Capítulo 1
Andy no se lo creía, la jovencita morena estaba en una nube y no sólo por el largo vuelo desde El Salvador hasta Argentina sino por todo lo sucedido a en el último mes de su vida. Montada en el taxi que le llevaba a su destino repasaba mentalmente lo ocurrido en tan breve periodo de tiempo. Los acontecimientos se habían sucedido a una velocidad de vértigo después de que presentase uno de sus dibujos al concurso de una conocida marca de refrescos. Después de una dura pugna, su boceto había llegado a la ronda final y no sólo eso: se había proclamado vencedor. El premio: una beca por un año para estudiar en la que sin duda era la Academia de dibujo más prestigiosa de todo Hispanoamérica. En un solo año de asistencia allí había jóvenes que habían pasado de la mediocridad más absoluta hasta la excelencia.
Andy era un manojo de nervios, estaba segura de que echaría de menos a su familia, pero sabía que pasar tanto tiempo fuera de casa tenía una gran recompensa. Ella era buena con los dibujos, tenía un potencial increíble y estaba segura de que con las enseñanzas recibidas en la Academia iba a ser todavía mejor.
– Ya hemos llegado, señorita. No se preocupe por las maletas. Las tendrá en su habitación cuando llegue a ella. Esa señorita de ahí es doña Elisa, la directora del centro. Ella le atenderá como es debido.
– Gracias – dijo la joven algo apabullada por tanto lujo y ceremonia.
En efecto, había sucursales de la Academia Kamataruk en decenas de países pero la sede central, la más importante de todas, estaba situada en las afueras de Mar de Plata, un paradisiaco lugar situado a unos cuatrocientos kilómetros al sur de Buenos aires. El entorno era idílico y el edificio principal imponente. Se respiraba lujo por todos los lados y a Andy se le antojaba que todo aquello estaba muy por encima de sus posibilidades. No era pobre pero estaba segura de que, de no ser por la beca, ni en sueños hubiese podido asistir a clase en un lugar como ese.
Con todo, lo que más impresionó a la joven no fue ni el edificio ni el jardín cuidado hasta el más mínimo detalle sino a la impresionante hembra que atendía al nombre de Elisa. Andy se quedó muda. Es más, se quiso morir cuando aquella mujer de larga melena dorada se le acercó con su cálida sonrisa en la boca. Andy no era precisamente menuda, rozaba el metro setenta de altura pero aquella hembra que rozaba los cuarenta, con sus largas piernas y su calzado de tacón de aguja rojo pasión le hacía parecer insignificante.
Andy tragó saliva con dificultad al sentir su cercanía, se sentía atraída por la directora. Intentó reprimir sus instintos y mirar a los ojos azules de la mujer pero los suyos enseguida se perdieron en el generoso escote de su anfitriona. Exceptuando los zapatos, la ropa de la señorita Elisa era lo más discreta y funcional. Vestía una falda oscura justo por encima de la rodilla y una camisa de un blanco impoluto, aunque el excesivo volumen de sus senos hacía que buena parte de ellos se distinguiesen claramente a través de la abertura dejada por los botones superiores, desabrochados de manera algo arriesgada.
– ¡Hola, acabo de llegar de la ciudad yo también! El atasco para salir era tremendo. Tú debes de ser Andy, ¿verdad? – dijo muy sonriente, con cierto acento nórdico que la joven no llegó a identificar.
– ¡S... sí! – Balbuceó la adolescente, abrumada.
Andy comenzó a sudar al distinguir los pezones de tan imponente hembra manifestarse bajo la tela de la camisa. Intuyó que su anfitriona no llevaba ninguna clase de corpiño con el que sostener sus voluptuosas tetas, cosa que corroboró cuando esta se agachó a besarla en las mejillas, dejando al alcance de sus ojos aquel par de enormes melones. Las piernas de la joven comenzaron a temblar ante semejante espectáculo y el cosquilleo de su vulva tampoco ayudaba a serenarse en aquel momento tan poco oportuno.
– ¡Bienvenida a la Academia Kamataruk de Mar de Plata! Es todo un honor acogerte entre nosotros. Tenemos muchas esperanzas puestas en ti – Dijo la nórdica en tono amable -. Eres una pintora excepcional.
– Gracias. Ha…haré lo que pueda.
– Seguro, querida. Entremos, te enseñaré las instalaciones. – Dijo la mujer abriendo la puerta del edificio.
Pero de pronto se golpeó levemente la cabeza con la muñeca.
– ¡Qué tonta! Has hecho un largo viaje. Seguro que te apetece descansar ahora. Te llevaré a tu habitación…
– ¡No, no! – se apresuró a contestar Andy, continuando de manera atropellada -: ¡Enséñemelas!
– ¿Perdón? - Apuntó Elisa algo turbada pero sin perder la sonrisa.
– Me… me refiero a las instalaciones, al edificio y todo lo demás... – Repuso Andy, colorada como un tomate y muerta de vergüenza.
– Claro, con mucho gusto… – Contestó la otra guiñando un ojo de manera cómplice – te las enseñaré.
Muerta de vergüenza, Andy deseaba ver todos y cada uno de los rincones de aquella mansión y, sobre todo, seguir contemplando las curvas de la rubia caminando como una leona a su lado. Era la primera vez que una diosa como aquella le dirigía la palabra. Había visto aquel tipo de mujeres en revistas eróticas e incluso en multitud de películas pornográficas pero jamás tan de cerca. Era el prototipo de mujer en el que pensaba cuando se acariciaba desnuda en su cama. Sin descartar a los chicos la adolescente tenía una marcada predilección por las hembras frente a los machos.
– En primer lugar te llevaré a la sala de pintura. Tus compañeros están ahí en este momento. Creo que lo mejor será que los conozcas cuanto antes. Hay alumnos de todas las partes del mundo, tienen con mucho talento, te encantarán…
– Me parece bien. Tengo ganas de comenzar cuanto antes a mejorar mi técnica.
La joven casi se muere al sentir el tacto de una firme mano femenina empujándola por el costado. Como una marioneta, fue dirigida a través de múltiples pasillos hasta una enorme puerta de madera noble. Tras ella se escuchaba un murmullo heterogéneo de voces.
– Adelante, no seas tímida – Dijo Elisa abriendo la puerta y cediéndole el paso -. Tus compañeros te esperan.
Andy respiró profundamente antes de aventurarse a lo desconocido. Las multitudes no eran lo suyo. Se sentía cómoda en la intimidad de su cuarto o hablando con la gente a través de la red pero en el cuerpo a cuerpo se mostraba nerviosa y sumamente tímida.
– Vamos allá.- Murmuró.
Estaba realmente decidida a enfrentarse con sus miedos pero al entrar se quedó boquiabierta por lo que allí vio. Había estado en multitud de aulas de dibujo pero jamás en una semejante. No le sobrecogió la enorme cristalera del fondo, un majestuoso puzle de mil formas que dejaba entrar de par en par la tibia luz del atardecer; ni el montón de cuadros a cuál más extraordinario que colgaban de las paredes; ni la multitud de caballetes y otros utensilios de pintura colocados de manera desordenada alrededor de una especie de atril o escenario diminuto. Una vez más el motivo de que sus bonitos ojos marrones estuviesen abiertos de par en par eran las personas y no los objetos que las rodeaban: en aquel templo de la pintura, dando vueltas de un lado para otro como si de abejas en un panal se tratasen, deambulaba un grupo variopinto de personas de ambos sexos. La edad de los artistas era variada, yendo desde treintañeros de cuerpos fibrosos hasta jovencitos y jovencitas preadolescentes varios años menores que la propia Andy.
Todos estaban desnudos.
A la chica se le iban los ojos hacia las partes más íntimas de sus nuevos compañeros, todos estaban completamente rasurados y nadie hacía nada por esconder su desnudez. Es más, Andy distinguió con claridad que un par de muchachos muy jóvenes experimentaban tremendas erecciones pero ninguno de los presentes parecía dale la menor importancia a una circunstancia tan indecente. Aunque lo que terminó por turbar a la joven fue distinguir en el escenario a una pareja de edad y colores dispares follando abiertamente sobre un diván y que sólo dejaron de hacerlo en el momento en el que la señorita Elisa comenzó a hablar a todos los presentes:
– A ver, señores… un momento.... ¡señores, por favor!
Andy quiso que se le tragase la tierra al sentirse examinada por el grupo de nudistas que la rodearon entre risas y cuchicheos.
– Les presento a Andy. Será su nueva compañera. Ya les he hablado de ella. Es increíblemente buena dibujando y, con la ayuda de todos, todavía lo será más.
– Hola. – Dijo la morenita, cohibida por ser el centro de atención de todos los presentes.
– ¡Hola! – Respondió el resto de la clase en forma de coro bastante desorganizado.
– ¿Selena? ¿Selena? ¿Dónde estás?
– Estoy aquí, señorita Elisa.
De entre todo el grupito emergió una alegre jovencita flaquita y clara de piel, con aspecto de loli, algo más bajita que Andy. Era todo un bomboncito, no tenía desperdicio pero de sus múltiples características a cuál más deseable destacaban su melena también rubia, larga hasta las caderas y recogida con una cola; sus pechos, un par de esferas perfectas y diminutas coronadas por un par de pezones oscuros y apretados; su sexo, abultado y rasurado por completo y, sobre todo, sus increíbles ojos verdes, cuya tonalidad cambiaba según la intensidad de la luz dominante. La morena la identificó como la chica momentos antes cabalgaba a un treintañero de raza negra. El esperma que partía de su sexo y descendía por sus piernas no dejaba lugar a la posible equivocación.
– Andy compartirá cama contigo. Sé que con tu ayuda pronto se acostumbrará a nuestro método de trabajo.
– Sí, señorita Elisa. Será todo un placer. – Contestó la rubita con una sonrisa de oreja a oreja.
Andy pensó que la directora no dominaba mucho el español y había confundido el término “habitación” con el de “cama”, así que no le dio demasiada importancia al error.
– ¡Lo pasaremos genial juntas, ya lo verás! – Dijo la chiquilla dando saltitos de alegría.
– De… de acuerdo – murmuró Andy todavía descolocada ante tanta novedad.
– Bien. Colóquense todos en sus lugares correspondientes. Obsequiemos a nuestra nueva compañera con nuestra bienvenida acostumbrada. Dibujo rápido, es su oportunidad para demostrarle a Andy lo buenos que son.
Y mientras todos los artistas iban y venían alegremente la señorita Elisa se dirigió a la adolescente:
– Andy, colócate sobre el escenario, tú vas a ser la modelo.
– ¿Yo? Yo no…– Respondió ella negando con la cabeza.
– Claro que sí. Es la costumbre para los nuevos alumnos: deben posar para el resto.
– Pe… pero…
Sin saber cómo, la recién llegada se vio en el centro de aquel círculo mágico, bajo la mirada de un montón de ojos curiosos.
– ¿A qué esperas, mujer? ¡Quítate la ropa!
– No… - balbuceó la chica cada vez más alarmada -. Yo… no voy a hacer eso.
– Venga… no seas tímida. – Dijo la maestra de ceremonias colocándose a escasos centímetros de ella -. Aquí todos somos artistas y modelos al mismo tiempo, no pasa nada, hay confianza.
Andy se quedó petrificada.
– Tranquila… tú me ayudas y yo te ayudo. Te acostumbrarás enseguida. Somos una pequeña gran familia… - Prosiguió la mujer acariciándole el cabello con suavidad -. No hay secretos entre nosotros.
La joven sintió algo que no había experimentado hasta entonces, era como si su mente se hubiera apartado de su cuerpo dejando que éste actuase ajeno a su voluntad. Sólo de ese modo pudo explicar su forma de proceder a partir de aquel momento; hizo cosas impensables para ella hasta ese momento. Su timidez se evaporó como por arte de magia; su universo no iba más allá del cuerpo de Elisa, que se presentaba ante ella sensual y desbordante. Todo lo demás no importaba, ni siquiera en numeroso público que las rodeaban. Zambullida en el azul de los ojos de la rubia, estaba como hipnotizada. Pronto sus manos acariciaron los enormes senos de su compañera de posado, primero sobre la ropa y luego bajo ella. Sin nada que la detuviera, los atacó sin reservas. Al tacto eran muy suaves, duros y turgentes y tan enormes que ni utilizando ambas manos lograba abarcar uno de ellos.
Andy rompió a sudar, cada vez más y más. Su pulso se aceleraba conforme sus dedos desabrochaban los botones de aquella camisa blanca que ocultaba aquello que tanto deseaba. Ante sus ojos aparecieron de repente aquellos monumentos a la belleza humana en forma de senos, justo a la altura de su boca. De manera inconsciente comenzó a salivar, demostrando claramente cuáles eran sus deseos. Aun así la invadió un cierto sentimiento de pudor y se resistió a seguir sus instintos.
– Cómetelas… lo estás deseando. – Le susurró Elisa y de manera sensual se acercó tanto a ella que uno de sus pezones erectos le golpeó en la cara -. Haz con ellas lo que quieras.
El ofrecimiento fue demasiado para su frágil resistencia, Andy dejó de luchar sucumbió a la lujuria. Se llevó un pezón a la boca ávidamente, y después a su compañero. Su lengua no daba abasto, lamía aquellos generosos pechos de manera intensa, como un bebé busca su leche.
– Eso es, pequeña. Son todas tuyas… - le arengaba la otra tiernamente mientras se dejaba devorar -. Disfrútalas. Te gustan, ¿verdad?
– ¡Sí! – Grito la más joven fuera de sí.
Tal fue el grado de éxtasis que experimentó la joven que ni siquiera se dio cuenta de que, entre lamida y lamida, tanto su ropa como la de la primera amante de su corta vida iban desapareciendo de encima de su piel. Presas del vicio de la carne, las dos hembras yacieron desnudas hechas un revuelto de deseo en el centro del pequeño escenario. Ninguna de las dos permanecía quieta, en pocos minutos estaban tan compenetradas a la hora de darse placer mutuamente, tanto que parecían conocerse de toda la vida. La lengua de Andy no se detenía ni un momento, las tetas de Elisa tenían imán para ella, eran adictivas como una droga y no podía ni quería detenerse en su afán por bañarlas en babas. Tan sólo dejó de juguetear con los pezones al sentir unos dedos acariciándole el sexo, frotándoselo con suavidad. Abrió las piernas cuanto pudo al sentir unos dedos entrando en su vulva.
– Estás que chorreas por aquí pequeña. Te gusta, ¿verdad?
– ¡Sí!
Andy se tocaba de manera habitual leyendo relatos o viendo videos hentai, sobre todo en periodo de vacaciones escolares, pero aquello era otra cosa. Comprobó que ser acariciada por otra persona era infinitamente más placentero que hacerlo por sí misma. La chica carecía de ese tipo de experiencias, su intimidad jamás había sido profanada por dedos que no fuesen los suyos y eso la volvió loca.
– ¡Agg! – Gimió la adolescente al experimentar su primer orgasmo de la noche.
El coño le ardía, expulsando babas a diestro y siniestro. Con el asunto del concurso y el viaje llevaba un tiempo sin masturbarse y su cuerpo andaba necesitado de placer. Las expertas maniobras de Elisa le permitían entrar en su sexo de manera cada vez más profunda y eso todavía la calentaban más.
– Eres un volcán, mi niña. – Musitaba la adulta cada vez más caliente.
Andy pensaba que se moría de gusto. Uno, dos e incluso tres dedos penetraron en su vulva a la vez, retorciéndole la entraña, abriéndosela de par en par. Estaba tan lubricada, tan dilatada, tan ansiosa tras la primera corrida que no solo no presentó oposición sino que inclusive se abrió de piernas mucho más. Fue entonces cuando sintió los labios de la rubia pegarse a los suyos y a una lengua inquieta penetrar en su boca, buscando guerra. Andy quería morirse de gusto, el efecto combinado de ambos ataques era demoledor y su cadera se movía suplicando todavía más. Por eso emitió un gruñido de desaprobación cuando amante dejó de exprimirle la entraña y le estrujó las tetitas con intensidad, untándolas con sus propios jugos íntimos. Poco duró su malestar, casi de inmediato un nuevo intruso reptó en su interior, llenándola todavía más. La joven, superada por los acontecimientos, no identificó de qué se trataba hasta que Elisa se apartó. Ante su cara desencajada por el placer apareció un desconocido treintañero, un tipo musculado que con una estocada certera le arrebató el virgo con decisión, ante la atenta mirada del resto de los presentes en el lugar.
– ¡Ah! – Exclamó Andy al sentir la punzada en su interior, cerrando los ojos al experimentar un ligero escozor motivado por la entrega de su virgo.
Había imaginado la muchacha su primera vez como algo íntimo, algo privado y con una persona amada pero en cambio lo estaba haciendo públicamente, con un completo desconocido y rodeada de un montón de ojos extraños que la examinaban impunemente con curiosidad malsana. Tan excitada estaba que el cambio de planes no le pareció mal, aquel hombre sabía lo que hacía: se la estaba follando a conciencia. En contra de lo que le habían anticipado, la ruptura de su himen penas le dolió y eso le dio ánimos para dejarse hacer. Ardía como una tea y aquel tipo tenía una buena manguera para sofocar su fuego. Sencillamente se dejó llevar y su cuerpo reaccionó de manera instintiva facilitando la cópula.
– ¡Qué apretadito está! – Musitó el rubio de marcados músculos clavándole la polla más y más.
– ¡Es virgen! – dijo alguien.
– ¿En serio?
– ¡Bueno, lo era… mira el hilito de sangre…!
– ¡Qué tierno!
– Ten cuidado… no le hagas daño. – Dijo un jovencito con voz infantiloide.
– Tra… tranquilo – dijo el semental entre punzada y punzada -. ¡Dios, qué gusto…! Creo que… que me voy a correr…
– ¡Házselo dentro, Franzs!
– ¡Sí!
El hombre puso los ojos en blanco e incrementó el ritmo la cópula buscando en exclusiva su placer. Simplemente perdió los papeles, sucumbió a sus instintos y se la folló con fuerza. Lejos de sufrir, Andy estaba experimentado un éxtasis casi continuo al sentirse sometida. Las idas y venidas de aquella barra de carne en su interior le dejaban sin aire, sentía su sexo dilatarse al máximo durante la penetración y expulsar babas cuando esta cesaba. La adolescente se mordía el labio hasta casi hacerlo sangrar, no tardó mucho en recibir una ráfaga de violentas embestida y, tras ella, un enorme torrente en su interior pringándolo todo. Esa sensación tan intensa, totalmente nueva para ella, fue la gota que colmó el vaso y, sin darle tiempo a asimilar lo que le estaba pasando, explotó con tal virulencia que cualquier orgasmo anterior parecía una niñería. Su vagina se comprimió una y mil veces con la polla de aquel tipo inserta hasta la empuñadura. A la chica le hubiese gustado memorizar la cara de su primer amante al iniciarla pero el coñito sonrosado de Selena se interpuso en su camino. No le quedó más remedio que volver a poner su lengua a funcionar. Los efectos derivados del orgasmo se combinaron con el sabor de unos labios vaginales diminutos, perfumados en jugos y tremendamente mojados. Su primer coño le gustó tanto que enseguida supo que no sería el último.
– ¡Eso es! – chillaba la jovencita rubia, frotando su sexo de manera intensa contra la cara de Andy -. ¡Chúpame ahí…! ¡Cómemelo!
Andy obedeció el mandato con sumo gusto. Mientras bebía los flujos de la lolita, sus manos fueron separadas de su cuerpo y llevadas hasta dos pequeños penes, suaves y finos, erectos a más no poder. La jovencita no podía verlos pero sí palparlos y tanto su tacto como el del saquito que los acompañaba le pareció lo más increíble del mundo. Recordó lo visto en sus vídeos Yaoi y comenzó a masturbarlos. Era la primera vez que lo hacía y le costaba combinar sus trabajos manuales con los orales pero aun así no debió hacerlo del todo mal ya que los dueños de los diminutos falos no tardaron en emitir suspiros de placer. En su primer acto sexual ya supo cómo dar placer a cuatro amantes a la vez.
– ¡Ahora yo! - dijo alguien.
– Apártate, Selena, es el turno de los demás. – Apuntó Elisa con delicadeza.
– S… sólo un poco más… estoy a punto de…
Las mejillas de la rubita eran puro fuego pero nada comparable a su abultada entrepierna. Se vino tanto que inclusive Andy pensó que la chiquilla se había meado en su cara pero el sabor de aquella baba gelatinosa era muy distinto al orín y le gustó tanto que la tragó con generosidad.
– Ya… ya estoy seca. – Masculló
– ¡Déjame a mí!
Selena se apartó de su privilegiada posición pero enseguida alguien ocupó su lugar. Andy divisó a un hombre maduro que se colocó sobre ella y la rueda del sexo volvió a girar aunque esta vez el orificio degustado fue otro. El tipo tenía un pene tan grande que la chica apenas pudo meterse la punta en la boca. Elisa intentaba instruirla como podía.
– Despacio… no te atragantes. Utiliza la lengua… lubrícala bien. ¿Vale?
La chica no podía articular palabra, el pene que se alojaba entre sus labios se lo impedía pero asintió. A Andy le costó un mundo lograr que el individuo que gozaba su boca se corriese, no sabía muy bien cómo respirar y chupar al mismo tiempo pero la falta de experiencia la suplió con el exceso de ganas y, cuando logró su objetivo y se llenó el paladar de jugo masculino, degustó el esperma como si se tratase del más suculento de los licores. Al fin y al cabo se lo había ganado.
La adolescente perdió la cuenta de los hombres y mujeres que la poseyeron en su primera noche en la Academia Kamataruk de Mar de Plata. Cada vez que abría los ojos la persona que estaba sobre ella gozando de su cuerpo era distinta: hombres, mujeres, chicos y chicas de todas las edades, inclusive niños… uno tras otro, todos y cada uno de los artistas de aquel extraordinario lugar le fueron dando su correspondiente bienvenida a modo de orgasmo eyaculando sobre ella. Cuando terminaron, estaba tan agotada que se quedó dormida, desnuda y cubierta de fluidos de todo tipo sobre la tarima del aula de dibujo.
Capítulo 2
No era ni mucho menos temprano cuando la luz del sol despertó a Andy, le costó un mundo moverse: le dolía todo. Al principio le pareció que todo lo acontecido no había sido más que un sueño pero gracias al olor que desprendía su cuerpo junto con el extraño sabor que todavía permanecía en su boca supo que no era así. Además, seguía estando en medio de la sala de pintura, el lugar donde su orgía iniciática había acontecido.
– ¿Dónde estará mi ropa? – Murmuró.
En efecto, una mirada rápida bastó para comprobar que esta había desaparecido así que no tuvo más remedio que cubrirse con una especie de gasa púrpura que encontró sobre el suelo. Intentando asimilar lo acontecido, comenzó a dar vueltas por la sala hasta que sus ojos se posaron en uno de los lienzos. Se quedó boquiabierta.
– ¡Madre mía!
La calidad del dibujo realizado a carboncillo era extraordinaria. En él se distinguía con claridad lo ocurrido la noche anterior con la directora. No era más que un boceto pero estaba lleno de detalles realmente notables. Las proporciones, la luminosidad y las proporciones eran exactas. Sobre todo lo que más le maravilló fue la nitidez de los rostros pintados, parecían estar sacados de la misma realidad e impresos en el lienzo.
– ¡Oh! ¡Qué bonito!
Anonadada, la jovencita fue recorriendo uno a uno todos y cada uno de los cuadros y sencillamente alucinó. Eran de una calidad extraordinaria, cada uno en su estilo, obviamente, pero la técnica en todos era impecable y el grado de similitud con la realidad insuperable.
Andy sintió una admiración tremenda por aquel grupo de artistas pero poco a poco aquel sentimiento tan noble se fue transformando en otros más oscuros como el miedo e inseguridad.
La joven pensó que ni en un millón de años ella podría ser capaz de realizar un trabajo semejante y muchísimo menos en una sola sesión de pintura rápida. Ni siquiera hubiera sido capaz de distinguir entre los trabajos de los niños y los de los adultos de no ser por el distinto tamaño de los caballetes.
Andy sintió frío y un desasosiego tremendo, era la inseguridad personificada. Se estremeció y buscó protección bajo la sedosa tela que apenas cubría su cuerpo pero no la obtuvo.
– ¡Ah…! Estás acá. – Dijo una vocecita con marcado acento argentino.
Era Selena que había entrado por la puerta sigilosa como una gatita. Andy dio un saltito de sorpresa y volvió a recrearse la vista con el cuerpo desnudo de su compañera. El rubor inundó de nuevo su rostro, tenía claras sus preferencias sexuales y estaba claro que el cuerpecito a medio hacer de Selena le atraía.
La rubita sonrió.
– Vos podés ir vestida si es lo que quieres. Aquí todos vamos desnudos, es bueno para inspirarse.
– Ya… ya veo.
– ¿Querés que te enseñe todo esto después de desayunar?
– Sí… sí por favor.
– Estarás hambrienta. Ayer te empleaste duro.
– Sí… sí… bastante.
De camino al comedor Selena le fue mostrando a su nueva compañera las suntuosas instalaciones. Mientras caminaban, su lengua no dejaba de moverse, era un torrente de información.
– Acá es un sitio muy diferente a cualquier otro en el que hayas estado.
– Y… y que lo digas…
– Acá no hay horarios, ni clases propiamente dichas. Cada uno pinta cuando quiere, come cuando quiere y duerme cuando le apetece… ¿entendés?
– Oh, ya veo, pero ¿entonces…?
– Los profesores están integrados en el grupo, son más bien tutores que te ayudan a sacar todo tu potencial.
– Eso está muy bien.
– Aunque también te digo que generalmente nos agrupamos todos cuando atardece en la sala de pintura y hacemos sesiones comunes como la de ayer. Por cierto… estuviste espectacular como modelo.
Las mejillas de Andy se encendieron con sólo recordarlo.
– Gr… gracias… - Murmuró la morena mirando al suelo muy turbada.
Selena sonrió, continuando con su exposición:
– Acá las duchas son mixtas, los baños son mixtos, todo es mixto. Nadie tiene la necesidad de ocultar nada. Aquí todas las puertas están abiertas, no hay que pedir permiso para entrar a las habitaciones. Ni siquiera en el despacho de la directora…
Y, para corroborar sus palabras, empujó una de las puertas que tenía más cerca y esta, efectivamente, se abrió sin más.
Andy, una vez más, se sorprendió por el espectáculo que aparecía ante sus ojos. La señorita Elisa no estaba sola. La escultural mujer montaba a un chaval sobre su propia mesa de madera noble lenta y delicadamente. Se recreaba en la cópula, meciendo sus caderas con parsimonia y dulzura. Apenas podía distinguirse al amate masculino; era poco más que un niño, con los ojos cerrados, las manos aferradas a las tetazas de la nórdica y una cara de placer extremo.
– Hola chicas. Enseguida estoy con vosotras, no creo que Erik sea capaz de aguantar mucho más, ¿verdad, mi pequeño?
– ¡Sí, mami! – Gimoteó el chavalito.
La salvadoreña no podía articular palabra viendo a aquella señora follando a su propio hijo. Una vez más fue Selena la que rompió el silencio:
– Tranquila, no se preocupe señorita Elisa. Íbamos a desayunar.
– Oh… está bien, pues. Nos vemos luego.
– Vale.
Selena tuvo que sacar a rastras a la recién llegada.
– Venga… ¿no tenías hambre? – Le dijo entre risas.
– Pues… pues sí, pero…
– ¿Qué pasó? ¿Acaso no viste nunca a un nené follar con su mamá?
– N…no
– Como verás en cuanto al sexo tampoco hay reglas. La libertar es total…
– Ya… ya veo.
– Al principio te costará pero ya verás como en unos pocos días vos te integras en el grupo como si nada.
– Bueno… si tú lo dices…
– Confía en mí, no todo es pintar y pintar. Gozar del sexo es una de las cosas que se aprenden aquí. ¡Es genial! , ya lo verás…
Caminando por el pasillo y sin todavía reponerse, la chica reparó en una puerta totalmente distinta al resto. En relieve, una enorme esfera perforada de color plateado se destacaba sobre el ébano. De repente sintió una especie de llamada, algo en su interior que le incitaba a descubrir lo que se escondía al otro lado pero, al accionar el picaporte, este no se abrió. Eso le pareció sorprendente.
– ¿Qué hay ahí?
– Pronto lo verás…
– Pero tú dijiste que aquí no había secretos…
– No seas impaciente, cada cosa a su tiempo. ¡Vengaaaaa! ¡Tengo hambreeee! y no sólo de comida… - Dijo la chiquilla guiñándole uno de sus ojos verdes.
Andy iba a seguir con el interrogatorio pero la más joven tiró de ella con fuerzas en dirección al final del pasillo. Cuando llegaron al comedor, un abundante bufet con las más deliciosas delicatesen las esperaba listo para ser degustado. No había nadie en la estancia, cosa que extrañó a la joven. Las chicas se sentaron junto a una enorme mesa colectiva.
– Supongo que es tarde para el desayuno, me quedé dormida…
– ¿Tarde? ¡Todo lo contrario! – dijo la otra sirviéndose un cruasán y un buen tazón de chocolate-. Para nosotros es prontísimo, seguro que la mayoría duermen todavía. Aquí se hace la vida prácticamente de noche. Algunos follan hasta que se hace de día…, bueno… follamos: a mí me encanta hacerlo, por todos los lados. – Dijo la lolita haciendo un gesto con su cabeza indicando su trasero.
Tal exceso de franqueza estuvo a punto de costarle un disgusto a Andy. El vaso de leche que llevaba entre sus manos por poco se hace trizas contra el suelo. Su calentura innata se reivindicaba de nuevo.
Una vez tomaron asiento la morena de nuevo se sintió algo triste. Removía la leche sin prestar atención a lo que hacía, como si su mente vagase por otro lugar.
– ¿Qué tienes? – Le dijo Selena con la boca llena.
– Nada.
– Venga… cuéntame… ¿qué te pasa? ¿Echas de menos a tu familia? ¿Es eso…?
– Sí… - asintió Andy. - En parte sí…
– ¿En parte? ¿A caso hay algo más? Venga, suéltalo.
Andy suspiró y finalmente expresó su temor con claridad:
– ¡Yo no soy tan buena como vosotros!
– ¿Qué? – preguntó la otra sin entender.
– He visto vuestros dibujos… yo jamás llegaré a hacer algo semejante. Son increíbles.
Selena le dio un golpecito en el hombro a su compañera.
– ¿Pero qué tonterías dices? Verás cómo sí lo haces.
– No. Ni en mil años llegaré a vuestro nivel…
– ¡Qué va, tonta! … en unas pocas semanas serás como el resto… o incluso mejor, hazme caso. La señorita Elisa nos enseñó tu trabajo, eres infinitamente mejor que yo cuando entré aquí…
– Me gustaría creerte.
La respuesta de Selena no llegó ya que un grupo de personas también en cueros entró en el comedor hablando animadamente de manera desenfadada, interrumpiendo la conversación de las chicas.
– ¡Selena, cariño!
– ¡Profesor Franzs!
– ¿Qué tal estás?
– ¡Genial! ¿Y usted?
– Muy satisfecho con nuestra nueva artista. Disfruté mucho anoche contigo Andy, espero que tú lo pasaras bien también.
La interrogada quiso morirse al verse de nuevo frente a frente con el hombre que la desvirgó y más aún con su hermoso pene erecto apuntando hacia ella. De él pendía una gotita de esperma, señal de que no hacía mucho tiempo que había descargado el néctar de sus testículos en alguno de sus alumnos.
– Bi…bien…
De repente, un veinteañero de larga melena que lo acompañaba agarró a Selena, elevándola en volandas por el comedor como si se tratase de una marioneta.
– ¡Angus, dejameeee! – Protestó la chica sin oponer más resistencia que unos tibios golpes en la cara de su agresor.
Cuando el chaval le besó en los labios ella se entregó.
– ¿Dónde estabas? Te busqué y te habías ido. Me apetecía hacerlo contigo. – Dijo lanzando unos cachetes al trasero de la rubita.
– ¡Te quedaste dormido!
– ¿Y qué quieres? Anoche tu amiga me dejó agotado…
– ¿Mi amiga o el profesor Franzs?
– Sabes que sólo te quiero a ti.
– Te vas con todos antes que conmigo, ¿es que ya no te gusto? – dijo la joven con voz infantiloide -. Siempre dices que soy tu preferida, pero…
– ¡Será posible! ¡Te vas a enterar!
– ¡Ya estamos otra vez! – Dijo alguien tosiendo de risa.
– Será mejor que levantes la taza, Andy. – Dijo el tal Franzs en tono amable.
– ¿Levantar la taza? ¿Por qué?
Pronto descubrió el motivo de tales palabras. Selena y aquel muchacho de aire bohemio y nulos modales se lanzaron sobre la mesa y allí, delante de todos, apenas a un palmo de la cara de Andy, dieron rienda suelta a sus más bajas pasiones. Efectivamente la taza de Andy saltó por los aires, víctima de semejante muestra de afecto. Terminó estallando contra el suelo pero la chica sólo tenía ojos para el pene del joven entrando y saliendo del sexo de su nueva amiga acompañado por sus generosos testículos.
– Te lo advertí – Dijo Franz riéndose abiertamente.
– ¡Todos los días igual! – dijo un cuarentón de contundente barriga.
– ¡Déjalos, son jóvenes!
– Pero pueden hacerlo en cualquier parte y no aquí a la hora de comer…
– No seas gruñón. Seguro que tú a su edad eras igual.
– ¿A su edad? ¿Cuántos años crees que tengo?
– Demasiados…
– ¿Demasiados? Ven aquí, jovencita, te vas a enterar…
Animados por el espectáculo los artistas se olvidaron de la comida y se dedicaron de nuevo a darse placer. Los cuerpos se unían formando parejas, tríos y cuartetos del mismo o de distinto sexo. Los más jóvenes eran los primeros en gemir, sus cuerpos a medio hacer eran un cóctel de hormonas que los adultos profanaban salvajemente.
Andy no sabía qué hacer pero pronto el profesor que permanecía de pie a su lado la sacó de dudas. Con sus dos manos la agarró firmemente de la cabeza, acercándola a su miembro viril.
– Abre la boca, por favor.
Animada por la atmósfera libertina que la rodeaba, la salvadoreña obedeció. Como en cámara lenta, el ariete penetró en su boca con suavidad. Estaba caliente, lubricado y duro, muy duro. Al principio le costó acostumbrarse a su considerable tamaño. Apenas lo paladeó sintió el ácido sabor del esperma entre sus labios. Al igual que la noche anterior, no le gustó demasiado al principio pero, sin saber muy bien el motivo, conforme se iba acostumbrando no podía dejar de chupar. La calentura vencía a su inexperiencia y se entregó al vicio que suponía aquella extraña sensación de sumisión total ante aquel hombre maduro. Su vulva, reseca por el exceso de sexo nocturno, se volvió a calentar de inmediato.
– Eso es, pequeña, eso es - Le decía el profesor dejándose hacer -. Lo haces genial. Cuidado no te atragantes, juega con ella. Disfrútala, no hay ninguna prisa.
Las palabras la motivaron más todavía, hasta tal punto que logró introducirse el falo hasta golpear su glotis. Sin dejar de mamar, Andy miraba de reojo la cópula de Selena. La argentina era todo un espectáculo a la hora de practicar sexo. Con movimientos felinos intercambió posiciones con su amante para pasar a ser ella la directora de la monta. El chico no parecía disgustado por el cambio de postura, se retorcía de gusto ofreciéndole la polla a la amazona. A sus catorce años, la rosarina era una maquinita de follar. Viciosa por los cuatro costados, su tierno coñito no tenía límite; ordeñaba a todos y cada uno de los machos de la Academia casi a diario… y a las hembras también. Cuando se calentaba no hacía ascos a nada, sólo su pericia con los pinceles podía igualar su predisposición al sexo.
– Es tu turno, princesa – Dijo Franzs tremendamente excitado, sacando su verga de la boca de la morena-, eres jodidamente buena con la boca, has nacido para esto.
Y como si de una pluma se tratase, alzó a Andy por agarrándola por el culo para a continuación dejarla caer con contundencia sobre su falo. La joven notó un crujido en su vientre, seguido por un calor muy intenso. Su grado de lubricación era tal que una considerable porción de polla entró en cuerpo a medio hacer sin dificultad. Ella cerró los ojos, se colgó del cuello del macho y abrió sus piernas cuanto pudo, haciendo todo lo posible para maximizar el placer que le transmitía su vulva. El tipo utilizó la vagina adolecente para darse placer, incrementando o retardando el ritmo de la cópula a su voluntad, clavándole el estoque sin el menor atisbo de piedad. La joven era un juguete en manos de aquel animal. Andy se moría de gusto siendo tratada de aquel modo tan violento, no dejaba de gimotear mientras se le iba la vida por el coño.
– ¡Uhmmm! Lo tienes muy angosto…, eres puro fuego, niña… - Le susurraba al oído -. Vas a convertirte en una de mis alumnas favoritas… no lo dudes. Te voy a follar muy duro.
– ¡Sí! – Gritó Andy al experimentar la punzada en su vientre -. ¡Sí, por favor!
El tipo aceptó la invitación, lanzándola sobre la mesa comunitaria y allí, entre servilletas, copas y dulces, terminó de tirársela delante de los comensales que observaban sin inmutarse cuanto sucedía ante ellos. Tal y como había anunciado él fue tremendamente duro, no tuvo en cuenta la diferencia de tamaño entre su cuerpo y el de la joven. El coño de Andy agradeció la clase magistral y no dejó de expulsar jugos sin parar.
Cuando todo terminó la cara de Andy era cuadro abstracto de esperma blanquecino. El profesor Franz estaba especialmente dotado para la pintura y gustaba de utilizar los rostros de sus discípulos como lienzo. Ellos agradecían tal atención permaneciendo toda la jornada con la cara manchada de semen.
Capítulo 3
– Bien. ¿A quién le toca hoy?
– ¡Que pose Andy otra vez!
– ¡Sí! Es la mejor…
– ¡Andy, Andy! - jaleaba la clase al completo.
La chica se sintió por una parte halagada por el cumplido pero a la vez avergonzada. Todavía sentía pudor al principio de las sesiones aunque después, cuando caían los pinceles y comenzaba el sexo, era una de las chicas más inquietas. En las dos semanas que llevaba en la Academia ya había pasado por el escenario media docena de veces y todas las sesiones terminaban en una orgía en la que ella era el blanco de los excesos de muchos de sus compañeros. Tal circunstancia no le resultaba desagradable, más bien todo lo contrario, comenzaba a asimilarlo como algo natural y sumamente placentero. Tal y como le había adelantado Selena, se había integrado perfectamente en el ambiente libertino de la Academia Kamataruk.
El problema que atenazaba la mente de Andy no era sexual sino artístico. Durante su estancia entre aquellas paredes se había puesto al día sin ningún problema en lo primero pero todavía era poco más que una principiante en lo segundo: mientras los demás pintaban auténticas obras de arte ella seguía estancada como al principio. Comparados con los dibujos de los demás, los suyos eran poco más que garabatos, pensaba que no avanzaba lo suficiente en su aprendizaje. Estaba estancada, su nivel de auto exigencia siempre había sido máximo en cualquier ámbito de su vida y no podía soportarlo.
La señorita Elisa pareció leerle el pensamiento:
– No, hoy Andy se dedicará a pintar. Creo que necesita dejar fluir lo que retiene dentro. A ver, a ver… dejadme pensar. ¿Angus?
– ¡Sep!
– Angus y…
La vulva de Selena se tornó gelatina, estuvo a punto de saltar al escenario pues el chico solía ser su compañero de posado y de cópula pero sintió una punzada de decepción y cierta envidia al no escuchar su nombre sino otro.
– … Erik.
– ¿Sí, mamá…?
– Hoy posarás con Angus, cariño.
– Claro, mamá…
Ambos modelos masculinos ocuparon su lugar correspondiente, asesorados por la maestra de ceremonias. La pose era de lo más explícita: el preadolescente, sentado en un sillón de terciopelo rojo, abría sus piernas por completo, apoyándolas sobre los reposabrazos. Tal acrobática postura permitía que su cadera se arquease hacia adelante, mostrando de ese modo su pequeño pene acompañados de un diminuto escroto lampiño a todos los presentes. Por su parte el adulto se arrodillaba en el suelo y, apoyando sus manos sobre las rodillas del muchacho, acercaba su rostro a la tierna entrepierna con la boca entre abierta con evidente intención de devorarlo todo. No obstante no hubo contacto alguno, los dos permanecieron quietos. Un silencio sepulcral se hizo en la sala, sólo interrumpido por el ir y venir de los carbones sobre los papeles.
Desde la primera fila, a apenas unos metros de los modelos, Andy se concentró cuanto pudo. Todo iba bien, logró abstraerse de la sugerente pose e hizo un buen trabajo teniendo en cuenta su nivel. La composición, las proporciones, la luz, las sombras… todo era perfecto. El problema le surgió a la hora de perfilar los genitales del chaval. Jamás había pintado algo así y no sabía cómo acometerlo. El pulso le tembló pero consiguió controlar sus nervios. Ya estaba a punto de lanzar el primer trazo pero al echar el último vistazo a los modelos el carbón resbaló de sus dedos: el pene de Eric había desaparecido entre los carnosos labios de Angus, junto con la bolsita que los acompañaba.
La chica tragó saliva. Durante las orgías era habitual que los chicos mantuviesen relaciones homosexuales entre ellos pero estaba tan ocupada abriéndose de piernas que apenas había invertido tiempo en observarles.
Aquello era otra cosa, aquello era mágico.
La ternura con la que Angus paladeaba la colita del chiquillo de rasgos andróginos era digna de verse. La delicadeza que irradiaba al acariciarlo, al sobarlo, al besarlo se le antojó a Andy lo más bonito del mundo. Las mejillas de Erik parecían brasas incandescentes, medio ocultas tras su lacio cabello rubio. Lo que le estaba haciendo sentir Angus sin duda le encantaba, la erección de su pollita era la prueba evidente de ello.
– ¡Joder! – Musitó la chica muy desconcertada. Notó que sus pezones se erizaban de nuevo.
El adulto se dio un respiro y dejó de mamar. Liberó el falo de su boca para pasar a lamerlo parsimoniosamente desde la base hasta la punta. También jugueteaba con los testículos, babeándolos de forma copiosa, mordisqueándolos con delicadeza, succionándolos alternativamente. Se estaba dando todo un festín con la carne más tierna de la Academia y lo estaba gozando.
Angus se relamió y agarró al chiquillo de los tobillos, obligándolo a contorsionarse un poco más. Su objetivo estaba claro y nada iba a interponerse en su camino.
Erik se estremeció y su gemido se escuchó por toda la estancia. Y a ese primer suspiro le siguió otro y a este otro muchos más, tantos como lametones sintió el chaval en su entrada trasera. La lengua del veinteañero traspasó la frontera, introduciéndose en el intestino. Primero apenas un centímetro; luego, todo lo que le fue posible, dilatándolo poco a poco. El chiquillo facilitaba la tarea agarrándose las piernas por su cuenta.
La mirada de Andy se posó en la entrepierna del adulto. Se frotaba el pene que había alcanzado dimensiones más que considerables. Enseguida adivinó cuáles eran sus intenciones.
– ¡Es imposible que le quepa eso! – murmuró para sí -, ¡lo va a matar!
La capacidad de asombro de la salvadoreña se vio superada por uno de los miembros más jóvenes de tan singular Academia. No podía creer lo que le mostraban sus ojos cuando el adulto se incorporó, agarró su miembro erecto firmemente, lo dirigió a la diminuta abertura y, tras presionarla con la punta, logró penetrarla con una facilidad pasmosa. No fueron uno o dos centímetros los que se introdujeron en el intestino del chaval de un solo empujón sino una considerable porción de carne dura y ardiente.
La vulva de Andy se hizo mermelada al contemplar semejante demostración de elasticidad anal.
– ¡Aggg! – Chilló Erik.
– ¡Tranquilo, pequeño, tranquilo! - Le contestó su compañero de juegos -. Respira hondo, ya casi está toda dentro.
Y agarrando al chiquillo por la cadera lo sodomizó aunque sin violencia. De una manera natural, el intestino del muchacho fue abriéndose como una flor y sus entrañas reorganizaron hasta el acoplamiento total. La polla de Agnus entraba y salía de su interior con fluidez, regalándole a su paso eléctrica descargas de placer.
– Ya está toda dentro, como a ti te gusta… ¿la notas?
– ¡Síiii! – Chillaba Erik retorciéndose como una anguila.
Estaba claro que adulto pretendía que el chaval disfrutase tano o más que él. Deslizó una de sus manos hacia el excitado micro pene y a la vez que bombeaba polla en su interior le obsequió con una paja magistral. El pequeño estaba tan excitado que apenas un par de sacudidas bastaron para que sus testículos descargasen la munición entre los dedos de Agnus.
– ¡Uhmmm! Delicioso – Dijo éste llevándose el néctar apenas hormonado a la boca, paladeándolo con pasión.
Así estuvieron enganchados dándose placer mutuamente unos minutos. Cuando Agnus estuvo a punto, dejó de encular al adolescente, lo agarró de la cabeza y eyaculó en su boca de forma abundante. Al hacerlo fue algo brusco, sin duda la excitación hizo mella en sus modales y el chiquillo tosió, esputando esperma. Al ver la cara del Shota manchada de semen Andy no pudo resistirse más y quiso limpiarlo con su lengua. A punto estaban de llegar al objetivo cuando una mano se lo impidió. Al girar la cabeza la joven vio a la señorita Elisa que la miraba con severidad:
– Todavía no. Antes debes terminar.
– ¿Terminar?
– Así es. Debes terminar tu dibujo antes de poder participar. Esas son las normas.
Fue entonces cuando la chica observó al resto de alumnos y se quedó helada. Pitaban de forma compulsiva y mecánica, con la mirada perdida en algún lugar del infinito como si de robots se tratasen. Parecía que no estaban allí pero en cambio sus dibujos eran perfectos, de trazos seguros y de una calidad extrema. Andy no entendía nada. Ya estaba a punto de preguntar lo obvio cuando la mano de la mujer tomó la suya y, colocándose a su espalda le susurró:
– Tranquila, yo te ayudo. Cierra los ojos… y déjate llevar
Abrumada por cuánto sucedía la muchacha obedeció. Con los párpados cerrados sintió una mano de la maestra dirigiendo la suya con suavidad. Sentir el aliento de la adulta tras de sí la excitaba pero más aún el roce de sus soberbios senos en la espalda y la forma con la que ella le acariciaba el costado. El silencio en la sala se quebró, iniciándose un murmullo de gemidos, suspiros y grititos de placer. La joven intuyó que sus compañeros había terminado su quehacer y se había unido a la pareja de modelos.
– Tranquila, terminamos.
El murmullo se transformó en algarabía, los gemidos en gritos y los grititos en aullidos.
– ¡Ya está, puedes abrir los ojos!
Cuando los ojos de Andy se acostumbraron a la luz la chica no podía creerlos. Como intuía, la más salvaje orgía sexual acontecía frente a ellos pero no era eso lo que a ella le alucinaba sino la transformación que su dibujo mediocre había sufrido. Era sencillamente perfecto, las correcciones de su maestra parecían mágicas.
– ¡Pe… pero…! –balbuceó la joven.
– Venga, vamos con los demás. Lo estás deseando.
– ¡Sí! – dijo Selena que se había acercado a la pareja -. Venga, ven…
Y entre caricias y besos la arrastró al punto más caliente de la orgia donde Andy dejó de pensar y se limitó a disfrutar una vez más de su cuerpo.
Capítulo 4
– Perdona pero no lo entiendo. ¿Te vas? – dijo la directora del centro con estupor retorciéndose nerviosa sobre el sillón de cuero de su despacho-. Pero, ¿qué ha pasado? ¿acaso no te sientes bien entre nosotros?
– ¡Sí, sí! – Se apresuró a contestar una Andy cabizbaja.
– Entonces, ¿alguien te ha hecho algo que no querías? ¿Te has sentido obligada por algo? ¿El sexo te disgusta?
– ¡No, no! Para nada. Me encanta el sexo…
– Pues entonces no entiendo nada. Si no te ocurre nada ni te ha sucedido nada que no te haya gustado… ¿por qué quieres irte de nuevo a tu casa?, ¿echas de menos a tu familia?
– ¡No! – volvió a contestar atolondrada la muchacha-. Bueno, sí, pero no es por eso.
– Pues explícate, por favor. Nadie te va a retener, por supuesto pero sinceramente no lo entiendo. Vas muy bien y tenemos muchas esperanzas puestas en ti…
– Es… es por eso.
– ¿Por eso?
La chica se derrumbó y sacó lo que llevaba unos días pensando.
– No soy buena. No llego ni llegaré jamás al nivel de los demás. Siento… siento que estorbo aquí, que ocupo un lugar que no me merezco…
La adulta respiró aliviada y no pudo evitar una sonrisa.
– ¡Así que es por eso! Pero mi niña… ¿cuánto llevas aquí?
– Hoy hace tres semanas.
– ¡Tres semanas! ¿Y ya quieres irte?
– Bueno…
– Has tenido mala suerte, eso es todo. – Prosiguió la rubia.
– ¿Mala suerte? No… no comprendo…
– Pues eso. Mala suerte. Llegaste justo después de la luna llena.
– ¿La luna llena?
– Ven. Sígueme, por favor.
La joven acompaño a la otra por los pasillos de la casa. Se detuvieron frente a una habitación que la chica no conocía. La puerta se abrió sin dificultad.
– Por tu cara diría que es tu primera vez aquí, ¿verdad?
– Si.
– Esto es… el archivo. Ven, pasa
Andy siguió a la señora por una enorme estancia llena de cajones.
– Aquí están los trabajos de todos los alumnos que están en este momento en el centro. El resto están en el sótano pero también puedes verlos si quieres. ¡Mira! – dijo señalando una de las cajas -. Esa es la tuya.
Andy comprobó cómo en efecto era su nombre el que estaba en el cartelito correspondiente.
– Veamos, creo que has hecho amistad con Selena, ¿verdad?
– Sí. Dormimos juntas.
– Cierto. Ven, ayúdame a abrirlo, la tapa pesa un poco.
– Vale.
Cuando la caja mostró su contenido la más joven se extrañó por el escaso volumen de obras pictóricas.
– ¿Qué pasa?
– Nada, creí que habría más.
– ¿Más? ¿cuánto tiempo crees que lleva Selena aquí?
– Uff… no sé. La verdad es que no se lo he preguntado nunca.
– Mira. Este es el primer cuadro de Selena cuando llegó y este el del otro día, el de Angus con mi hijo. ¿Qué opinas de ellos?
La joven contempló las pinturas.
– Esta – dijo señalando a la primera -, esta no… no es muy buena, la verdad. Sobre todo… sobre todo teniendo en cuenta cómo pinta ahora. Ahora es… es una maravilla.
– Entiendo – dijo la mujer sonriendo -. Ahora observa las fechas.
– ¿Qué?
– Que te fijes en la fecha en la que fueron pintados uno y otro.
Andy negó con la cabeza al hacerlo.
– Pero tiene que haber un error, no puede ser. Apenas hay…
– Dos meses y poco de diferencia, ¿no?
– Pe… pero… eso es imposible. Nadie progresa tanto en tan poco tiempo. – Continuó Andy negando una y otra vez, estupefacta.
– No lo es. La diferencia entre uno y otro son simplemente dos clases lunares.
– ¿Clases lunares?
– Exacto.
– Uff… estoy hecha un lío.
Elisa sonrió.
– Confía en mí. El sábado es luna llena. Será tu primera sesión lunar. Verás… – dijo acercándose a la jovencita y besándola con suavidad –, verás cómo te encanta. Estoy segura de que cambiarás de opinión al ver los resultados.
– No, no lo sé. – Contesto la joven dejándose acariciar.
– Una semana, una semana es lo único que te pido.
Las palabras de la rubia se acompañaban de un toqueteo cada vez más intenso. Cuando las manos de Andy se llenaron de tetas su resistencia quebró. Y cuando una lengua ávida de sexo atacó a la suya ya no había ni rastro de oposición.
– Una semana. – Murmuró la adolescente mientras se dejaba tumbar sobre el suelo entarimado.
– Eso es. Sólo una semana, sólo una luna, mi niña… - susurró la otra justo antes de comenzar a comerle el coño lentamente a la última alumna llegada a la Academia central de la franquicia Kamataruk.
Andy cerró los ojos. Mientras la lengua de la adulta lamía sus pliegues con avidez llegó a la conclusión de que por esperar siete días más no iba a pasar nada malo… sino todo lo contrario.
Capítulo 5
– No… no te puedo contar nada. – Gemía Selena con un hilito de voz, babeando de gusto.
– ¿Ni siquiera un poquito?
– Tendrás que esperar … Ama…
– ¿Ni siquiera si hago… esto? – dijo Andy retorciendo su puño en el interior de la vulva de su amiga argentina
Ésta, maniatada e indefensa, se dejaba penetrar por su compañera de cama. Los juegos entre ellas habían subido de nivel sobre todo en la intimidad de su alcoba común. Selena, dominante y activa en público, se había revelado como una sumisa extrema entre las sábanas. Andy quería aprovechar tal circunstancia para obtener de ella la información que el resto de los habitantes de la Academia le negaban. Incrementando de manera progresiva el número de dedos que le introducía a la otra por el coño, había llegado al máximo pero ni aun metiéndole la mano al completo obtuvo confesión alguna. Selena prefería sufrir cualquier martirio antes de confesar
– ¡Aggg! – Chilló la rubita.
Andy se apiadó de ella. Al fin y al cabo eran amigas y como tal actuó: la masturbó con rudeza, como la chiquilla deseaba, pero sin excederse. Acompañó sus trabajos de perforación con una lamida de clítoris magistral que no se detuvo ni cuando Selena, rota de placer, dejó de controlar su esfínter y orinó en su cara con abundancia. Después del orgasmo, intercambiaron posiciones, pero mientras meaba la boquita de su amiguita no dejaba de darle vueltas a lo que al día siguiente iba a pasar. Finalmente, se rindió:
– Bueno, será cuestión de esperar un poquito más. – Murmuró.
Y tras una profunda respiración contrajo su vientre para descargar el contenido de su vejiga contra la cara de la otra lolita.
– ¡Bébetelo todo, perra!
– ¡Sí, ama!
Ya desde primera hora del sábado el ambiente era diferente en la Academia. Andy estaba nerviosa pero no más que el resto. El frenesí sexual habitual de todos los días no había desaparecido del todo pero sí se había reducido bastante. Sólo Selena y su furor uterino no daban tregua y se follaba a cuantos se le ponían por delante pero el resto parecía reservarse para la clase de pintura de la noche de luna llena.
Poco antes de la sesión Andy fue llamada al despacho de la directora. Ésta le esperaba ataviada con un extraño conjunto de cuero negro y correajes que no tapaban ninguna de sus partes íntimas. Más bien al contrario, las realzaban. Estaba salvajemente hermosa. Andy se sintió acomplejada y excitada a partes iguales al verla. Recordaba las múltiples sesiones de sexo compartida con aquella hembra. Quería darse un festín con aquel escultural cuerpo pero algo le decía que no era el momento.
– Bueno. Ha llegado el día.
– Sí.
– Toma, ponte esto. Creo que es de tu talla. Le vas a encantar, créeme.
– ¿Encantarle? ¿A quién? – preguntó la joven colocándose con dificultad un conjunto similar al de su directora.
– A Kamataruk, ¿a quién si no? – dijo la otra ayudándole con las correas.
– ¿Kamataruk?
– Claro. Es nuestro… líder, nuestro mentor... Él nos inspira y nos guía, nos enseña a alcanzar la perfección con la pintura. Cada luna llena nos obsequia con su presencia. Debes estar muy agradecida de estar aquí hoy, al fin y al cabo él te eligió.
– ¿Él me eligió?
– Exacto. Eres una de las elegidas para extender sus enseñanzas por el mundo.
Andy no comprendió nada, después recordó a un imponente señor que presidía el jurado del concurso, con su cabeza rapada y sus gafas oscuras. Ni se inmutó durante la ceremonia de entrega de premios hasta tal punto de que la adolescente pensó que se trataba de un invidente.
– ¿Me eligió? – Dijo Andy muy extrañada.
– Sí. Te eligió para que en un futuro no muy lejano fueses la directora de la Academia Kamataruk en San Salvador, por ejemplo. Allí todavía no está presente nuestra institución.
– ¿En serio? Directora… ¿Cómo tú?
– Así es.
– Vaya… no sé qué decir.
– No digas nada y vámonos. No le gusta esperar.
La joven siguió a su mentora. Le extrañó mucho al comprobar que no se dirigían al salón de pintura sino a otro lugar. Al recorrer el pasillo se encontraron con más alumnos en su camino. Todos vestían trajes similares a los suyos y en un completo silencio. Andy tardó un poco en adivinar su destino pero cuando lo descubrió se le iluminó la cara.
– ¡Es ahí! – dijo mirando la única puerta que le había sido vetada hasta ese momento en la Academia.
En efecto, la cancela con la esfera metálica estaba abierta de par en par.
– Vamos, vamos. Todos adentro. Llega la hora.
Ante la estupefacta mirada de Andy apareció una majestuosa sala de planta circular exenta de cualquier mueble o cuadro sobre sus paredes. Tan solo descansaba en su centro una enorme esfera metálica trufada con innumerables agujeros. A la chica le recordó a una pelota de golf gigante pero de color plateado. Tampoco pudo percatarse de muchos detalles la que la sala estaba totalmente en penumbras, tan sólo iluminada por los rayos de la luna llena que se comenzaban a colar por la espectacular cúpula acristalada que coronaba su techo. De hecho fue la propia directora la que tuvo que, tomándola de la mano, la incluyó en el círculo de personas que rodeaba a la esfera.
– Tranquila. No pasa nada. Verás como disfrutas de tu primera clase, es algo mágico.
Pasaron unos minutos todos cogidos de la mano formando un anillo. El silencio era tal que Andy escuchaba su respiración fatigosa y el latido de su propio corazón. Cuando los primeros rayos de luna llena impactaron directamente sobre la esfera esta fue cambiando de color. Su tonalidad plateada se tornó rojiza y comenzó a vibrar. Al principio no era más que un simple temblor pero conforme la iluminación lunar iba intensificándose su movimiento iba en aumento.
– ¿Qué… qué sucede? – Preguntó Andy muy nerviosa.
Pero no obtuvo más respuesta que el zumbido metálico que irradiaba la bola.
El terror se apoderó de Andy al ver como de los agujeros del artefacto comenzaban a surgir unas figuras gelatinosas de color violáceo. Al principio creyó que se trataba de algún extraño tipo de anfibio: culebras, serpientes o algo parecido pero pronto los identificó como tentáculos.
– ¡Dios mío! ¿Qué es esto? ¿Qué pasa aquí? ¡Soltadme! – gritaba la adolescente muy asustada intentando zafarse.
– Tranquila, Andy. No tengas miedo. – Le dijo la directora sin dejar de sujetarla con fuerza.
Apenas dejó de hablar cuando un tentáculo llenó la boca de la rubia y sus ojos quedaron en blanco. Andy se quedó petrificada al ver cómo otros de aquellos apéndices serpenteaban a lo largo del cuerpo de la directora, penetrando finalmente su coño y su ano, elevándola sobre el suelo varios metros. La joven chilló, más aún al ver el enorme bulto que se formó en el abdomen de la mujer madura casi de inmediato. Giró la cabeza en busca de ayuda y el espectáculo que contempló casi le provoca un infarto: el resto de los integrantes de la Academia Kamataruk de Mar de Plata, hombres, mujeres y niños, estaban recibiendo el mismo tratamiento por aquella extraña criatura de múltiples tentáculos.
La joven se encontraba a punto de entrar en estado de shock, pero aun así pudo distinguir las tremendas erecciones de los machos y los encharcamientos de las vulvas de las hembras. Era evidente de lo mucho que disfrutaban al ser penetrados tanto unos como otras. De inmediato el silencio inicial fue roto por un incesante coro de sonidos guturales, gemidos de placer, ahogados por los tentáculos que ocupaban las bocas de los presentes.
– ¡No, por favor! ¡A mí no! – Sollozaba la chica al sentir cómo sus muñecas y tobillos iban siendo ligados por aquellos extraños apéndices gelatinosos.
Pese a estar aterrada, Andy comprobó que tacto con los mismos era muy suave y, al ser elevada junto al resto, no sintió brusquedad alguna, fue tratada con una delicadeza absoluta.
– ¡No, no! – Lloraba la joven intentando evitar lo inevitable.
La joven perdió la cuenta de los tentáculos que la acariciaban a la vez. Mientras unos rozaban con suavidad sus pezones, otros recorrían su rostro, cuello y costado. Poco a poco las sensaciones que iba sintiendo iban mutando. A los pocos minutos ya no tenía tan claro que todo aquello que le estaba pasando fuese malo. Estaba acostumbrada a tocarse y la ardorosa Selena le había enseñado muchas cosas acerca de su bonito cuerpo pero la forma que tenía aquella extraña criatura de atacar sus puntos más erógenos era muy diferente.
– ¡Uff! – gimió, esta vez de placer al notar su clítoris estimulado con maestría, momento que aprovechó aquella cosa para ocupar su boca.
Andy no sabía qué pensar, jamás su lengua había experimentado un beso tan húmedo y excitante. Su cabeza le decía una cosa pero su cuerpo otra, el placer que sentía le incitaba a caer en la tentación. Seguía intentando liberarse pero ya no lo hacía con tanta intensidad como al principio. Finalmente, cesó su lucha cuando uno de aquellos tentáculos dejó de frotarle el clítoris y se introdujo en su vulva, comenzando a moverse en su interior de una forma compulsiva. Su coño comenzó a babear al ritmo que el Kamataruk marcaba, la sucesión de contracciones era tal que no distinguía cuándo terminaba una y cuándo comenzaba la siguiente. Se corrió tanto y tantas veces seguidas siquiera notó cuándo fue sodomizada. Sólo descubrió que su intestino era ocupado por aquel ente al sentir cómo sus tripas se iban agrandando. El placer que sintió en ese instante no podía compararse con nada, su mente se quedó en blanco. Andy permaneció en aquel estado de placer absoluto mientras era poseída por Kamataruk. La fecundación de aquella criatura podía tardar horas.
Capitulo 6. Fin
El sol del mediodía despertó a Andy. El día era espléndido. Al principio le costó identificar dónde se encontraba pero enseguida fue consciente de que se encontraba en su habitación de la Academia Kamataruk de Mar de Plata. Estaba algo aturdida, lo ocurrido la noche anterior se representaba en su cabeza mediante imágenes desordenadas, de tal modo que quiso identificarlo como un simple sueño, una rara pesadilla aunque el recuerdo que tenía de ella no era ni mucho menos desagradable. Más bien todo lo contrario, se sentía genial y tremendamente hambrienta. Buscó a Selena a su lado pero la joven rosarina no estaba.
– Estará almorzando… – murmuró - o follando, seguramente...
Sonriendo por su ocurrencia, se levantó de la cama de un salto. Enseguida se miró a las muñecas y los tobillos, no había rastro de ligaduras. También buscó en el baño cualquier atisbo de penetración de cualquiera de sus agujeros por algún objeto o ser extraño pero halló nada. Tenía una vitalidad tremenda, parecía que había estado durmiendo durante una semana.
– Ha sido sólo una pesadilla. – Se reafirmó ante el espejo, desechando los fantasmas que atormentaban su mente.
Mientras caminaba, canturreaba alegremente por el pasillo cuando una voz con su característico acento la llamó:
– Andy, ¿puedes venir, por favor? Tengo que hablar contigo en mi despacho.
– Claro, señorita Elisa.
Cuando miró a la adulta y distinguió sus pezones erectos se relamió: su apetito no era solamente alimenticio. Nada le apetecía más que un buen par de tetazas para desayunar.
Cuando las dos hembras estuvieron a solas, la adulta marcó las distancias y sentándose en su sillón de cuero preguntó:
– ¿Qué tal lo pasaste anoche?
Andy se retorció sobre su asiento algo alterada. Pensaba que la señora Elisa iba a comerle el coño como tenía por costumbre, no a interrogarla.
– ¿A… a qué se refiere?
– Venga. No te hagas la tonta. Ya sabes a qué me refiero.
– Yo… yo… no… - negaba la muchacha muy nerviosa.
– Ayer recibiste tu primera clase lunar.
A Andy se le descompuso el rostro.
– Eso… eso fue un sueño.
– No, mi niña no. No fue un sueño. Kamataruk es real, él nos inspira, él nos eligió… él te escogió a ti… él está en ti ahora. Tienes su don, tienes su inspiración…
– Pero… eso… eso no puede ser. No puede ser real.
– Créeme, así es. Kamataruk es real.
Andy la miró anonadada, pensó seriamente que aquella mujer estaba loca, que tanto exceso de sexo la había transformado, o que lo sucedido la noche anterior no era más que un producto de la histeria colectiva provocada por alucinógenos. Optó por no decir nada.
– Sigues sin creerlo, ¿no?
– Yo… verá… me gustaría volver a mi casa lo antes posible, la verdad…
Sin alterarse lo más mínimo, la adulta puso a su disposición un cuaderno y un carbón.
– Venga… hazme un retrato.
– Pero…
– Confía en mí. Si no es cien veces mejor que lo que pintabas ayer hoy mismo te vuelves para tu casa. Te lo prometo.
– ¿De… de verdad?
– Te irás en el primer vuelo, no lo dudes.
Tras unos instantes de duda, la joven asintió.
– Vale.
La imponente directora de la Academia Kamataruk de Mar de Plata se colocó sobre la mesa de su despacho, separó las piernas y con la yema de sus dedos se abrió la vulva. De inmediato un hilito de flujo partió de esta, formando un pequeño charquito sobre la madera noble.
– Adelante… puedes empezar a dibujar cuando quieras. – Le dijo desafiante.
Andy tragó saliva, si había algo que se le resistía especialmente a la hora de dibujar eran los genitales tanto femeninos como masculinos, pero apenas agarró la barrita negra notó algo diferente. Alargó su mano contra el papel y sucedió algo inesperado: el dibujo tomaba forma casi como un calco. La chiquilla sentía un increíble calor en el interior de su sexo y cada trazo se reflejaba en su vulva a modo de cosquilleo.
– Eso, es… eso es… déjate llevar… - Decía la modelo sin dejar de sonreír.
Quince minutos, quince minutos fueron suficientes para que Andy realizase sin duda el mejor dibujo de su corta vida. Ella misma miraba el resultado estupefacta, con una catarata de flujos cayendo lentamente por sus muslos.
– Es… es increíble. – Repetía una y otra vez examinado aquella obra de arte.
La directora se colocó a su espalda y, acariciándole los pechos, le dijo:
– Ya te lo dije, cariño. Y eso sólo con una clase… ya verás cuando él vaya creciendo…
– ¿Él?
– Sí… él. – Contestó la mujer abarcándole el vientre con suavidad.
Andy no contestó, sencillamente se abalanzó sobre la otra en busca de más placer. Con la cara manchada de extracto de coño, sólo buscaba la manera de poder meter su lengua en la vulva lampiña más y más. Pronto descubriría que aquella ansia de sexo no sólo era debida a su calentura natural sino a una necesidad fisiológica de algo que había comenzado a crecer en su interior: el próximo Maestro de la Academia Kamataruk de la ciudad de San Salvador.
Fin.
Andy no se lo creía, la jovencita morena estaba en una nube y no sólo por el largo vuelo desde El Salvador hasta Argentina sino por todo lo sucedido a en el último mes de su vida. Montada en el taxi que le llevaba a su destino repasaba mentalmente lo ocurrido en tan breve periodo de tiempo. Los acontecimientos se habían sucedido a una velocidad de vértigo después de que presentase uno de sus dibujos al concurso de una conocida marca de refrescos. Después de una dura pugna, su boceto había llegado a la ronda final y no sólo eso: se había proclamado vencedor. El premio: una beca por un año para estudiar en la que sin duda era la Academia de dibujo más prestigiosa de todo Hispanoamérica. En un solo año de asistencia allí había jóvenes que habían pasado de la mediocridad más absoluta hasta la excelencia.
Andy era un manojo de nervios, estaba segura de que echaría de menos a su familia, pero sabía que pasar tanto tiempo fuera de casa tenía una gran recompensa. Ella era buena con los dibujos, tenía un potencial increíble y estaba segura de que con las enseñanzas recibidas en la Academia iba a ser todavía mejor.
– Ya hemos llegado, señorita. No se preocupe por las maletas. Las tendrá en su habitación cuando llegue a ella. Esa señorita de ahí es doña Elisa, la directora del centro. Ella le atenderá como es debido.
– Gracias – dijo la joven algo apabullada por tanto lujo y ceremonia.
En efecto, había sucursales de la Academia Kamataruk en decenas de países pero la sede central, la más importante de todas, estaba situada en las afueras de Mar de Plata, un paradisiaco lugar situado a unos cuatrocientos kilómetros al sur de Buenos aires. El entorno era idílico y el edificio principal imponente. Se respiraba lujo por todos los lados y a Andy se le antojaba que todo aquello estaba muy por encima de sus posibilidades. No era pobre pero estaba segura de que, de no ser por la beca, ni en sueños hubiese podido asistir a clase en un lugar como ese.
Con todo, lo que más impresionó a la joven no fue ni el edificio ni el jardín cuidado hasta el más mínimo detalle sino a la impresionante hembra que atendía al nombre de Elisa. Andy se quedó muda. Es más, se quiso morir cuando aquella mujer de larga melena dorada se le acercó con su cálida sonrisa en la boca. Andy no era precisamente menuda, rozaba el metro setenta de altura pero aquella hembra que rozaba los cuarenta, con sus largas piernas y su calzado de tacón de aguja rojo pasión le hacía parecer insignificante.
Andy tragó saliva con dificultad al sentir su cercanía, se sentía atraída por la directora. Intentó reprimir sus instintos y mirar a los ojos azules de la mujer pero los suyos enseguida se perdieron en el generoso escote de su anfitriona. Exceptuando los zapatos, la ropa de la señorita Elisa era lo más discreta y funcional. Vestía una falda oscura justo por encima de la rodilla y una camisa de un blanco impoluto, aunque el excesivo volumen de sus senos hacía que buena parte de ellos se distinguiesen claramente a través de la abertura dejada por los botones superiores, desabrochados de manera algo arriesgada.
– ¡Hola, acabo de llegar de la ciudad yo también! El atasco para salir era tremendo. Tú debes de ser Andy, ¿verdad? – dijo muy sonriente, con cierto acento nórdico que la joven no llegó a identificar.
– ¡S... sí! – Balbuceó la adolescente, abrumada.
Andy comenzó a sudar al distinguir los pezones de tan imponente hembra manifestarse bajo la tela de la camisa. Intuyó que su anfitriona no llevaba ninguna clase de corpiño con el que sostener sus voluptuosas tetas, cosa que corroboró cuando esta se agachó a besarla en las mejillas, dejando al alcance de sus ojos aquel par de enormes melones. Las piernas de la joven comenzaron a temblar ante semejante espectáculo y el cosquilleo de su vulva tampoco ayudaba a serenarse en aquel momento tan poco oportuno.
– ¡Bienvenida a la Academia Kamataruk de Mar de Plata! Es todo un honor acogerte entre nosotros. Tenemos muchas esperanzas puestas en ti – Dijo la nórdica en tono amable -. Eres una pintora excepcional.
– Gracias. Ha…haré lo que pueda.
– Seguro, querida. Entremos, te enseñaré las instalaciones. – Dijo la mujer abriendo la puerta del edificio.
Pero de pronto se golpeó levemente la cabeza con la muñeca.
– ¡Qué tonta! Has hecho un largo viaje. Seguro que te apetece descansar ahora. Te llevaré a tu habitación…
– ¡No, no! – se apresuró a contestar Andy, continuando de manera atropellada -: ¡Enséñemelas!
– ¿Perdón? - Apuntó Elisa algo turbada pero sin perder la sonrisa.
– Me… me refiero a las instalaciones, al edificio y todo lo demás... – Repuso Andy, colorada como un tomate y muerta de vergüenza.
– Claro, con mucho gusto… – Contestó la otra guiñando un ojo de manera cómplice – te las enseñaré.
Muerta de vergüenza, Andy deseaba ver todos y cada uno de los rincones de aquella mansión y, sobre todo, seguir contemplando las curvas de la rubia caminando como una leona a su lado. Era la primera vez que una diosa como aquella le dirigía la palabra. Había visto aquel tipo de mujeres en revistas eróticas e incluso en multitud de películas pornográficas pero jamás tan de cerca. Era el prototipo de mujer en el que pensaba cuando se acariciaba desnuda en su cama. Sin descartar a los chicos la adolescente tenía una marcada predilección por las hembras frente a los machos.
– En primer lugar te llevaré a la sala de pintura. Tus compañeros están ahí en este momento. Creo que lo mejor será que los conozcas cuanto antes. Hay alumnos de todas las partes del mundo, tienen con mucho talento, te encantarán…
– Me parece bien. Tengo ganas de comenzar cuanto antes a mejorar mi técnica.
La joven casi se muere al sentir el tacto de una firme mano femenina empujándola por el costado. Como una marioneta, fue dirigida a través de múltiples pasillos hasta una enorme puerta de madera noble. Tras ella se escuchaba un murmullo heterogéneo de voces.
– Adelante, no seas tímida – Dijo Elisa abriendo la puerta y cediéndole el paso -. Tus compañeros te esperan.
Andy respiró profundamente antes de aventurarse a lo desconocido. Las multitudes no eran lo suyo. Se sentía cómoda en la intimidad de su cuarto o hablando con la gente a través de la red pero en el cuerpo a cuerpo se mostraba nerviosa y sumamente tímida.
– Vamos allá.- Murmuró.
Estaba realmente decidida a enfrentarse con sus miedos pero al entrar se quedó boquiabierta por lo que allí vio. Había estado en multitud de aulas de dibujo pero jamás en una semejante. No le sobrecogió la enorme cristalera del fondo, un majestuoso puzle de mil formas que dejaba entrar de par en par la tibia luz del atardecer; ni el montón de cuadros a cuál más extraordinario que colgaban de las paredes; ni la multitud de caballetes y otros utensilios de pintura colocados de manera desordenada alrededor de una especie de atril o escenario diminuto. Una vez más el motivo de que sus bonitos ojos marrones estuviesen abiertos de par en par eran las personas y no los objetos que las rodeaban: en aquel templo de la pintura, dando vueltas de un lado para otro como si de abejas en un panal se tratasen, deambulaba un grupo variopinto de personas de ambos sexos. La edad de los artistas era variada, yendo desde treintañeros de cuerpos fibrosos hasta jovencitos y jovencitas preadolescentes varios años menores que la propia Andy.
Todos estaban desnudos.
A la chica se le iban los ojos hacia las partes más íntimas de sus nuevos compañeros, todos estaban completamente rasurados y nadie hacía nada por esconder su desnudez. Es más, Andy distinguió con claridad que un par de muchachos muy jóvenes experimentaban tremendas erecciones pero ninguno de los presentes parecía dale la menor importancia a una circunstancia tan indecente. Aunque lo que terminó por turbar a la joven fue distinguir en el escenario a una pareja de edad y colores dispares follando abiertamente sobre un diván y que sólo dejaron de hacerlo en el momento en el que la señorita Elisa comenzó a hablar a todos los presentes:
– A ver, señores… un momento.... ¡señores, por favor!
Andy quiso que se le tragase la tierra al sentirse examinada por el grupo de nudistas que la rodearon entre risas y cuchicheos.
– Les presento a Andy. Será su nueva compañera. Ya les he hablado de ella. Es increíblemente buena dibujando y, con la ayuda de todos, todavía lo será más.
– Hola. – Dijo la morenita, cohibida por ser el centro de atención de todos los presentes.
– ¡Hola! – Respondió el resto de la clase en forma de coro bastante desorganizado.
– ¿Selena? ¿Selena? ¿Dónde estás?
– Estoy aquí, señorita Elisa.
De entre todo el grupito emergió una alegre jovencita flaquita y clara de piel, con aspecto de loli, algo más bajita que Andy. Era todo un bomboncito, no tenía desperdicio pero de sus múltiples características a cuál más deseable destacaban su melena también rubia, larga hasta las caderas y recogida con una cola; sus pechos, un par de esferas perfectas y diminutas coronadas por un par de pezones oscuros y apretados; su sexo, abultado y rasurado por completo y, sobre todo, sus increíbles ojos verdes, cuya tonalidad cambiaba según la intensidad de la luz dominante. La morena la identificó como la chica momentos antes cabalgaba a un treintañero de raza negra. El esperma que partía de su sexo y descendía por sus piernas no dejaba lugar a la posible equivocación.
– Andy compartirá cama contigo. Sé que con tu ayuda pronto se acostumbrará a nuestro método de trabajo.
– Sí, señorita Elisa. Será todo un placer. – Contestó la rubita con una sonrisa de oreja a oreja.
Andy pensó que la directora no dominaba mucho el español y había confundido el término “habitación” con el de “cama”, así que no le dio demasiada importancia al error.
– ¡Lo pasaremos genial juntas, ya lo verás! – Dijo la chiquilla dando saltitos de alegría.
– De… de acuerdo – murmuró Andy todavía descolocada ante tanta novedad.
– Bien. Colóquense todos en sus lugares correspondientes. Obsequiemos a nuestra nueva compañera con nuestra bienvenida acostumbrada. Dibujo rápido, es su oportunidad para demostrarle a Andy lo buenos que son.
Y mientras todos los artistas iban y venían alegremente la señorita Elisa se dirigió a la adolescente:
– Andy, colócate sobre el escenario, tú vas a ser la modelo.
– ¿Yo? Yo no…– Respondió ella negando con la cabeza.
– Claro que sí. Es la costumbre para los nuevos alumnos: deben posar para el resto.
– Pe… pero…
Sin saber cómo, la recién llegada se vio en el centro de aquel círculo mágico, bajo la mirada de un montón de ojos curiosos.
– ¿A qué esperas, mujer? ¡Quítate la ropa!
– No… - balbuceó la chica cada vez más alarmada -. Yo… no voy a hacer eso.
– Venga… no seas tímida. – Dijo la maestra de ceremonias colocándose a escasos centímetros de ella -. Aquí todos somos artistas y modelos al mismo tiempo, no pasa nada, hay confianza.
Andy se quedó petrificada.
– Tranquila… tú me ayudas y yo te ayudo. Te acostumbrarás enseguida. Somos una pequeña gran familia… - Prosiguió la mujer acariciándole el cabello con suavidad -. No hay secretos entre nosotros.
La joven sintió algo que no había experimentado hasta entonces, era como si su mente se hubiera apartado de su cuerpo dejando que éste actuase ajeno a su voluntad. Sólo de ese modo pudo explicar su forma de proceder a partir de aquel momento; hizo cosas impensables para ella hasta ese momento. Su timidez se evaporó como por arte de magia; su universo no iba más allá del cuerpo de Elisa, que se presentaba ante ella sensual y desbordante. Todo lo demás no importaba, ni siquiera en numeroso público que las rodeaban. Zambullida en el azul de los ojos de la rubia, estaba como hipnotizada. Pronto sus manos acariciaron los enormes senos de su compañera de posado, primero sobre la ropa y luego bajo ella. Sin nada que la detuviera, los atacó sin reservas. Al tacto eran muy suaves, duros y turgentes y tan enormes que ni utilizando ambas manos lograba abarcar uno de ellos.
Andy rompió a sudar, cada vez más y más. Su pulso se aceleraba conforme sus dedos desabrochaban los botones de aquella camisa blanca que ocultaba aquello que tanto deseaba. Ante sus ojos aparecieron de repente aquellos monumentos a la belleza humana en forma de senos, justo a la altura de su boca. De manera inconsciente comenzó a salivar, demostrando claramente cuáles eran sus deseos. Aun así la invadió un cierto sentimiento de pudor y se resistió a seguir sus instintos.
– Cómetelas… lo estás deseando. – Le susurró Elisa y de manera sensual se acercó tanto a ella que uno de sus pezones erectos le golpeó en la cara -. Haz con ellas lo que quieras.
El ofrecimiento fue demasiado para su frágil resistencia, Andy dejó de luchar sucumbió a la lujuria. Se llevó un pezón a la boca ávidamente, y después a su compañero. Su lengua no daba abasto, lamía aquellos generosos pechos de manera intensa, como un bebé busca su leche.
– Eso es, pequeña. Son todas tuyas… - le arengaba la otra tiernamente mientras se dejaba devorar -. Disfrútalas. Te gustan, ¿verdad?
– ¡Sí! – Grito la más joven fuera de sí.
Tal fue el grado de éxtasis que experimentó la joven que ni siquiera se dio cuenta de que, entre lamida y lamida, tanto su ropa como la de la primera amante de su corta vida iban desapareciendo de encima de su piel. Presas del vicio de la carne, las dos hembras yacieron desnudas hechas un revuelto de deseo en el centro del pequeño escenario. Ninguna de las dos permanecía quieta, en pocos minutos estaban tan compenetradas a la hora de darse placer mutuamente, tanto que parecían conocerse de toda la vida. La lengua de Andy no se detenía ni un momento, las tetas de Elisa tenían imán para ella, eran adictivas como una droga y no podía ni quería detenerse en su afán por bañarlas en babas. Tan sólo dejó de juguetear con los pezones al sentir unos dedos acariciándole el sexo, frotándoselo con suavidad. Abrió las piernas cuanto pudo al sentir unos dedos entrando en su vulva.
– Estás que chorreas por aquí pequeña. Te gusta, ¿verdad?
– ¡Sí!
Andy se tocaba de manera habitual leyendo relatos o viendo videos hentai, sobre todo en periodo de vacaciones escolares, pero aquello era otra cosa. Comprobó que ser acariciada por otra persona era infinitamente más placentero que hacerlo por sí misma. La chica carecía de ese tipo de experiencias, su intimidad jamás había sido profanada por dedos que no fuesen los suyos y eso la volvió loca.
– ¡Agg! – Gimió la adolescente al experimentar su primer orgasmo de la noche.
El coño le ardía, expulsando babas a diestro y siniestro. Con el asunto del concurso y el viaje llevaba un tiempo sin masturbarse y su cuerpo andaba necesitado de placer. Las expertas maniobras de Elisa le permitían entrar en su sexo de manera cada vez más profunda y eso todavía la calentaban más.
– Eres un volcán, mi niña. – Musitaba la adulta cada vez más caliente.
Andy pensaba que se moría de gusto. Uno, dos e incluso tres dedos penetraron en su vulva a la vez, retorciéndole la entraña, abriéndosela de par en par. Estaba tan lubricada, tan dilatada, tan ansiosa tras la primera corrida que no solo no presentó oposición sino que inclusive se abrió de piernas mucho más. Fue entonces cuando sintió los labios de la rubia pegarse a los suyos y a una lengua inquieta penetrar en su boca, buscando guerra. Andy quería morirse de gusto, el efecto combinado de ambos ataques era demoledor y su cadera se movía suplicando todavía más. Por eso emitió un gruñido de desaprobación cuando amante dejó de exprimirle la entraña y le estrujó las tetitas con intensidad, untándolas con sus propios jugos íntimos. Poco duró su malestar, casi de inmediato un nuevo intruso reptó en su interior, llenándola todavía más. La joven, superada por los acontecimientos, no identificó de qué se trataba hasta que Elisa se apartó. Ante su cara desencajada por el placer apareció un desconocido treintañero, un tipo musculado que con una estocada certera le arrebató el virgo con decisión, ante la atenta mirada del resto de los presentes en el lugar.
– ¡Ah! – Exclamó Andy al sentir la punzada en su interior, cerrando los ojos al experimentar un ligero escozor motivado por la entrega de su virgo.
Había imaginado la muchacha su primera vez como algo íntimo, algo privado y con una persona amada pero en cambio lo estaba haciendo públicamente, con un completo desconocido y rodeada de un montón de ojos extraños que la examinaban impunemente con curiosidad malsana. Tan excitada estaba que el cambio de planes no le pareció mal, aquel hombre sabía lo que hacía: se la estaba follando a conciencia. En contra de lo que le habían anticipado, la ruptura de su himen penas le dolió y eso le dio ánimos para dejarse hacer. Ardía como una tea y aquel tipo tenía una buena manguera para sofocar su fuego. Sencillamente se dejó llevar y su cuerpo reaccionó de manera instintiva facilitando la cópula.
– ¡Qué apretadito está! – Musitó el rubio de marcados músculos clavándole la polla más y más.
– ¡Es virgen! – dijo alguien.
– ¿En serio?
– ¡Bueno, lo era… mira el hilito de sangre…!
– ¡Qué tierno!
– Ten cuidado… no le hagas daño. – Dijo un jovencito con voz infantiloide.
– Tra… tranquilo – dijo el semental entre punzada y punzada -. ¡Dios, qué gusto…! Creo que… que me voy a correr…
– ¡Házselo dentro, Franzs!
– ¡Sí!
El hombre puso los ojos en blanco e incrementó el ritmo la cópula buscando en exclusiva su placer. Simplemente perdió los papeles, sucumbió a sus instintos y se la folló con fuerza. Lejos de sufrir, Andy estaba experimentado un éxtasis casi continuo al sentirse sometida. Las idas y venidas de aquella barra de carne en su interior le dejaban sin aire, sentía su sexo dilatarse al máximo durante la penetración y expulsar babas cuando esta cesaba. La adolescente se mordía el labio hasta casi hacerlo sangrar, no tardó mucho en recibir una ráfaga de violentas embestida y, tras ella, un enorme torrente en su interior pringándolo todo. Esa sensación tan intensa, totalmente nueva para ella, fue la gota que colmó el vaso y, sin darle tiempo a asimilar lo que le estaba pasando, explotó con tal virulencia que cualquier orgasmo anterior parecía una niñería. Su vagina se comprimió una y mil veces con la polla de aquel tipo inserta hasta la empuñadura. A la chica le hubiese gustado memorizar la cara de su primer amante al iniciarla pero el coñito sonrosado de Selena se interpuso en su camino. No le quedó más remedio que volver a poner su lengua a funcionar. Los efectos derivados del orgasmo se combinaron con el sabor de unos labios vaginales diminutos, perfumados en jugos y tremendamente mojados. Su primer coño le gustó tanto que enseguida supo que no sería el último.
– ¡Eso es! – chillaba la jovencita rubia, frotando su sexo de manera intensa contra la cara de Andy -. ¡Chúpame ahí…! ¡Cómemelo!
Andy obedeció el mandato con sumo gusto. Mientras bebía los flujos de la lolita, sus manos fueron separadas de su cuerpo y llevadas hasta dos pequeños penes, suaves y finos, erectos a más no poder. La jovencita no podía verlos pero sí palparlos y tanto su tacto como el del saquito que los acompañaba le pareció lo más increíble del mundo. Recordó lo visto en sus vídeos Yaoi y comenzó a masturbarlos. Era la primera vez que lo hacía y le costaba combinar sus trabajos manuales con los orales pero aun así no debió hacerlo del todo mal ya que los dueños de los diminutos falos no tardaron en emitir suspiros de placer. En su primer acto sexual ya supo cómo dar placer a cuatro amantes a la vez.
– ¡Ahora yo! - dijo alguien.
– Apártate, Selena, es el turno de los demás. – Apuntó Elisa con delicadeza.
– S… sólo un poco más… estoy a punto de…
Las mejillas de la rubita eran puro fuego pero nada comparable a su abultada entrepierna. Se vino tanto que inclusive Andy pensó que la chiquilla se había meado en su cara pero el sabor de aquella baba gelatinosa era muy distinto al orín y le gustó tanto que la tragó con generosidad.
– Ya… ya estoy seca. – Masculló
– ¡Déjame a mí!
Selena se apartó de su privilegiada posición pero enseguida alguien ocupó su lugar. Andy divisó a un hombre maduro que se colocó sobre ella y la rueda del sexo volvió a girar aunque esta vez el orificio degustado fue otro. El tipo tenía un pene tan grande que la chica apenas pudo meterse la punta en la boca. Elisa intentaba instruirla como podía.
– Despacio… no te atragantes. Utiliza la lengua… lubrícala bien. ¿Vale?
La chica no podía articular palabra, el pene que se alojaba entre sus labios se lo impedía pero asintió. A Andy le costó un mundo lograr que el individuo que gozaba su boca se corriese, no sabía muy bien cómo respirar y chupar al mismo tiempo pero la falta de experiencia la suplió con el exceso de ganas y, cuando logró su objetivo y se llenó el paladar de jugo masculino, degustó el esperma como si se tratase del más suculento de los licores. Al fin y al cabo se lo había ganado.
La adolescente perdió la cuenta de los hombres y mujeres que la poseyeron en su primera noche en la Academia Kamataruk de Mar de Plata. Cada vez que abría los ojos la persona que estaba sobre ella gozando de su cuerpo era distinta: hombres, mujeres, chicos y chicas de todas las edades, inclusive niños… uno tras otro, todos y cada uno de los artistas de aquel extraordinario lugar le fueron dando su correspondiente bienvenida a modo de orgasmo eyaculando sobre ella. Cuando terminaron, estaba tan agotada que se quedó dormida, desnuda y cubierta de fluidos de todo tipo sobre la tarima del aula de dibujo.
Capítulo 2
No era ni mucho menos temprano cuando la luz del sol despertó a Andy, le costó un mundo moverse: le dolía todo. Al principio le pareció que todo lo acontecido no había sido más que un sueño pero gracias al olor que desprendía su cuerpo junto con el extraño sabor que todavía permanecía en su boca supo que no era así. Además, seguía estando en medio de la sala de pintura, el lugar donde su orgía iniciática había acontecido.
– ¿Dónde estará mi ropa? – Murmuró.
En efecto, una mirada rápida bastó para comprobar que esta había desaparecido así que no tuvo más remedio que cubrirse con una especie de gasa púrpura que encontró sobre el suelo. Intentando asimilar lo acontecido, comenzó a dar vueltas por la sala hasta que sus ojos se posaron en uno de los lienzos. Se quedó boquiabierta.
– ¡Madre mía!
La calidad del dibujo realizado a carboncillo era extraordinaria. En él se distinguía con claridad lo ocurrido la noche anterior con la directora. No era más que un boceto pero estaba lleno de detalles realmente notables. Las proporciones, la luminosidad y las proporciones eran exactas. Sobre todo lo que más le maravilló fue la nitidez de los rostros pintados, parecían estar sacados de la misma realidad e impresos en el lienzo.
– ¡Oh! ¡Qué bonito!
Anonadada, la jovencita fue recorriendo uno a uno todos y cada uno de los cuadros y sencillamente alucinó. Eran de una calidad extraordinaria, cada uno en su estilo, obviamente, pero la técnica en todos era impecable y el grado de similitud con la realidad insuperable.
Andy sintió una admiración tremenda por aquel grupo de artistas pero poco a poco aquel sentimiento tan noble se fue transformando en otros más oscuros como el miedo e inseguridad.
La joven pensó que ni en un millón de años ella podría ser capaz de realizar un trabajo semejante y muchísimo menos en una sola sesión de pintura rápida. Ni siquiera hubiera sido capaz de distinguir entre los trabajos de los niños y los de los adultos de no ser por el distinto tamaño de los caballetes.
Andy sintió frío y un desasosiego tremendo, era la inseguridad personificada. Se estremeció y buscó protección bajo la sedosa tela que apenas cubría su cuerpo pero no la obtuvo.
– ¡Ah…! Estás acá. – Dijo una vocecita con marcado acento argentino.
Era Selena que había entrado por la puerta sigilosa como una gatita. Andy dio un saltito de sorpresa y volvió a recrearse la vista con el cuerpo desnudo de su compañera. El rubor inundó de nuevo su rostro, tenía claras sus preferencias sexuales y estaba claro que el cuerpecito a medio hacer de Selena le atraía.
La rubita sonrió.
– Vos podés ir vestida si es lo que quieres. Aquí todos vamos desnudos, es bueno para inspirarse.
– Ya… ya veo.
– ¿Querés que te enseñe todo esto después de desayunar?
– Sí… sí por favor.
– Estarás hambrienta. Ayer te empleaste duro.
– Sí… sí… bastante.
De camino al comedor Selena le fue mostrando a su nueva compañera las suntuosas instalaciones. Mientras caminaban, su lengua no dejaba de moverse, era un torrente de información.
– Acá es un sitio muy diferente a cualquier otro en el que hayas estado.
– Y… y que lo digas…
– Acá no hay horarios, ni clases propiamente dichas. Cada uno pinta cuando quiere, come cuando quiere y duerme cuando le apetece… ¿entendés?
– Oh, ya veo, pero ¿entonces…?
– Los profesores están integrados en el grupo, son más bien tutores que te ayudan a sacar todo tu potencial.
– Eso está muy bien.
– Aunque también te digo que generalmente nos agrupamos todos cuando atardece en la sala de pintura y hacemos sesiones comunes como la de ayer. Por cierto… estuviste espectacular como modelo.
Las mejillas de Andy se encendieron con sólo recordarlo.
– Gr… gracias… - Murmuró la morena mirando al suelo muy turbada.
Selena sonrió, continuando con su exposición:
– Acá las duchas son mixtas, los baños son mixtos, todo es mixto. Nadie tiene la necesidad de ocultar nada. Aquí todas las puertas están abiertas, no hay que pedir permiso para entrar a las habitaciones. Ni siquiera en el despacho de la directora…
Y, para corroborar sus palabras, empujó una de las puertas que tenía más cerca y esta, efectivamente, se abrió sin más.
Andy, una vez más, se sorprendió por el espectáculo que aparecía ante sus ojos. La señorita Elisa no estaba sola. La escultural mujer montaba a un chaval sobre su propia mesa de madera noble lenta y delicadamente. Se recreaba en la cópula, meciendo sus caderas con parsimonia y dulzura. Apenas podía distinguirse al amate masculino; era poco más que un niño, con los ojos cerrados, las manos aferradas a las tetazas de la nórdica y una cara de placer extremo.
– Hola chicas. Enseguida estoy con vosotras, no creo que Erik sea capaz de aguantar mucho más, ¿verdad, mi pequeño?
– ¡Sí, mami! – Gimoteó el chavalito.
La salvadoreña no podía articular palabra viendo a aquella señora follando a su propio hijo. Una vez más fue Selena la que rompió el silencio:
– Tranquila, no se preocupe señorita Elisa. Íbamos a desayunar.
– Oh… está bien, pues. Nos vemos luego.
– Vale.
Selena tuvo que sacar a rastras a la recién llegada.
– Venga… ¿no tenías hambre? – Le dijo entre risas.
– Pues… pues sí, pero…
– ¿Qué pasó? ¿Acaso no viste nunca a un nené follar con su mamá?
– N…no
– Como verás en cuanto al sexo tampoco hay reglas. La libertar es total…
– Ya… ya veo.
– Al principio te costará pero ya verás como en unos pocos días vos te integras en el grupo como si nada.
– Bueno… si tú lo dices…
– Confía en mí, no todo es pintar y pintar. Gozar del sexo es una de las cosas que se aprenden aquí. ¡Es genial! , ya lo verás…
Caminando por el pasillo y sin todavía reponerse, la chica reparó en una puerta totalmente distinta al resto. En relieve, una enorme esfera perforada de color plateado se destacaba sobre el ébano. De repente sintió una especie de llamada, algo en su interior que le incitaba a descubrir lo que se escondía al otro lado pero, al accionar el picaporte, este no se abrió. Eso le pareció sorprendente.
– ¿Qué hay ahí?
– Pronto lo verás…
– Pero tú dijiste que aquí no había secretos…
– No seas impaciente, cada cosa a su tiempo. ¡Vengaaaaa! ¡Tengo hambreeee! y no sólo de comida… - Dijo la chiquilla guiñándole uno de sus ojos verdes.
Andy iba a seguir con el interrogatorio pero la más joven tiró de ella con fuerzas en dirección al final del pasillo. Cuando llegaron al comedor, un abundante bufet con las más deliciosas delicatesen las esperaba listo para ser degustado. No había nadie en la estancia, cosa que extrañó a la joven. Las chicas se sentaron junto a una enorme mesa colectiva.
– Supongo que es tarde para el desayuno, me quedé dormida…
– ¿Tarde? ¡Todo lo contrario! – dijo la otra sirviéndose un cruasán y un buen tazón de chocolate-. Para nosotros es prontísimo, seguro que la mayoría duermen todavía. Aquí se hace la vida prácticamente de noche. Algunos follan hasta que se hace de día…, bueno… follamos: a mí me encanta hacerlo, por todos los lados. – Dijo la lolita haciendo un gesto con su cabeza indicando su trasero.
Tal exceso de franqueza estuvo a punto de costarle un disgusto a Andy. El vaso de leche que llevaba entre sus manos por poco se hace trizas contra el suelo. Su calentura innata se reivindicaba de nuevo.
Una vez tomaron asiento la morena de nuevo se sintió algo triste. Removía la leche sin prestar atención a lo que hacía, como si su mente vagase por otro lugar.
– ¿Qué tienes? – Le dijo Selena con la boca llena.
– Nada.
– Venga… cuéntame… ¿qué te pasa? ¿Echas de menos a tu familia? ¿Es eso…?
– Sí… - asintió Andy. - En parte sí…
– ¿En parte? ¿A caso hay algo más? Venga, suéltalo.
Andy suspiró y finalmente expresó su temor con claridad:
– ¡Yo no soy tan buena como vosotros!
– ¿Qué? – preguntó la otra sin entender.
– He visto vuestros dibujos… yo jamás llegaré a hacer algo semejante. Son increíbles.
Selena le dio un golpecito en el hombro a su compañera.
– ¿Pero qué tonterías dices? Verás cómo sí lo haces.
– No. Ni en mil años llegaré a vuestro nivel…
– ¡Qué va, tonta! … en unas pocas semanas serás como el resto… o incluso mejor, hazme caso. La señorita Elisa nos enseñó tu trabajo, eres infinitamente mejor que yo cuando entré aquí…
– Me gustaría creerte.
La respuesta de Selena no llegó ya que un grupo de personas también en cueros entró en el comedor hablando animadamente de manera desenfadada, interrumpiendo la conversación de las chicas.
– ¡Selena, cariño!
– ¡Profesor Franzs!
– ¿Qué tal estás?
– ¡Genial! ¿Y usted?
– Muy satisfecho con nuestra nueva artista. Disfruté mucho anoche contigo Andy, espero que tú lo pasaras bien también.
La interrogada quiso morirse al verse de nuevo frente a frente con el hombre que la desvirgó y más aún con su hermoso pene erecto apuntando hacia ella. De él pendía una gotita de esperma, señal de que no hacía mucho tiempo que había descargado el néctar de sus testículos en alguno de sus alumnos.
– Bi…bien…
De repente, un veinteañero de larga melena que lo acompañaba agarró a Selena, elevándola en volandas por el comedor como si se tratase de una marioneta.
– ¡Angus, dejameeee! – Protestó la chica sin oponer más resistencia que unos tibios golpes en la cara de su agresor.
Cuando el chaval le besó en los labios ella se entregó.
– ¿Dónde estabas? Te busqué y te habías ido. Me apetecía hacerlo contigo. – Dijo lanzando unos cachetes al trasero de la rubita.
– ¡Te quedaste dormido!
– ¿Y qué quieres? Anoche tu amiga me dejó agotado…
– ¿Mi amiga o el profesor Franzs?
– Sabes que sólo te quiero a ti.
– Te vas con todos antes que conmigo, ¿es que ya no te gusto? – dijo la joven con voz infantiloide -. Siempre dices que soy tu preferida, pero…
– ¡Será posible! ¡Te vas a enterar!
– ¡Ya estamos otra vez! – Dijo alguien tosiendo de risa.
– Será mejor que levantes la taza, Andy. – Dijo el tal Franzs en tono amable.
– ¿Levantar la taza? ¿Por qué?
Pronto descubrió el motivo de tales palabras. Selena y aquel muchacho de aire bohemio y nulos modales se lanzaron sobre la mesa y allí, delante de todos, apenas a un palmo de la cara de Andy, dieron rienda suelta a sus más bajas pasiones. Efectivamente la taza de Andy saltó por los aires, víctima de semejante muestra de afecto. Terminó estallando contra el suelo pero la chica sólo tenía ojos para el pene del joven entrando y saliendo del sexo de su nueva amiga acompañado por sus generosos testículos.
– Te lo advertí – Dijo Franz riéndose abiertamente.
– ¡Todos los días igual! – dijo un cuarentón de contundente barriga.
– ¡Déjalos, son jóvenes!
– Pero pueden hacerlo en cualquier parte y no aquí a la hora de comer…
– No seas gruñón. Seguro que tú a su edad eras igual.
– ¿A su edad? ¿Cuántos años crees que tengo?
– Demasiados…
– ¿Demasiados? Ven aquí, jovencita, te vas a enterar…
Animados por el espectáculo los artistas se olvidaron de la comida y se dedicaron de nuevo a darse placer. Los cuerpos se unían formando parejas, tríos y cuartetos del mismo o de distinto sexo. Los más jóvenes eran los primeros en gemir, sus cuerpos a medio hacer eran un cóctel de hormonas que los adultos profanaban salvajemente.
Andy no sabía qué hacer pero pronto el profesor que permanecía de pie a su lado la sacó de dudas. Con sus dos manos la agarró firmemente de la cabeza, acercándola a su miembro viril.
– Abre la boca, por favor.
Animada por la atmósfera libertina que la rodeaba, la salvadoreña obedeció. Como en cámara lenta, el ariete penetró en su boca con suavidad. Estaba caliente, lubricado y duro, muy duro. Al principio le costó acostumbrarse a su considerable tamaño. Apenas lo paladeó sintió el ácido sabor del esperma entre sus labios. Al igual que la noche anterior, no le gustó demasiado al principio pero, sin saber muy bien el motivo, conforme se iba acostumbrando no podía dejar de chupar. La calentura vencía a su inexperiencia y se entregó al vicio que suponía aquella extraña sensación de sumisión total ante aquel hombre maduro. Su vulva, reseca por el exceso de sexo nocturno, se volvió a calentar de inmediato.
– Eso es, pequeña, eso es - Le decía el profesor dejándose hacer -. Lo haces genial. Cuidado no te atragantes, juega con ella. Disfrútala, no hay ninguna prisa.
Las palabras la motivaron más todavía, hasta tal punto que logró introducirse el falo hasta golpear su glotis. Sin dejar de mamar, Andy miraba de reojo la cópula de Selena. La argentina era todo un espectáculo a la hora de practicar sexo. Con movimientos felinos intercambió posiciones con su amante para pasar a ser ella la directora de la monta. El chico no parecía disgustado por el cambio de postura, se retorcía de gusto ofreciéndole la polla a la amazona. A sus catorce años, la rosarina era una maquinita de follar. Viciosa por los cuatro costados, su tierno coñito no tenía límite; ordeñaba a todos y cada uno de los machos de la Academia casi a diario… y a las hembras también. Cuando se calentaba no hacía ascos a nada, sólo su pericia con los pinceles podía igualar su predisposición al sexo.
– Es tu turno, princesa – Dijo Franzs tremendamente excitado, sacando su verga de la boca de la morena-, eres jodidamente buena con la boca, has nacido para esto.
Y como si de una pluma se tratase, alzó a Andy por agarrándola por el culo para a continuación dejarla caer con contundencia sobre su falo. La joven notó un crujido en su vientre, seguido por un calor muy intenso. Su grado de lubricación era tal que una considerable porción de polla entró en cuerpo a medio hacer sin dificultad. Ella cerró los ojos, se colgó del cuello del macho y abrió sus piernas cuanto pudo, haciendo todo lo posible para maximizar el placer que le transmitía su vulva. El tipo utilizó la vagina adolecente para darse placer, incrementando o retardando el ritmo de la cópula a su voluntad, clavándole el estoque sin el menor atisbo de piedad. La joven era un juguete en manos de aquel animal. Andy se moría de gusto siendo tratada de aquel modo tan violento, no dejaba de gimotear mientras se le iba la vida por el coño.
– ¡Uhmmm! Lo tienes muy angosto…, eres puro fuego, niña… - Le susurraba al oído -. Vas a convertirte en una de mis alumnas favoritas… no lo dudes. Te voy a follar muy duro.
– ¡Sí! – Gritó Andy al experimentar la punzada en su vientre -. ¡Sí, por favor!
El tipo aceptó la invitación, lanzándola sobre la mesa comunitaria y allí, entre servilletas, copas y dulces, terminó de tirársela delante de los comensales que observaban sin inmutarse cuanto sucedía ante ellos. Tal y como había anunciado él fue tremendamente duro, no tuvo en cuenta la diferencia de tamaño entre su cuerpo y el de la joven. El coño de Andy agradeció la clase magistral y no dejó de expulsar jugos sin parar.
Cuando todo terminó la cara de Andy era cuadro abstracto de esperma blanquecino. El profesor Franz estaba especialmente dotado para la pintura y gustaba de utilizar los rostros de sus discípulos como lienzo. Ellos agradecían tal atención permaneciendo toda la jornada con la cara manchada de semen.
Capítulo 3
– Bien. ¿A quién le toca hoy?
– ¡Que pose Andy otra vez!
– ¡Sí! Es la mejor…
– ¡Andy, Andy! - jaleaba la clase al completo.
La chica se sintió por una parte halagada por el cumplido pero a la vez avergonzada. Todavía sentía pudor al principio de las sesiones aunque después, cuando caían los pinceles y comenzaba el sexo, era una de las chicas más inquietas. En las dos semanas que llevaba en la Academia ya había pasado por el escenario media docena de veces y todas las sesiones terminaban en una orgía en la que ella era el blanco de los excesos de muchos de sus compañeros. Tal circunstancia no le resultaba desagradable, más bien todo lo contrario, comenzaba a asimilarlo como algo natural y sumamente placentero. Tal y como le había adelantado Selena, se había integrado perfectamente en el ambiente libertino de la Academia Kamataruk.
El problema que atenazaba la mente de Andy no era sexual sino artístico. Durante su estancia entre aquellas paredes se había puesto al día sin ningún problema en lo primero pero todavía era poco más que una principiante en lo segundo: mientras los demás pintaban auténticas obras de arte ella seguía estancada como al principio. Comparados con los dibujos de los demás, los suyos eran poco más que garabatos, pensaba que no avanzaba lo suficiente en su aprendizaje. Estaba estancada, su nivel de auto exigencia siempre había sido máximo en cualquier ámbito de su vida y no podía soportarlo.
La señorita Elisa pareció leerle el pensamiento:
– No, hoy Andy se dedicará a pintar. Creo que necesita dejar fluir lo que retiene dentro. A ver, a ver… dejadme pensar. ¿Angus?
– ¡Sep!
– Angus y…
La vulva de Selena se tornó gelatina, estuvo a punto de saltar al escenario pues el chico solía ser su compañero de posado y de cópula pero sintió una punzada de decepción y cierta envidia al no escuchar su nombre sino otro.
– … Erik.
– ¿Sí, mamá…?
– Hoy posarás con Angus, cariño.
– Claro, mamá…
Ambos modelos masculinos ocuparon su lugar correspondiente, asesorados por la maestra de ceremonias. La pose era de lo más explícita: el preadolescente, sentado en un sillón de terciopelo rojo, abría sus piernas por completo, apoyándolas sobre los reposabrazos. Tal acrobática postura permitía que su cadera se arquease hacia adelante, mostrando de ese modo su pequeño pene acompañados de un diminuto escroto lampiño a todos los presentes. Por su parte el adulto se arrodillaba en el suelo y, apoyando sus manos sobre las rodillas del muchacho, acercaba su rostro a la tierna entrepierna con la boca entre abierta con evidente intención de devorarlo todo. No obstante no hubo contacto alguno, los dos permanecieron quietos. Un silencio sepulcral se hizo en la sala, sólo interrumpido por el ir y venir de los carbones sobre los papeles.
Desde la primera fila, a apenas unos metros de los modelos, Andy se concentró cuanto pudo. Todo iba bien, logró abstraerse de la sugerente pose e hizo un buen trabajo teniendo en cuenta su nivel. La composición, las proporciones, la luz, las sombras… todo era perfecto. El problema le surgió a la hora de perfilar los genitales del chaval. Jamás había pintado algo así y no sabía cómo acometerlo. El pulso le tembló pero consiguió controlar sus nervios. Ya estaba a punto de lanzar el primer trazo pero al echar el último vistazo a los modelos el carbón resbaló de sus dedos: el pene de Eric había desaparecido entre los carnosos labios de Angus, junto con la bolsita que los acompañaba.
La chica tragó saliva. Durante las orgías era habitual que los chicos mantuviesen relaciones homosexuales entre ellos pero estaba tan ocupada abriéndose de piernas que apenas había invertido tiempo en observarles.
Aquello era otra cosa, aquello era mágico.
La ternura con la que Angus paladeaba la colita del chiquillo de rasgos andróginos era digna de verse. La delicadeza que irradiaba al acariciarlo, al sobarlo, al besarlo se le antojó a Andy lo más bonito del mundo. Las mejillas de Erik parecían brasas incandescentes, medio ocultas tras su lacio cabello rubio. Lo que le estaba haciendo sentir Angus sin duda le encantaba, la erección de su pollita era la prueba evidente de ello.
– ¡Joder! – Musitó la chica muy desconcertada. Notó que sus pezones se erizaban de nuevo.
El adulto se dio un respiro y dejó de mamar. Liberó el falo de su boca para pasar a lamerlo parsimoniosamente desde la base hasta la punta. También jugueteaba con los testículos, babeándolos de forma copiosa, mordisqueándolos con delicadeza, succionándolos alternativamente. Se estaba dando todo un festín con la carne más tierna de la Academia y lo estaba gozando.
Angus se relamió y agarró al chiquillo de los tobillos, obligándolo a contorsionarse un poco más. Su objetivo estaba claro y nada iba a interponerse en su camino.
Erik se estremeció y su gemido se escuchó por toda la estancia. Y a ese primer suspiro le siguió otro y a este otro muchos más, tantos como lametones sintió el chaval en su entrada trasera. La lengua del veinteañero traspasó la frontera, introduciéndose en el intestino. Primero apenas un centímetro; luego, todo lo que le fue posible, dilatándolo poco a poco. El chiquillo facilitaba la tarea agarrándose las piernas por su cuenta.
La mirada de Andy se posó en la entrepierna del adulto. Se frotaba el pene que había alcanzado dimensiones más que considerables. Enseguida adivinó cuáles eran sus intenciones.
– ¡Es imposible que le quepa eso! – murmuró para sí -, ¡lo va a matar!
La capacidad de asombro de la salvadoreña se vio superada por uno de los miembros más jóvenes de tan singular Academia. No podía creer lo que le mostraban sus ojos cuando el adulto se incorporó, agarró su miembro erecto firmemente, lo dirigió a la diminuta abertura y, tras presionarla con la punta, logró penetrarla con una facilidad pasmosa. No fueron uno o dos centímetros los que se introdujeron en el intestino del chaval de un solo empujón sino una considerable porción de carne dura y ardiente.
La vulva de Andy se hizo mermelada al contemplar semejante demostración de elasticidad anal.
– ¡Aggg! – Chilló Erik.
– ¡Tranquilo, pequeño, tranquilo! - Le contestó su compañero de juegos -. Respira hondo, ya casi está toda dentro.
Y agarrando al chiquillo por la cadera lo sodomizó aunque sin violencia. De una manera natural, el intestino del muchacho fue abriéndose como una flor y sus entrañas reorganizaron hasta el acoplamiento total. La polla de Agnus entraba y salía de su interior con fluidez, regalándole a su paso eléctrica descargas de placer.
– Ya está toda dentro, como a ti te gusta… ¿la notas?
– ¡Síiii! – Chillaba Erik retorciéndose como una anguila.
Estaba claro que adulto pretendía que el chaval disfrutase tano o más que él. Deslizó una de sus manos hacia el excitado micro pene y a la vez que bombeaba polla en su interior le obsequió con una paja magistral. El pequeño estaba tan excitado que apenas un par de sacudidas bastaron para que sus testículos descargasen la munición entre los dedos de Agnus.
– ¡Uhmmm! Delicioso – Dijo éste llevándose el néctar apenas hormonado a la boca, paladeándolo con pasión.
Así estuvieron enganchados dándose placer mutuamente unos minutos. Cuando Agnus estuvo a punto, dejó de encular al adolescente, lo agarró de la cabeza y eyaculó en su boca de forma abundante. Al hacerlo fue algo brusco, sin duda la excitación hizo mella en sus modales y el chiquillo tosió, esputando esperma. Al ver la cara del Shota manchada de semen Andy no pudo resistirse más y quiso limpiarlo con su lengua. A punto estaban de llegar al objetivo cuando una mano se lo impidió. Al girar la cabeza la joven vio a la señorita Elisa que la miraba con severidad:
– Todavía no. Antes debes terminar.
– ¿Terminar?
– Así es. Debes terminar tu dibujo antes de poder participar. Esas son las normas.
Fue entonces cuando la chica observó al resto de alumnos y se quedó helada. Pitaban de forma compulsiva y mecánica, con la mirada perdida en algún lugar del infinito como si de robots se tratasen. Parecía que no estaban allí pero en cambio sus dibujos eran perfectos, de trazos seguros y de una calidad extrema. Andy no entendía nada. Ya estaba a punto de preguntar lo obvio cuando la mano de la mujer tomó la suya y, colocándose a su espalda le susurró:
– Tranquila, yo te ayudo. Cierra los ojos… y déjate llevar
Abrumada por cuánto sucedía la muchacha obedeció. Con los párpados cerrados sintió una mano de la maestra dirigiendo la suya con suavidad. Sentir el aliento de la adulta tras de sí la excitaba pero más aún el roce de sus soberbios senos en la espalda y la forma con la que ella le acariciaba el costado. El silencio en la sala se quebró, iniciándose un murmullo de gemidos, suspiros y grititos de placer. La joven intuyó que sus compañeros había terminado su quehacer y se había unido a la pareja de modelos.
– Tranquila, terminamos.
El murmullo se transformó en algarabía, los gemidos en gritos y los grititos en aullidos.
– ¡Ya está, puedes abrir los ojos!
Cuando los ojos de Andy se acostumbraron a la luz la chica no podía creerlos. Como intuía, la más salvaje orgía sexual acontecía frente a ellos pero no era eso lo que a ella le alucinaba sino la transformación que su dibujo mediocre había sufrido. Era sencillamente perfecto, las correcciones de su maestra parecían mágicas.
– ¡Pe… pero…! –balbuceó la joven.
– Venga, vamos con los demás. Lo estás deseando.
– ¡Sí! – dijo Selena que se había acercado a la pareja -. Venga, ven…
Y entre caricias y besos la arrastró al punto más caliente de la orgia donde Andy dejó de pensar y se limitó a disfrutar una vez más de su cuerpo.
Capítulo 4
– Perdona pero no lo entiendo. ¿Te vas? – dijo la directora del centro con estupor retorciéndose nerviosa sobre el sillón de cuero de su despacho-. Pero, ¿qué ha pasado? ¿acaso no te sientes bien entre nosotros?
– ¡Sí, sí! – Se apresuró a contestar una Andy cabizbaja.
– Entonces, ¿alguien te ha hecho algo que no querías? ¿Te has sentido obligada por algo? ¿El sexo te disgusta?
– ¡No, no! Para nada. Me encanta el sexo…
– Pues entonces no entiendo nada. Si no te ocurre nada ni te ha sucedido nada que no te haya gustado… ¿por qué quieres irte de nuevo a tu casa?, ¿echas de menos a tu familia?
– ¡No! – volvió a contestar atolondrada la muchacha-. Bueno, sí, pero no es por eso.
– Pues explícate, por favor. Nadie te va a retener, por supuesto pero sinceramente no lo entiendo. Vas muy bien y tenemos muchas esperanzas puestas en ti…
– Es… es por eso.
– ¿Por eso?
La chica se derrumbó y sacó lo que llevaba unos días pensando.
– No soy buena. No llego ni llegaré jamás al nivel de los demás. Siento… siento que estorbo aquí, que ocupo un lugar que no me merezco…
La adulta respiró aliviada y no pudo evitar una sonrisa.
– ¡Así que es por eso! Pero mi niña… ¿cuánto llevas aquí?
– Hoy hace tres semanas.
– ¡Tres semanas! ¿Y ya quieres irte?
– Bueno…
– Has tenido mala suerte, eso es todo. – Prosiguió la rubia.
– ¿Mala suerte? No… no comprendo…
– Pues eso. Mala suerte. Llegaste justo después de la luna llena.
– ¿La luna llena?
– Ven. Sígueme, por favor.
La joven acompaño a la otra por los pasillos de la casa. Se detuvieron frente a una habitación que la chica no conocía. La puerta se abrió sin dificultad.
– Por tu cara diría que es tu primera vez aquí, ¿verdad?
– Si.
– Esto es… el archivo. Ven, pasa
Andy siguió a la señora por una enorme estancia llena de cajones.
– Aquí están los trabajos de todos los alumnos que están en este momento en el centro. El resto están en el sótano pero también puedes verlos si quieres. ¡Mira! – dijo señalando una de las cajas -. Esa es la tuya.
Andy comprobó cómo en efecto era su nombre el que estaba en el cartelito correspondiente.
– Veamos, creo que has hecho amistad con Selena, ¿verdad?
– Sí. Dormimos juntas.
– Cierto. Ven, ayúdame a abrirlo, la tapa pesa un poco.
– Vale.
Cuando la caja mostró su contenido la más joven se extrañó por el escaso volumen de obras pictóricas.
– ¿Qué pasa?
– Nada, creí que habría más.
– ¿Más? ¿cuánto tiempo crees que lleva Selena aquí?
– Uff… no sé. La verdad es que no se lo he preguntado nunca.
– Mira. Este es el primer cuadro de Selena cuando llegó y este el del otro día, el de Angus con mi hijo. ¿Qué opinas de ellos?
La joven contempló las pinturas.
– Esta – dijo señalando a la primera -, esta no… no es muy buena, la verdad. Sobre todo… sobre todo teniendo en cuenta cómo pinta ahora. Ahora es… es una maravilla.
– Entiendo – dijo la mujer sonriendo -. Ahora observa las fechas.
– ¿Qué?
– Que te fijes en la fecha en la que fueron pintados uno y otro.
Andy negó con la cabeza al hacerlo.
– Pero tiene que haber un error, no puede ser. Apenas hay…
– Dos meses y poco de diferencia, ¿no?
– Pe… pero… eso es imposible. Nadie progresa tanto en tan poco tiempo. – Continuó Andy negando una y otra vez, estupefacta.
– No lo es. La diferencia entre uno y otro son simplemente dos clases lunares.
– ¿Clases lunares?
– Exacto.
– Uff… estoy hecha un lío.
Elisa sonrió.
– Confía en mí. El sábado es luna llena. Será tu primera sesión lunar. Verás… – dijo acercándose a la jovencita y besándola con suavidad –, verás cómo te encanta. Estoy segura de que cambiarás de opinión al ver los resultados.
– No, no lo sé. – Contesto la joven dejándose acariciar.
– Una semana, una semana es lo único que te pido.
Las palabras de la rubia se acompañaban de un toqueteo cada vez más intenso. Cuando las manos de Andy se llenaron de tetas su resistencia quebró. Y cuando una lengua ávida de sexo atacó a la suya ya no había ni rastro de oposición.
– Una semana. – Murmuró la adolescente mientras se dejaba tumbar sobre el suelo entarimado.
– Eso es. Sólo una semana, sólo una luna, mi niña… - susurró la otra justo antes de comenzar a comerle el coño lentamente a la última alumna llegada a la Academia central de la franquicia Kamataruk.
Andy cerró los ojos. Mientras la lengua de la adulta lamía sus pliegues con avidez llegó a la conclusión de que por esperar siete días más no iba a pasar nada malo… sino todo lo contrario.
Capítulo 5
– No… no te puedo contar nada. – Gemía Selena con un hilito de voz, babeando de gusto.
– ¿Ni siquiera un poquito?
– Tendrás que esperar … Ama…
– ¿Ni siquiera si hago… esto? – dijo Andy retorciendo su puño en el interior de la vulva de su amiga argentina
Ésta, maniatada e indefensa, se dejaba penetrar por su compañera de cama. Los juegos entre ellas habían subido de nivel sobre todo en la intimidad de su alcoba común. Selena, dominante y activa en público, se había revelado como una sumisa extrema entre las sábanas. Andy quería aprovechar tal circunstancia para obtener de ella la información que el resto de los habitantes de la Academia le negaban. Incrementando de manera progresiva el número de dedos que le introducía a la otra por el coño, había llegado al máximo pero ni aun metiéndole la mano al completo obtuvo confesión alguna. Selena prefería sufrir cualquier martirio antes de confesar
– ¡Aggg! – Chilló la rubita.
Andy se apiadó de ella. Al fin y al cabo eran amigas y como tal actuó: la masturbó con rudeza, como la chiquilla deseaba, pero sin excederse. Acompañó sus trabajos de perforación con una lamida de clítoris magistral que no se detuvo ni cuando Selena, rota de placer, dejó de controlar su esfínter y orinó en su cara con abundancia. Después del orgasmo, intercambiaron posiciones, pero mientras meaba la boquita de su amiguita no dejaba de darle vueltas a lo que al día siguiente iba a pasar. Finalmente, se rindió:
– Bueno, será cuestión de esperar un poquito más. – Murmuró.
Y tras una profunda respiración contrajo su vientre para descargar el contenido de su vejiga contra la cara de la otra lolita.
– ¡Bébetelo todo, perra!
– ¡Sí, ama!
Ya desde primera hora del sábado el ambiente era diferente en la Academia. Andy estaba nerviosa pero no más que el resto. El frenesí sexual habitual de todos los días no había desaparecido del todo pero sí se había reducido bastante. Sólo Selena y su furor uterino no daban tregua y se follaba a cuantos se le ponían por delante pero el resto parecía reservarse para la clase de pintura de la noche de luna llena.
Poco antes de la sesión Andy fue llamada al despacho de la directora. Ésta le esperaba ataviada con un extraño conjunto de cuero negro y correajes que no tapaban ninguna de sus partes íntimas. Más bien al contrario, las realzaban. Estaba salvajemente hermosa. Andy se sintió acomplejada y excitada a partes iguales al verla. Recordaba las múltiples sesiones de sexo compartida con aquella hembra. Quería darse un festín con aquel escultural cuerpo pero algo le decía que no era el momento.
– Bueno. Ha llegado el día.
– Sí.
– Toma, ponte esto. Creo que es de tu talla. Le vas a encantar, créeme.
– ¿Encantarle? ¿A quién? – preguntó la joven colocándose con dificultad un conjunto similar al de su directora.
– A Kamataruk, ¿a quién si no? – dijo la otra ayudándole con las correas.
– ¿Kamataruk?
– Claro. Es nuestro… líder, nuestro mentor... Él nos inspira y nos guía, nos enseña a alcanzar la perfección con la pintura. Cada luna llena nos obsequia con su presencia. Debes estar muy agradecida de estar aquí hoy, al fin y al cabo él te eligió.
– ¿Él me eligió?
– Exacto. Eres una de las elegidas para extender sus enseñanzas por el mundo.
Andy no comprendió nada, después recordó a un imponente señor que presidía el jurado del concurso, con su cabeza rapada y sus gafas oscuras. Ni se inmutó durante la ceremonia de entrega de premios hasta tal punto de que la adolescente pensó que se trataba de un invidente.
– ¿Me eligió? – Dijo Andy muy extrañada.
– Sí. Te eligió para que en un futuro no muy lejano fueses la directora de la Academia Kamataruk en San Salvador, por ejemplo. Allí todavía no está presente nuestra institución.
– ¿En serio? Directora… ¿Cómo tú?
– Así es.
– Vaya… no sé qué decir.
– No digas nada y vámonos. No le gusta esperar.
La joven siguió a su mentora. Le extrañó mucho al comprobar que no se dirigían al salón de pintura sino a otro lugar. Al recorrer el pasillo se encontraron con más alumnos en su camino. Todos vestían trajes similares a los suyos y en un completo silencio. Andy tardó un poco en adivinar su destino pero cuando lo descubrió se le iluminó la cara.
– ¡Es ahí! – dijo mirando la única puerta que le había sido vetada hasta ese momento en la Academia.
En efecto, la cancela con la esfera metálica estaba abierta de par en par.
– Vamos, vamos. Todos adentro. Llega la hora.
Ante la estupefacta mirada de Andy apareció una majestuosa sala de planta circular exenta de cualquier mueble o cuadro sobre sus paredes. Tan solo descansaba en su centro una enorme esfera metálica trufada con innumerables agujeros. A la chica le recordó a una pelota de golf gigante pero de color plateado. Tampoco pudo percatarse de muchos detalles la que la sala estaba totalmente en penumbras, tan sólo iluminada por los rayos de la luna llena que se comenzaban a colar por la espectacular cúpula acristalada que coronaba su techo. De hecho fue la propia directora la que tuvo que, tomándola de la mano, la incluyó en el círculo de personas que rodeaba a la esfera.
– Tranquila. No pasa nada. Verás como disfrutas de tu primera clase, es algo mágico.
Pasaron unos minutos todos cogidos de la mano formando un anillo. El silencio era tal que Andy escuchaba su respiración fatigosa y el latido de su propio corazón. Cuando los primeros rayos de luna llena impactaron directamente sobre la esfera esta fue cambiando de color. Su tonalidad plateada se tornó rojiza y comenzó a vibrar. Al principio no era más que un simple temblor pero conforme la iluminación lunar iba intensificándose su movimiento iba en aumento.
– ¿Qué… qué sucede? – Preguntó Andy muy nerviosa.
Pero no obtuvo más respuesta que el zumbido metálico que irradiaba la bola.
El terror se apoderó de Andy al ver como de los agujeros del artefacto comenzaban a surgir unas figuras gelatinosas de color violáceo. Al principio creyó que se trataba de algún extraño tipo de anfibio: culebras, serpientes o algo parecido pero pronto los identificó como tentáculos.
– ¡Dios mío! ¿Qué es esto? ¿Qué pasa aquí? ¡Soltadme! – gritaba la adolescente muy asustada intentando zafarse.
– Tranquila, Andy. No tengas miedo. – Le dijo la directora sin dejar de sujetarla con fuerza.
Apenas dejó de hablar cuando un tentáculo llenó la boca de la rubia y sus ojos quedaron en blanco. Andy se quedó petrificada al ver cómo otros de aquellos apéndices serpenteaban a lo largo del cuerpo de la directora, penetrando finalmente su coño y su ano, elevándola sobre el suelo varios metros. La joven chilló, más aún al ver el enorme bulto que se formó en el abdomen de la mujer madura casi de inmediato. Giró la cabeza en busca de ayuda y el espectáculo que contempló casi le provoca un infarto: el resto de los integrantes de la Academia Kamataruk de Mar de Plata, hombres, mujeres y niños, estaban recibiendo el mismo tratamiento por aquella extraña criatura de múltiples tentáculos.
La joven se encontraba a punto de entrar en estado de shock, pero aun así pudo distinguir las tremendas erecciones de los machos y los encharcamientos de las vulvas de las hembras. Era evidente de lo mucho que disfrutaban al ser penetrados tanto unos como otras. De inmediato el silencio inicial fue roto por un incesante coro de sonidos guturales, gemidos de placer, ahogados por los tentáculos que ocupaban las bocas de los presentes.
– ¡No, por favor! ¡A mí no! – Sollozaba la chica al sentir cómo sus muñecas y tobillos iban siendo ligados por aquellos extraños apéndices gelatinosos.
Pese a estar aterrada, Andy comprobó que tacto con los mismos era muy suave y, al ser elevada junto al resto, no sintió brusquedad alguna, fue tratada con una delicadeza absoluta.
– ¡No, no! – Lloraba la joven intentando evitar lo inevitable.
La joven perdió la cuenta de los tentáculos que la acariciaban a la vez. Mientras unos rozaban con suavidad sus pezones, otros recorrían su rostro, cuello y costado. Poco a poco las sensaciones que iba sintiendo iban mutando. A los pocos minutos ya no tenía tan claro que todo aquello que le estaba pasando fuese malo. Estaba acostumbrada a tocarse y la ardorosa Selena le había enseñado muchas cosas acerca de su bonito cuerpo pero la forma que tenía aquella extraña criatura de atacar sus puntos más erógenos era muy diferente.
– ¡Uff! – gimió, esta vez de placer al notar su clítoris estimulado con maestría, momento que aprovechó aquella cosa para ocupar su boca.
Andy no sabía qué pensar, jamás su lengua había experimentado un beso tan húmedo y excitante. Su cabeza le decía una cosa pero su cuerpo otra, el placer que sentía le incitaba a caer en la tentación. Seguía intentando liberarse pero ya no lo hacía con tanta intensidad como al principio. Finalmente, cesó su lucha cuando uno de aquellos tentáculos dejó de frotarle el clítoris y se introdujo en su vulva, comenzando a moverse en su interior de una forma compulsiva. Su coño comenzó a babear al ritmo que el Kamataruk marcaba, la sucesión de contracciones era tal que no distinguía cuándo terminaba una y cuándo comenzaba la siguiente. Se corrió tanto y tantas veces seguidas siquiera notó cuándo fue sodomizada. Sólo descubrió que su intestino era ocupado por aquel ente al sentir cómo sus tripas se iban agrandando. El placer que sintió en ese instante no podía compararse con nada, su mente se quedó en blanco. Andy permaneció en aquel estado de placer absoluto mientras era poseída por Kamataruk. La fecundación de aquella criatura podía tardar horas.
Capitulo 6. Fin
El sol del mediodía despertó a Andy. El día era espléndido. Al principio le costó identificar dónde se encontraba pero enseguida fue consciente de que se encontraba en su habitación de la Academia Kamataruk de Mar de Plata. Estaba algo aturdida, lo ocurrido la noche anterior se representaba en su cabeza mediante imágenes desordenadas, de tal modo que quiso identificarlo como un simple sueño, una rara pesadilla aunque el recuerdo que tenía de ella no era ni mucho menos desagradable. Más bien todo lo contrario, se sentía genial y tremendamente hambrienta. Buscó a Selena a su lado pero la joven rosarina no estaba.
– Estará almorzando… – murmuró - o follando, seguramente...
Sonriendo por su ocurrencia, se levantó de la cama de un salto. Enseguida se miró a las muñecas y los tobillos, no había rastro de ligaduras. También buscó en el baño cualquier atisbo de penetración de cualquiera de sus agujeros por algún objeto o ser extraño pero halló nada. Tenía una vitalidad tremenda, parecía que había estado durmiendo durante una semana.
– Ha sido sólo una pesadilla. – Se reafirmó ante el espejo, desechando los fantasmas que atormentaban su mente.
Mientras caminaba, canturreaba alegremente por el pasillo cuando una voz con su característico acento la llamó:
– Andy, ¿puedes venir, por favor? Tengo que hablar contigo en mi despacho.
– Claro, señorita Elisa.
Cuando miró a la adulta y distinguió sus pezones erectos se relamió: su apetito no era solamente alimenticio. Nada le apetecía más que un buen par de tetazas para desayunar.
Cuando las dos hembras estuvieron a solas, la adulta marcó las distancias y sentándose en su sillón de cuero preguntó:
– ¿Qué tal lo pasaste anoche?
Andy se retorció sobre su asiento algo alterada. Pensaba que la señora Elisa iba a comerle el coño como tenía por costumbre, no a interrogarla.
– ¿A… a qué se refiere?
– Venga. No te hagas la tonta. Ya sabes a qué me refiero.
– Yo… yo… no… - negaba la muchacha muy nerviosa.
– Ayer recibiste tu primera clase lunar.
A Andy se le descompuso el rostro.
– Eso… eso fue un sueño.
– No, mi niña no. No fue un sueño. Kamataruk es real, él nos inspira, él nos eligió… él te escogió a ti… él está en ti ahora. Tienes su don, tienes su inspiración…
– Pero… eso… eso no puede ser. No puede ser real.
– Créeme, así es. Kamataruk es real.
Andy la miró anonadada, pensó seriamente que aquella mujer estaba loca, que tanto exceso de sexo la había transformado, o que lo sucedido la noche anterior no era más que un producto de la histeria colectiva provocada por alucinógenos. Optó por no decir nada.
– Sigues sin creerlo, ¿no?
– Yo… verá… me gustaría volver a mi casa lo antes posible, la verdad…
Sin alterarse lo más mínimo, la adulta puso a su disposición un cuaderno y un carbón.
– Venga… hazme un retrato.
– Pero…
– Confía en mí. Si no es cien veces mejor que lo que pintabas ayer hoy mismo te vuelves para tu casa. Te lo prometo.
– ¿De… de verdad?
– Te irás en el primer vuelo, no lo dudes.
Tras unos instantes de duda, la joven asintió.
– Vale.
La imponente directora de la Academia Kamataruk de Mar de Plata se colocó sobre la mesa de su despacho, separó las piernas y con la yema de sus dedos se abrió la vulva. De inmediato un hilito de flujo partió de esta, formando un pequeño charquito sobre la madera noble.
– Adelante… puedes empezar a dibujar cuando quieras. – Le dijo desafiante.
Andy tragó saliva, si había algo que se le resistía especialmente a la hora de dibujar eran los genitales tanto femeninos como masculinos, pero apenas agarró la barrita negra notó algo diferente. Alargó su mano contra el papel y sucedió algo inesperado: el dibujo tomaba forma casi como un calco. La chiquilla sentía un increíble calor en el interior de su sexo y cada trazo se reflejaba en su vulva a modo de cosquilleo.
– Eso, es… eso es… déjate llevar… - Decía la modelo sin dejar de sonreír.
Quince minutos, quince minutos fueron suficientes para que Andy realizase sin duda el mejor dibujo de su corta vida. Ella misma miraba el resultado estupefacta, con una catarata de flujos cayendo lentamente por sus muslos.
– Es… es increíble. – Repetía una y otra vez examinado aquella obra de arte.
La directora se colocó a su espalda y, acariciándole los pechos, le dijo:
– Ya te lo dije, cariño. Y eso sólo con una clase… ya verás cuando él vaya creciendo…
– ¿Él?
– Sí… él. – Contestó la mujer abarcándole el vientre con suavidad.
Andy no contestó, sencillamente se abalanzó sobre la otra en busca de más placer. Con la cara manchada de extracto de coño, sólo buscaba la manera de poder meter su lengua en la vulva lampiña más y más. Pronto descubriría que aquella ansia de sexo no sólo era debida a su calentura natural sino a una necesidad fisiológica de algo que había comenzado a crecer en su interior: el próximo Maestro de la Academia Kamataruk de la ciudad de San Salvador.
Fin.
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