"COMPAÑERA DE PISO (1 DE 4)" por Zarrio


Capítulo 1: El comienzo de curso.


– Menuda putada. Ese tío es un capullo. Gilipollas…

– Nos ha dejado tirados...

– Y con el curso ya comenzado…

– No encontraremos a nadie que le sustituya…

– Y todo por irse con la guarra esa…

Lo cierto es que los tres chicos lo que tenían era una tremenda envidia. Cualquiera de los tres se hubiese ido a vivir con aquella ninfómana rubia.

Su anterior compañero de piso se había largado sin aviso previo a vivir con su nueva novia a un lujoso ático al lado de la universidad. La oferta de la chica era irrechazable, un apartamento increíble, todos los gastos pagados por papá y sexo, sexo y más sexo a todas las horas del día. Se decía que hasta tenían una asistenta para realizar las tareas domésticas.

– Y ahora qué hacemos… – dijo Toño con cara de pocos amigos. Era el más huraño de los tres.

– Habrá que buscarle sustituto. No podemos correr con todos los gastos… – apuntó Javi como buen estudiante de Ciencias Empresariales.

– O sustituta – Gorka, como siempre pensando en lo mismo.

– O sustituta, ¿qué más da? A estas alturas no podemos ser demasiado exigentes.

– ¿Quién necesita piso una vez empezadas las clases?

– Casi nadie, algún rezagado de pueblo o algún friki rebotado de otra universidad…

– No te metas con los de pueblo. En el tuyo no viven más de cincuenta personas…

– Ya me entiendes, joder.

– Sí.

Toño asintió con la cabeza. Era el más joven de los tres. Estudiante de informática de segundo año apenas tenía más amigos que aquel par de personajes que había conocido en el Colegio Mayor el curso anterior. Era el más retraído de todos. Flaco y huesudo, de pelo largo y desaliñado parecía más un músico callejero que un genio de la informática. A sus diecinueve años las universidades más prestigiosas del país se lo habían rifado para tenerlo en sus aulas pero él había escogido la de la ciudad más alejada de su padre. Estaba hasta los huevos de él.


Javi era el más bajito, de pelo castaño y engominado. Repetidor impenitente de la carrera de económicas tenía más de veinticinco años y todavía no había superado el tercer curso. Estaba lleno buenos propósitos que renovaba año tras año, pero el ambiente de la residencia de estudiantes y sobre todo, las impresionantes timbas de póker que en ella se montaban le hacían ser carne de cañón a la hora de los exámenes.

Gorka era el atleta del grupo. Alto, rubio, ojos azules y cachas. Era una lástima que en interior de su cabeza no hubiese otro pensamiento que no fuese el de bajarle las bragas a toda mujer que se le cruzase en su camino. Altas, bajas, rubias morenas, madres, hijas e incluso alguna que otra abuela. Tenía una novia en el pueblo.

Elena se llamaba ella. La chica era una cornuda conocedora de su condición, al igual que él. La chavala era la hija del panadero y se la ponía dura a todo hombre que entrase en aquel establecimiento. Todos los camioneros paraban en aquel pueblecito para ver a semejante moza. Y ella, digamos que no echaba demasiado en falta a su musculoso novio.

De vez en cuando Elena viajaba a la ciudad y cuando esto sucedía, nadie pegaba ojo en aquella casa. Gorka y Elena de puro sexo, los otros compañeros de piso por los impresionantes gritos que la rubia profería al copular.

Sin mucha fe, colgaron carteles tanto en los tablones de anuncios de las facultades como en los cibercafés de los alrededores. Pasaron un par de semanas y la situación era crítica. Tan sólo un par de chicos se habían interesado pero sin concretar nada. Estaban a punto de desistir cuando una chica llamó al teléfono de contacto y concertó una visita con ellos.

– Espero que esté buena… si es así, la alojamos gratis – la polla de Gorka habló por él como siempre

– De eso nada – Javi pasaba una mala racha en el juego y no estaba para dispendios.

– Habrá que limpiar el piso un poco – Toño era el más pragmático de todos.

No es que el piso fuese la típica pocilga de estudiantes. Dentro de lo que cabía, los tres eran bastante apañaditos con las tareas domésticas. Javi resultó ser un chef impresionante, aunque lo de la limpieza en la cocina no era uno de sus fuertes. Los otros dos se compenetraban en el resto de quehaceres y la convivencia era de lo más placentera para todos.

A las ocho de la tarde, los tres esperaban nerviosos la llegada de la posible nueva compañera de piso. Aunque el nerviosismo de cada uno de ellos era por algo diferente.

Javi necesitaba que sus gastos fijos disminuyesen. Hacía un par de años que, hartos de sus suspensos, sus padres le habían cerrado el grifo de la financiación de sus estudios. Había empezado a compaginarlos con un trabajo que no le satisfacía. Prefería el póker. Puede decirse que era lo más parecido a un profesional. Desplumaba a los pardillos de primer año y con ello vivía sin demasiados agobios. Pero era un experto. Sabía que al principio de curso tenía que perder y perder una partida tras otra. De esta manera los incautos novatos se confiaban y tras las navidades perdían hasta la camisa. Literalmente.

Gorka soñaba desde siempre con que una ninfómana entrase en la casa y lo dejase seco noche tras noche. Estudiante de enfermería, se pasaba el día rodeado de chiquillas bonitas y profesoras de lo más interesantes. Así era imposible concentrarse en los estudios. Él no tenía demasiados problemas de dinero. De hecho, pagaba buena parte de los gastos de la casa. Lo ocultaba a sus compañeros para que estos no se sintiesen mal. Javi y Toño le caían bien y estaba muy a gusto con ellos.

Toño era todo un misterio para sus otros amigos. Reservado y retraído, le habían logrado arrancar que venía de Valencia, que tenía una hermana mayor y un padre al que no tragaba. A penas tocaba un libro pero sacaba unas notas espectaculares. A diferencia de sus compañeros jamás faltaba a alguna clase, excepto los primeros viernes de cada mes que tenía algo que hacer, algo que Gorka y Javi nunca lograron saber. Disfrutaba de una beca de estudios bastante más elevada que el resto de los estudiantes, pero tampoco era como para tirar cohetes. Su nerviosismo estaba más que justificado. Decir que no sabía cómo tratar a las chicas era quedarse corto. Balbuceaba cada vez que intentaba comunicarse con ellas, se ponía colorado como un tomate y se rascaba compulsivamente las palmas de las manos cada vez que alguna jovencita tan sólo le pedía la hora.

Veinte minutos tarde llegó ella, dijo llamarse María. De pelo moreno, largo y muy liso lucía un flequillo que le tapaba las cejas de acuerdo con la moda actual.

Con un pequeño piercing en la lengua, sus ojitos azules brillaban con la luz amarillenta de la entrada tras unas gafas de pasta oscura. Algo menuda, vestía ropas holgadas y de tendencias hippies. Botas estilo militar y una sonrisa forzada ante sus nuevos compañeros.

– Menuda monja – Pensó un desilusionado Gorka – esta es una estrecha de cuidado o peor aún, lesbiana.

– Espero que tenga más pasta de lo que parece – Javi, con lo suyo.

– Brfbbfr bffbf fff – Toño hasta pensando balbuceaba.

Tras un silencio incómodo, la chica entró en la casa y estrechó la mano de los tres chicos.

– Hola. Me llamo María. Estoy interesada en la habitación…

– Por su puesto, María. Pasa al salón, estaremos más cómodos.

Javi tomó la voz cantante. Era un materialista redomado. Sin ni siquiera enseñarle a la chavala la habitación ya le estaba imponiendo las condiciones.

– Doscientos euros al mes, mas gastos. No hay ascensor y la calefacción es central y tampoco suben demasiado. Unos doscientos treinta en total. Dos meses por adelantado…

– Pero tío, descansa – Gorka saltó ante el poco tacto de su compañero – primero enseña la mercancía y luego pon tu precio. ¿No os enseñan eso en Empresariales? Hasta el panadero de mi pueblo sabe eso. Ni siquiera nos hemos presentado

Javi se violentó un poco. El cachas tenía razón.

– Desde luego. Perdona María, te enseñaré la habitación…

No es necesario. Me la quedo.

– Pero chica – Gorka hacía de abogado del diablo – por lo menos échale un vistazo.

– Estoy cansada. Llevo tres días buscando algo que poder pagar y esto es lo único que he encontrado. ¿Puedo entrar ahora mismo? No tengo ningún sitio en el que pueda pasar la noche.

– Por su puesto. Siempre que pagues lo convenido…

– ¡Joder, Javi! – Gorka estaba un poco enfadado – No creo que necesites la pasta ahora mismo…

– Está bien. Trato hecho – intervino María mediando entre los dos chicos.

Sacó una cartera de su mochila y rebuscó en ella. Eligió unos cuantos billetes y frunció el ceño al ver lo que le quedaba. El gesto pasó desapercibido para dos de ellos.

Toño se percató de la cara de preocupación de la chica.

– Vamos, te enseñaremos el piso. Y lo haremos gratis, ¿verdad Javi?

– No te pases…

– Me llamo Gorka, y el mudo es Toño.

– ¿Es mudo? – preguntó ingenua la chica.

Javi y Gorka se partieron de risa y el pobre Toño, de nuevo azorado.

– Tiene miedo a las chicas…

– No es cierto – Toño estaba orgulloso, no había tartamudeado.

– Hola, Toño – María le dedicó una cálida sonrisa.

Él se limitó a asentir. No pudo articular palabra. Los otros dos no se ensañaron con él. Eran buenos amigos.

– ¿No tienes equipaje? – Gorka inició un interrogatorio.

– Tan sólo esto – contestó la chica enseñando una pequeña bolsa de deportes.

– ¿Quieres cenar? – Javi intentó enmendar su mal comienzo con la chavala.

– No gracias, no tengo hambre.

– Venga, María, no seas tímida. Así nos conoceremos un poco. – a Gorka ya no le parecía tan poco apetecible.

– Gracias, de vedad, no…

– Por favor – el mudo tenía lengua. Otra frase de un tirón. La cosa marchaba.

La chica se dejó convencer. Los cuatro compartieron la famosa tortilla de patatas de Javier. María no era muy habladora, compartía ese rasgo con Toño. Los otros dos no paraban. Parecían dos gallitos en el corral. Quería impresionar a la nueva.

Ella no quería ser el centro de atención, así que se fue a dormir pronto.

Tan sólo le sonsacaron que se llamaba María, que tenía dieciocho años, que venía de un pueblo de Madrid, que tenía dos hermanas pequeñas, que había venido desde allí en busca de trabajo y que hasta hacía poco había estado trabajando en un hotel como masajista en un spa.

Gorka se quedó con las ganas de enseñarle su espalda escultural con la excusa de que necesitaba uno de aquellos tratamientos.

– Me la tiro en menos de una semana – dijo Gorka en cuanto la chica cerró la puerta del baño.

– ¡Fantasma!

– Y si no, seguro que es lesbiana…

– Sí, claro.

Los tres se quedaron todavía un rato viendo la tele. Toño giró la vista cuando notó que la puerta del lavabo se abría. La chica salió envuelta en una toalla y se dirigió a su cuarto. Tan solo él podía verla desde su sillón. Toño observó algo que le resultó extraño. Un par de minutos después, les dijo a sus compañeros que iba a dormir.

– ¿Ya? ¿Te la vas a pelar a la salud de la nueva? – le dijo Gorka en tono burlón

– Sabes que solo pienso en tu Elena…– Toño le sacó la lengua

– ¡A que te meto, gilipollas!

– Vale, vale. Tíos, si vamos a tener problemas entre nosotros por lo menos que sea por una tía que valga la pena y no por ese cardo que nos ha tocado.

– Pues a mí me parece simpática – la defendió Toño.

– Un coño es un coño.

Toño se encerró en su cuarto y se tumbó en una especie de esterilla sobre el suelo. En su cuarto había cama pero prefería descansar de aquella manera.

Dormía así desde niño. Su débil espalda lo agradecía. Cerró los ojos y repasó mentalmente el día. Era capaz de recordar hasta el último detalle. Todo.

Le habían diagnosticado un raro autismo, pero nada de qué preocuparse. Al contrario, gracias a ello su memoria era fotográfica. Le permitía repasar lo aprendido durante el día sin necesidad de tomar apenas apuntes.

Pero por una vez su mente no se limitó a recordar la clase del día. Se centró en la nueva compañera de piso. ¿Por qué la chica llevaría gafas sin graduación? La mancha blanquecina en la manga del antebrazo parecía sospechosa. La chavala no había dejado de mirar el paquete de Gorka siempre que podía.

Y al salir de la ducha llevaba un consolador en la mano que había intentado disimular sin éxito.

Esta era una de las causas por la que no podía relacionarse con las chicas.

Ningún detalle se le escapaba. Eso que debería ser una ventaja le causaba un trastorno tremendo. Pezones erectos, restos de esperma, lenguas que se relamen… un suplicio. Y mientras sus amigos veían alguna película inefable, ahí estaba él, escuchando como la chica se daba placer a un par de metros escasos suyos. Al otro lado del tabique situado a sus pies. Sin embargo, cuando ella comenzó a llorar, se quedó descolocado. Jamás había oído hablar de la tristeza “pos coitum” tras una simple paja.

Capítulo 2: Pagando el alquiler.

Gorka hubiese perdido la apuesta. María era como un fantasma. Cuando los chicos estaban en clase o jugando al póker la chica pululaba por la casa o la ciudad en busca de trabajo. En cuanto estos llegaban se encerraba en su cuarto y no salía de allí.

Los chavales estaban un poco preocupados. Su parte de la nevera siempre estaba vacía, apenas un brick de leche y algo de fruta. Nada de carne o pescado, ni siquiera un poquito de chocolate que tanto gusta a las chicas. Nada.

Pero Gorka no se aburrió la siguiente semana de la llegada de María. Como las noticias vuelan, Elena quiso conocer a la chica y marcar su territorio. Gorka era suyo.

Elena saludó cortésmente a la morenita. A su lado, no parecía nada. La hija del panadero era una mujer de verdad. Con rotundas curvas y pechos prominentes. Rozaba el metro ochenta y era rubia, aunque fuese de manera artificial.

Tremenda.

A sus veinte años era la envidia de las mujeres y la fantasía sexual de los hombres del pueblo. Del pueblo, de la comarca y de la provincia.

Permaneció en la casa durante una semana para cerciorarse de que la mosquita muerta de la nueva ni se atrevía a mirar a su hombre.

Las noches eran un continuo traqueteo de muelles y golpes en la pared que separaba el cabecero de la cama de Gorka con el de la cama de Toño.

Llegó diciembre y todos volvieron a pagar su parte de la cuota. María se retrasó un poco, tampoco demasiado. La chica cada vez estaba más demacrada y tenía peor aspecto.

Por supuesto que Toño había notado que una pequeña parte de su comida desaparecía de su estante. No le dio importancia. María le sisaba un poco para poder sobrevivir. Incluso de vez en cuando le colocaba algo en su parte de la nevera. La chica se lo agradecía con una sonrisa pero su orgullo le impedía aceptar nada. Toño tenía que insistir mucho y sólo así lograba que la chica comiese algo.

Preocupado por la salud de la muchacha, Toño propuso a sus compañeros que los cuatro cenasen juntos cada noche. De esta manera se aseguraba que la chica por lo menos comiese algo apropiado una vez al día. A los otros les pareció bien.

Gorka no tenía problemas de liquidez y a Javi poco a poco le iba cambiando la suerte, sospechosamente. María se indignó bastante y al principio no quiso ni hablar del tema. Pero no le quedó más remedio que aceptar tras la insistencia de un cada vez más hablador Toño.

Sin embargo, una vez entrado febrero la cosa se puso cada vez más fea.

– Tendíamos que decirle algo – Javi le había tomado cariño a la chica y por eso había tardado tanto en decir lo que pensaba – lleva dos meses sin pagar… nada… os recuerdo que la aceptamos para que nos ayudase a pagar los gastos… y ahora es un gasto más.

– Estará pasando una mala racha – Gorka intercedió – ahora es difícil encontrar trabajo. Apenas come. Hace tiempo que no se compra nada de ropa… sólo llora.

– Es cierto –aseveró Toño.

La chica había estallado en lágrimas cuando por navidad los tres chicos le habían regalado un cheque regalo para una de las tiendas de moda de la ciudad.

– ¿Y qué hacemos pues? Es un cielo, pero…

Gorka suspiró

– ¿Y quién se lo dice?

– Yo pondré su parte – dijo un caballeroso Toño

– ¿Y de dónde la vas a sacar, majete? ¿De tu padre?

– Antes muerto.

– Pues eso.

– Menuda mierda. Esperemos a final de mes…

– Hay que hablarlo con ella. No podemos echarla de un día para otro…

Pero no fue necesario. Esa misma noche, María sacó el tema de sus deudas durante la cena. Tenía el pelo húmedo por la ducha y unas ojeras tremendas. Los chicos pensaban que se echaría a llorar pidiéndoles más tiempo. En cambio, una decidida María les propuso una alternativa que ninguno de los otros tres esperaba.

– Tengo que proponeros algo – les dijo sin rodeos – sexo a cambio de comida y la habitación.

Un silencio sepulcral inundó la sala. Respiró hondo y continuó.

– No voy a engañaros. No me queda nada. Lo he vendido todo.

Toño asintió. Él se había dado cuenta. La cadena del cuello, unos anillos de oro, un reloj, un reproductor mp4…

– No me importa reconocerlo. He robado en los grandes almacenes, en la tienda de comestibles… donde he podido... incluso a vosotros. He pedido por las calles para poder subsistir… he repartido pañuelos de papel en los semáforos… he recorrido cada rincón de esta mierda de ciudad buscando cualquier mierda de trabajo honrado con el que poder pagar mi deuda y seguir para adelante… y nada. Hasta se la he chupado al asqueroso del portero a cambio de veinte miserables euros. Lleva tres meses ofreciéndomelos y hoy… hoy, el día de mi cumpleaños… he decidido rendirme.

Los otros no sabían qué decir. Por primera vez en su vida, Gorka se quedó mudo. Javi no daba crédito a lo que oía y a Toño se le había roto el corazón en mil pedazos.

– Y me ha ofrecido otros cincuenta si me dejaba romper el culo. Mientras me tragaba su esperma pensé que era cuestión de tiempo. Mañana, pasado, o a lo sumo el siguiente día entraría en su portería, me bajaría los pantalones y me dejaría dar por el culo. Me tragaría mi orgullo y esperaría a oferta que me hiciese por metérmela por el coño... y después del portero, el papá de familia del primero, o el del kiosco de la esquina, o del abuelo del ático…

– María, no es necesario, de verdad…

– Gracias Toño, te agradezco el gesto. Pero prefiero ser vuestra puta a la de todos esos asquerosos. Creo que somos amigos, y como tales deberíais sopesar mi oferta. Os aprecio y os pido este favor. Folladme vosotros aquí, en nuestra casa. Si no, me veo haciendo la calle en unos cuantos días.

– ¡Qué fuerte!

– Ni hablar, te quedas y punto. Y ni volver a mencionar lo del sexo – Gorka fue el que pronunció estas palabras. El chico por primera vez no pensaba con su rabo y sí con su corazón.

– Claro – Toño estaba a punto de llorar.

– ¡No y no! No quiero vuestra caridad. Siempre hay que dar algo a cambio… Os he dicho mi precio… ahora os enseñaré la mercancía.

Y diciendo esto, se desprendió de su jersey y dejó a la vista de los otros tres un par de preciosas tetas, que habían permanecido hasta entonces ocultas tras las enormes prendas que la chica solía lucir. Dada la considerable delgadez que su casi inexistente dieta le había proporcionado, aquel par de melones destacaban desafiantes a sus tres atónitos observadores. La piel de la chica era tan blanca que se transparentaban las venitas que regaban aquellos duros pezones. Les miraba desafiante e intentaba abarcar sus senos.

Se le notaba que había estado llorando, que había sido una decisión dura pero, una vez tomada, ya no había vuelta atrás. Se dio media vuelta, arqueó un poco su cuerpo para hacer resaltar su bonito culo que inmediatamente quedó a la vista de todos con un rápido movimiento.

Gorka tragó saliva. Era lo más bonito y sensual que había visto en su vida. Elena era mucho más contundente, pero la fragilidad que emanaba del cuerpo de María la hacían mucho más delicada y apetecible. Imaginó al barrigudo portero introduciendo su aparato dentro de aquel par de montañitas blancas de carne tierna. Notó como su pene crecía hasta el infinito y más allá.

María continuó con su exposición. Se sentó en la alfombra, abrió sus piernas y mientras se apoyaba en el suelo con una mano para evitar caerse, con los dedos anular e índice de la otra se abría los labios vaginales demostrando a los chicos hasta dónde era capaz de llegar.

– Os lo suplico chicos. Sabéis que no me gusta hacerlo. Soy muy orgullosa. Aceptad mi oferta. Sólo os tengo a vosotros, y esto es lo único que me queda, sólo esto.

Lentamente, introdujo su dedo corazón a través de su vagina completamente lubricada, al hacerlo echó la cabeza para detrás y comenzó a masturbarse a poco más de un metro de los chavales.

Para Javi aquello no era nuevo. Sucedía bastante a menudo que las chicas que jugaban con él le pagasen las deudas con sexo. Incluso tenía la certeza de que había alguna que perdía a posta para pasarse por la piedra a algún tío que le interesase. Al final del curso anterior, una chica de Jaén debía tanto dinero que montó una orgía que pasó a los anales de la facultad de Económicas y del campus entero. Cinco de los mejores jugadores de póker de la universidad se encerraron con ella durante dos días en un apartamento.

Primero, organizaron una timba entre ellos. El premio, la virginidad de la muchacha. Después, todos la penetraron hasta que se saldó la deuda.

Javier jamás olvidó el grito de la chavala cuando la ensartó de una certera estocada, arrebatándole su virgo.

Como única respuesta, Gorka se bajó la cremallera y comenzó a masturbarse.

Ni qué decir tiene que Toño, muy a su pesar, no acertó a articular palabra alguna.

– Brrsd yyyy nnnneee

María tomó aquello como un sí y dejó de tocarse. Reptó hasta los pies del larguirucho y comenzó a acariciarle las piernas en busca de su aparato sexual.

Toño no se había visto en otra igual en su vida. No se había estrenado. Cuando las manos de María llegaron a sus muslos creyó morirse. Ella se detuvo en su escalada, recreándose. Se percató de que la mirada de Toño se perdía entre sus abultados senos.

– ¡Tócalas, tonto, que no muerden! – le dijo con una media sonrisa.

Temblando, como si estuviese haciendo algo malo, las manos de Toño se acercaron hasta apenas rozar aquellos turgentes senos.

No es que el piso estuviese frío pero aquellos pezones se erizaron ante el inminente encuentro sexual. La chica estaba excitada. Lo había pasado muy mal durante los últimos meses. Necesitaba desahogarse, gritar, sudar, liberar adrenalina, no pensar en el mañana, disfrutar el momento.

En definitiva, follar.

– ¡Hay! – gritó de repente.

El pobre Toño dio un respingo. Apenas la había rozado. Apartó las manos de forma precipitada y amenazó con salir corriendo.

La chica irrumpió en una limpia y juvenil carcajada. Por una vez en su vida, a Toño no le importó que alguien se riese de él. Estaba preciosa, desnuda y sonriente. Los otros chicos también rieron. Se avergonzó de su chiquillada y quiso recompensar al ruborizado Toño.

– ¡Perdóname! No te enfades. Ha sido una broma.

Tiernamente buscó las manos de su compañero y las posó sobre sus senos.

– ¡Estrújalas un poco! No te cortes. Me da la sensación de que es la primera vez que tocas alguna de estas ¿me equivoco?

Toño asintió con la cabeza. Aquella sensación era nueva para él. Había visto muchas tetas pero ninguna como aquellas. Quizás la cercanía, la excitación o la simple posibilidad de poder disfrutarlas las hacía parecer más hermosas, subjetivamente más bonitas.

Lo cierto es que María tenía una buena delantera, las mirase quien las mirase.

Toño empezó a sentirse más cómodo con aquel par de ubres entre sus manos. El chaval era alto y tenía las manos de un tamaño considerable pero se las veía y deseaba para abarcar aquel par de botijos que María le ofrecía de manera tan natural.

Javi y Gorka permanecían un tanto al margen. Ambos tenían una considerable experiencia sexual. Sabían que para Toño aquella noche iba a ser especial.

Y querían, sacrificando un poco su propio beneficio, que su amigo lo pasase lo mejor posible. Habían intentado sin éxito que el larguirucho se animase al menos a hablar con alguna de las muchas muchachas que ambos conocían.

María era un regalo divino. Sin duda la chica tenía todo lo que cualquiera hubiese soñado. Qué mejor forma de perder el virgo con una buena amiga, sin prisas, estrecheces y sin mayor expectativa que disfrutar del momento. A la chica se le veía cómoda dentro de lo que cabe. No era ninguna novata. Sabía cómo manejar a los tres chicos. Ellos obedecían a su ama. Más pronto o más tarde obtendrían su recompensa.

María continuó centrándose en Toño. No pudo disimular su sorpresa cuando palpó la entrepierna del muchacho y notó que necesitaba de sus dos manos para sobarle todo el rabo por encima del pantalón. Se mordió el labio inferior, golosa.

– ¡Menuda sorpresa, Antonio! – comentó la muchacha sin pudor – Bueno… de menuda nada. ¡Qué pedazo de rabo tienes, pequeño! Esto hay que verlo más de cerca…

Se liberó de las manos que apretaban sus senos y arrodilló su cuerpo hacia adelante para liberar la verga de Toño de su cárcel de tela.

– ¿Veis lo que os digo? Menuda tranca – la chica comenzó a masturbarlo a dos manos y todavía sobraba buena parte del capullo del muchacho sin cubrir. Enseñaba el miembro a los otros muchachos que lo miraban con admiración.

– ¡Joder macho! ¡Qué callado te lo tenías! No sé cómo puedes ser tan cortado con las tías con semejante herramienta… – apuntó Javi.

– ¡Descarao! – a Gorka le jodía un poco que el crío aquel la tuviese más grande que él.

– ¡Dios mío! – Suspiró Toño – esto es una pasada…


María ya había subsanado el problema de sus pequeñas manos introduciendo la punta del generoso pene en su boca. Se trabajaba el rabo con una maestría encomiable. Hacía un vacío entre sus labios de manera que la succión proporcionaba a Toño un placer indescriptible. Alternaba dicho movimiento con tremendos lametones que recorrían el estilete desde la punta hasta los huevos.

Su mirada y la de Toño se cruzaron y, aun con aquello en la boca, le dedicó al chaval una tierna sonrisa.

Javi y Gorka se habían desnudado. El primero se acercaba peligrosamente a la cabeza de la chica. No deseaba interrumpir, su maniobra había sido del todo inconsciente. Quería ver la mamada más de cerca y se comenzó a masturbar lentamente. María malinterpretó su gesto y, sin dejar de pajear a un embobado Toño, acercó su boca semi abierta hacia el otro pene. Javi no se lo pensó y le introdujo su miembro lentamente a través de aquellos labios sonrosados.

La chica cerró los ojos mientras la carne de Javi la llenaba. Con la mano que no tenía ocupada, se apartó un mechón de su cabello que le molestaba para sus evoluciones felatorias. María se puso colorada. Estaba un poco avergonzada.

Tenía la falsa sensación de serle infiel a Toño, a pesar de no ser novia suya. Toño también estaba un poco incómodo. Ver como su amor platónico le comía la verga a uno de sus mejores amigos a pocos centímetros de su cara no le hacía demasiada gracia. No obstante, era un tipo inteligente. Sabía que tendría que controlar sus celos. María había sido tan clara como el azul de sus ojos, iba a ofrecer su cuerpo a los tres por igual, sin preferencias ni restricciones.

Sería la amante de los tres, disponible, sumisa y… feliz.

El momento mágico se rompió de repente

– ¡Mierda!

Javi se había corrido sin aviso previo. Esto había pillado desprevenida a María, que notó como el tibio líquido del chaval inundaba su garganta y casi le hacía toser. La chica dejó de mamar y se llevó las manos a la boca. Un par de lágrimas aparecieron en su cara a buen seguro provocadas por la arcada que la repentina eyaculación de Javi. Tras un instante con la cabeza agachada, logró reponerse.

– ¡Perdóname, joder! No sé qué me ha pasado, creía que todavía podía aguantar un poco más… – Javi intentaba justificarse.

– Tranquilo, no te rayes. Todo controlado – y abrió su boca para que el chico se tranquilizase – me lo he tragado todo y aquí no ha pasado nada… ¿por dónde íbamos?

Y sin más volvió a mamar el pollón de Toño. Con sus dedos se secó las lágrimas sin dejar de chupar. El pene de Javi, a pesar de la descarga seguía necesitando de más guerra. Con una mano en cada rabo, alternaba su boca de uno a otro con una agilidad felina. Su cabeza tenía un ritmo frenético. Pero cuando estaba de nuevo con el pene del jugador de póker en la boca recordó al tercero en discordia. Gorka había permanecido sentado, mirando, absorto en lo que ante sus ojos sucedía.

María le hizo un gesto con los ojos, señalando a su trasero. Gorka no lo entendió, así que la chica debió ser más explícita.

– Gorkita… ¿A qué estas esperando? ¿Quieres que te dibuje un mapa o qué?

– N…. no, claro. Voy, voy.

María, sin dejar de lado a sus otros amantes, abrió las piernas y contorsionó su espalda para dejar a sus agujeros a la disposición del musculitos. Sin embargo, notó que Gorka no se decidía, a pesar de que se había situado detrás de ella y blandía su verga amenazante.

– ¡Hazlo! – Suplicó María entre mamada y mamada.

– ¿Por el culo?

– Por donde quieras, tonto. Soy una puta, ¿recuerdas?

– Pero… te haré daño…

– ¿Y…?

– ¿No te importa?

– Dame fuerte, como si fuese el de Elena.

La simple sugerencia de pensar que la sodomizada fuese su querida Elena excitó de tal manera a Gorka que si quedaba alguna mínima duda dentro de su cabeza se esfumó a la velocidad del rayo. Su novia era una fiera en la cama pero lo de poner el culo no era para ella. Gorka lo había intentado todo pero la rubia era una mujer de armas tomar.

– ¡Ves a darle por el culo a tu puta madre, gilipollas! – era lo más suave que le había contestado la chica al oír la sugerencia de su novio.

Así que cuando su pene presionó el esfínter sonrosado de la pequeña María, se convenció de que aceptar a aquella chica de apariencia inicial poco agraciada era lo mejor que le había pasado en la vida.

– ¡Encúlame de un golpe! Te mueres por hacerlo. No te reprimas, no pienses y rómpemelo.

Si bien la chica siguió masturbando a sus dos primeros sementales, dejó de mamarles. Sabía que aquello iba a dolerle y no quería que alguno de los chicos acabase en el hospital con un mordisco en el pene.

Gorka dio rienda suelta al animal que llevaba dentro. Violentamente, embistió el trasero de María con rabia. Ella lanzó un alarido que se ahogó con la tela del un pantalón tejano entre sus labios. Del empujón, se había caído de bruces entre las piernas de Toño, que seguía con la mirada la violación de su ninfa con resignación. Ella tuvo que morder la tela para mitigar su sufrimiento, una corriente de electricidad recorría su cuerpo tras cada descarga. Gorka recobró la cordura y le preguntó

– ¿Te duele? ¿Quieres que pare?

– Ni se te ocurra. Sigue. – María comenzaba a acostumbrarse al intruso que taladraba su trasero.

Y dada la cercanía del pene de Toño, continuó la felación que tan bruscamente había interrumpido. Se metía el rabo hasta la garganta al ritmo que Gorka le imponía a su culo. El ejercicio se prolongó hasta que Gorka le dijo a Javi.


– ¡Mira lo dilatado que lo tiene! Es una pasada.
– ¿Sangra?

– Un poquito, pero nada importante…

– ¿Puedo?

– Pues claro, colega. Lo vas a pasar de puta madre…

– ¡La Virgen del Pilar! – Exclamó cuando sintió que aquella gruta apretaba su verga sin impedir su entrada – Esto es… es…

– Una pasada, ya te lo dije.

– ¿Sois maricas o qué? Dadme caña, cojones. Ese trasero mío ha pasado mucha hambre…

La chica se relamía de gusto. No dejaba de mirar a los ojos de Toño mientras su lengua recorría sus labios y se posaba de nuevo en el capullo del muchacho.

– Menuda polla… y menudo aguante – pensó.

En efecto, le estaba dando un soberano repaso al sable de Toño, que permanecía duro y brillante. El chico parecía un profesional en lugar de un mocoso asustado y primerizo. Javi volvió a eyacular, esta vez en el intestino de la chavala. María se percató de que el tahúr tenía el gatillo flojo, se corría demasiado deprisa, rozaba el término de eyaculador precoz. No obstante, en su descargo comprobó durante los siguientes meses que Javi era capaz de alcanzar tres o cuatro orgasmos seguidos, sin perder en ningún momento la erección de su miembro.

–  tMe toca.

– Tu turno.

Gorka no se anduvo por las ramas. Volvió a taladrar a la joven con un ritmo frenético. Esta vez, María no dejó de succionar a Toño, su ano se había acostumbrado a la profanación.

Toño acariciaba el cabello de su amada. Estaba absorto admirando su cuerpo, sus movimientos, sus reacciones… todo. Fingió no notar las gotas de esperma que cayeron sobre su pecho cuando un desatado Gorka eyaculó como un burro sobre la espalda de la morena de ojos azules. La que se dio cuenta del detalle fue María que procedió a limpiarlos con la lengua una vez los chicos dejaron libre su abertura trasera. Pero sus mimos no se detuvieron ahí, y su lengua continuó el recorrido hasta llegar a la boca de Toño. Torpe e inexperto, el chico se aplicó todo lo posible. María no tenía tiempo de enseñarle cómo besar a una chica. Esa lección la dejaba para más adelante. Ese día tocaba algo mucho más importante. Se encaramó sobre las piernas del muchacho de manera que su pene se quedó a las puertas de la vagina de la chica.

– ¿Preparado?

– Sssssss–

– ¡Vamos allá!

Mientras ella le daba tiernos besitos en el cuello, su cadera fue descendiendo lentamente de manera que el bonito rabo se perdió en sus entrañas. La chica estaba tan excitada y su lubricación era tal que no tuvo dificultad en engullir tan enorme estilete. Se le notaba experta en dichas lides.

Tras suaves movimientos de cadera, terminó completamente ensartada por Toño. Consumada la penetración permaneció un tiempo inmóvil, al igual que el chico que estaba absorto disfrutando del placer que la morenita de ojos tristes le estaba regalando. Lo que Toño tenía entre las piernas no era cualquier cosa, ella tuvo que tragar saliva para poder susurrarle al oído.

– ¿Qué tal?

Menuda preguntita. Toño estaba en el cielo, con los ángeles, arcángeles, serafines… y todo eso. Como única respuesta dijo mientras acariciaba la melena y la espalda de María, que permanecía inmóvil con su cuerpo pegado al del muchacho.

– Te quiero.

La chica, complacida, le besó en la boca y poco a poco comenzó la danza del amor delicadamente. Sin decir nada, condujo las manos de Toño hacia su trasero y comenzó a gemir con la cara descompuesta. Había llegado su primer orgasmo.

Cuando Toño le dio un cariñoso cachete en el culo, un agudo gritito se escapó de sus labios.

– ¡Dame un poco más fuerte!

Tras una sonora palmada, la amazona incrementó el ritmo y sus gemidos se fundieron con los del muchacho.

Gorka y Javi miraban absortos. Tenían una sana envidia de Toño. Menuda manera de perder la virginidad. María era perfecta, sensual, complaciente y rezumaba erotismo por cada poro de su piel.

Ambos recordaron su primera vez. Gorka se estrenó con una también inexperta Elena. A los catorce años, entre los sacos de harina de la trastienda los chiquillos dieron rienda suelta a sus instintos. Fue un auténtico desastre. A menudo bromeaban con su novia recordando aquel momento. Por suerte, a fuerza de seguir intentándolo lograron compenetrarse y disfrutar ambos tanto de su amor como de sus cuerpos.

La primera vez de Javi ocurrió hacía bastantes años. Su madre le comentó que una amiga buscaba alguien para limpiarle la piscina y arreglarle el jardín.

Javi ya había comenzado a tontear con el juego y necesitaba pasta. Al principio él también era un pardillo al que desplumaba cualquier avispado. Al tercer día de entrar en aquella casa, la mujer se le presentó con un transparente salto de cama y poco menos que lo violó sobre el césped. No le duró a la devoradora de hombres ni un minuto. La mujer ni siquiera disimuló su enfado. Le dijo que era un picha floja, que no volviese por ahí. Afortunadamente para él, una prima suya tuvo bastante más paciencia y la muchacha consiguió que el chico controlase su eyaculación durante algo más de tiempo.

Javi no dejaba de mirar como el trasero de María subía y bajaba rítmicamente. Hizo ademán de acercarse a la pareja con su pene de nuevo erecto. Gorka le detuvo y le dijo que no con la mirada. Javi comprendió, era el turno de Toño, no era cuestión de joderle su primer polvo.

Los movimientos de la chica eran cada vez más violentos. Cabalgaba a su montura mediante espasmos rápidos y secos. Abría la boca en busca de aire y sus gemidos se fueron transformando paulatinamente en gritos. Toño manifestó su eyaculación apretando con fuerza los glúteos de la chica, y elevando la cadera de tal forma que ambos amantes permanecieron por un instante levitando sobre el sofá. Un dueto de gritos inundó el comedor de la vivienda.

El cuerpo de María permaneció un tiempo flácido, inerte, con la cara sobre el hombro del chico y los ojos cerrados. Sentía como el líquido que el macho había depositado en su vientre, recorría su interior y parte salía a través de su vagina. Poco a poco su pulso y respiración se fueron decelerando. Lentamente, se desacopló de su amante y se sentó junto a él empapada en sudor. Notó como Toño le acariciaba la mano. Ella se limitó a mirarle tiernamente y sonreír.

No obstante, el momento mimoso terminó. María sabía que no podía consentir que el chico le cogiese demasiado cariño. Aunque le costase, tenía que asumir que ella ofrecería su cuerpo tanto a él como a sus compañeros de piso. Sin preferencias por uno u otro, sin ataduras, celos ni malos rollos. Era la única manera de que aquello pudiese funcionar. Por mucho que le doliese, Toño debía asumirlo.

Así que, muy a su pesar, se volvió a tirar en el suelo y se puso a cuatro patas. Gorka y Javi volvieron a entrar en acción.

– ¿podemos darte por detrás y por delante a la vez?

– Javi, tú has visto demasiadas películas.

– No es tan fácil como parece – intervino María

– ¿Lo has hecho alguna vez?

La chica se puso colorada de nuevo y asintió con la cabeza, evitando la mirada reprobatoria de Toño. Era lo que a Gorka le faltaba para ponerse de nuevo como una moto.

– ¡Intentémoslo! Javi, ponte tú abajo. Yo la tengo más grande y me será más sencillo darle por el culo.

– ¡Tampoco te creas Rocco Sigfredi! No creo que nos llevemos apenas un par de centímetros. Toño sí que es XXL…

– ¡Venga, no te enfades! Otro día te tocará a ti, ¿verdad María?

– Claro.

Cuando tras otro par de reproches, el tahúr se tumbó sobre la alfombra, Gorka alzó a la chiquilla como si fuese un simple almohadón de plumas y la depositó sobre su amigo. Ella se sabía los pasos a seguir de memoria.

– Primero, me la mete Javi y después nos quedamos quietos para que Gorka… – miró a los ojos de Toño como si pidiese perdón – para que Gorka me rompa el trasero.

El otro chico, derrotado sobre el sillón, observó impotente como una a una las etapas del guión se cumplían al pié de la letra. Sintió de repente un odio irracional hacia sus dos amigos. Hubiese querido que en aquel momento les partiese un rayo. Estaban profanando el cuerpo de su amada. No obstante poco a poco el chaval se hizo a la idea. Gorka y Javi eran sus mejores amigos y trataban con tanta delicadeza y ternura a María como lo hubiese hecho él.

La doble penetración era suave, acompasada, erótica y sensual, nada que ver con las películas porno que había visto. En ellas, las mujeres eran tratadas como animales, como simples agujeros en los que insertar enormes pollas sin piedad ninguna. En cambio, Gorka acariciaba la espalda de María como si temiese romperla y Javi le besaba los senos sin ni siquiera mordisquearlos.

María aguantaba el envite con la cabeza agachada. Su larga cabellera ocultaba su rostro y se desparramaba sobre la cara de Javi. De haber visto su cara, Toño se habría dado cuenta de que la chica no lo estaba pasando del todo bien.

A diferencia de su primera sodomización de la noche, su excitación se había agotado y con ella, la elasticidad de su esfínter. El pene de Javi en el interior de su coño apenas lo notaba, pero Gorka… Gorka la estaba matando. Aguantó como lo que se suponía que era, o al menos, lo que iba a ser a partir de entonces para todos los hombres de la casa. Una puta.

Javi alcanzó su enésimo orgasmo de la noche. Como era natural, apenas salió líquido alguno de sus exprimidos testículos. No se movió de su posición, no hasta que Gorka terminase. Su pene, aunque algo flácido, no abandono su privilegiado cobijo. Se percató del mal trago que la chica estaba pasando.

– ¿Estás bien? – le preguntó a ella agarrándole la cara entre sus manos.

Como única respuesta, la chica asintió

– ¿Te duele?

– Un poquito, pero aguantaré.

– ¿Puedes chupársela a Toño?

– No hace falta, por mí es suficiente…

– ¡Cállate joder!

Y volviendo a mirarla, le repitió la pregunta.

– ¿Puedes?

– ¡Ay!... ¡Ay! ¡Joder!.... ¡Sí! ¡Sí, se la… se la chuparé! ¡Ufff!

– ¡Que no, leches! No quiero.

¡– Por favor te lo pido! Deja que te la chupe…– intervino María en tono suplicante – Así me será más sencillo… aaaaaaliviar... el… el dolor.

– No – pero su tono sonaba cada vez menos convincente

– Toño, por favor…

Cuando María abrió su boquita esperando el rabo de Toño este ya no se resistió. Como un zombi se aproximó al trío y puso al alcance de aquellos tiernos labios su poderosa verga. La chica comenzó su función. Dominaba aquel arte como nadie.

– ¡Eres increíble, María! Tres pollas al mismo tiempo – Javi alucinaba.

Les había tocado la lotería. Por primera vez no se preocupó del dinero de más que iba a tener que soltar. Lo buscaría debajo de las piedras si fuese preciso, pero aquella chica no se marchaba del piso ni por todo el oro del mundo.

Gorka no pensaba, simplemente machacaba el trasero femenino con duros golpes de mango. Cuando llegó al clímax, desenvainó su espada y soltó su néctar sobre la espalda de la fémina. Agotado, se tumbó a un lado con los ojos cerrados y el pulso a doscientos por hora.

Toño tampoco tardó demasiado en venirse. Sin embargo, lo hizo de una manera que María no esperaba. Tenía la certeza de que el chico se correría directamente en su garganta pero en lugar de eso, sacó su verga de la boca y comenzó a masturbarse a escasos centímetros de la cara de ella. Sorprendida, la chavala clavó sus ojos azules en los del muchacho. Le sonrió de nuevo y abrió su boca en espera de la descarga.

– ¡Cierra la boca!

Apenas le dio tiempo a cumplir la orden cuando ella notó como el chorro caliente de esperma se estrellaba contra su rostro. Fue, sencillamente, espectacular. Javi jamás había visto nada igual. La cantidad de líquido derramado sobre la joven era tremenda.

Cuatro descargas a cual más abundante inundaron aquel juvenil rostro hasta convertirlo en una amalgama gelatinosa de esperma, cabello y piel. Al espectador ni le importó que el fluido de su amigo le salpicase por todo el cuerpo. Había sido testigo de excepción de una de las corridas más salvajes que recordaba.

– ¡Abre!

María obedeció de nuevo. Toño se había transformado. Ya no era un corderito al que poder manejar a su antojo. Era un macho dominante que reclamaba lo suyo. Con un ojo abierto y el otro cegado por el líquido, María vio un colgajo de esperma que pendía del estilete de su amante. No tuvo objeción alguna cuando carne y restos de la impresionante corrida volvían a introducirse al unísono entre sus labios.

Aún guardaba Toño algo de leche para la boquita de la chiquilla. Esta vez sí la hembra degustó la miel que el chico había derramado en su interior.

– ¡Puta!

Los cuatro permanecieron tumbados unos minutos, unos intentaban reponer fuerzas, todos rememoraban el momento pasado en su mente.

– ¿María, quieres casarte conmigo?

– Y qué pasa con Elena – contestó ella entre risas.

Sin pensar, recogía con un dedo el esperma que recorría su rostro y se deleitaba con su amargo sabor.

– ¡Que le den por el culo!

– ¡Eso es lo que te gustaría a ti, darle por el culo!

– Cierto… pero no hay manera…

– Es que los chicos sois unos brutos, no a todas nos gusta…

– ¿Cuándo fue la primera vez que te dieron por el culo?

– Ni me acuerdo – mintió la chica – fue hace mucho tiempo.

– Yo tuve que pagar a una puta para poder hacerlo. Me costó una fortuna – el pragmático Javi había vuelto.

El ambiente era estupendo, se trataba de la típica conversación de chicos pero con María.

– ¿Y tú, Gorkita?

– Pues no hace mucho. Desde que este salido me presentó a su amiga la de Jaén…

– ¡Y pensar que hace menos de un año que desvirgué ese conejito…!

– ¡Pues sería virgen pero ahora lleva un carrerón que te cagas! Se tira a todo lo que se mueve…

– ¿Y está buena?

– Como un queso

– ¿Mas que yo?

– Bueno… sois algo diferentes…

– Esa es la manera elegante de decir que sí.

– ¡Tú eres perfecta, María!

– Gracias Toño, eres muy amable. Pero, volviendo a la chica esa…contadme más sobre ella.

– Hay poco que contar, no sé gran cosa. Juego al póker de vez en cuando con ella…

– Y te paga sus deudas en carne ¿no? – María suspiró – eso me suena.

– ¡Bueno! No te equivoques. El año pasado era así. Pero la chica no es tonta y está aprendiendo a pasos agigantados. Cada vez me cuesta más desplumarla. Incluso un par de noches me ha dejado pelado…

– ¿y?

– Que el resultado es el mismo, también se cobra las deudas en carne.

– O sea que con ella siempre terminas mojando.

– Más o menos.

– ¡Cuéntale lo del mes pasado!

– ¿Qué pasó?

– ¡Joder, Gorka no puedes guardar un secreto ni aun muerto!

– ¡Suéltalo!

– ¡Mierda, eres peor que un chico!

María comenzó a hacerle cosquillas en un pie. Entre espasmos y risas, Javi confesó.

– Pues nada. Que la chavala hace un par de meses ganó su primera timba. No es que el resto de los jugadores fueran gran cosa pero ganarme a mí, modestamente, tiene su mérito…

– ¡Venga ya! ¡Fantasma!

– Como me interrumpas no sigo… María, deja de hacer eso, que tengo muchas cosquillas…

– ¡Desembucha!

– Bueno, resumiendo. Que la tía esa para celebrarlo se nos cepilló a todos allí mismo.

– ¡Pues vaya novedad…! – María pensó que no había para tanto.

– ¡Pero es que en el grupo había otra tía! – Gorka no se pudo estar callado.

María comprendió la excitación de los chicos.

– Y eso no es lo mejor…

– ¡Calla, que lo estoy contando yo!

A María le picaba la curiosidad.

– ¡Es que la otra chica… era su propia hermana pequeña!

– ¡No jodas! Me estáis vacilando…

– ¡Que no, joder! Que me caiga muerto aquí mismo si no es cierto. Y por lo que pude apreciar no era la primera vez que lo hacían.

– Os pondríais como motos…

– Fue una orgía tremenda…pero nada comparable con lo de esta noche – esta vez el chico anduvo rápido de reflejos.

– Nunca he entendido esa obsesión que tenéis los tíos por vernos follar entre nosotras…

– ¿Tú lo has hecho?

Sin contestar, la chica se levantó del suelo y se dirigió al curioso.

– Oye, estoy pensando. La hermana pequeña… ¿qué edad tendría?

– Si te lo digo tendrías que llamar a la policía – le dijo con una mueca – pero no te pases de lista. No me has contestado.

– Si no os importa, voy a bañarme. Estoy agotada, habéis estado fantásticos.

Y tendiendo la mano a Toño le dijo, mimosa.

– ¿Vienes?

Pero antes de que el flaco contestase, Gorka se levantó como una centella y dijo.

– ¡Esperad un momento! Falta lo más importante…– y desapareció por el pasillo en dirección a la cocina.

En poco rato, regresaba sonriente con cuatro vasos de plástico y una botella de cava. Al ver lo que traía, los demás se levantaron al instante.

– La guardaba para algo especial y no veo mejor momento que este. ¡Feliz – cumpleaños, María!

– ¡Felicidades, princesa!

– ¡Qué cumplas muchos más!

A la chica se le iluminó la cara más si cabe. Dedicó a sus amigos la mejor de sus sonrisas.

– Si no estuviera tan pringosa, os comía a besos. Gracias muchachos.

– ¡Venga ya! – fue Gorka el que hizo los honores y le estampó un morreo sin lengua de lo más efusivo.

Toño se sentía culpable del estado de la chica e intentó limpiarla con su propia sudadera. El beso de Javi no fue tan casto. Le metió la lengua hasta la campanilla mientras le agarraba de nuevo las tetas. El tercero en discordia se hizo un poco de rogar. María le rodeó la nuca con sus brazos, obligándole a agacharse hasta su altura y dándole un tierno beso de enamorados.

– ¡Sois de lo mejor! – María estaba a punto de llorar – Gracias, de verdad.

Gorka intentó quitarle tensión al asunto.

– Tendíamos que inmortalizar el momento… ojala pudiésemos echarnos unas fotos…

– ¿Y por qué no? – Preguntó María – A mí no me importa.

Es que… te recuerdo que estamos desnudos…

– ¿Y?

El adonis volvió a correr más rápido si cabe hacia su habitación. Tenía una cámara digital que apenas utilizaba. Sabía que los chicos no pondrían reparo alguno, pero se aseguró de que ella fuese consciente de lo que iba a pasar.

– ¿Estás segura? ¿De verdad no te importa?

– Qué no, bobo ¿estáis listos? ¿Sí?– agarrando a sus otros dos compañeros por el talle, dijo – venga chicos, mirad al pajarito y decid conmigo… pa…ta…ta.

Antes de la última sílaba, realizó un rápido movimiento que sorprendió a los chavales.

– ¿Qué tal ha quedado? – dijo María acercándose al fotógrafo.

Gorka se apresuró a manipular la cámara en busca de la fotografía. Había resultado de lo más graciosa. Una sonriente María agarraba del nabo a los muchachos que ponía una cara de sorpresa morrocotuda.

– Hagamos más, es divertido – dijo la chica dando saltitos.

– Mejor que yo no aparezca, no sea que Elena…

– ¡Tonterías! – dijo Toño un poco molesto.

Si Gorka quería peces, debería mojarse el culo. Era muy bonito cepillarse a María sin arriesgar nada.

– Venga, que os hago una foto a los tres

Y, sin más arrebató la cámara del musculitos y les enfocó entre risas.

– “Mis tres chulos” la titularía yo.

– Me toca – dijo Javi.

Durante el resto de la velada, se sucedieron los posados de lo más variopintos. Si bien no se cortaban un pelo, no eran de lo que se dice pornográficas. Mas bien, como había dicho la morenita de ojos azules, divertidas. Las típicas fotos de una celebración de cumpleaños pero un poco subiditas de tono.

Toqueteos, simulaciones de penetraciones en las más variopintas posturas, líquidos burbujeantes recorriendo zonas erógenas con lenguas dispuestas a sorberlos, etcétera. Nada sucio, todo muy cordial y ameno. Tan sólo se salieron de madre unas instantáneas con el pene semi erecto de Toño metidas en un vaso y después limpiado fervorosamente por la boca de la chica.

Y, claro está, lo de la botella…

Hacía un rato que las fotos habían cesado, la conversación nada tenía que ver con el sexo ni nada parecido. María estaba sentada encogida en el sofá y sostenía distraídamente la botella entre las plantas de sus pies.

Su postura dejaba a la vista su depilado coño pero no le daba la menor importancia. Llegados a aquel punto, el pudor no tenía cabida entre los tres chavales y ella. Sin más, fue de nuevo Javi el que, cámara en ristre le preguntó.

– ¿Cuánto crees que te cabe?

María al principio no comprendió, pero cuando el chico le señaló la botella y luego a su entrepierna entendió lo que le decía.

– Pues no sé, supongo que, estando excitada… hasta aquí. – dijo señalando un punto en el que el recipiente empezaba a tener una anchura considerable

– ¡Quién es ahora la fantasma! No te lo crees ni tú…

– ¡Qué pasa! Es menos que la tranca de Toño…

– Pero eso es mucho más ancho al final…

Toño, previendo el posible desenlace dijo sin mucha convicción

– Es peligroso. Puede hacer ventosa y luego no salir…

– Eso es una leyenda urbana.

– ¡Qué leyenda ni que leches!

– No pasa nada. Lo sé

Los tres chavales se quedaron mirando a la chica sin decir nada. María era una caja de sorpresas. De nuevo Javi fue el más lanzado.

– ¡No me jodas! Lo has probado antes...

María ruborizó. Miró hacia un lado intentando disimular su vergüenza.

Algo rabiosa por haber sido descubierto uno de sus secretos más oscuros, se dirigió a Javi desafiante.

– ¡Tú no sabes que la curiosidad mató al gato!

– Joder, princesa. Si vamos a tirar de refranes… hechos son amores… que no buenas razones…

– De verdad que no puedo. Tendrá que ser otro día. Estoy agotada. Me lo he pasado de puta madre. Sois unos amantes estupendos. Y no lo digo por quedar bien. Hacía tiempo que no me corría así…

– Claro, lo que pasa es que te has tirado un farol que te cagas…

María le miró, divertida.

– Javi, si piensas que voy a picarme como una niña pequeña, lo tienes claro. Eso no te va a funcionar…

– Claro, claro. Desde luego… y ahora dirás eso de que “me duele la cabeza…”

– ¡Serás cabrón! – dijo entre risas, lanzándole al muchacho un cojín que tenía a su lado – ¡Te vas a cagar!

Y girándose hacia el larguirucho le dijo

– Toño, mi vida ¿puedes hacerme un favor?

– Lo que sea.

– Ves a mi cuarto y, en el tercer cajón de mi cómoda tráeme un botecito azul un poco transparente ¿vale?

– Voy volando.

A punto estaba de iniciar la carrera cuando ella le detuvo.

– ¡Toño!

– ¿Qué?

– Nada, que no te entretengas demasiado – le dijo guiñándole un ojo.

Pensando en esas palabras iba el chaval cuando recorría el pasillo. Cuando entró en la habitación de la chica, pensó que aquello era como profanar un templo. Nunca se había atrevido a entrar allí, ni con la chica ausente. No tenía tiempo en detenerse en detalles. Después analizaría la estancia repasando cada rincón ayudado por su privilegiada memoria.

Cuando abrió el cajón, comprendió a la chica. Allí había de todo. Bolas chinas, esposas, lencería comestible, un látigo y varios consoladores de diversos tipos y tamaños. Le llamó la atención un enorme pene negro con doble punta, parecía una serpiente en lugar de un consolador. Tragó saliva y buscó el bote. Como un rayo, sin ni siquiera cerrar el cajón voló de nuevo hacia el salón.

María frotaba su clítoris de manera vigorosa. Infantil o no, la jugada de Javi había surtido efecto.

– ¡Poned bastante vaselina en la botella…! Aún así, no sé si podré lograrlo.

– ¿Puedo extendértela yo en el coño?

– Claro Gorkita, pero hazlo como yo te diga… los chicos sois un poco brutos…

– Vale, vale.

– Primero, pon abundante entre tus dos dedos. Luego los vas metiendo uno y luego los dos. Lubrica bien las paredes… – suspiró – muy bien, despacito… hasta adentro… ¡Hey, no te pases! ¡Que por ese otro agujero no es!

– Perdón. Fue sin querer…

– ¡Ya te vale! – y mirando a Javi con la botella resplandeciente en su mano le dijo – A ver, pervertido. Trae eso para aquí.

– ¿Puedo…?

– Ni hablar. Lo haré yo misma. Tú eres capaz de matarme…

– ¡Exagerada!

– ¿Me la das o qué?

– Toma, toma.

María tomo aire, resopló fuerte pero no se echó atrás. Estaba decidida a callarle la boca a Javi, aunque su cuerpo resultase perjudicado. Dejó de frotarse y se abrió la vulva con dos de sus dedos. Comprobó su dilatación y meneó la cabeza. Aquello le iba a doler. Firmemente apretó la botella contra la entrada de su cueva.

– ¡Haagggg! ¡Me cago en mi puta madre….! ¡Vas a hacer fotos o qué cojones haces!

Hasta Javi se había olvidado de la cámara, absorto como estaba en los movimientos de María. Como un loco hizo una instantánea tras otra. De esta manera pudo ver como el cuello de la botella penetraba en su compañera de piso.

– Hasta aquí lo fácil – murmuró Gorka – ahora viene lo jodido.

En efecto.

La botella tampoco era muy grande, sobre todo en su boca. Otra cosa distinta sería cuando el intruso fuese penetrando cada vez más y la parte más gruesa comenzase a entrar en acción.

María estaba descompuesta. Con todavía restos de esperma sobre su cuerpo, el pelo revuelto, sudada y pringosa no estaba de lo más apetecible. Pero eso a los chavales les daba igual. Era una diosa. Una diosa que había bajado a la tierra y se les había aparecido a ellos una tarde de otoño.

Sin dejar de resoplar, la botella había llegado casi a tres cuartas partes de su recorrido. Faltaban dos o tres centímetros para ganar la apuesta, pero sin duda eran los peores. María estaba desatada, se masturbaba frenéticamente.

Cuando todo parecía perdido, hizo un último esfuerzo y se clavó aquel vidrio verdoso con la fuerza de sus dos manos.

– ¡Qué! – Dijo desafiante a la cámara – Podía o no podía.

– Desde luego.

– ¡Qué pasada!

– Eres increíble…

Una vez satisfecho su ego, la pequeña María se sacó lentamente su improvisado consolador. Como premio, se acercó la botella a sus labios y echó un buen trago de la mezcla de cava y sus fluidos.

– ¡Por mí! – dijo antes de beber

Y después, ofreció a sus amigos.

– ¡Por María!

– ¡Salud!

– ¡Por ti!

Y tras apurar la botella, los tres se acercaron a besar y agasajar de nuevo a la chica.

– ¡Vale, vale! No seáis pesados. Tampoco es para tanto…

– Me cago en la leche, que no es para tanto – dijo Javi – ha sido… bestial. Me has callado la boca, lo reconozco. Eres la mejor.

– Otro día veremos cuánto me cabe por detrás ¿Vale? Pero por hoy es suficiente.

Y diciendo esto, recogió sus cosas y volvió a tender la mano a un Toño que la siguió como un corderito hasta el baño. A mitad de camino la chica gritó

– ¡Javi! … ¡Sí!

El chico no comprendió.

– ¿Sí? ¿Sí qué?

– Sí que lo he hecho con alguna chica.

– ¡Me cago en mi madre! ¡Sabía que era lesbiana!

Aquella noche, por primera vez, el bueno de Gorka descubrió lo difícil que es conciliar el sueño con sonido del cabecero de la cama golpeando al otro lado de la pared.



Capítulo 3: De compras con María

Toño abrió los ojos. El día era tan plomizo y gris que parecía que todavía era de noche. Miró el reloj de su mesilla y se sorprendió. Casi las once.

Hacía años que no se levantaba tan tarde. Le dolía un poco la cabeza.

El cava barato tiene esos efectos secundarios en alguien que no acostumbra a beber. Dudó un poco, no sabía si lo que recordaba había sucedido o era simplemente un sueño. La braguita sonrosada que pendía graciosamente de su lámpara le sacó de la incógnita. Era un hombre nuevo. Ya no era virgen, y todo gracias a María.

María… lo último que recordaba de ella era que le había suplicado que la sodomizara de nuevo antes de dormirse. Había sido indescriptible. Cualquier otro día hubiese estado más de media hora recordando cada detalle de lo ocurrido la noche pasada. Pero pronto cayó en la cuenta de que es mucho mejor vivir una nueva experiencia que rememorar la anterior, por muy placentera que esta hubiera sido. La buscó inútilmente en su cama. La chica se había ido.

Se levantó resacoso y anduvo por el pasillo. Se oía algo en la cocina. Después del obligado paso por el baño, se dirigió a desayunar. Estuvo tentado de llamar a la puerta de la habitación de ella pero pensó que todavía estaría durmiendo. Sin embargo, se dio cuenta de lo equivocado que estaba en cuanto llegó a la cocina.

María estaba sentada sobre la encimera y, entre sus piernas, Gorka. Le estaba dando un soberano repaso. La follaba sin piedad por el coño que la noche anterior no había podido disfrutar. Se le notaban todos los músculos en tensión. Ella se aferraba al chico como si le fuese la vida en ello. Los ojos cerrados y la expresión de su cara hacían sospechar que no lo estaba pasando demasiado mal.

Toño se los quedó mirando apoyado en el dintel de la puerta. Apretó los puños en señal de rabia, pero no dijo nada. Tenía que aprender a superarlo.

– Pasa y siéntate, semental. ¿Café?

Toño ni se enteró de lo que un Javi sonriente le ofrecía desde la mesa.

– ¡Toño, baja de la nube! ¡Te digo que si quieres café!

El greñudo del corazón partido asintió. El café era su vicio. Era capaz de meterse entre pecho y espalda dos litros diarios. Quizás fuese por eso que apenas dormía.

Resignado, se encogió de hombros y se sentó a la mesa. No le costó mucho darse cuenta de que Javi no llevaba pantalones. Seguro que había sido el primero en disfrutar de los encantos de María aquella lluviosa mañana.

Cuando mojaba una magdalena en el oscuro líquido, el grito de Gorka le indicó que había terminado. Alzó la cabeza y observó a una María satisfecha, con el cabello recogido en una funcional coleta y una camisetita de tirantes negra que se pegaba a su cuerpo sin ropa interior ninguna. La erección de sus pezones y un pequeño gesto con la lengua le hicieron saber al muchacho que su amada estaba todavía excitada.

Cruzaron las miradas y ella ofreció su sexo sin cerrar las piernas. Toño, orgulloso y dolido, le hizo un gesto de negación con la cabeza. La chica se sintió incómoda. Habían hablado tanto la otra noche a solas en la habitación del chico que no esperaba esta reacción tan pueril.

– Bueno, pues a desayunar… – dijo bajando de su atril y dirigiéndose a la nevera – veamos que tenemos por aquí… ¡cereales con leche! ¿Dónde están?

– En el armario de abajo…

La chica se dirigió al lugar indicado y cuando se agachó mostró a los presentes su culito en todo su esplendor.

– ¡Menudo culo tienes! ¿Dónde lo tenías escondido hasta ahora? – dijo Javi.

– ¿Te gusta, eh? – dijo ella insinuante, contoneando las caderas sin levantarse.

– ¡Si no tuviese que reservarme, te enculaba ahora mismo!

– Cuando quieras.

Al pasar junto a él recibió un sonoro cachete que le hizo reír.

– ¡Venga, Toño! No remosquees. – dijo Gorka al ver la cara de su amigo menor – Este fin de semana vas a poder disfrutar tú solito de María… ¡Joder, qué tarde es! Tengo que irme…

Y bebiéndose el café de un trago, recogió su vajilla y se largó hacia su cuarto. Gorka era de un pueblo no muy lejano y regresaba a su casa casi todos los fines de semana. Elena era mucha Elena como para dejarla desatendida durante demasiado tiempo.

María tenía una extraña manera de sentarse. Con una pierna encogida sobre el asiento, devoraba el enorme cuenco de comida que se había preparado.

Se notaban los chorros de esperma de sus amantes todavía recorriendo sus piernas.

– Se nota que has pasado hambre. Podrías haber cogido de lo mío cuanto hubieses querido… – fue lo primero que le dijo Toño aquella mañana.

– Gracias, pero no me gusta mendigar. Y menos a la gente que conozco…– dijo con la boca llena– ¡Oye, Javi!

– Dime, princesa.

– ¿Qué es eso de que tienes que reservarte?

– También tú eres curiosa, María. Pero yo no soy tan cruel como tú y te lo contaré. Hoy viene a la ciudad la hermanita pequeña de la viciosa de Jaén. Se prepara una timba que hará que la del año pasado parezca una misa. Su hermana tiene tantas deudas que la chiquilla se pasará toda una semana saldándolas. Pienso ser el primero en degustar ese culito adolescente…

– ¡Pervertido! – dijo Gorka que, ya listo, se acercó a despedirse.

– Espera un momento, no te vayas. Creo que lo mejor será organizarnos, dos días para cada uno… – salió la vena práctica de Javi – Como Toño está aquí los fines de semana, para él el sábado y el domingo, Para mí el lunes y el miércoles estará bien…

– ¡Para, para, para! Ni se te ocurra seguir por ahí – le cortó una enfadada María – Soy una persona, no un cachorro que hay que sacar al parque todos los días. Aclaremos las cosas antes de que esto se descontrole. Nada de calendarios, reservas, cambios de día ni nada de eso. Follaré con quien me lo pida cuando nos venga bien a los dos y punto. Mi habitación es sagrada. Nadie, y digo nadie – miró a Toño de reojo – dormirá conmigo por la noche. Esta noche ha sido una excepción. Vosotros me pedís lo que queréis y ya me encargaré yo de satisfaceros. Si estoy ocupada con otro, pues simplemente esperáis y punto. ¿Vale?

Los chavales asintieron. Lo encontraban justo.

– A mí no me importa hacerlo con dos o tres a la vez. Si a vosotros os apetece, por mí no hay problema. Pero sólo con los tres. Ni hablar de amigos, parientes ni cosas por el estilo. ¿Sí?

– Vale

– Ok

– Sí

– Y sólo en casa. Nada de llevarme por ahí a escondidas de los otros. Para que esto funcione no hay que complicarse demasiado. Hay que hacerlo todo natural, como buenos amigos. Nada de celos, envidias ni chorradas por el estilo. Otra cosa, cuando tenga el periodo, por la boca y punto ¿eh? A mí no me suele doler la cabeza, pero si os digo que me duele, me duele ¿vale?

– ¡Sí, mi sargento!

– ¡Tonto! – dijo entre risas – y lo último y más importante.

Se calló un instante dándole solemnidad a lo que iba a decir.

– Esto es algo temporal, hasta que consiga un trabajo con el que poder pagar el alquiler. ¿Estamos? – Dijo mirando fijamente a los ojos de los chicos – si esto pasa, todo volverá a ser como antes. Es muy importante que lo tengáis claro para que luego no haya malos entendidos.

– ¡Vale! Por mí todo de acuerdo. Me voy volando, que pierdo el bus.

– ¡Y que no se os ocurra dejarme a medias! – le gritó María intentando aliviar la atmósfera que ella misma había creado.

– ¡Ya te enterarás cuando vuelva!

– Recuerdos a Elena.

– ¡Cabrona!

Cuando se cerró la puerta del piso, los tres que quedaban rieron con ganas.

– ¡Mierda! Se me ha olvidado otra cosa. Es una lástima que este se haya ido…

– Suéltalo, pides más que el gobierno.

– Sólo un pequeño detalle sin importancia. El que se ponga cachondo a las cuatro de la mañana, que me deje dormir y se haga una paja… ¿estamos?

Toño no entendía nada hasta que a Javi tosió discretamente.

– ¡No sabes ni guardar un secreto! Eres un poquito bocas.

– Ya dije que nada de secretos. Contaré todo lo que me hagáis tanto uno como otro.

Gorka volvió a entrar en la vivienda.

– No sé que tengo en la cabeza. Se me olvidaba. Toño, en mi habitación hay una caja con papel de regalo. Es un ordenador portátil que me regalaron mis padres por navidad. ¿Podéis hacerme el favor de descargar las fotos de la cámara y grabarlas en un disco aparte? Si Elena ve esas fotos, me la corta…

– ¡Un portátil! Qué suerte. A mí, un par de calcetines y colonia barata. Si ahorro me compraré uno. Eso del póker por Internet me parece interesante….

A Toño se le cambió la cara.

– ¡Joder, mierda! Quedamos en que nada de ordenadores.

María se sorprendió como el resto. Ya se había dado cuenta de ese detalle. En la habitación de Toño no había ni un triste equipo portátil, ni impresora, ni nada por el estilo. ¿Qué estudiante de informática no tiene ordenador?

– Hostia, tío. Ya sabes que soy un negado con eso de la informática. Si tengo que hacer algún trabajo, prefiero ir a la biblioteca de la facultad. Hay un ganado de primera. Me lo regalaron mis padres y ni siquiera lo había estrenado. Elena es la que me descarga la cámara, yo no tengo ni puta idea de cómo hacerlo…

– ¡Me cago en mi puta madre! Como me pillen, se acabó…

– Tranquilo Toño. Compréndenos. No tenemos ni idea de lo que estás hablando.

– Sí, tío. Aclárate. Es sólo un puto portátil.

Tras respirar hondo el chico analizó su situación. Sus compañeros eran sus únicos amigos. Merecían conocer su secreto. Por lo menos lo más importante.

– No puedo permanecer a menos de diez metros de un ordenador. Si me pilla el vigilante de mi libertad condicional… me encerrarán… otra vez.

– ¡No jodas!

– Nos estás vacilando…

– Lo dice en serio – dijo María mirando a los ojos de un desconsolado Toño.

– ¡Pues claro que lo digo en serio, joder! No es coña. Es algo muy grave. Por eso no voy a clase los primeros viernes de cada mes. Tengo que ir al centro y presentarme en comisaría. Estoy en libertad condicional. No puedo ni saltarme un semáforo cuando camino por la calle. Y todo por el hijo de puta de mi padre… – no aguantó más y comenzó a llorar como un niño.

Sus amigos no insistieron en pedir explicaciones. Intentaron cambiar de tema y animar al chaval, que agradeció el intento. Gorka tuvo que largarse pero Javi y María le mimaron tanto que hicieron que Toño volviese a sonreír. Al cabo de un rato, el futuro economista, dijo:

– ¡En fin! Yo también os dejo. Voy a ducharme y prepararme. No tengo ni idea de cuándo volveré. Con esas chicas, nunca se sabe.

– Que disfrutes, semental.

– Se hará lo que se pueda, princesa.

Y diciendo esto se levantó de la silla. Cuando pasó junto a la chica, blandió su espada descaradamente. María, sin inmutarse, dejó los cereales por un momento y mamó aquel flácido pito media docena de veces.

– ¡Para, para! Si la zorrita esa es la mitad de buena que tú en la cama, voy a pasar un fin de semana de puta madre.

Cuando Toño y María se quedaron solos ella preguntó

– ¿Querrás acompañarme? Voy de compras.

Toño recordó la manera mediante la cual la chica obtuvo el dinero.

– Yo también había pensado en comprarte algo…

– Ni hablar. Nada de regalos ni dinero. Comida y alojamiento…

– Lo decía por lo de tu cumpleaños…

– ¡Ah, bueno! … mi cumpleaños… claro. Está bien… pero sólo una tontería… no te ofendas pero prefiero el dinero…

– Nada de eso. Será un regalo en toda regla…

– Deja al menos que yo lo elija. Necesito cosas más útiles que una caja de bombones o unas flores.

Toño frunció el ceño pero accedió. Además, no tenía ni idea de lo que podía gustarle a la chavala. Eso había pensado regalarle. Bombones y flores. Nada original, por lo que se veía.

María volvió a sorprenderle, se sentó sobre sus piernas y desnudó su busto completamente. Estaba claro lo que necesitaba. Lo que Toño tenía entre sus piernas. Al chico tampoco le iba a venir mal soltar un poco de tensión. Se entretuvo de nuevo acariciando el cuerpo de la chica. Ella le lamía el lóbulo y susurró.

– ¡Dímelo!

– ¿Qué?

– Lo que me dijiste ayer

– ¡Te quiero!

– Eso no, tonto. Lo otro… me pone como una moto.

Toño sabía a lo que se refería, pero no se atrevía. Se había arrepentido al instante de pronunciar aquella palabra.

– ¡Puta!

– ¡Otra vez!

La chica ya había liberado la serpiente del chico y la acariciaba en toda su extensión.

– ¡Puta!

– ¡Más fuerte!

– ¡Puta! – gritó cuando su verga se introdujo en su amada.

– ¡Mírame a los ojos y dímelo otra vez!

– ¡Puta! ¡Puta! ¡Puta!

De un zarpazo tiró al suelo la vajilla que todavía estaba sobre la mesa, lanzó sin miramientos a la zorrita sobre la tabla, le abrió las piernas hasta casi desmembrarla y la cabalgó hasta desfogarse. En cada embestida no dejo de pronunciar tan fea palabra. María eyaculó casi al instante, Javi y Gorka habían sido un buen calentamiento. El enorme aparato de Toño había terminado la faena.

Tras una reparadora ducha, la pareja abandonó la vivienda entre risas y jugueteos. Bajaron las escaleras de dos en dos y dejaron el edificio cogidos de la mano, sin ni siquiera saludar al barrigudo conserje que los miraba de mala gana.

El hombre se sonrió cuando los chavales no pudieron verle.

– Otro que ha caído. Joder con la pequeña María.

Se sentó a ojear la prensa del día, pero sus recuerdos pronto volvieron a aquella tarde del pasado otoño, cuando se le apareció aquella viciosa ninfómana por primera vez.

– Buenas tardes señor. Vengo a ver a unos chicos para alquilar una habitación con ellos.

– ¡Ah sí! Los chavales… son muy majos… y bastante responsables… al menos para su edad.

El hombre estaba encantado con la presencia de aquella muchacha en su portería. A pesar del frío, vestía una minifalda que apenas tapaba sus muslos, unas caras botas de cuero negro la hacían parecer más alta de lo que en realidad era. Bajo una torera corta, del mismo color y material, un minúsculo top apenas tapaba el generoso busto de la chica. Don Manuel ni siquiera podía mirar a la cara de la chavala, sus ojos se le iban hacia el escote que se le presentaba ante él.

– Cuando deje de mirarme las tetas, ¿me podría decir algo más acerca de ellos? – le dijo haciendo una mueca.

Ni se alteró lo más mínimo al saberse descubierto. Se limitó a resoplar y mostrar su nauseabunda dentadura.

– ¿Eres policía?– le dijo en tono burlón – Perdone agente. No tengo ni idea de dónde puedes guardar la pistola, putita… debajo de tan poca tela…

– No se pase de listo. Sólo quiero que me cuente todo lo que sepa de ellos…

– ¿Sólo eso? Ni pensarlo. No quiero problemas… ¡joder!…

La chica, sin cortarse un pelo, se había subido el top y le mostraba las tetas sin ningún miramiento.

– Me lo tiraré a pelo si es bueno y me lo cuenta todo. Además, si me gusta lo que me dice… quizás sea su nueva vecina…ya me entiende.

El abuelo no se había visto en otra igual en su vida. Pensaba que le estaba vacilando pero no tenía mucho que perder. Desembuchó todo lo que sabía de los tres amigos. Solía rebuscar en la basura de los vecinos, así que le contó hasta las veces que compraban papel higiénico. Le habló de Gorka y la calentorra de Elena, de Javi y su ludopatía. De Toño en cambio apenas le pudo contar nada, tan sólo que nunca se iba a casa por algún lío con su padre.

– Bueno, lo prometido es deuda.

Se dirigió a la puerta del pequeño habitáculo, bajó la persiana y cerró con llave.

– Tan sólo hay un pequeño problema. Tengo la regla y sangro bastante. ¿Le importaría metérmela por el culo? – dijo alzando su falda, mostrando un pequeño tanga insertado en sus carnes.

Don Manuel estaba tan excitado ante tal ofrecimiento que apenas acertó a meter su pequeño pene por aquel agujerito un par de veces. Eyaculo torpemente en un instante.

– Menudo campeón está hecho. Espero que me trate mejor la próxima vez que baje a visitarle.

– ¿Vas a quedarte? – su tono, lejos de ser desafiante, parecía suplicar a la muchacha.

– Bueno. Dependerá de esos críos...

– Si vas así vestida… ni lo dudes…

– Ni hablar de eso. Les asustaría – la viciosa mente de la chica se había puesto en marcha analizando la próxima jugada – necesito un cambio de imagen.

– Pues yo creo que estás de muerte…

– En fin, me largo. No se apure, luego vuelvo. La cita es mas tarde. Sólo quería tantear el terreno – apretó con el dedo la barriga del hombre – ni se le ocurra descubrirme. Usted no me había visto en su vida, ¿eh? Sea bueno y lo de esta tarde se repetirá bastante.

– Soy una tumba.

– Más le vale.

La chica abandonó el portal con cuidado de que no le viese nadie. Aquella fue la primera vez que don Manuel disfrutó de los encantos de la joven. Pero no la última. No menos de dos veces por semana, la chica le visitaba en su portería, y no precisamente para pedirle azúcar. De hecho, incluso aquel primer día la volvió a degustar cuando, poco antes de las ocho de la tarde volvió a entrar en su cuchitril. No la reconoció, su aspecto era tan sensual como el de un saco de patatas. No obstante, cuando le mamó la polla con tremenda pericia, comprobó el placer que una lengua experta, coronada con aquel piercing juguetón podía proporcionar. Putero reincidente, sabía reconocer a una profesional en cuanto la veía. Aquella chica era la mejor, nada que ver con todas esas putas extranjeras a las que había follado. Se notaba que aquella princesa hacía aquello por puro vicio.

Cuando María y Toño salieron a la calle, había parado de llover. La temperatura no era demasiado baja dada las fechas en la que estaban.

Cogidos de la mano pasearon por el parque, el chico intentó besarla pero ella le recordó el pacto que habían sellado con sexo y cava la noche anterior.

Entre ellos nada de amor, sólo sexo, y sólo en casa. Él no tuvo más remedio que resignarse. María ponía las reglas. Mejor eso que nada.

– Primero, la farmacia.

Toño se moría de vergüenza cuando la chica le preguntó al boticario acerca de la píldora del día después y otro tipo de pastillas anticonceptivas. Se sintió culpable. Ni él ni sus amigos habían reparado en la posibilidad de dejar preñada a la chica. Ella invirtió casi todo su escaso presupuesto en aquellos menesteres.

– María, eso lo pagamos nosotros – le dijo en cuanto estuvieron en la calle.

– Ni hablar…

– No me perdonaría que la mamada al asqueroso don Manuel fuese la que pagase nuestros vicios…

– No insistas…

– ¡Joder! – Esta vez Toño se mosqueó bastante – El cliente tiene que ponerse el condón, incluso creo que las putas les cobran un suplemento si son ellas las que le suministran el preservativo…

– Bueno… – dudó ella – creo que eso es cierto…

– ¡Pues claro, hostia! No se hable más. Las pastillas corren de nuestra cuenta, y si quieres condones… pues también. Los chicos estarían de acuerdo conmigo. Seguro.

– Claro tonto, no te mosquees – le dijo María estirándole un poquito de pelo – Pero ni un euro más.

– Bueno, falta mi regalo. Dijiste que preferías el dinero. Toma.

– ¡Ni hablar! ¡Ciento cincuenta euros! ¡Estás de coña! Ahora la que me enfado soy yo…

– Tampoco es tanto… es de parte de los tres. Lo hablamos ayer por la noche… mientras te duchabas… – balbuceó.

– Mientes fatal, Toño. Te recuerdo que tú estabas conmigo en el baño…

El chico reconoció que había pillado su inocente mentira, pero no siguió insistiendo.

– ¡Que sí, mierda! Seguro que Gorka y Javi estarán de acuerdo…

– No insistas. Es demasiado dinero.

– Por favor María, acéptalo. Tú lo necesitas más que yo… – pero cuando observó la cara de mosqueo de la chica hizo su último esfuerzo – por lo menos acepta cien de mi parte…

– Es mucho para una amiga. Con veinte es suficiente.

– ¡De cojón! No valores mi amistad con el precio de… – se quedó callado, avergonzado,

– Dilo, con el precio de una mamada.

– ¡Cien!

– ¡Cuarenta!

– ¡Ochenta!

– ¡Sesenta! – Sonrió – esto parece el mundo al revés. Normalmente la puta es la que pide más y el cliente es el que rebaja.

– De acuerdo. Sesenta. Y con lo de las pastillas… ochenta. ¿Vale?

– Vale… pesado.

– Te recuerdo que aquí no eres una puta, eres mi amiga. Este es el regalo a mi mejor amiga.

– ¡Vamos a chafarlo!

– ¿A dónde?

– Pues al Mercadona, claro.

– ¿Mercadona? – de cien sitios que hubiese dicho él, no hubiese acertado el lugar dónde María quería comprar su regalo.

– Necesito cosas. Cosas realmente importantes…

Lo que quedó del resto de la mañana lo invirtieron los dos como si fuesen una pareja joven haciendo su compra semanal. María eligió sobre todo productos de higiene personal de lo más variados como tampones, jabones y cremas. Siempre lo más barato.

Donde invirtió más tiempo revisando los componentes fue con las leches corporales. Eligió la que más le satisfizo dado su escaso presupuesto.

Toño compró comida, sobre todo a gusto de María.

– Por favor, compra esta mermelada de frambuesa. Me vuelve loca. Hace siglos que no como…

– ¿Por qué?

– Es un poco cara.

Cuando Toño miró el precio, este no subía de los cinco euros. Entonces comprobó cuál era realmente el estado financiero al que había llegado la chica. Bajo cero.

Comprendió su desesperación y el porqué había llegado a ofrecer su boca al portero. Pura necesidad. La perdonó por ello internamente.

– ¡Tengo un hambre que me muero! – dijo María.

– Es muy tarde para ir a casa… te invito a comer. Es lo mismo que lo hagamos aquí o en casa, ¿no?

– Bueno.

– ¿Qué te apetece?

– Chino.

– ¿Chino?

– Me encanta, la comida es barata… y abundante,

– ¡A ver si ahora te vas a poner como una vaca! – dijo Toño ensanchando los brazos.

– ¡Chaval, no te pases! – Respondió ella haciéndole cosquillas en un costado – Dejemos todo esto en consigna y vamos.

La comida, deliciosa. Pero más por la compañía que por los manjares. Toño odiaba todas aquellas cositas partiditas en trozos pequeños pero María disfrutó tanto que no se arrepintió de haber accedido a su sugerencia. Ella parecía otra, más liberada, más relajada, feliz.

– Ahora vendría bien una buena siesta.

– Si quieres, vale. Lo cierto es que yo suelo dormir más bien poco…

– En la cama se pueden hacer otras cosas aparte de dormir…

– ¡Camarero, la cuenta!

Se dirigían en busca de sus artículos comprados cuando la chica se detuvo delante de un local del centro comercial. Tenía muchas luces rojas en su fachada y un nombre de lo más explicito. “Venus: artículos eróticos. Prohibida la entrada a menores de 18 años”

Si en la farmacia Toño estaba muerto de vergüenza, cuando María le agarró de la mano y lo introdujo en el establecimiento quiso salir corriendo. Sin embargo, el interior del local era muy diferente a lo que él esperaba. Nada de un antro lúgubre, oscuro y furtivo. Era una tienda convencional. Muy iluminada y bastante concurrida.

Chicas preparando una despedida de soltera elegían un disfraz picante para la homenajeada, parejas maduras cogidas de la mano rebuscaban entre las películas eróticas de los años setenta. Algún que otro marido compraba un regalo especial para su mujer o amante. Todo muy normal.

Cuando la dependienta dejó a una pareja de gais eligiendo un consolador acorde con sus preferencias se les acercó amablemente.

– ¿Puedo ayudaros?

– ¿Cuánto cuesta? – Dijo María señalando a la pared.

– Todo el conjunto, ciento cincuenta.

Toño creyó desmayarse. La chavala señalaba un conjunto de corpiño, liguero, medias y botas rojo de lo más sugerente. Imaginó a la pequeña María con aquello puesto y algo importante comenzó a crecer en su entrepierna.

– Es muy caro.

– Son las botas. El resto a penas cuesta sesenta…

– Perfecto. Me quedan cincuenta y nueve. Supongo que será suficiente.

– Por supuesto. ¿Te lo pruebas? Tengo que deciros que a los probadores sólo puede entrar una persona. Son las normas.

– Claro, claro.

Veinte minutos después la compra estaba hecha. La dependienta estuvo dentro del probador con María durante casi todo ese tiempo. A Toño le pareció un poco raro pero no dijo nada.

– ¿Te lo envuelvo para regalo?

– Me gustaría llevármelo puesto pero no es posible. Sí, gracias.

– Son… cincuenta y nueve euros… y una sonrisa.

A Toño le pareció entender que la dependienta le estaba echando los tejos a María. Un montón de monedas cayeron sobre el mostrador.

– Aquí hay nueve euros. Faltan cincuenta, cielo.

– Por supuesto.

De un bolsillito pequeño de su cartera sacó un billete marrón muy doblado. Lo desplegó con paciencia y lo entregó, sonriente, a la cajera. Antes de salir, Toño descubrió un consolador doble negro, similar al que María guardaba en su cajón.

– Venga, pervertidillo. Vamos a estrenar tu regalo.

De camino a casa Toño no pudo reprimirse y preguntó.

– ¿Y esos cincuenta euros?

– Son los del billete,

– ¿Qué billete?

– El de la vuelta a mi casa.

– ¿A casa?

– Sí, a mi casa. Me fui de ella con todos mis ahorros y me prometí a mi misma que, si todo no me funcionaba tal y como esperaba, con mis últimos cincuenta euros compraría un billete de autobús para volver con mis padres.

– Entiendo. Y te los has gastado en lencería en lugar de algo más útil.

– Desde ayer tengo claro que no los voy a necesitar. No volveré jamás. Haré lo que haga falta.

– Entiendo – Toño sabía hasta dónde ella era capaz de llegar.

Antes de llegar a casa, María hablaba distraída y tropezó con un señor mayor, muy trajeado y acicalado.

– ¡Niña, mira por dónde vas!

– ¡Perdón, señor!

– ¡Esta juventud, está siempre en las nubes!

– Menudo genio, tiene el viejo– comentó Toño al llegar a casa.

– ¡Pues no veas cómo se pondrá cuando se entere de esto! – dijo la chica enseñando una cartera de cuero.

– ¡María! ¡Se la has robado!

– ¿Siiii? ¿De veras? No me había dado cuenta…

– ¡María, joder!

– ¡Joder, qué! No te enteras, Antoñito… ya os dije que no tenía un duro… y que haría lo que fuese por subsistir…

– Pero ¿robar?

– ¿Prefieres que el portero me dé por detrás?

– ¡No, por supuesto!

– Pues eso – rebuscó entre los bolsillos.

– ¿Y las huellas?

– Tú ves mucha tele, Toño – y continuó mirando – menudo rata, sesenta euros y calderilla… putas tarjetas… ¡y un condón! Caramba con el abuelo.



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