasía sexual. Al fin y al cabo, se lo había ganado.

Él se bajó los pantalones del chándal y liberó a su bestia furiosa.

Sveta no se hizo de rogar  y con dificultad deslizó bajo sus piernas el apretado mallot dejando su trasero a merced de aquel salido.  Se agarró con las dos manos a un árbol cercano,  abrió las piernas, arqueó sus caderas y giró la cabeza para mirar desafiante al desgraciado.

       Si esto es lo que deseas, a qué esperas para disfrutarlo – parecían decir sus ojos.

Nacho se contuvo un poco y quiso alargar el momento. Se arrodilló y comenzó a devorar el ojete a una agradecida Sveta. La adolescente, ya experta, sabía que toda lubricación sería poca cuando aquel pedazo de carne la atravesase. El hombre no fue precisamente delicado.  Lamió con ansia el oscuro agujero pero también se dedicó a mordisquear los glúteos firmes de la chavala. Cuando él dispuso se levantó de nuevo, y esta vez atacó el trasero de la lolita sin la menor vacilación. Sveta estiró los brazos, apoyándose firmemente en el árbol. 

Sabía que debería hacer bastante fuerza para contener la embestida del semental.

Mientras notaba como su cuerpo se abría como una flor, no pudo evitar gritar de dolor. No menos de cien penes habían atravesado aquella frontera hasta entonces, pero ninguno la había castigado de aquel modo. Lo que Nacho tenía entre sus piernas no era normal. Era sublime.

       Enhorabuena, putilla. Ya hemos llegado a la mitad del camino…

       ¿La mitad? –pensó Sveta – si estoy a punto de morirme…

Los gritos de dolor alertaron al par de maricas que dejaron de darse por el culo por un instante.  Nerviosos y alterados por aquel suceso extraño se volvieron hacia donde la otra sodomización se estaba llevando a cabo.  Pensaron que estaban abusando de su amiga pero ésta con un gesto les tranquilizó. Todo controlado. Ya habían perdido la excitación así que en un instante se transformaron de observados a observadores.  A ninguno de los dos se le pasó por alto el tremendo cipote que se estaba trajinando la rubia de ojos grises y garganta profunda.

A Sveta le fallaron las piernas, pero Nacho ya se esperaba algo parecido y la agarró con sus manos para evitar que se desacoplase de su rabo. Hasta ahora había sido bastante delicado dada la edad de su amante, pero, llegados a aquel punto…no se anduvo por las ramas.

Sveta clavó sus uñas en la corteza cuando de una seca embestida toda la picha de Nacho fue albergada en sus entrañas. Aquel sufrimiento no era humano. El hombre empujaba tan fuerte que tuvo que enroscarse al tronco para no caerse. Sus pechos se arañaron con la madera pero aquello la tenía sin cuidado. El tío la empaló. Literalmente.

Ella no aguantó la insoportable mezcla de dolor y placer y se desmayó no sin antes alcanzar uno de los mayores orgasmos de su vida.

       ¡Sveta, Sveta, despierta, cielo! – oyó una voz que la llamaba.

       Menudo bruto el tío ese…

       Te ha dado lo tuyo, lo mío y lo de este mariquita…

       ¡Cállate, jolines!

       ¿”Jolines”? ¿quién dice “jolines”? Mariquita perdido….

       Calla y dale aire a la chica…

       ¡Sveta, cielo! ¡Reacciona! – dijo el moreno golpeando ligeramente la cara de una desorientada Sveta.

       ¿Qué… qué ha pasado? – Sveta los miraba como ida.

       Pues que ese cabrón te ha puesto mirando a Pamplona a base de bien. Menuda bestia. Estabas tirada en el suelo y ni aun así se paraba. Hasta que no se ha corrido no ha dejado de follarte el trasero.

       Menudo rabo gastaba el tío…

       ¡Cállate loca!

A Sveta la terminó de despertar del todo un tremendo dolor que partía de su ano y que le recorría el resto del cuerpo.

       Te has portado, Cielo. Yo mismo no hubiese sido capaz de meterme semejante trozo de carne…

       Pues no sé por qué dices eso. Mi pene es casi tan grande como el de ese asqueroso…

       ¡Ya te gustaría, reina!

       ¡Oye! Qué no te has quejado nunca hasta ahora…

La chica cortó la tonta discusión.

       ¿Dónde está Nacho?- dijo con voz entrecortada.

       ¿Quién? – el rubio se hacia un poco el sueco -  ¡Ah!  El hombre manguera. Se ha largado y te ha dejado ahí tirada…

       ¡Si no fuese por nosotros…!

Poco a poco, Sveta se incorporó. El culo le dolía, aunque tampoco demasiado.

 Había sido una lástima perder el sentido. Le hubiese gustado estar consciente cuando el hombre eyaculó en sus intestinos su carga de esperma.

       ¿Podéis hacerme otro favor?

       Lo que quieras, princesa…

       Vosotros que tenéis experiencia… ¿podéis verme cómo me ha quedado el… el ojete?

       ¡Claro, cielo!

Tras una rápida exploración el rubio exclamó.

       ¡A ver, a ver! …Cielo, eres elástica.  O eres de goma o esto no se explica…está perfecto… lleno de leche… pero perfecto. – no pudo evitar recoger un poco de muestra y llevársela a la boca.

       ¡Cochino! – le reprendió su compañero

       ¿Qué pasa? Tranquilo, cariño – el rubio se puso serio – cielo, mira este culo, seguro que le arde a esta ricura. Creo que deberíamos hacer un esfuerzo y aliviarle el escozor…

       Pero…

       Empieza tú, rey mío.

Y diciendo esto, obligó a su compañero a arrodillarse y lamer el maltrecho agujerito.  El moreno no se había visto en otra igual en su vida. Era la primera vez que jugueteaba con un trasero femenino. Era un gay convencido… o tal vez no tanto visto el ímpetu y las ganas que ponía en la tarea encomendada.

       ¡No te lo comas todo, goloso! Deja algo para mí.

       Gracias chicos, sois fantásticos – en vedad Sveta agradecía el tratamiento que aquel par de maricones le estaban proporcionando.

Al cabo de unos minutos, su culito estaba limpio y reluciente. Sin perder el tiempo Sveta volaba a través de un atajo. Corría como el viento. Quería atrapar a su asaltante antes de que abandonase el bosque. Y así lo hizo.

Una vez consumada la teórica violación de la niñera. Nacho abandonó la escena del crimen como un zombi.  Estaba confuso. Confuso y arrepentido. No debería haberlo hecho. No sabía cómo, a partir de entonces, iba a poder mirar a la cara de la niñera de su hija. Tendría suerte si ésta no le denunciaba o, aún peor, se lo contaba a su padre. Nacho le tenía un respeto enorme a Oleg, el jefe de seguridad de la urbanización.  Seguro que le partiría las piernas en cuanto se enterase de lo que le había hecho a su precioso retoño

 

Absorto estaba en sus funestos pensamientos cuando notó que alguien le agarraba del brazo y se lo retorcía violentamente. Una punzada de dolor atravesó su hombro y le obligó a arrodillarse.

       No ha estado mal, Nacho, nada mal.

El hombre reconoció la voz de la niñera.

       Ha estado un poco feo que me abandonases sin despedirte pero no te lo tendré en cuenta…

       ¡Sveta! Perdóname… no sabía lo que hacía…no sé lo que me ha pasado…yo… yo… -intentó disculparse casi llorando.

       ¡Calla, tontito! – rió la chica - ¡Si ha sido estupendo! Menuda tranca que tienes. Solo siento que te largases antes de tiempo y no haya podido disfrutarla como dios manda. Seguro que puede dar mucho más de sí.

Liberó al hombre que la miraba arrepentido.

       Otro día será, ¿verdad Nacho?

       Bueno…

       ¡Pues claro, hombre! Ninguno queremos que Sonia se entere de esto… hay un par de testigos que nos han visto… ¿eh?

Nacho comprendió que estaba atrapado. Tampoco le molestó en exceso su nueva perspectiva. Si había que trajinarse de vez en cuando a aquella viciosa… perfecto.

Sveta no quería extorsionar a Nacho. Era un desgraciado que no tenía nada que ofrecerle. Tan solo quería poder disfrutar de aquella maravillosa verga que Dios le había dado.

Antes de separarse, la rubia le dijo:

       Mañana a la misma hora, Katrina te estará esperando en el mismo sitio. Estará encantada de que le rompas el culo como a mí. Es una puerca y no tendrás ningún problema con ella. ¡Disfruta, campeón!

Nacho alucinaba. Nada menos que Katrina. No pudo pensar en otra cosa durante el resto del día. Hasta su mujer le notó algo raro.

A la mañana siguiente a el hombre se le puso la verga como el acero cuando descubrió a la espigada lolita de pelo sedoso, apoyada en el mismo árbol que su amiga y contoneando su delicioso trasero. Las mallas blancas se ajustaban como un guante y no dejaban nada para la imaginación.

Katrina se mordió el labio cuando notó que unas manos le bajaban el pantalón. El madrugón valdría la pena. Por lo que Sveta le había contado, y su amiguita no solía mentir con aquellas cosas,  aquel iba a ser un gran, un enorme, un descomunal… día.

 








 

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