"DEPREDADOR" por Kamataruk.



Capítulo 1.

Elisa era la inocencia personificada. Retraída y vergonzosa apenas destacaba en cuanto a popularidad en el instituto pese a que potencial no le faltaba. Era con mucho la más hermosa de las muchachas de su curso, pero su timidez le impedía mantener tan siquiera una conversación amigable con los chicos de su edad. A sus trece años era toda una belleza y su singular anatomía era el blanco de las furtivas miradas tanto de los papás de sus amigas como de varios de sus profesores, aunque ella no se había percatado de ello. La preadolescente de figura estilizada, piel blanca, ojitos verdes y de cabello negro y ondulado como el de su madre ya dejaba entrever a la preciosa mujer en la que iba a convertirse en unos pocos años.

- ¿Cuántos seguidores tienes, Eli? – Le dijo Marina uno de los primeros días de clase, una chica rubia de lo más engreída y antipática.

- ¿Seguidores?

- ¡Ji, ji, ji! Déjala, no sabe nada. Es sólo una niña tonta… -apuntó otra de manera bastante impertinente.

- No… no sé de qué hablas. – Contestó Elisa desconcertada.

- De Periscope, tonta. ¿No te conectas?

- ¿Periscope?

- ¿Ves como no sabe nada? Ji,ji,ji. Aún juega con muñecas…

- ¡Periscope! Es una aplicación para chatear con gente de todo el mundo…

- A través de la cam…

- Te preguntan y tú contestas. Bailas, saltas y haces cosas así… - Prosiguió Marina.

- ¡Sí, sobre todo eso! – Rió la otra llevándose las manos a la cara - ¡Cosas así!

- ¡Cállate, imbécil!

La niña frunció el ceño. Su mamá precisamente era Comisaria de policía y se encargaba de esos asuntos así que le había hablado de cosas como esa, previniéndola para que no accediese a ese tipo de chat ni hiciese tonterías delante de las cámaras. Eran potencialmente peligrosos y podía encontrar a gente mala en ellos. No obstante, como todas las conversaciones en todos los grupitos de chicas iban sobre el mismo tema no quiso ser un bicho raro y preguntó a Marina en cuanto tuvo ocasión:

- ¿Y qué hay que hacer?

- Nada. Te bajas la aplicación, te creas una cuenta, inicias una transmisión y ya está.

- ¿Sólo eso?

- Si. Pero no des tu nombre verdadero, no seas tonta…

- ¡Ah! – Exclamó la chiquilla - Claro, claro…

- ¡Y no enseñes las tetas el primer día como hizo Marina! – Rió la tercera en discordia.

- ¡Idiota, cállate mentirosa! – contestó la rubia lanzándole un golpe que impactó en el hombro de la informante.

- ¡Ay! ¡Joder, no aguantas ni una broma!

- Pruébalo. Yo he llegado a los quinientos espectadores en una noche… ¿a ver cuántos llegas tú?

- No sé… me da cosa.

- Inténtalo. Además, si hay algún comentario de alguien que no te gusta siempre puedes bloquearlo.

- ¡No lo hará! ¡Su mamá poli no le deja!

- ¿Pero te quieres callar, pesada?

Elisa anduvo cavilando el resto de la mañana. Se debatía entre el consejo de su mamá y lo que le comentaban sus amigas. Al final, como no quería ser un bicho raro mordió el fruto prohibido. Era la única de todas las chicas de su curso que no tenía móvil, pero a media tarde se metió en la red utilizando la vieja tablet que su madre tenía olvidada en el sótano y comenzó a investigar. Minutos después su bello rostro aparecía en las pantallas de todo el mundo. Pese a estar vestida con ropa de calle de lo más corriente, su hermosura no pasó desapercibida y el número de espectadores comenzó a crecer.

La niña estaba nerviosa, como el que sabe que está haciendo algo malo, pero seguía con ello, la curiosidad superaba al miedo. Su intranquilidad se manifestaba claramente: no dejaba de retorcerse y mirar hacia la puerta de su cuarto, temiendo que su mamá llegase en cualquier momento a pesar de que faltaba un buen rato para que esta apareciese.

Al principio los internautas fueron muy amables con ella. Los primeros visitantes le preguntaron el nombre, la edad y esas cosas. Ella se inventó los datos y dijo que se llamaba María y que tenía diecisiete años, cosa que podía parecer cierta ya que estaba bastante desarrollada para su edad.

Poco a poco fue cogiendo confianza e incluso comenzó a sonreír dócilmente hasta que en la pantalla apareció un mensaje directo y rudo que no esperaba:

- “¡Tetas!” – Tecleó alguien.

- ¿Qué? – Dijo extrañada sin comprender.

- “¡Que enseñes las tetas, zorra!” – escribió el mismo individuo muy soez.

- “Eso, eso. Que comience lo bueno. Ya está bien de tanta palabrería…”

- “¡Dejadla en paz!” – contestó un tal Roko99 –“. No hagas caso a esos idiotas, María. Eres un ángel…”.

Elisa se puso colorada como un tomate por el piropo, las pequitas desaparecieron bajo el rubor de su nariz y mejillas confiriéndola un aspecto de lo más infantiloide. Recordó la conversación con Marina y lo que supuestamente había hecho su compañera de clase en su primera vez y se rebeló:

- ¡Yo no hago esas cosas! – Dijo visiblemente incómoda y molesta.

- “¿Qué no? ¿Y entonces para qué te conectas, guarra? ¿Para hablar del tiempo? Muestra las tetasss, joder.”

- “Tetas”

- “Tetas”

- “No seáis brutos. Ella no es de esas. Dejadla en paz.” – Intervino de nuevo su caballero andante.

No dejaban de repetir el mismo mensaje una y otra vez. No sabía qué hacer hasta que el tal Roko99 le sugirió:

- “Puedes bloquear a esos idiotas si te molestan…”

Elisa agradeció la ayuda a aquel desconocido una vez se hubo librado de aquellos impertinentes.

- “De nada, guapa”

Pero ni aun así se sintió cómoda y se desconectó no sin antes echar un vistazo al contador. Su breve primera incursión en la red no había logrado más de un centenar de espectadores. Desinstaló la aplicación y eliminó el rastro de su actividad en internet de la tablet. Si su mamá la descubría montaría en cólera.

Al día siguiente fue abordada por Marina y la otra niña apenas apareció por clase:

- ¿Qué tal te fue?

- Bueno… no sé.

- ¿Lo hiciste?

- Sí.

- ¿Y a cuantos llegaste?

- Unos cien o así...

- ¡Prrrrzzz! – Apuntó la tercera en discordia.

- ¿Sólo? ¿Pero qué hiciste?

Elisa se encogió de hombros.

- Nada. Sólo contesté los mensajes…

- ¡Pues vaya mierda! No me extraña que no te hiciesen ni caso…

- ¿Y qué llevabas puesto?

- No sé… la ropa con la que vine al colegio ¿por? De todas formas, qué importa eso si sólo se me veía la cara.

- ¡Prrrrzzz! ¡Vaya mierda!

- Chica, si quieres tener más visitantes tienes que ofrecerles algo más interesante que tu cara de haba, je, je, je.

- ¿Interesante?

- Ya sabes… algo de carne.

- Eso, no seas estrecha que a ti se te notan bien las tetas. No como yo, que casi ni se me ven…

- ¡No voy a enseñar las tetas!

- ¡Ya, ya! Eso decimos todas al principio, pero luego... a alguna se le ve más de la cuenta, ¿verdad Marina?

- ¿Te quieres callar ya, pesada? – gritó la tal Marina a la otra chica muy molesta-. Tú verás lo que haces, pero si los aburres se desconectarán y pasarán de ti.

Elisa, perfeccionista y metódica, preparó mejor su segunda sesión. Estuvo tentada de colocarse un top muy bonito que tenía sobre su sujetador más sexy, pero optó por una camisa verde que conjugaba muy bien con sus ojos y con sus mallas cortas, ajustadas y negras. Se miró al espejo satisfecha pero antes de colocarse delante de la cámara y en rapto de rebeldía se desabrochó el botón superior de la prenda. No se le veía nada, pero le pareció más mayor y le dio una seguridad que no tenía.

- Eso está mejor – Dijo hablándose al espejo con la mejor de sus sonrisas - Y nada de tetas.

En efecto, la segunda emisión le resultó mucho más placentera a la chica. Parecía más suelta y se alejaba de la cámara para que pudiesen verla mejor. El marcador subió a los doscientos cuando se dio la vuelta y su culito respingón saltó al ciberespacio. Las mallas se adherían a su tierna anatomía como un guante. Sin mostrar nada, era lo más parecido a una segunda piel y eso agradaba a la audiencia.

- “Eres muy bonita.” – Le escribió Roko99 cuando la niña volvió a su lugar.

- Gracias.

Realmente la chiquilla estaba agradecida con su defensor el día anterior así que no se tomó mal el comentario. Inclusive se apartó un mechón de su cabello que entorpecía la vista de su pequeño escote, coqueteando un poco con la cámara. Era torpe y primeriza pero no tonta. Sabía lo que lo que agradaba a los chicos, aunque de momento no estaba dispuesta a mostrarlo.


Los mensajes soeces y directos no tardaron en aparecer. Al principio Elisa los bloqueaba rápidamente pero pronto llegó a la conclusión de que era mejor limitarse a no hacerles caso y centrarse en el diálogo con Roko99 y otros internautas más educados. Pero la cantidad de burradas que le decían era tan grande que le resultaba difícil mantener una conversación fluida con él o con el resto de visitantes “normales”.

- “Si quieres podemos seguir en privado.” – Dijo el amable desconocido al verla tan desconcertada.

- ¿Privado?

- “¡Eh, huevón, no te la lleves para ti solo!”

- “¡Cabrón!”

- “Deja que se abra de piernas para todos.”

- “Enseña las tetas de una puta vez, guarra.”

- “Sí, sólo tienes que seguirme y comenzaremos un “privado””.

Elisa estaba un poco mareada con tanto comentario fuera de tono así que accedió. Diez minutos de charla le bastaron para comprobar que se sentía a gusto con aquel tipo. Era amable y educado y le preguntaba cosas normales, no como los otros pervertidos que sólo la instaban a enseñarles las tetas.

- “¿Mejor?”

- Sí…

- “Son un poco agobiantes esos tíos, ¿verdad?”

- Uf… sí.

- “Aunque no me extraña que insistan en ver tu cuerpo… eres preciosa. Espero no incomodarte si te lo digo.”

La niña sonrió, sonrojándose de nuevo.

- Gracias. Mi mamá me dice que soy una flacucha…

- “¿Flacucha? ¡No le hagas caso! Eres una joven muy hermosa.”

- Ella… ella no opina lo mismo. Me ve sólo como a una niña…

- “Para nada. Yo sólo veo a una mujer preciosa. Ya no eres ninguna niña, eso salta a la vista.”

Hablaron los dos amablemente y la conversación se repitió un día sí y otro también. Al poco tiempo, él parecía conocerla de toda la vida y eso la inspiró confianza. Conocía las últimas tendencias en cuanto a música, ropa, juegos de ordenador y demás. Elisa le reveló su verdadero nombre de pila, edad, la ciudad donde vivía y algunas cosas que ni siquiera había contado a su mamá, ni mucho menos a su papá. Hacía casi un año que no lo veía, la separación con su madre no había sido algo sencillo.

La confianza entre ellos crecía y crecía hasta que un día Elisa se armó de valor y le preguntó directamente al ver que llegaba la hora de terminar con aquello:

- ¿Tú también quieres verme las tetas como el resto?

El hombre demoró la respuesta. No quería precipitarse y echarlo todo a perder. Aquella pregunta en boca de una chica alocada era una broma habitual, una manera estúpida de tomarle el pelo, pero en alguien tan tímida como Elisa era algo de lo más interesante.

- “Voy a serte sincero Eli: Sí. Me encantaría contemplar tu cuerpo, pero sólo si quieres hacerlo.”

La niña pensó la respuesta; segundos que al depredador le parecieron horas.

- Entiendo.

- “¿Te… he incomodado?”

Elisa no respondió. Respiró un par de veces antes de comenzar a pelear con los botones de su camisa.

- Estoy nerviosa. Es la primera vez que hago esto…

- “No tienes que hacerlo si no quieres…”

- Sí. Quiero hacerlo – dijo la niña en voz alta para darse confianza.

- “Tranquila, tómate tu tiempo.”

Lo que en teoría era una tarea fácil se convirtió en todo un reto para las temblorosas manos adolescentes. Con la cabeza agachada se desprendió de la camisa. Avergonzada, no se atrevía a mirar de nuevo a la cámara.

- “¡Qué sujetador tan chulo!”

- ¿Te gusta? – Dijo ella más animada, echando los hombros para atrás sutilmente -. Me lo compró mamá para ir a una boda este verano.

- “Sí es precioso. Ahora… quítatelo.”

Elisa estaba tan cegada que no cayó en la cuenta de que, en realidad, se trataba de la misma petición de los otros espectadores, pero dicha de una manera mucho más amable. Sumisa y obediente, la jovencita abrió el cierre delantero de su sostén y ante la cámara del espectador anónimo aparecieron las tetitas de la niña, poco más grandes que un par de mandarinas, coronadas por unos graciosos pezones puntiagudos. Ella estaba excitada por la situación, eso era más que evidente, hacía un buen rato que sentía cosquillitas en la entrepierna y se movía de manera compulsiva.

- ¿Te… te gustan?

- “Son… deliciosas.”

Al hombre le costaba escribir con la mano izquierda. La otra la utilizaba para otras cosas más placenteras para él. Experto como era en el arte de la caza, sabía que la niña estaba a punto de caramelo y que sólo faltaba darle el golpe de gracia para que cayese en sus garras.

- Son un poco pequeñas. Seguro que has visto miles mucho mejores. Hay una de mi clase que tiene unas así de grades…

- “De eso nada, son una ricura. Tienen un tamaño perfecto. Así es como a mí me gustan.”

- ¿De verdad?

- “Sí. No tengas prisa por crecer, Eli. Eres perfecta, así como estás.”

- Gr… gracias…

- “Déjame verlas más de cerca, por favor. Aproxímate a la cámara.”

Elisa se incorporó de su asiento acercando sus turgencias al objetivo de su tablet.

- “Muach. Ojalá pudiese darles un besito”.

Un ruido procedente del piso de debajo de la vivienda alertó a la niña.

- ¡Eli, ya estoy en casa!

Elisa saltó como un resorte. Apagó el artefacto electrónico bruscamente y tuvo el tiempo justo para lanzarlo bajo la cama y colocarse la parte superior de su pijama antes de que su mamá entrase por la puerta.

La Comisaria Gutiérrez, máxima responsable de la Unidad de Investigación Tecnológica de la Comandancia de Madrid sonrió a su única hija.

- Hola. ¿Qué tal el día?

- Bien.

- Pero ¿cómo vas vestida?

La niña anduvo rápida de reflejos.

- Me manché durante la merienda y me puse el pijama.

- ¡Pero qué despistada eres! ¡Si lo llevas al revés!

- A… ahora me cambio.

- Vale. Me voy a bañar. Durante la cena hablamos.

- Vale.

En cuanto su mamá abandonó el cuarto reinició su tablet, borró el historial de su navegador y la aplicación en la que se había exhibido. Todavía le temblaban las manos por lo sucedido, no tanto por verse sorprendida sino por haberse desnudado frente a aquel extraño.

Pero después de la cena y una vez sola en la cama evocó lo sucedido. Mientras lo hacía, sin apenas darse cuenta, su mano descendió hasta su entrepierna y buscó su placer, obteniéndolo con una intensidad totalmente desconocida para ella.




Capítulo 2

A partir del día del primer encuentro la preadolescente adoptó una serie de precauciones para no verse sorprendida de nuevo, entre ellas desconectarse media hora antes de que llegase su mamá a casa. Puso la alarma de su tablet para recordarlo, no quería sorpresas.

Después tuvo que elegir qué ponerse. Decidió repetir con el sujetador de encaje ya que le había dado buena suerte. Sobre él, tras mucho dudar, optó por colocarse una camiseta de tirantes blanca bastante ceñida y la minifalda de vuelo que le regaló su abuela. Pero cuando fue a sacarla del armario se topó con la camisa con transparencias que había llevado para la boda ese mismo verano.

- Siii… eso aún será mejor. Todos decían que parecía mayor con este conjunto. – Murmuró.

Apenas se conectó obtuvo los resultados esperados. Los numeritos iban creciendo como la espuma en la parte inferior de la pantalla. Los mensajes de admiración, unos amables y otros no tanto se sucedían uno tras otro. Ella contribuyó para animar a sus espectadores mostrándose más simpática y sonriente, menos tensa y algo más relajada que en anteriores sesiones. Se colocó más separada de la cámara, de forma que pudiesen verle el cuerpo completo. Bailó para ellos, hizo algunas piruetas y acrobacias que hicieron que la faldita se levantase más de la cuenta, mostrando un poco sus braguitas. Sólo con eso hizo trizas el record de su amiguita.

- “Ochocientos y subiendo... ¡Y sin enseñar nada!” – Pensó muy contenta al comprobar su hazaña.

Por su puesto que los mensajes soeces abundaban uno tras otro:

- “Bájate las bragas, puta”

- “Enseña las tetas”

- “Muéstranos el culo, niña”

- “¿A cuántos te has follado?”

- “¿Te gusta mamar, guarra? Tienes cara de chupa pollas…”

Eran los que más se repetían, pero ella se limitaba a ignorarlos con una mueca o elevando el dedo corazón de sus manos. Una vez logrado el objetivo de visitas comenzaba a impacientarse al ver que su Don Juan no aparecía. En cuanto él le mandó el mensaje de invitación aceptó el privado de inmediato.

- “Hoy has estado increíble.”

- ¿En serio?, ¿Lo has visto todo?

- “Todo.”

- ¿Y por qué no me has dicho nada?

- “Se te veía tan hermosa y feliz que no he sido capaz de interrumpirte. La cámara te adora ¿Eres modelo? Si no es así deberías probarlo; has nacido para serlo.”

- ¿Modelo? – rio la niña por la ocurrencia, ella siempre se había visto como un patito feo en medio de un montón de bellezas –. No, no… para nada.

- “Pues podrías hacerlo sin problemas. Eres preciosa.”

Elisa se sintió turbada. No se le ocurrió mejor manera de agradecer el cumplido que el comenzar a desabrocharse la camisa.

El hombre no pudo por menos que sonreír al verlo.

- “Espera, espera… no vayas tan rápido.”

- ¿No quieres verlas? ¿qué pasa? ¿no te gustan? ¿son demasiado pequeñas…? – Contestó la niña algo decepcionada y muy nerviosa.

- “Claro que me gustan, princesa. Son preciosas, son lo más bonito del mundo. Sólo pretendo que lo hagas de otro modo… más sensual”

- ¿Sensual?

- “Sí. Quítate el sostén y déjate sólo la camisa. Es más erótico, muchos hombres lo prefieren así.”

Elisa obedeció, le costó bastante desprenderse de su prenda íntima sin quitarse la de encima pero cuando lo logró se llevó una grata sorpresa. Al ver su imagen reflejada, con sus bultitos apenas ocultos por la gasa, comprendió a lo que se refería su nuevo amigo: se sintió mucho más deseable que totalmente expuesta.

Se excitó al verse así: deseable y sexy.


Le costaba respirar, y el cabello le caía desordenado y salvaje. Los pezones se reivindicaban bajo la seda, querían salir disparados hacia el infinito de tan duros que los tenía. Siempre se había creído un patito feo y gracias a su nuevo amigo se sentía hermosa por primera vez en su vida.

Para corroborar que lo que pensaba era cierto sólo bastó con leer lo que su anónimo conferenciante escribió de ella:

- “¡Oh, qué delicia!”

- ¿Te gusto?

- “Con locura. Levántate y date la vuelta, quiero verte por detrás.”

Cual marioneta la niña accedió a los deseos del extraño. Este hizo que se acercara y alejara, hiciese posados más o menos sugerentes hasta que, finalmente le pidió que se quitase la camisa y se sentara de nuevo. Elisa estaba a gusto, se sentía importante, se sentía querida pese a estar semidesnuda delante de un extraño.

- “No te enfades, pero me estás excitando... y mucho. No te imaginas cuánto.”

Elisa no supo que responder a eso, había sido capaz de despertar el deseo en un hombre adulto y no sabía cómo afrontarlo. Sólo sabía que ella sentía un cosquilleo equivalente, algo dentro de ella la obligaba a continuar con toda aquella locura.

- “¿Tú te masturbas? ¿Te… tocas de vez en cuando?”

- A… a veces.

- “¿Te importa que yo lo haga mientras te miro?”

La chiquilla dudó. Los acontecimientos la superaban por momentos. Sabía que aquello no estaba bien pero tampoco quería dar la apariencia de una niña tonta.

- “Si te molesta, lo dejo…”

- No, no – dijo ella sin darle más vueltas al asunto - Haz… haz lo que quieras…

Lejos de sentir rechazo realmente estaba halagada por tal circunstancia.

- “Ok, pero si hay algo que digo o que hago que te moleste me lo dices, ¿vale? Somos amigos, ¿no?”

- Sí… sí, sí. Tranquilo.

Elisa estuvo un tiempo mirando la pantalla, esperando algún mensaje con las tetitas erectas y la vulva encharcada, pero nada sucedió.

- “¿Quieres verlo? ¿quieres ver cómo me masturbo mientras te miro?

Ella se estremeció de nuevo. El candor de su entrepierna mezclado con su curiosidad innata resultaban ser un cóctel explosivo para Elisa. La preadolescente no dijo nada, se limitó a asentir con la cabeza.

- “Entra en este link. Ese soy yo y esa es mi verga. Así me tienes de caliente… Eli…”

Nerviosa, ella se apresuró a entrar en la página. Eran una serie de letras y números sin ningún sentido.

- Me pide un código.

- “Teclea Roko99”

- Me sale una cosa…

- “Pulsa OK”

- Ya.

- “¿Así mejor?”

- Se ve algo… pero está oscuro.

Cuando se hizo la luz la niña se quedó boquiabierta. Era la primera vez que veía un pene erecto en directo. De hecho, a excepción de las clases de sexualidad era el primero que contemplaba en ese estado. Era excesivo, grueso y largo. La miraba enhiesto, desafiante, ligeramente curvado y majestuoso.

- “¿Te gusta? Está así por ti… por lo bonita que tú eres…”

Elisa no podía apartar la vista del enorme miembro viril de su nuevo amigo. Cuando apareció la mano del hombre y comenzó a frotarse miró embelesada cómo el capullo aparecía y desaparecía a través del prepucio. Notó que su cara le ardía, señal de que se había sonrojado de nuevo.

De repente el hombre dejó de tocarse.

- “Confieso que tengo un vicio, una fijación… un fetiche… ¿Sabes lo que es?”

- No.

- “Me encanta ver las bragas de las chicas. Es algo que me vuelve loco…”

- No voy a quitármelas… - La niña estaba muy caliente pero no lo suficiente como para dar el siguiente paso.

- “Ni yo pretendo que lo hagas. Tan solo quiero verlas. Al fin y al cabo, no hay nada malo en mostrármelas, es como si estuvieses en bikini en la playa, ¿no? ”

Elisa no se esperaba aquello así que tuvo que improvisar sobre la marcha.

- De… de acuerdo.

- “Coloca las piernas sobre los apoyabrazos de la silla.”

- Cómo, ¿así?

- “Eso es. Levántate un poco la faldita para que pueda verlas mejor.”

Elisa complació a su compañero de juegos. Con los ojos fijos en la pantalla comprobó que este volvía a acariciarse el miembro cada vez más rápido. No sabía lo que tenía aquel movimiento repetitivo, pero no podía apartar la mirada, estaba como hipnotizada. Sólo una nueva interrupción le sacó de su trance.

- “Qué bonitas son… con ese lacito rosado… uhmmm.”

La niña abrió un poco más las piernas de tal forma que su bultito se marcó claramente a través de su ropa interior. Su vulva estaba tan húmeda que prácticamente se había quedado pegada a la prenda íntima.

- “Puedes hacerlo tú, si te apetece.”

- ¿Qué?

- “Ya sabes… tocarte, masturbarte, ya sabes. Has dicho que lo haces de vez en cuando…”

- ¡Sí, sí! – contestó azorada la joven. No quería que él la tuviese por una niña tonta - Sé lo que dices, pero no me apetece.

- “Que no te dé vergüenza. Hay confianza, somos amigos… será nuestro secreto.”

- No, de verdad que… no tengo ganas…

La boca de Elisa decía una cosa, pero su cuerpo opinaba justo lo contrario. Se moría por hacerse un dedo, pero no se atrevía a ir más allá de donde había llegado, al menos de momento.

Él depredador sexual sabía que no debía atosigar a la niña si de verdad quería obtener algo de ella. Conocía el juego, llevaba practicándolo mucho tiempo. Sabía que para pescar un pez gordo a veces hay que soltar el hilo así que no insistió.

- “Pero acariciarte los senos sí puedes, ¿no? No seas mala conmigo, estoy a punto de correrme. ¿Quieres verlo? ¿Quieres ver cómo eyaculo pensando en ti?”

Elisa se retorció levemente. Algo imperceptible para la mayoría, pero no para un depredador experto como él.

- Sí. – Contestó tras unos instantes de duda.

- “Pues tócate un poco, venga…”

Cuando la mano de la chiquilla acarició su propio seno fue como si un rayo le hubiese caído del cielo. Obviamente se los había tocado antes, incluso mientras se masturbaba, pero aquello era otra cosa, aquello era distinto. Hacerlo delante de un hombre adulto era mucho más excitante. Utilizando sus propias palabras era “una pasada” hacerlo en público.

El experto cazador sexual se percató del detalle. Buena parte del trabajo estaba hecho, tan sólo faltaba la guinda. Se demoró unos segundos, no demasiados para volver a la carga.

- “Venga, tócate ahí abajo. No hay nada de malo en hacerlo…”

Él tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no correrse antes de tiempo cuando contempló la mano de la niña abandonar el pezoncito, descender lentamente por el abdomen y llegar a su cintura. Las primeras falanges ya se habían adentrado bajo la prenda íntima que cubría la pueril vulva cuando un ruido estridente inundó la habitación. Elisa se levantó como un resorte.

- ¡Mi madre!

- ¿Qué pasa?

- ¡Es la hora! ¡Viene mi mamá! ¡Tengo que cortar ya…!

Y sin dar más explicaciones dio por concluida la sesión.

- ¡Mierda! ¡Joder, por qué poco…! – Gritó un hombre furioso a varios centenares de kilómetros de la casa de Elisa.

Tras unos momentos de ira contenida fue poco a poco recobrando la cordura.

- No importa, putita… pronto serás mía. Lo quieras o no. – Murmuró mientras detenía la grabación de la sesión privada.

La guardó en un rincón de su disco duro, en la carpeta correspondiente a “Española1034”. El vídeo de Elisa era uno más en su extensa colección, tenía miles de ellos. Además, el programa espía que había inoculado al ordenador de la niña con la excusa de mostrarle la verga pronto le enviaría información muy útil de ella. Las fotografías y videos le interesaban, por supuesto, pero todavía le iban a resultar más útiles para su verdadero objetivo otro tipo de información personal: el nombre completo de la niña, su dirección, sus amistades, contraseñas, sitios web que visitaba, si estaba o no conectada, etc., y también importante información del resto de su familia.

Como aún estaba erecto decidió darse una vuelta por varios foros exclusivos de la Deep Web y reclamó la IP de Elisa como de su propiedad. De esta forma se aseguró de que el resto de “profesionales” no se inmiscuyesen en su labor de corromperla y obtener beneficio económico de ella. Era perfecto conocedor de que, dentro de ese mundo, hay ciertos códigos que deben respetarse si no quieres que la policía te despierte en tu casa un día a las cuatro de la mañana con una orden de detención en la puerta. Más del noventa por ciento de los arrestos de ciber acosadores se deben a denuncias de otros pervertidos por no haber respetado ese código no escrito.

Después quiso aliviarse físicamente, enseguida encontró una niña rusa a la que dedicarle el orgasmo. Las de aquel país no eran tan tímidas como las españolas, no hacía falta tanto preámbulo ni tanta parafernalia. Eran tan fáciles de desnudar que nadie perdía el tiempo en reclamarlas en exclusiva: apenas conectaban la cámara enseñaban sus partes íntimas sin el menor apuro.

El desconocido que atendía por Roko99 eyaculó copiosamente con la mirada fija en la vulva de la rubita, pero la mente pensando en una pecosa morena con un cuerpo de diosa que haría perder el sentido a cualquier hombre que se preciase de serlo.

Visionó el video de Elisa varias veces y decidió la estrategia a seguir en los días sucesivos. Estrategia que saltó hechas trizas por los aires al recibir las primeras pesquisas de su aplicación “fantasma”, cuando la niña utilizó el ordenador unos pocos minutos esa misma noche. Apenas eran cuatro datos ya que Elisa no estuvo mucho tiempo frente a la pantalla, pero sí el suficiente como para saber el colegio de la chiquilla… y sobre todo información de su madre: Rosa Gutiérrez, la Comisaria Gutiérrez, responsable máxima de la lucha contra gente como él en España. Muchos de sus mejores colegas habían caído presos gracias a la competencia y profesionalidad de aquella maldita mujer.

Consciente por la importancia de la presa dejó todo a un lado y se centró en Elisa. Sabía que la tarea era arriesgada pero la recompensa valía la pena. Corromper a la chiquilla se convirtió en su principal objetivo.

Al deseo sexual que generaba en él el suculento cuerpo de Elisa se le unió otro sentimiento tanto o más intenso que el puro deseo carnal: la venganza.






Capítulo 3



- Un magnífico trabajo, Comisaria Gutiérrez. Es usted increíble. Llevábamos mucho tiempo detrás de ese tipo y usted y su equipo han dado con él en unos meses. Más de cincuenta mil fotos y videos de los más duros. Ese sacerdote hijo de puta se pudrirá en la cárcel gracias a usted y a su equipo.

- Gracias Señor, pero no hay nada por lo que felicitarse. Ese pervertido no es más que un recolector, un simple distribuidor de pornografía ilegal, una pieza prescindible dentro de todo ese engranaje oculto en la Deep Web. Hasta que no detengamos al cabecilla, el malnacido que se encarga de corromper a las niñas, es como si no hiciésemos nada. Ese cabrón es escurridizo como una anguila. Además, usted y yo sabemos que ese cura trabaja para una organización muy poderosa y que, con unos buenos abogados y unos pocos años de cárcel, saldrá de nuevo a la calle como si no hubiese pasado nada. Lo mandarán a alguna misión en África para que siga haciendo de las suyas y fin de la historia. A veces pienso si vale la pena tanto esfuerzo, señor.

- No sea tan dura consigo misma; ese malnacido caerá más pronto que tarde, como lo hacen todos.

- Eso espero, Señor. Eso espero.

*****

Al día siguiente de su primera incursión delante de una cámara web Elisa escuchaba a sus amigas del cole vanagloriarse por sus números de visitas a sus respectivos Periscopes pero no decía nada. Se mordía la lengua para no restregarle a Marina sus logros, pero no quería decirle nada por temor a que esta le sonsacase más cosas de las quería contar. Estuvo distraída toda la mañana y miraba su reloj de pulsera una y mil veces. No podía concentrarse. Cada vez que cerraba los ojos creía ver aquel enorme pedazo de carne apuntando a su cara.

- ¿Vendrás a casa esta tarde, Eli? – le preguntó por enésima vez Marina- Te recuerdo que tenemos que terminar el trabajo de ciencias para subir nota.

- No. Hoy no puedo.

- Nunca puedes. El viernes es el último día para entregarlo, no lo olvides.

- Ya sé, ya sé. Eres una pesada. Hacedlo vosotras si tanto os interesa, a mí me da lo mismo…

- ¿Pero bueno? Ese no era el trato…

- Claro, como ella siempre saca sobresalientes… - apuntó la tercera componente del grupo de estudio.

- ¡Eres una hija de puta! 

- Que te jodan o mejor que os jodan a las dos – sentenció Elisa utilizando un vocabulario y un tono impropios en ella.

Al llegar a casa hizo sus tareas como de costumbre. Después, mientras estaba decidiendo qué ropa ponerse, mantuvo una discusión telefónica de lo más estúpida con su mamá. Furiosa con ella, desechó la camiseta de tirantes y el short y optó por una falda todavía más corta que la del día anterior y la camisa con transparencias. Estaba tan enfadada que, cuando se miró al espejo todavía quiso darle una vuelta de tuerca más a su ya escaso atuendo y se quitó el sostén que tan buena acogida había tenido el día anterior entre sus seguidores. El tejido de la camisa era lo suficientemente tupido para tan sólo perfilar sutilmente sus seños, pero las aureolas de los pezones se remarcaban nítidamente tras él. Como colofón asaltó el tocador de su mamá y se pintó los labios con un lápiz carísimo de un rojo intenso que la Comisaria sólo utilizaba en ocasiones especiales.

- ¡Jódete, Comisaria jefe! - Dijo al ver su nueva imagen reflejada en el espejo del tocador de su mamá.

A las seis en punto se conectó, no sin antes activar la alarma de su tableta electrónica. Era metódica hasta en aquel tipo de situaciones. No quería sorpresas.

Ni qué decir tiene que su irrupción en la red fue impactante. El enfado la hizo ser más descarada y menos inhibida con lo que los espectadores pudieron recrearse con sus evoluciones frente a la cámara. Cuando se relajó y olvidó lo de su madre, no paró de reírse por mil y un comentarios ocurrentes. Cuando lo hacía, los botoncitos de sus menudos pechos se distinguían claramente subiendo y bajando tras la camisa y ella no hacía nada por ocultarlos, incluso se estiraba de vez en cuando para que se le distinguieran más. En media hora las visitas se dispararon casi hasta los mil quinientos. Incluso llegó a desabrocharse prácticamente todos los botones del escote, pero teniendo mucho cuidado de que no se le viese más que el canal que separaba sus senos. Los comentarios se sucedían uno tras otro después de hacerlo, incluso en idiomas que Elisa no llegaba a distinguir.

- “Quítatelo todo, guapa.”

- “Eres preciosa.”

- “Enséñalas, no seas tímida”

- “Pareces una puta así vestida, niña”

De repente alguien sugirió:

- “¿Te apetece un reto?”

- ¿Qué es? – Dijo la niña al leerlo. Había visto varios mensajes similares, pero no sabía su significado - ¿Qué es eso?

- “Si llegas a dos mil visitantes tú nos enseñas las tetas, ¿vale?”

Elisa miró el contador. Hacia un rato que iba en descenso, pero no sabía el motivo. Había llegado a mil seiscientos en el momento más álgido, pero en aquel instante apenas superaba los mil.

- Vale. – Dijo muy segura de que jamás alcanzaría aquella elevada cifra.

Pero se equivocó. De improviso, como por arte de magia, aquel numerito fue creciendo y creciendo a toda velocidad. En cuanto quiso darse cuenta los espectadores habían cumplido su parte del reto. Elisa desconocía los aspectos más oscuros de la red y que a los internautas con cierto interés malsano en jovencitas como ella les bastaba hacer un simple llamado a los seguidores de su perfil para conseguir un número escandaloso de visionados.

- “Dos mil doscientos. Ahora es tu turno, guapa.”

- “Tetas, tetas...”

- “Venga, enséñanoslas. Una apuesta es una apuesta.”

La niña ya no sonreía, al igual que el primer día se sintió incómoda por aquel acoso constante y, una vez más, su caballero andante apareció en el momento preciso.

- “¿Privado?”

Elisa aceptó rápidamente. Estaba superada por los acontecimientos, ya no parecía tan segura de sí misma.

- “Tranquila, ya pasó.”

La niña se tapó la cara intentando serenarse, estaba muy nerviosa. Al hacerlo la apertura de la camisa se hizo grande y su torso apareció desnudo.

- No… no sé qué ha pasado. – Dijo tartamudeando.

Necesitaba algo de apoyo, pero en lugar de eso recibió una respuesta seca y cortante que no esperaba:

- “No puedes hacer eso.” – Le escribió Roko99.

- Es que estaba enfadada por mi madre y por eso me vestí así… ¡No sé en qué estaba pensando, por Dios!

- “No me refiero a eso sino a lo del reto.”

- Ya sé que hice mal, pero creí que no iba a llegar a una cifra tan alta.

- “¿Por qué no te quitaste la camisa?”

- ¿Qué? – Preguntó Elisa muy sorprendida.

- “Deberías haberlo hecho. Deberías haber cumplido tu parte y enseñar las tetas. Sheila no hubiera dudado en hacerlo. Me encantaba que fuese tan decidida y valiente. ”

Elisa se sintió perdida ante aquella afirmación tan tajante como inesperada, pero la alteró más todavía la referencia a la ex-novia de su amigo virtual. No sabía mucho de ella, sólo que la separación había sido cosa de Roko99 por alguna circunstancia que desconocía y que su amigo virtual seguía en cierta forma vinculado a ella.

- Pe… pe…

- “Así son los retos en Periscope: nadie puede obligarte a aceptarlos, pero si lo haces, debes cumplirlos hasta el final.”

- Pero…

- “Debes volver si no quieres que te tomen por una niña estúpida.”

- ¿Volver?

- “Sí. Vuelve y hazlo, no seas cría, aunque no es necesario que muestres la cara, obviamente.”

La chica estaba muy confundida, no se esperaba aquella reprimenda de su nuevo amigo. Lo que tenía muy claro que por nada del mundo quería que la consideren una niña, como hacía su madre, así que se armó de valor y tiró hacia adelante.

- Pero… pero… ¿qué hago? Ya se habrán ido todos… ¿no?

- “Tranquila, yo te ayudo.”

Con la etiqueta “Tetas a los 2.000” el contador no paraba de crecer vertiginosamente. Ella se agarraba la camisa por el escote de forma que el comienzo de sus senos pudiera verse nítidamente gracias a la cámara de su tableta electrónica. Conforme se aproximaba la cantidad requerida la porción de carne visible iba incrementándose. Cuando pasó la barrera del mil quinientos una pequeña porción de areola ya podía atisbarse frente a la cámara.

- “¿De verdad vas a hacerlo?”

- ¡Sí!

- “¿No te echarás atrás como antes?”

- No.

- “¿Seguro?”

- Seguro.

Elisa estaba resuelta a cumplir su reto. Con la pantalla dividida en dos partes no sabía dónde centrar su mirada: en el contador de visitas o en la majestuosa verga de Roko99 erecta de nuevo en su honor.

- “¿Ves mucho porno?”

- “¿Cuántas veces se masturbas al día?”

- “¿Con cuántos has follado?”

- “¿Lo haces con chicas?”

- “¿Qué posición es la que más te gusta?”

- “¿Lo has hecho por detrás?”

- “¿Cuánto cobras por follar?”

Estas y otras preguntas de similar corte se repetían constantemente en la pantalla. También había piropos, que alababan su belleza, aunque también insultos diciéndole que era una puta y cosas similares.

Elisa estaba impaciente, de hecho, ni siquiera esperó a la cantidad requerida, faltaban un par de centenas y corrió la cortina que cubría su torso. No fue algo furtivo, un abrir y cerrar rápido sino un posado en toda regla de sus partes íntimas ya que la camisa saltó por los aires y nada podía impedir que le vieran las tetas. Ella estaba tan feliz por haber cumplido su promesa, por haber roto la barrera, que incluso se acercó a la cámara para que pudiesen verla bien, extremando las precauciones para preservar su identidad facial.

- ¿Qué tal lo he hecho? – Preguntó una vez inició únicamente la sesión privada muy exaltada.

- “¡Genial!”

- ¡Ha sido una pasada! Estoy súper nerviosa…

- “Sí, mira cómo me tienes.”

Elisa fijó su mirada en el cipote erguido en su honor. Sin ser consciente de ello se mordió el labio inferior y su curiosidad le pudo.

- ¿No te duele?

- “Sólo si no eyaculo pronto. ¿Quieres ayudarme a hacerlo?”

- ¿Desde aquí? No veo cómo. ¿Qué… qué quieres que haga?

- “Que me enseñes las braguitas.”

- ¡No! – Replicó de inmediato la niña, conteniendo la risa pícaramente.

El depredador sexual no esperaba tal respuesta, pero no tuvo tiempo de contraatacar con la alternativa más obvia.

- No puedo enseñarte las bragas… – continuó Elisa exultante levantando por completo su pequeña falda - porque no llevo, ¿lo ves?

A la vista de los ojos de Roko99 apareció de repente el tesoro más preciado de la chiquilla ya que no portaba ropa interior alguna. La faldita voló por los aires, posándose junto a la camisa. Completamente abierta de piernas, nada que se interpusiese entre su secreto y los ojos del extraño. La matita de pelitos que disimulaban la vulva infantiloide pero aun así el sexo podía verse de forma más que evidente. Por si eso fuera poco y sin que nadie se lo pidiese Elisa comenzó a abrírselo y a acariciárselo cada vez más efusivamente.

- ¿De verdad que te gusto tanto? – Dijo ella hurgando en sus pliegues, separándoselos para que él pudiese contemplarlos con mayor nitidez.

- “Me encantas, ojalá estuviese ahí para demostrártelo.”

- ¿Qué… qué me harías?

- “Primero te lo comía todo… y después te la metería hasta el fondo. Lo íbamos a pasar estupendamente los dos, créeme…”

- ¡Ummm! – Musitó Elisa imaginándose en manos de su anónimo confidente, entregándole su virgo.

De hecho, emitió el sonido gutural porque no pudo hablar más. El placer que sentía habitualmente tocándose se multiplicaba por mil gracias a todo lo ocurrido durante la tarde y sobre todo por la visión de un enorme pene adulto masturbándose en su honor. Ojos entornados, cabello alborotado, mejillas echando fuego y pezones empitonados dejaban bien a las claras lo bien que lo estaba pasando frotándose la entrepierna. Estaba tan ensimismada que no distinguió el mensaje que su interlocutor iba repitiendo sin cesar.

- “Abre la boca.”

- “Abre la boca.”

- “Abre la boca.”

Cuando por fin lo leyó, abrió tanto los labios que por poco se desencaja las mandíbulas. En ese instante, al otro lado de la red, el pene comenzó a babear espuma primero y lanzar bocanadas de esperma después, melaza que cayó a lo largo del falo, tiñéndolo de blanco tanto a él como a la mano que le daba placer con avidez.

La vagina de Elisa no tardó mucho en derretirse, proporcionándole un orgasmo desmedido a su dueña. La virginal vagina parecía un torrente tras la tormenta, lanzando líquidos sin medida. Estaba tan caliente y fuera de sí mientras se corría que incluso se llevó un poco de su esencia a los labios, repasándose los dedos una y otra vez con la lengua. Había probado antes sus jugos, no era una experiencia nueva para ella, pero esta vez le parecieron mucho más sabrosos y adictivos.

El teléfono de su casa sonó de nuevo en el momento menos oportuno, cuando se disponía a tragarse una nueva dosis de su propia droga. Tras el desconcierto inicial, lanzó un besito al aire acompañado de un guiño y cerró la sesión de su tablet de nuevo sin despedirse.

Cuando el pulso se le estabilizó, se dispuso a borrar los rastros de su encuentro sexual cibernético con aquel enigmático y bien dotado desconocido.

Había pasado una de las mejores tardes de su vida compartiéndola con alguien al que ni siquiera había visto la cara.

Cuando su mamá llegó a casa le pidió perdón, como siempre, después hicieron las paces y comieron pizza. Al llegar la noche estuvo tentada de conectarse de nuevo, pero no lo hizo. Su mamá podía aparecer de improviso con alguna excusa. Solía hacerlo muy a menudo pese a que Elisa no le había dado motivo alguno para la desconfianza. La joven estaba harta de que la tratase siempre como a una niña. Su mamá era tan controladora y sobre protectora, insistía tanto en aleccionarla contra los peligros de la vida y más concretamente de internet que su exceso de celo tuvo un efecto contrario al deseado, permitió a Elisa saber qué hacer para no ser descubierta: debía actuar como siempre, sin variar lo más mínimo ni su humor ni sus costumbres y tener mucho cuidado de que sus actividades en la red no interfiriesen en sus calificaciones académicas.

Y así lo hizo.

Paradojas de la vida el exceso de información recibida por parte de su madre tuvo el efecto contrario al pretendido: ser presa fácil de un depredador sexual.




Capítulo 4

- Mi confidente me ha informado que la comunidad está bastante agitada. Se dice que hay un nuevo pececito en la pecera del tiburón.

- ¡Diablos! ¿Está segura de que es él, Comisaria?

- Seguro en esta vida sólo hay una cosa agente, pero como le digo mi contacto me asegura que hay mucho movimiento en los foros y todo nos lleva al mismo individuo.

- ¿Y le ha dicho algo más? ¿Se sabe algo de la víctima?

- Se sabe que tiene unos trece o catorce años, de aspecto tímido, cabello oscuro y ojos claros…

- Esas son sus preferidas. Es él. Seguro.

- Sí, todo encaja con el perfil. Tenemos que atraparle antes de que difunda ese material o le destrozará la vida.

- Pobre chica. No me explico cómo pueden ser tan tontas, con la de información que hay hoy en día sobre esas cosas. Es una pena que los padres no sean conscientes de lo que hacen sus hijas.

La Comisaria no pudo evitar pensar en su pequeña. Afortunadamente para ella Elisa era una chica muy lista, con la cabeza muy bien amueblada, incapaz de caer en las garras de un depredador sexual como aquel, más allá de que careciese de medios para poder hacerlo. Aun así, no pudo evitar la tentación y se conectó al PC portátil de la muchacha de manera remota. Quedó reconfortada al comprobar, tras el rastreo, que todo iba bien: la niña sólo había accedido a páginas relativas a su tarea escolar.

*****

Así transcurrieron las siguientes semanas durante las cuales prácticamente a diario Elisa se conectaba a través de la web cam de la vieja tableta electrónica de su mamá. Sus sesiones públicas iban ganando en visitantes conforme se comportaba de un modo más desinhibido y provocativo, aunque era en las sesiones privadas con Roko99 donde ella mostraba su lado más oscuro y salvaje. Desnuda frente a un extraño era donde demostraba su verdadera naturaleza: simulaba felaciones, jugueteaba con su ano y sobre todo se masturbaba incansablemente frente a un único espectador anónimo. El momento más importante del día para ella era ese en el que se quitaba las braguitas delante de la web cam.

Una tarde, después de lucir el palmito ante su concurrida parroquia, inició su sesión privada ante su compañero de juegos:

- “No me gusta que te exhibas tanto al resto de la gente.”

- Yo… yo creía que te gustaba.

- “Pues ya no. Me pone malo que esos babosos se pajeen a tu costa.”

- Vale. Pues no lo haré más si no quieres.

- “Me parece genial. No quiero que hables con nadie más que no sea yo.”

Elisa se alarmó bastante, por nada del mundo pretendía enfadar a su amigo íntimo.

- Como quieras, pero no te enfades.

- “No me enfado, es sólo que te deseo tanto que no puedo vivir sin ti.”

- ¿Cuándo podré verte la cara?

- “Ya hemos hablado de eso. Hay personas aburridas a las que no les parecería bien que tú y yo tengamos una relación tan especial. Si se enterasen, nos separarían para siempre.”

- Pero yo… yo no se lo diré a nadie. Te lo juro.

- “Lo sé, pero debes confiar en mí. Es mejor así. No lo hago por mí sino por ti. Ni te imaginas lo que dirían si se enterasen de lo que haces, de cómo te desnudas, de cómo te tocas. Jamás podrías volver al instituto y tus amigas te darían de lado. Eso sin contar lo que pensaría tu madre de ti. No obstante, si no estás de acuerdo con eso podemos dejarlo cuando quieras…”

Aquella simple insinuación hizo saltar las alarmas de la jovencita. Optó por cambiar de tema hacia otros derroteros en los que sabía que su amante virtual se sentía más cómodo y separó sus piernas todo lo que pudo:

- Me lo he depilado, ¿te gusta? – Dijo acercando tanto su ingle hasta la cámara que a punto estuvo de caer trastabillada.

- “Me encanta. Muaaac. Ojalá pudiese besarlo.”

- Tuve que usar la maquinilla de mamá… espero que no se dé cuenta…

La niña era un torrente de impulsividad y hablaba por los codos cuando estaba nerviosa, proporcionando al depredador sexual una cantidad de datos aparentemente irrelevantes pero muy útiles para su propósito final. De esta manera él había corroborado los datos que ya tenía acerca de la identidad de la niña y sobre todo de su influyente mamá durante las semanas de relación.

- Es muy pesada… está todo el día controlándome. ¡Qué ganas tengo de quedarme sola un fin de semana! Esa zorra – apelativo despectivo con el que había comenzado a denominar a su madre cada vez más a menudo durante sus charlas privadas - tiene guardia cada dos semanas, pero me deja en casa de una vecina, una vieja sorda y estúpida. Yo le digo que no hace falta, que soy mayor, pero ella sigue tratándome como a una niña ¡No sabes cuánto la odio, no es más que una puta reprimida!

Conforme las conversaciones con Roko99 iban produciéndose, iban aflorando en Elisa sentimientos oscuros en contra de su madre, sentimientos que nunca había tenido el valor de decirle a nadie. El depredador se retorció en su asiento. Precisamente aquel tipo de asuntos eran los que solían llevar a niñas como Elisa a caer entre sus garras. No había sido difícil de sonsacárselos a la joven, era un pozo de resentimiento hacia su progenitora, sobre todo a raíz de la separación de sus papás. La culpaba de todo lo sucedido por su desmedida adicción al trabajo.

- ¿Crees que me cabría? – Preguntó cambiando de tema la preadolescente mirando una vez más el miembro viril endurecido.

- “¿A qué te refieres?”

- A tu… cosa…

El hombre sonrió.

- “Polla… polla, verga, rabo… cipote. Hay muchas formas de nombrarlo, elije la que quieras, pero no digas “cosa”; ya quedamos en eso, ¿recuerdas?”

Elisa se odió un poquito a sí misma por parecer tan infantil así que cambió el tono de su discurso adaptándolos a los gustos de su confidente:

- ¿Crees que me cabría tu polla por el coño? – Dijo ella abriéndoselo todavía más.

- “Eso está mejor…”

- ¿Lo crees?

- “Seguro que sí.”

- No sé. Parece muy grande desde aquí.

- “Te aseguro que te entraría sin problemas. No sé si entera, pero sí un buen trozo. Te encantaría sentirla adentro…”

- No sé… creo que me dolería mucho.

- “¿Dolerte? Eso es poco. Ibas a rabiar… pero de placer…”

El pederasta hacía unos días que había decidido abandonar las sutilezas con la niña e incidir en su vena masoquista descubriendo un auténtico filón. Elisa, tan tímida en su vertiente pública, parecía encantada al ser tratada de esa forma tan sucia y obscena.

- ¡Hummm! Dímelo otra vez… dime qué me harías si estuvieses aquí…

Ella esperaba leer una vez más la lista de barbaridades que él soñaba con hacerle pero en lugar de eso recibió un ofrecimiento que no esperaba.

- “¿Quieres verlo? ¿quieres ver lo que me gustaría hacerte?”

Elisa jadeó, las yemas de los dedos le ardían acariciándose el clítoris cada vez más rápido.

- ¡Sí!

De repente la verga desapareció de la pantalla y en su lugar apareció una pareja copulando. La chica era la que, colocada encima como si fuese una amazona, marcaba el ritmo. Era prácticamente una niña, inclusive más joven que la propia Elisa, muy sonriente y dispuesta, se estaba trajinando por el coño un pene adulto que nada tenía que envidiar al de su cíber amigo.

Elisa dejó de tocarse y miró con curiosidad. Las aplicaciones de control parental le impedían ver ese tipo de cosas en su ordenador, cosa que no sucedía por lo visto con la vieja tablet olvidada de su mamá.

- ¡Halaaaaa! –Exclamó con los ojos muy abiertos, como si un nuevo mundo se abriese ante ella.

- “¿Ves cómo le entra y le sale?

- ¡Qué fuerte! ¡Si es sólo una niña!

La escena era tremendamente explicita y rodada por un tercero que, de vez en cuando, fijaba su objetivo en los órganos genitales de los amantes. Elisa contempló anonadada como, pese a la aparente diferencia de tamaños, el acople era posible y, al menos en apariencia, muy placentero para ambos. La pequeña actriz pornográfica lo estaba dando todo sin importarle un pimiento estar siendo enfocada con una cámara.

- ¿Qué está haciendo él ahora?

- “Ella le pone vaselina…ya sabes, lubricante…”

- ¿Y para qué?

- “Ya lo verás…”

- ¡No puede ser! Por ahí… por ahí no…

- “¡Sí!”

- ¡No… no puedo mirar! ¡Qué fuerte!

- “¿Por qué? Ella lo está deseando, mira cómo se abre ella misma el culito…”

- ¡Qué fuerte! – repitió ella una y otra vez.

- “El sexo anal es lo mejor.”

- ¡Qué fuerte! ¡Quítalo, quítalo!

Pero a pesar de sus reticencias no podía apartar la mirada de la pantalla. De esta forma pudo ver cómo el ano de la niña se abría al paso del cipote del macho. A cada embestida la porción de carne insertada era mayor, pero parecía que aquel agujero no tenía fondo. De hecho, cuando la mitad de la esbelta verga desapareció en el interior de la niña Elisa exclamó:

- ¡Si no lo veo no lo creo!

- “El cuerpo humano es tremendamente elástico, sobre todo si le pones las ganas que esa chiquita tiene.”

- Pero… pero eso tiene que doler y mucho.

- “¿Tú crees? Mira su cara… ¿te parece de sufrimiento?”

- No – reconoció Elisa al ver el rostro de placer de la niña sodomizada - Para nada, parece que lo está pasando de miedo.

- “Todo es cuestión de dejarse llevar y encontrar a alguien que sepa hacértelo bien.”

La chica se estremeció, pero finalmente lanzó la pregunta que le turbaba:

- ¿Y a ti qué tal se te da… follar?

- “Soy una máquina. Dime donde vives y un día de estos podrás comprobarlo.”

La niña, muy azorada, no contestó y no porque una ráfaga de cordura le hubiese impedido hacerlo sino porque había vuelto a la carga contra su entrepierna y el ardor vaginal que sentía le hacía imposible pensar en otra cosa.

- ¿Me… me harías eso a mí?

- “Eso… eso y más…”

- ¿Más? - continuó la niña cada vez más cachonda.

Roko99 dudó. Dejó a un lado sus gustos personales y al final se decidió por su opción más light que no era otra que una contundente penetración oral a una nínfula de unos doce o trece años seguida de una copiosa eyaculación en la boca y cara. La adolescente no sólo parecía deleitarse con el esperma recibido, sino que daba la sensación de quedarse con ganas de más con lo que, ni corta ni perezosa se dispuso a mamar el cipote todavía goteando lefa.

- “¿Qué tal se te da hacer eso?”

- ¿Eso?

- “Sí, eso. Chupar pollas… ¿qué tal se te da? A Sheila se le daba genial…”

La joven apartó la mirada, mitad avergonzada, mitad furiosa por su nula experiencia.

- Ya sabes, nunca he hecho esas cosas.

- “¡Oh, vaya! Te vi tan dispuesta abriendo los labios el otro día que creí que ya lo habías hecho antes. Sheila a tu edad era una auténtica fiera bajo las sábanas.”

Cada vez que escuchaba ese nombre a Elisa le daba un vuelco el corazón, un pellizquito muy adentro que le dolía y mucho.

- Si era tan buena en la cama… - tal y como iba formulando la pregunta la niña se arrepentía de sus palabras. - ¿por qué la dejaste?

Roko99 se tomó su tiempo antes de contestar:

- “Me harté. La dejé poco antes de conocerte a ti. Era una egoísta, no pensaba en nadie más que en ella. Siempre ponía problemas a todo, me agobiaba tanta negatividad.”

- Entiendo.

- “¿Y no has hecho nada sexual? Me refiero en la vida real.”

- No.

- “¿Nada de nada?”

- No he hecho nada con nadie. ¿Te molesta?

- “Me gustan las chicas valientes y decididas. Se me está ocurriendo algo… ¿quieres que te enseñe a ser como me gustaría que fueras?”

- ¿Enseñarme?

- “Sí, enseñarte cómo me gusta que me mamen la polla, por ejemplo.”

Elisa no lo dudó, le brillaban los ojos cuando contestó:

- ¡Sí!

- “¡Estupendo!”

- ¿Qué… qué tengo que hacer?

- “Busca algo de aspecto fálico…”

- ¿Fali… qué?

- “Algo que parezca una polla.”

- ¡Ah, vale! – dijo la chica riéndose de su propia ignorancia - Perdón.

Ella fue en busca de algo, pero volvió con las manos vacías.

- No se me ocurre nada.

- “No sé qué decirte. Un cepillo para el cabello, tal vez una zanahoria. Un plátano también puede servir…”

De repente, la mirada de Elisa se iluminó.

- ¡Ya lo sé!

- “Dime, ¿qué es?”

- Es una sorpresa. Espera y verás. Te va a encantar.

Ella desapareció de la habitación a toda velocidad. El depredador comenzó a elucubrar sobre el objeto en cuestión al tiempo que se frotaba la verga con parsimonia. Había visto mamadas simuladas utilizando todo tipo de cosas: desde multitud de vegetales hasta bártulos de peluquería de todo tipo pasando por botes de desodorante, rotuladores de colores e incluso penes de látex que las intrépidas chiquillas tomaban prestados de sus propias madres o hermanas.

Elisa volvió ante él dando botecitos, semi desnuda y ocultando objeto de su elección. El depredador alucinaba: ni si quiera su retorcida mente hubiera sido capaz de elucubrar una fantasía sexual como aquella.

- ¿Te gusta? – Preguntó la joven componiéndose la gorra sobre su cabeza.

Añadía al particular sombrero la chaqueta del uniforme policial de gala, aunque desabrochada para no ocultar su deseable cuerpo y algo que ocultaba tras su espalda.

- “Me encanta. ¿De dónde has sacado eso?”

- Es el uniforme de graduación de la academia de mamá. ¿Te gusta? – Preguntó traviesa abriéndoselo de par en par.

- “¡Espectacular!”

- Y espera… no te he enseñado lo mejor… ¡mira!

Al adulto le costó aguantar la eyaculación al descubrir lo que aquella diablilla ocultaba tras de sí.

- “¡Una porra!”

- ¡Que nooooo! Se llama defensa. También tengo estas esposas. A veces viene alguna amiga y jugamos con todo esto… - apuntó ella aproximando la barra de color ébano a sus labios.

- “¡Uff! Cómo me estoy poniendo. Acércate a la cámara y enséñame cómo me la chuparías…”

- ¡Qué ansioso! ¿Quieres que me quite lo demás?

- “No. Así estás genial… ¡chúpamela, agente!”

Elisa se introdujo el palo en la boca y puso en práctica todo lo visto durante las múltiples sesiones de vídeo. El resultado fue una extraordinaria grabación de casi treinta minutos que pasó a engrosar la ya de por sí dilatada colección de su depredador.









Capítulo 5

- ¡Señora, tenemos una pista! Un detenido en Barcelona quiere negociar una rebaja en su pena y dice que sabe algo de ese tipo. Si lo considera necesario yo…

- No. Iré yo misma a interrogarle personalmente…

La Comisaria tenía un aspecto frágil y femenino, pero podía llegar a ser verdaderamente persuasiva a la hora de sonsacar información a los pervertidos. Tras varias andanadas certeras de su mordaz lengua solían derrumbarse lloriqueando como niños, confesándolo todo. Y si eso no funcionaba tenía otros métodos más contundentes, tal vez poco convencionales

- Espero que no se ofenda, pero… tal vez no debería implicarse tanto en este asunto, Rosa.

- Tenemos que atrapar a ese hijo de la gran puta de una vez. No se nos puede volver a escapar de nuevo.

- Está bien, usted manda.

*****

Elisa se afanaba por depilarse los cuatro pelitos que brotaban desordenadamente de su entrepierna. Según su criterio afeaban su sexo y le impedían mostrar su vulva en todo su esplendor a su amante digital. No quería que nada ni nadie estropeasen aquella especial relación.

Roko era lo mejor que le había pasado en su vida. Se excitaba día y noche pensando en él. Era amable, atento, divertido y en ocasiones, ardiente, apasionado y dominante. Elisa no tenía muy claro cuál de las dos facetas de aquel hombre le atraía más. Le gustaba cuando la trataba como a una princesa, pero también cuando, embriagado por el ardor del momento, le decía cosas obscenas e incluso la insultaba. Ella, lejos de tenérselo en cuenta, lo asociaba a un acto de amor apasionado e incluso lo fomentaba con diversos detalles que sabía que lo excitaban. Peor llevaba las casi constantes referencias a su antigua novia, no lo soportaba, se moría de celos y estaba dispuesta a hacer todo lo necesario para borrar de la mente de su chico a la otra muchacha tan activa en el sexo.

Roko no dejaba de repetirle cuánto la quería, lo bonita que era y lo a gusto que estaba con ella. Le decía que, si bien había llevado a cabo otras experiencias por internet, la que tenía con Elisa era sin duda la más intensa y mágica de todas. Por el contrario, cuando la situación se calentaba en demasía le explicaba con todo lujo de detalles las mil y una formas diferentes que iba a emplear para follársela; allí en su propia cama, entre sus recuerdos y peluches.

Aun así, no podía creer la suerte que tenía siendo la compañera de juegos de aquel desconocido. A Elisa le parecía imposible que una insignificante como ella fuese capaz de cautivar a un adulto de ese modo. Los chicos de su edad pasaban de ella, eran todavía unos niños y no tenían en su cabeza nada más allá de un balón de fútbol. En cambio, estaba convencida de que para aquel hombre ella era el centro del universo y eso le hacía muy feliz.

Todavía no le había visto la cara, pero sí prácticamente el resto del cuerpo y alucinaba con él. Musculoso y bronceado, lo imaginaba moreno y con ojos oscuros, mirada penetrante y voz rotunda. También le gustaba su pene, permanentemente erecto gracias, según su amigo, al deseo provocado por el sensual cuerpo de la jovencita. Aun casi más que su tamaño y grosor lo que más turbaba a la lolita era su forma violenta de explotar y soltar babas a diestro y siniestro en su honor. Nada le hacía más feliz que colaborar para que el hombre obtuviese placer y no le importaba lo más mínimo deslizarse cada día un poquito más hacia el lado oscuro para contentarle.

- ¡Ya está! – Exclamó Elisa examinando con un espejo de mano el resultado de su obra –. Perfecto. Ni un pelo ni medio. Le encantará.

Acondicionar su zona vaginal era un paso importante, aunque no único. Tenía muchas cosas que hacer antes de que la función comenzase. Ya hacía algún tiempo que había dejado las exhibiciones públicas y se dedicaba en exclusiva a su amante virtual.

Aquella jornada de viernes iba a ser especial por varios motivos. Su mamá por fin había accedido a dejarla sola en casa por una noche. Le había surgido un viaje relámpago a Barcelona a última hora y no le era posible encontrar una niñera de confianza en tan poco tiempo. Elisa, tras mucho insistir y prometer, logró su objetivo con un único fin: entregarse a su amante virtual como nunca antes lo había hecho hasta el amanecer.

El timbre del teléfono inalámbrico estalló de repente, aunque a Elisa no la pilló desprevenida.

- Hola mamá. Sí, todo va bien. Estoy a punto de tomar un baño. Sí, sí… tranquila. No te preocupes: no abriré la puerta a nadie. ¿Qué me llamarás cuando el avión aterrice? ¡Genial! Pásalo bien. Si… yo también te quiero, mami.

Después de colgar murmuró:

- ¡Qué pesada eres, puta!

Mentalmente repasó los pasos a seguir previos a la conexión. Aquel día era especial y quería sorprender a su amigo. Lo tenía todo pensado y decidido: iba a traspasar su propio límite ya de por sí bastante extremo.

Después de maquillarse de manera excesiva, se pintó los labios con el tono más vivo que pudo encontrar. Posteriormente, con el mismo lápiz, realizó una inscripción en el pecho, teniendo cuidado de que se leyese de manera correcta a través de la cam.

- Zo… rra… ¡Eso es! – Chilló sonriendo al espejo.

Después decoró su vientre con una graciosa flechita apuntando a su zona genital.

- Fó… lla… me! ¡Sé que te va a encantar!

Después se introdujo uno de sus dedos corazón en la boca. Tras lubricarlo, buscó con él su ojete y se lo introdujo todo lo adentro que le fue posible. Incluso realizó algunos movimientos circulares para ensanchárselo a modo de calentamiento. No solía tener problemas a la hora de meterse objetos por su puerta de atrás, pero Elisa era detallista hasta el extremo y no quería dejar nada a la improvisación.

Como colofón rebuscó en los cajones del baño hasta que encontró dos pequeñas pinzas para el pelo, un par de minúsculas pirañas de color negro, a juego con su cabello y afiladas con cuchillos, que utilizaba habitualmente para recogerse la melena aunque aquella noche ese no era su cometido.

- ¡Auuuu, duele! – Gruñó al notar la cruel dentellada en uno de sus pezones.

El dolor era intenso y a la vez adictivo para Elisa desde hacía un tiempo. Lejos de amedrentarla le dio ánimos para agarrarse el otro seno y colocarse el adorno capilar con mayor rudeza si cabe.

- ¡Joder! ¡qué bueno!

Cuando comenzó a utilizarlas solía esperar al inicio de la transmisión para colocárselas. Pasados dos meses las llevaba siempre que tenía ocasión, mientras estudiaba o hacía deberes. Podía decirse que cuando no las tenía mordiendo sus aréolas las echaba de menos. Había pensado en llevárselas a clase, pero tenía miedo de que se le marcasen bajo el uniforme escolar. Incluso había tratado de ponerse una en el clítoris sin tomar precauciones. Fue una mala idea, el chillido que exhaló fue tan intenso que a punto estuvo de alertar a los vecinos. El coño le dolió durante una semana.

Una vez satisfecha por su transformación recolectó a lo largo y ancho de la casa los distintos objetos que podían ayudarla en su cometido: un cepillo para el pelo de mango grueso, el cepillo de dientes eléctrico de su mamá, sin olvidar el botecito de vaselina que utilizaba en invierno para que no se le dañasen los labios, por supuesto la indispensable defensa policial, siempre a punto para entrar hasta lo más profundo de su boca, y las esposas.

Elisa se ladeó la gorra policial ligeramente, se puso la chaqueta del uniforme y sacó la lengua a su reflejo. Se sentía eufórica, excitada y deseable como nunca. Dando saltitos, teniendo cuidado para que las pinzas lo saliesen expulsadas de sus pezones, dirigiéndose con posterioridad al cuarto de su madre.

A lo largo de los días había jugado virtual con su amante en todos y cada uno de los rincones de la casa, jardín incluido, a excepción de esa habitación. Tenía miedo de que, tras la tórrida sesión de cibersexo, no ser capaz de componerla tal y como hacía su mamá. Pero aquella noche todo le iba de cara a la niña. A su progenitora, con las prisas, no le había dado tiempo de arreglar su cuarto de forma adecuada y en ella reinaba el desorden. La intención de Elisa era regalarle a su mejor amigo una sesión de sexo de lo más salvaje sobre la cama más amplia de la casa eso sin contar con el morbo que le suponía hacerlo en un sitio prohibido y potencialmente peligroso.

Mientras colocaba su tablet de manera estratégica para el mejor encuadre descubrió la guinda del pastel.

- ¡Espera, espera, espera…! ¡Esto puede mejorarse! Seguro que a esa Sheila no se le hubiese ocurrido…

Sobre la cómoda descansaba el collar reglamentario de Rufo, un pastor alemán retirado del servicio esa misma semana y al que su mamá tenía un aprecio infinito.

Rápida como el rayo, Elisa se colocó la correa en el cuello, ciñéndosela lo más posible.

- No va a parar de correrse. Lo voy a dejar seco – pensó utilizando palabras impropias en ella.

A la hora convenida el pene que tanto adoraba apareció en la pantalla. Ella permanecía sentada en el borde de la cama, totalmente imbuida bajo la casaca azul y esperando la pregunta de rigor:

- “Hola, princesa. ¿A quién perteneces?”

- A ti y sólo a ti.

- “¿De quién es tu cuerpo?”

- Mi cuerpo es tuyo y puedes hacer con él lo que quieras.

- “¿Seguro?”

- ¡Seguro!

- “¿Todo?”

- ¡Todo!

- “Incluso… ¿follarías con otros si yo te lo pido?”

Elisa no tomaba aquellas palabras en serio. Las interpretaba como un juego, una especie de rol sexual que servía para que su amante telemático se pusiese a tono así que no dudó en contestar de forma mecánica lo que el otro interlocutor quería oír:

- ¡Sí! Me los follaré a todos. Me tiraré a tus amigos uno tras otro.

- “Vaya, eso es muy motivador. ¿Qué celebramos hoy? ¿dónde estás?”

- En el cuarto de mamá. Se ha ido y no va a volver…

- “Qué quieres decir.” – escribió el adulto algo preocupado.

Sabía por experiencia que los cambios de rutina con aquellas niñas inexpertas era algo peligroso.

- Pues que esa zorra no vuelve hasta mañana por la tarde, eso quiero decir. Tenemos toda la noche para nosotros solos.

- “Ah… entiendo… eso es genial.”

- Y hablando de zorras…

La niña, sensual y lasciva, abrió por completo la prenda que cubría sus suaves curvas y, guiñando un ojo, separó las rodillas todo lo que dieron de sí para posteriormente comenzar a acariciarse la zona genital.

- … ¿te gusta el regalo de tu putita? – preguntó justo antes de que el cepillo dental comenzase a vibrar mientras se aproximaba a su zona roja.

Relajada y desinhibida Elisa proporcionó a su anónimo confidente un espectáculo digno de una hembra adulta y experimentada. Imitando los vídeos que él le había enseñado fue explícita, obscena y sucia en cada una de sus actuaciones. Demostró total desprecio por su cuerpo y una atracción hacia el dolor casi patológica. Conocedora de los gustos del hombre, se ensañó con su ano ensartando en su interior el mango del cepillo capilar tan profundamente como le era posible. Él la animaba, escribiéndole cosas muy subidas de tono mientras le mostraba cómo se masturbaba.

En ello estaban cuando el teléfono sonó de nuevo:

- Vaya, ya está aquí la amargada esa. Es insufrible, de verdad.

- ¿Qué sucede?

- La perra de mi madre, que habrá llegado a su hotel.

El tono de la conversación con la Comisaria fue diametralmente distinto al que llevaba con su otro interlocutor.

- Hola mami, ¿qué tal estás? – Preguntó la niña comenzando a desalojar su ojete.

- “No te lo saques” – Escribió el depredador al adivinar las intenciones de la ninfa –“. Sigue.”

Elisa tardó en comprender, pero cuando lo hizo su mirada se iluminó y asintió mientras hablaba. Volvió a la carga, recreándose en la perforación anal sin que el tono de voz se alterase en ningún momento.

- Sí, todo perfecto, mami. En cuanto termine de cenar veré un poco la tele, estoy cansada. Que ¿qué estoy comiendo…?

La niña sacó el mango del instrumento que alojaba su culo y lentamente lo recorrió con su lengua en toda su longitud, recogiendo con ella todo tipo de resto que hubiese tenido adherido paladeándolos después.

- … ahora mismo estoy con el postre, mami: helado de chocolate ¡Qué rico!

A la vez que escuchaba la respuesta volvía a ensartárselo para repetir de nuevo la sucia rutina. Aquello elevó la excitación de su único espectador hasta el punto de que su herramienta comenzó a lanzar babas a modo de volcán en plena erupción.

- Ojalá no se hubiese acabado la crema de leche para ponerle un poco por encima. Ya sabes que soy muy golosa. Tranquila, que no me acuesto tarde. Buenas noches, mami. Que pases una buena noche. No sabes lo mucho que te echo de menos. Chao. Besitos…

Cuando colgó su grado de depravación aumentó violentándose el orto una y otra vez mientras se jalaba dos dedos por el coño. Él, caliente como el palo de un churrero, olvidó sus buenas maneras insultándole obscenidades y palabras recias. La carga sexual entre ellos crecía de forma exponencial al tiempo que permanecían conectados.

- “¡Fóllate, putita! ¡Destrózatelo para mí!”

Cuando terminó de reventarse el culo Elisa lo mostró a la cámara dilatado, desafiante, preparado para mayores gestas futuras. Después castigó duramente los pechos retorciendo las pequeñas pirañas plásticas que los torturaban chillando sin cesar.

El punto fuerte de la velada fue el primer intento de la niña por jalarse la porra por el coño, obsesionada como estaba por iniciarse con aquel grueso objeto y no con otro. No pudo hacerlo, no fue capaz de más allá de medio centímetro, insuficiente para desgarrarse el himen.

- “Venga, tú puedes, princesa…”

- No… no entra.

- “No me falles. Sheila se lo hubiese metido mucho más adentro…”

Cada vez que Elisa escuchaba a su hombre adulto compararla con su ex amante sentía en su pecho una punzada más dolorosa que una daga afilada. Como poseída, la joven pugnaba una y otra vez contra la angostura de su entraña.

- “Va, déjalo. Está claro que tu pequeño coño no da más de sí. A Sheila le hubiese entrado sin dificultad…”

- ¡No, entrará, entrará!

Pero por más que lo intentó, por más que llevó hasta el límite de la física la elasticidad de su sexo el tamaño del objeto era a todas luces excesivo con respecto al de su vagina.

- ¡Mierda, joder…! – Chilló lanzando contra la pared el arma defensiva.

Frustrada por el fracaso su mente desatada buscó otra alternativa con la que agradar a su interlocutor. Repasó mentalmente toda la materia aprendida durante aquellos meses de intenso aprendizaje y enseguida encontró algo con lo que compensar su fracaso, algo que sabía por su boca que le volvía loco y que ella no había hecho todavía.

Tras unos minutos fuera de cámara apareció como siempre, desnuda y alegre, con un vaso de cristal en la mano, llenado de líquido hasta su mitad. Por el color del líquido que contenía no había dudas al respecto de su origen, pero aun así el depredador quiso que quedase explicitado en la grabación.

- “¿Es lo que creo que es?”

- Sip, pipí recién sacado de mi coño.

- ¿y qué vas a hacer con él?

Ella rió:

- Eso que tu querida Sheila no quiso hacer jamás.

El depredador se quedó mudo mientras Elisa, alegre como unas castañuelas, se bebía su propia orina sorbo tras sorbo. Por más que había disfrutado de escenas como aquella en multitud de ocasiones aquella niña morena de increíble mirada no dejaba de ser un caso especial para el corruptor. Además de que era preciosa la calidad de la emisión era muy alta; el encuadre, la luz y el sonido eran perfectos.

En general todos los vídeos de Elisa eran espectaculares, el sueño de multitud de pervertidos. Sólo por eso ya representaban una fortuna, aunque el ser hija de quien era le daba un plus de valor añadido en ciertos círculos de la deep web. A la niña se la podía identificar claramente y las inscripciones y el resto de adornos pertenecientes a su mamá que pendían de su menudo cuerpo no hacían más que elevar la ya de por sí elevada carga erótica de la preadolescente. Pero todo eso, siendo importante para el objetivo final del depredador, no era nada comparado con los pequeños detalles, cosas nimias que el noventa y nueve por ciento de los espectadores, embelesados con las evoluciones explícitas de la ninfa, pasaría por alto pero que, para él, experto cazador de niñas, eran oro puro. Por ejemplo, en la pared, justo detrás de donde Elisa se exhibía, colgaba una fotografía en la que podía verse al jefe del Estado condecorando a su sonriente y poderosa madre.










Capítulo 6.



- ¿Cómo que los han perdido?

- Pues eso, Señora. Que no están. Bueno… sí que están, pero no sabemos dónde.

- ¿Me está diciendo que han perdido de vista a dos de los delincuentes sexuales más importante del país? ¿a un violador de niñas y a un filmador de pornografía infantil?

- Pues… me temo que sí.

- ¿A la vez?

- En efecto.

- Pero… ¿cómo es posible?

- Pues ya sabe, señora… se supone que son personas libres que ya han cumplido su deuda con la sociedad y no se les puede seguir sin una orden judicial…

- ¡No me toques la polla, Romerales! ¿Qué narices ha pasado?

- El clásico.

- ¿El Clásico?

- Sí, ya sabe: el Madrid contra el Barcelona… El Clásico.

- ¿Me quiere decir que mis mejores agentes han dejado de hacer su trabajo por ir al fútbol?

- Sí… y no.

- ¡Explíquese de una vez, Romerales! Cómo se nota que es usted gallego.

- Pues que los agentes designados para la vigilancia están en el fútbol, pero no viendo el partido sino escoltando a vicepresidente del Gobierno. Ya sabe usted que ese tipo no se mueve con menos de treinta guardaespaldas…

- Primero la falsa alarma de Barcelona y luego esto. ¡No me diga más… que me pongo mala! Puede retirarse.

- A sus órdenes, mi Comisaria.

*****



Elisa estaba fuera de sí. No podía creer que el momento con el que tanto había soñado estuviese a punto de llegar. Tras varios meses ejerciendo el papel de hija modelo y obediente había obtenido sus frutos. Por fin su mamá iba a dejarle un fin de semana sola. En realidad, técnicamente no era más que veinticuatro horas, pero a diferencia de la vez anterior, su mamá se lo había anunciado con la suficiente antelación como para poder hacer planes con Roko.

Y vaya si los había hecho: el depredador sexual lo tenía todo calculado al segundo.

Durante la semana Elisa parecía vivir en una nube, se estuvo preparando tanto física como mentalmente para lo que iba a pasar. Su comportamiento general fue excelente, casi en demasía. Por nada del mundo quería hacer o decir algo susceptible de hacer cambiar la planificación de su progenitora. En cuanto su mamá cerró la puerta se dispuso a prepararlo todo. Tenía tres horas hasta que anocheciese, tres horas hasta que su primer encuentro carnal tuviese lugar. Un periodo de tiempo enorme para una mente imaginativa como la suya.

Obvia decir que aseó su cuerpo hasta el extremo, se maquilló siguiendo los gustos de su amante virtual y, cumpliendo también su deseo, no utilizó prenda alguna para tapar su piel. Desnuda de aquí para allá, perfumó su habitación, colocó sus peluches y muñecas más infantiles sobre el colchón de su cama y recolectó el resto de objetos que él le había pedido que buscase: la defensa, las esposas, las pinzas para los pezones, el antifaz para dormir de su madre y, algo que le había sorprendido un poco, un portarretratos con una foto bastante reciente en la que aparecían madre e hija abrazadas muy sonrientes.

Tampoco entendía muy bien el motivo por el cual Roko le había pedido que conectase la tablet enfocando a la cama. Lo más que llegó a pensar fue que su amado tal vez pretendía inmortalizar de algún modo su primer encuentro amoroso. Lo cierto es que Elisa estaba tan exaltada y ciega de amor que nada de lo que él le pedía le parecía fuera de lugar; en aquella época se hubiese dejado matar antes de decepcionarle.

Media hora antes de la hora hache, escribió los insultos de rigor sobre su piel, desactivó la alarma de la casa, dejó entreabierta la puerta del patio trasero, se tumbó en su cama y comenzó a acariciarse. Los minutos le parecían horas, el reloj digital de su mesilla parecía estar paralizado.

Diez minutos antes de la cita se aseguró de que las esposas reglamentarias de la Comisaria dispusieran de llave, se colocó el antifaz como pudo, colocó las pirañas plásticas en sus pezones, se aferró a los barrotes de su cama, separó las piernas… y esperó, embargada a partes iguales por el deseo, los nervios y el miedo.

Después de un millón de años y miles y miles de falsas alarmas notó como alguien entraba en su habitación. Ruidos sordos, respiración acelerada y movimientos de algunos muebles a su alrededor le confirmaron sus sospechas: su amante estaba allí, con ella, en su propia habitación y sin nadie que les impidiese consumar su amor.

Con el sexo humedecido a Elisa le hubiese encantado saltar sobre él y comerles a besos, pero las instrucciones eran claras: ella sólo debía someterse y dejarse hacer de todo. Es por eso por lo que no dijo nada cuando las frías esposas soldaron sus muñecas al cabecero de su cama ni cuando una mano acarició la parte inferior de uno de sus pechos para luego recorrer su costado. Aun así, un leve suspiro se le escapó entre los labios, era la primera vez que era tocada por un hombre y no sólo le gustó, sino que quedó con ganas de más.

Él se lo tomó con calma, para mayor desespero de la joven y no articuló palabra en su ir y venir por la habitación. Su parsimonia fue tal que la chica comenzó a pensar que tal vez su joven cuerpo no estaba a la altura de la situación; que su amante se había echado para atrás; que al conocerla en persona ella le había decepcionado o que sus turgencias y redondeces no eran nada a comparación de la voluptuosa Sheila, su ex amante.

El antifaz para dormir de su mamá le impedía ver, pero era lo suficientemente laxo en el perímetro como para permitirle distinguir una serie de fogonazos que se sucedían uno tras otro a su alrededor. Obcecada como estaba en lo malo, tardó demasiado en identificarlos como flashes fotográficos y eso, en lugar de alarmarla o incomodarla, le reportó una enorme felicidad. Su amado no la rechazaba, sino que estaba recreándose haciéndole fotos. Ella puso de su parte, sonriendo, humedeciéndose los labios, levantando su busto y separando las piernas cuanto le fue posible. Bajo la lluvia de destellos fue feliz sobre todo por la cercanía del hombre que la volvía loca. Estaba encantada de ser su modelo y, aunque intuía que tenía más de una rival, albergaba la esperanza de que algún día cercano ella pasaría a ser la única diana de su certero objetivo.

Por fin Elisa percibió la cercanía de algo cercano a su cara, justo después de notar sobre su pecho el frío metálico del portarretratos. Intuyó que su primer beso de amor estaba cerca; entreabrió los labios en busca de otros similares pero lo que encontró en su lugar fue una enérgica barra de carne de intenso olor ácido y viscosamente lubricado entrando de manera impune en su boca. Su sorpresa fue mayúscula. Ni en el más sucio de sus sueños había imaginado que chuparía una polla de un hombre antes de recibir el primer beso.

- Chupa, putita… chupa. – Le ordenó un susurro casi gutural.

La voz tenía un cierto acento extranjero y le pareció más propia de un hombre mayor que la de su amante virtual, pero con aquel cipote navegando en su boca no acertó a pensar en nada más que no fuese en demostrar hasta qué punto estaba dispuesta a entregarse a la tarea encomendada. En su cabeza resonaba una y otra vez el nombre de Sheila y sus excelencias a la hora de practicar el sexo oral y no estaba dispuesta a quedarse atrás.

Elisa suplió su declarada inexperiencia bucal con unas ganas y un tesón fuera de toda duda. Chupó, lamió, succionó aquel glande como si la vida le fuera en ello. Utilizó la lengua para recorrer el prepucio una y otra vez y se animó al comprobar cómo sus maniobras orales producían el efecto deseado que no era otro que el alargamiento del cipote hasta que este alcanzó una dureza y dimensiones considerables.

Lo que sí acertó a pensar es que el Roko, tal y como le había dicho, era un amante consumado y con un autocontrol envidiable ya que el centelleo de la cámara de fotos no cesó durante toda la mamada. Le parecía complicado que un solo hombre pudiese estar haciendo todo al mismo tiempo, aunque su mente pronto se centró en otras cosas más importantes para ella.

Mientras lamía, las babitas brotaban de la comisura de los labios de la chiquilla, manchando su rostro. Cuando por alguna circunstancia el cipote resbalaba de sus labios los abría de par en par cual polluelo en busca de comida. A ciegas, no dejaba de rastrear a su presa hasta localizarla y alojarla de nuevo en su boca. Se entregó de tal modo que se olvidó de todo: su universo se reducía a sus labios, su lengua, sus ganas y aquel falo al que tanto ansiaba dar placer.

- ¡Más! – suplicó boquiabierta cuando, minutos después, se vio privada que aquel caramelo de hormonas.

- ¡Psss! Cállate putita, ahora viene lo bueno.

Nada, ni cuando se metía los dedos en el sexo, ni cuando se introducía en cepillo para el pelo todo lo que daba de sí, ni siquiera cuando lograba meterse algún centímetro extra del arma defensiva de su mamá en el sexo era comparable con lo que Elisa experimentó al notar cómo una lengua experta recorría todos y cada uno de los rincones de su coño. Al chillido inicial le siguió una ráfaga de grititos menos audibles al compás de la lúbrica comida de coño. Él, sobrado de experiencia, utilizó sus labios en forma de ventosa para tirar de su clítoris con suavidad; le introdujo la punta de la lengua por el sexo, dilatando la entrada de la vulva, preparándola para lo que iba a venir después. Y como gran final le fue metiendo el dedo índice lentamente, enterándolo poco a poco en la entraña de la joven que, receptiva, la alojó en su seno con sumo placer. Bastaron un par de movimientos digitales para que la vagina de Elisa regalase a su dueña un orgasmo sonoro e intenso.

Tan extasiada estaba la joven que no cayó en cuenta que todas aquellas atenciones eran incompatibles con el constante martilleo de la cámara de fotos.

- Creo que ya está lista.

Con el corazón latiendo a mil por hora a Elisa le faltaba el aire. Su sexo seguía segregando flujos y ella notaba cómo caían lánguidamente mojando sus genitales. Era poco más que una niña, pero hasta ella sabía que necesitaba algo dentro, algo más contundente que un simple dedo, aunque fuese de adulto.

No tuvo que esperar mucho para ser complacida.

En efecto, momentos después y pese a que la penumbra seguía cegándola notó cómo un cuerpo se colocaba sobre ella. Lo percibió extrañamente torpe, algo más voluminoso y pesado de lo que había imaginado. El cuerpo de Roko99 a través de la pantalla se veía musculoso y en forma. Sus divagaciones duraron poco: el tiempo que tardó el macho en perforar su primeriza vagina.

No fue rudo, ni brusco, ni salvaje pero sí contundente a la hora de iniciar a la chiquilla. No se detuvo ante nada: ni por el chillido de la lolita, ni por la angostura del agujero a profanar, ni por los golpes de las esposas contra el cabecero. Se la clavó cuanto le fue posible aunque sin prisas, gustándose, dejando tiempo a que la naturaleza y su estimulación previa hiciesen su trabajo.

Elisa ronroneaba cual gatita en celo, sintiendo en su interior el enhiesto estoque abriéndose paso a través de su entraña. Pensó que lo mejor había pasado cuando el hombre se detuvo, empalándola por completo pero una vez más se equivocó. El hombre comenzó a bombear, primero de manera lenta, como tanteando el terreno, y luego fue incrementando el compás clavada tras clavada. El ritmo de la cópula no resultó frenético en ningún momento aunque alcanzó, eso sí, una velocidad de crucero bastante considerable y el macho lo mantuvo sin aparente dificultad.

Llegado a ese punto la entrepierna de Elisa era toda una fiesta. Al primer orgasmo logrado mediante estimulación digital le siguieron otros a cuál más intenso. La chiquilla estaba desatada. Aplastada por el ímpetu de su amante hacía todo lo posible por ser penetrada de manera más intensa. Se abría todo lo que su menuda naturaleza le permitía y lanzaba alaridos de placer a diestro y siniestro, con los ojos cerrados para intensificar sus sensaciones.

Y fue por esta última circunstancia por lo que tardó más de la cuenta en ser consciente de lo que sucedía una vez que fue librada de la máscara por su amante: sobre ella apareció un cuarentón rubicundo, prácticamente calvo y con el cuerpo cubierto de vello, follándosela como si no hubiese mañana. Sólo salió del shock cuando la tercera persona que ocupaba la habitación, un fornido encapuchado con una cámara de fotos en ristre, le dijo:

- ¡Hey, putita! Mírame y sonríe…

El flash de la cámara la cegó, justo en el momento que sintió cómo un chorro cálido chocaba contra las paredes de su vagina. Alarmada, quiso librarse y salir huyendo, pero las esposas que ataban sus muñecas se lo impidieron. Quiso chillar para pedir ayuda, pero el extraño que se la estaba tirando se lo impidió tapándole la boca con su mano. Ante la proliferación de los flashes intentó salvaguardar su identidad girando la cabeza hacia el lado contrario, justo donde se encontraba una cámara de vídeo y su tablet. A través de ella y con los ojos bañados en lágrimas, pudo contemplar el mismo falo de siempre erecto y expulsando babas en su honor.

*****

Un par de horas más tarde, tras un largo baño de espuma y sin más lágrimas que llorar, Elisa buscó una explicación que su mente juvenil no alcanzaba a encontrar. El hombre que la había iniciado no era el que ella había soñado y desconocía el motivo. Tras mucho insistir e insistir logró que su novio virtual contestase a sus llamadas. Lejos de estar arrepentido, parecía muy molesto por su reacción:

- “No sé de qué te quejas. Deberías estar contenta por haberme complacido. Se te llena la boca con eso de que eres mía y a la hora de la verdad, a la hora de demostrarlo, te enfadas y te comportas como una niña tonta. Sólo se presta lo que es de uno, no lo olvides. Si no… ¿qué merito tiene? Eso es exactamente lo que he hecho con tu cuerpo: prestarlo. ¿Por qué? Porque es mío, y porque me da la gana, ni más ni menos. Tampoco hay que darle tanta importancia. Ni te imaginas lo contento que estaba por lo bien que lo habías hecho y ahora me sales con estas tonterías. No sé por qué pierdo el tiempo contigo… eres igual de egoísta que Sheila.”

- Yo… yo… lo siento.

- “¿Que lo sientes? Debería mandarte a la mierda ahora mismo. No eres más que una niña mimada y egocéntrica. Sólo piensas en ti misma.”

La joven, pese a lo sucedido, seguía cegada de amor y ante la amenaza no tuvo más opción que desistir en su empeño por saber el motivo de lo sucedido.

- No, no. No digas eso, por favor. Está todo bien, está todo bien. De verdad.

- “¿Seguro?”

- Seguro.

- “Dentro de dos semanas, cuando tu mamá vuelva a estar fuera, es posible que vuelva a suceder lo mismo… ¿volverás a decir tantas tonterías?”

- ¡No, no!

- “¿Seguro? No quiero volver a escuchar tantas estupideces.”

- Seguro. Todo está bien. De verdad.

- “Con lo contento que estaba y ahora estoy cabreado como una mona.”

- Perdóname, por favor.

- “Es que no sé cómo lo haces, pero siempre logras enfadarme. Eres una estúpida.”

- Sí, sí lo soy. Soy una estúpida. No volveré a hacerlo. Te lo prometo.

- “Bueno, está bien.”

- No volverá a pasar, te lo juro.

- “Eso espero.”

El depredador se tomó su tiempo antes de proseguir:

- “¿De quién eres?”

- Tuya.

- “¿De quién es tu cuerpo?”

- Tuyo y sólo tuyo.

- “¿Follarás con quién yo quiera?”

- ¡Lo haré!

- “Mira, hasta la polla se me ha bajado de golpe. Con lo a gusto que estaba viendo yo tus fotos.”

- Yo… yo lo siento. ¿Qui… quieres que me masturbe? ¿Me meto el cepillo por el culo? ¿me bebo mi pipí?

- “Naaa. Déjalo. Mañana tal vez, o pasado… cuando me apetezca conectarme otra vez. Ahora no estoy de humor. Adiós.”

- ¡No, por favor, no te vayas! No me dejes así. Si quieres… si quieres hago eso otro que Sheila no quiso hacer”

- “¿A qué te refieres?”

- Ya sabes… lo de las cacas.

El depredador no pudo evitar una sonrisa. Estaba ansioso por ver lo que la niña le proponía, aun así, demoró la respuesta.

- “Uhmm. Está bien. Si insistes.”

Elisa saltó como un resorte en dirección al baño con la tablet en la mano. Le dolía todo el cuerpo y mucho más el alma, pero no dudó en regalarle a su amado una sucia y explícita sesión escatológica.


Capítulo 7

- Venga Roko… acaba con esa hija de puta de una vez. Ya sabes lo que hay. Vas a hacer historia, chaval. La deep web se abrirá para ti. Serás una leyenda. Hay gente que comienza a impacientarse, sobre todo El Ingeniero. No es bueno ir de farol con ese tipo… quiere ver a la niña de esa zorra hundida en la mierda.

- Todavía no está lista. Y no es un farol, es el mejor trabajo de mi vida, te lo aseguro. Y dile al Ingeniero que espere, que tendrá lo que se merece muy pronto. No es más que un puto perdedor, está acabado, pero todavía no se ha dado cuenta.

- ¿Acabado? Buaaag, tío. No sabes lo que dices, con ese cabrón no se juega. Todos los demás Masters han ido cayendo por culpa de esa perra con placa menos él. Además, si lo que me has contado es cierto, tienes material suficiente como para arruinar la carrera de esa malnacida Comisaria gracias a la puta de su niña.

- ¿Sabes? – le interrumpió el otro sin hacerle el menor caso - hay que reconocer que en una cosa sí tienes razón. ¿No te parece extraño que todos los demás Masters hayan sido descubiertos menos él?

- Dicen que es un puto crac con los ordenadores y que tiene un sistema de seguridad que ni la CIA.

- Yo creo que es otra cosa. Sospecho que hay gato encerrado con ese tipo. Tú consígueme los correos electrónicos que te he pedido y no me calientes más la cabeza.

- ¿Los de los alumnos y profesores de ese instituto de mierda? Sin problemas ¿Alguno más?

- Lo de siempre, ya sabes: periódicos, radios, televisiones, políticos de la oposición, cualquiera que le tenga ganas a esa zorra ambiciosa.

- Claro, claro. Puedo hacer un barrido y mandarte unos cuantos del barrio donde vive esa putita.

- Sí, lo que sea. Todo lo que se te pueda ocurrir. Quiero una difusión total. Esa idiota va a ser tan famosa que no va a haber sitio en el mundo donde pueda esconderse ni ella ni su asquerosa mamá.

*****

- “¿Qué sucede?”

- Es que no puedo…

- “Sí que puedes.”

- Es que no me encuentro nada bien.

- “Ya hemos hablado de esto. Me da igual cómo te sientas. Simplemente hazlo y ya está. ¿Acaso quieres que me enfade?”

- No.

Elisa, desnuda y sentada sobre sus talones, miró de reojo la pantalla. En ella apareció de nuevo el falo de aquel desconocido y al momento una mano frotándola con vehemencia.

- “Puedes empezar.”

La adolescente se introdujo el arma defensiva de su mamá entre los labios y comenzó a mamar. Fue metódica y efectiva, le regaló a su espectador un espectáculo único y glorioso en la estética, aunque carente de alma. Elisa ya no disfrutaba como al principio haciendo todo aquello. Es más, se sentía cada vez peor dentro de aquella vorágine sexual en que se había convertido su vida. Todo aquello se le había escapado de las manos y no sabía cómo pararlo.

Su desconocido amigo cada vez le reclamaba más tiempo y sus exigencias cada vez eran más extremas. La había alejado por completo de su círculo de amigas y, si bien sus calificaciones escolares seguían siendo buenas, no tenían la brillantez de antaño. También la relación con su madre había cambiado, aunque Rosa su madre, estaba tan obcecada en su trabajo que había pasado desapercibido ese detalle. Como vulgarmente se dice: en casa del herrero, cuchillo de palo.

También Roko había cambiado. Se mostraba altivo, duro e impersonal con Elisa la mayoría de las veces. Ya no era amable con la niña como al principio de su relación, ni le dedicaba palabras bonitas para regalarle los oídos. Se mostraba cruel y exigente con ella, utilizaba un lenguaje descarnado e incluso soez y habitualmente la despreciaba humillándola verbalmente, haciéndola sentir cada vez más insignificante y miserable.

Tiempo atrás, cuando su relación estaba en su apogeo y ella mostraba alguna reticencia, alguna duda, algún reparo a realizar alguna práctica sexual él dejaba caer con mayor o menor sutileza la existencia de otras jovencitas dispuestas a ocupar su lugar preferente y eso a Elisa la había corroído por dentro. Su dependencia, su adicción más bien hacia aquel desconocido había llegado a tal punto que le resultaba imposible concebir la vida sin él y accedía gustosa a todas sus pretensiones, llegando incluso a odiarse e infligirse castigos físicos por no ser capaz de satisfacer todos sus deseos de inmediato.

No obstante, desde hacía un par de semanas, la alegría previa a los encuentros furtivos entre ambos se había transformado en angustia para Elisa. El periodo de espera entre sesión y sesión, antaño eterno, se le hacía cada vez más corto e inclusive buscaba la menor excusa para evitar conectarse. Su desazón llegó a un punto que a Elisa ya no le parecía tan mal que el hombre se interesase por otras. Es más, comenzaba a crecer en su interior el deseo de que su amante se cansase de ella y que buscase otras muchachas con las que satisfacer sus oscuras perversiones.

No es que no disfrutase como antes, es que tenía pavor al desconocido que la acosaba día tras día.

- “Más adentro, zorra.”

- No me llames así. Sabes que no me gusta…

- “Pues será ahora, hasta hace poco te encantaba. Hasta lo escribías sobre tu pecho, sin que yo te dijese nada, ¿recuerdas?”

Elisa asintió con la mirada baja. En su afán por agradar a aquel hombre había hecho y dicho cosas de las que no estaba muy orgullosa. Cosas que no sentía y que, poco a poco, habían ido carcomiendo su conciencia. Cosas que sabía que no debería haber hecho y menos delante de una cámara, desoyendo los constantes consejos y enseñanzas de su mamá policía.

- No me pidas que vuelva a hacer eso, por favor…

- “Pero, ¿por qué? Es divertido. Tú misma lo dijiste. Tengo un montón de vídeos que lo demuestran. Lo tengo todo grabado, cada conversación, cada insulto a tu mamá, cada masturbación, cada enculada, cada follada en tu propia casa… pero no te preocupes por esa tontería. No es importante. Si eres buena y obediente jamás se los enseñaré a nadie a menos… “

- … ¿a menos?

- “a menos que te comportes como una niña estúpida, está claro. Recuerda que fuiste tú la que me dijiste el nombre de tu instituto e incluso me diste el Instagram de alguna de tus amigas ¿recuerdas? No estaría bien que todo el mundo que te conoce se entere de que te gusta hacer esas cosas, ¿no?”

- Yo… yo lo hice porque tú me lo pediste…

- “Es posible pero la gente pensará que lo hiciste porque eres una guarra y te gusta bajarte las bragas delante de todo el mundo.”

Aquella velada amenaza hizo trizas la última esperanza de Elisa. Esa vocecita que le decía desde muy adentro que su amante virtual no podía ser tan malo, que de verdad la quería, que estaba loco por ella terminó de languidecer y murió ahogada en su angustia. En ese momento supo que ya no había vuelta atrás, que estaba atrapada y que era una marioneta en manos del adulto.

- “Vas a hacer lo que yo quiera… ¿sí o no?”

Consciente de su destino sólo tuvo una contestación:

- Sí.

- “Pues entonces no me toques más los cojones y obedece.”

Las lágrimas hicieron acto de presencia en los ojos de la jovencita, manchando la pureza de su verdor natural. Respiró hondo y se introdujo el arma defensiva de su mamá hasta que su extremo golpeó la glotis. Se tomó un par de segundos para respirar y después siguió con la penetración oral. El joven cuerpo de Elisa no tardó en reaccionar, expulsando los pocos alimentos que había tomado aquel mediodía.

- “¡Eso es…!” – exclamó el espectador fuera de sí machacándose el rabo a toda prisa – “. Continua, joder… vomítalo todo…”

Elisa no tardó mucho en expulsar el poco alimento que había logrado ingerir aquella tarde.

- Es… es la última vez que lo hago… - repetía la niña cabizbaja observando el charquito de vómito formado en el suelo.

- “Lo que digas, pero ahora termina lo que has empezado, perra…”

Elisa apretó los puños, pegó su cara al suelo y sin dejar de temblar en ningún momento recogió con su lengua los restos que habían brotado de su estómago. No pudo ver el copioso geiser de esperma que brotó del pene ni mucho menos la enorme sonrisa del hombre que le estaba destrozando la vida.

Cuando terminó ella se sorbió los mocos y con el alma rota hizo ademan de terminar la comunicación, pero él la detuvo:

- “Espera, espera… ¿qué se supone que estás haciendo?”

- El… el lunes tengo un examen y debo estudiar…

- “¿Examen? ¿y a mí qué me importa tu examen? La noche es joven. Apenas he comenzado contigo, puta. Además, tenemos que preparar el fin de semana que viene. Se me han ocurrido unas cuantas cosas que vas a alucinar.”

Los ojos de la niña se inundaron de lágrimas. Su frustración se transformó en ira y en un acto de rabia se incorporó de un salto, apretó los puños y chilló con furia:

- ¡Cabrón, hijo de puta! ¡No pienso tirarme a nadie más ni a hacer nada de lo que me digas! ¡Se acabó! ¡Se lo voy a contar a mi madre y te vas a enterar…! ¡No tienes ni idea de quién es! Ella es…

- “… Rosa Gutiérrez. Tu odiosa mamá es la Comisaria Gutiérrez para ser exacto. Nada más y nada menos que la responsable del Servicio de Lucha contra el Acoso Informático a Menores… y su número de teléfono es…”

Elisa enmudeció al escuchar las cifras exactas que había aprendido cuando era niña. Abrió la boca varias veces, pero ningún sonido salió de su garganta hasta que, tartamudeando, continuó:

- ¿Tú… tú cómo sabes eso?

- “Yo lo sé todo, putita. Absolutamente todo, hasta el e-mail privado de tu querido papi. ¿Qué crees que pensaría de ti si recibiese un mensaje anónimo con… esto?”

Aterrada, la adolescente contempló en la pantalla de su tableta digital una sucesión de fotografías de lo más obscenas con ella como protagonista. Casi tanto como verse a sí misma haciendo todo tipo de guarrerías le dolían los comentarios jocosos de su repugnante interlocutor:

- “Mira esta, mira esta: vaya carita de viciosa que tienes con ese enorme cepillo metido en el culo. O mejor esta otra, sacando brillo a tu clítoris con el cepillo de dientes eléctrico de tu mamá. ¡Y qué me dices de esta otra bebiéndote tu propio pipí! O mejor esta otra, disfrazada con el uniforme de… ¿cómo la llamas? ¡Ah, sí! … ¡de esa zorra! Y mamando su porra, o su defensa o como cojones se llame esa cosa negra que te metes en la boca hasta la garganta cada vez que me sale de la polla que lo hagas.”

El mundo de Elisa se vino abajo por momentos. Literalmente se derrumbó sobre su cama y, tapándose los ojos para no ver, lloró de una forma todavía más amarga.

- “Pero… ¿sabes qué es lo mejor? ¡Que también sé el correo de los jefes de tu mami, incluso del ministro! ¿Qué crees que pensarían de ella si viesen… esto? ¡Mírate, joder… si eres tú chupando una polla!”

Pero la niña no tenía fuerzas ni tan siquiera separar las manos de su cara.

- “¿Qué pasa? ¿No quieres mirar? Pero… ¿por qué? ¡Si estás preciosa con toda la cara cubierta de esperma y el semen cayendo hasta...? ¡Demonios! ¡Qué es esoooo! ¡La foto de tu querida mami con… el Rey! ¡Es espectacular! Mi preferida, sin duda. Tuviste una idea genial al sugerirla como plato para lamer el esperma de mi amigo…”

Elisa quería morirse de angustia y rabia escuchando todo aquello.

- ¿Po… po… por qué me haces esto? ¿qué te he hecho yo a ti…? ¿por qué no te buscas a otra chica, una de tu edad que haga todas esas cosas asquerosas que te gustan?

- “¿Otra? ¿De mi edad? ¡No dejas de sorprenderme! No me van las viejas. Dices una estupidez tras otra: ¿para qué necesito a otra teniéndote a ti? Eres tú la tontita con la edad perfecta que hace todo lo que quiero, no necesito a nadie más, putita. ”

Ella estaba hundida y desesperada. Aun así, hizo un último intento por salvar la situación, un todo o nada, una huida hacia adelante, un acto desesperado:

- ¡Por favor, por favor! Haré lo que quieras por última vez, lo que me pidas, me da lo mismo, pero después me dejas en paz, te lo suplico.

Consciente de su triunfo, en la seguridad de su guarida, el depredador se relamió de gusto. Tras demorar la respuesta asestó el golpe de gracia:

- “¡Uhm… lo cierto es que sí que hay algo que puedes hacer por mí, putita!”


*****


Elisa estuvo rara y distante con su madre durante la semana, aunque Rosa estaba tan concentrada en la captura de ese importante delincuente sexual que tantas veces se le había escapado de entre los dedos que ni tan siquiera reparó en ello. El viernes por la tarde, cuando se despidieron, la niña lo hizo con un abrazo más largo de lo habitual.

- No te vayas – susurró la adolescente.

- ¿Qué tienes? , ¿por qué dices eso, Eli? Estoy dentro de un caso muy importante y, si todo va bien, esta noche lo resolvemos y mañana por la mañana almorzaremos juntas para celebrar tu cumpleaños ¿Quieres que llame a la señora Deisy para que se quede contigo? Me sabe mal que te quedes sola el día de tu cumple.

- No, es igual – respondió la jovencita intentando que su voz sonase lo más convincente posible - No me hagas caso, soy sólo una niña tonta…

- De eso nada. Eres la mejor hija del mundo. La más bonita y la más responsable, lo sé.

Elisa se estremeció y arropada entre los brazos de su madre a punto estuvo de sucumbir y confesar.

- Te quiero, mamá – susurró.

- Yo también te quiero, cariño. No te quedes despierta hasta tarde, que si no mañana no habrá forma de sacarte de la cama.

- Sí, mami.

Esta vez Elisa obvio los preliminares. A diferencia de las otras veces en las que su mamá desaparecía por la puerta no se depiló su zona vaginal. Ni siquiera se bañó o se dio carmín en los labios: no tenía ganas de nada. Tampoco pintó sobre su piel palabras obscenas ni buscó objetos con los que mancillar su cuerpo frente a la cámara. Esta vez Roko quería otra cosa, algo extremo y ella, en su desesperación, estaba dispuesta a dárselo si con eso lograba transformar a su extorsionador en un mal sueño. Como una zombi se limitó a desarmar la alarma, abrir la puerta trasera que comunicaba el jardín con su casa y a sentarse desnuda sobre su propia cama con la mirada perdida en el infinito.

A la hora convenida escuchó pasos pesados subiendo por las escaleras. No se asustó, era un sonido habitual para ella. Desde aquella primera ocasión en la que entregó su virgo a un desconocido cada vez que su mamá estaba de guardia recibía la visita de amigos de Roko con los que mantenía relaciones sexuales completas. Algunos habían sido relativamente amables con ella, pero otros la habían tratado poco más que como a un pedazo de carne. Elisa había adquirido mucha práctica en lo relativo al sexo y no siempre la experiencia había sido desagradable. En general lo había disfrutado, circunstancia que, en lugar de reconfortarla, le hacía sentir más culpable y sucia.

Dos individuos entraron en su habitación como era la costumbre. Hasta ese día la rutina siempre había sido la misma aprovechando las ausencias de la mamá de Elisa: uno se la follaba a saco según las premisas de Roko mientras el otro, el grandullón enmascarado, inmortalizaba la escena cámara de vídeo en ristre. Esta vez iba a ser diferente, el acosador había ocultado sus planes hasta ese día. Elisa sólo sabía que el acto sexual iba a ser un gran final digno de una relación tormentosa, tóxica y abusiva como la que ellos mantenían.

Los desconocidos ni siquiera tuvieron la amabilidad de saludarla. En pocos minutos desplegaron una batería de cámaras y focos con la cama de la niña como diana.

- ¡Hey, putita! ¿Dónde está la tablet? Espabila y ponla en marcha. Roko quiere hablar contigo – le ordenó el encapuchado, que ejercía de jefe de operaciones.

- ¿Para qué? Ya sé lo que hay que hacer… lo que a ese hijo de puta le dé la gana…

- No me toques los cojones niña, que no tengo el coño para farolillos. Si tengo que soltarte cuatro hostias para que obedezcas lo haré, no lo dudes. Enciende el cacharro ese de una vez.

Elisa obedeció, con evidente mala gana.

- “¡Ya era hora!” – Protestó el depredador –“¿Estás lista?”

- Sí.

- “¿Seguro?”

- ¡Que sí, joder! Pero después de hoy… no quiero volver a saber de ti en mi puta vida. Ese es el trato. Esta noche será la última.

- “Y así será.”

- ¡Prométemelo!

- “Te lo prometo. Ahora haz tu parte, no me falles o atente a las consecuencias.”

Aquellas palabras habían estado revoloteando por la mente de la muchacha toda la semana. Recordaba aquellos primeros vídeos que le mostró Roko, esos en los que aparecían jovencitas como ella practicando sexo con adultos con una sonrisa de oreja a oreja. Se preguntaba cuánto de cierto habría en aquellas caras felices y cuánto de amargura soterrada. A ella no le apetecía hacer otra cosa que no fuese llorar en ese momento, aunque su orgullo se lo impedía. Estaba dispuesta a todo con tal de ser liberada de aquel terrible yugo.

- Ya está todo listo – dijo el hombretón de la capucha -. Será mejor que hagamos unas fotos tuyas primero, para ir entrando en calor. Me va a costar dejar de hacértelas, putita: eres una modelo increíble.

- ¡Que te jodan!

- Descuida, eso es lo que van a hacer mi amigo… joderte… y a conciencia.

Los dos hombres rieron la ocurrencia.

Elisa se desenvolvió con soltura bajo la tormenta de destellos. Si bien los posados eran tan sensuales y sugerentes como siempre, su cara era un poema. El fotógrafo era experto en aquellas situaciones e intentó sacar el máximo del espectacular cuerpo de la niña combinado con los peluches, pero tras varios minutos de incesante bombardeo se detuvo muy contrariado.

- “¿Qué pasa?” – tecleó Roko.

- Esto no va. No colabora. Estas fotos son una mierda, está seria como un palo. No valen nada…

- “Eli, Eli, Eli… ¿qué demonios estás haciendo? Ese no era el trato, putita. O le metes ganas o convertiré tu vida en un infierno. Tú decides.”

- ¿Qué no valen nada? ¡Eres un mierda, un hijo de puta, un cabrón, un embustero… ¡- estalló la niña desbordada por los acontecimientos, verbalizando todos sus pensamientos más íntimos, esos que le decían que hiciese lo que hiciese su suerte estaba echada.

- “Vaya modales. No deberías tratarme así, jovencita: no te conviene en absoluto. Si me enfado difundiré las fotos en lugar de borrarlas…”

- ¿Piensas que soy imbécil? ¡Sé que no vas a borrar nada, que vas a venderlo todo a otros pedófilos pervertidos como tú…!

- Vaya… - río el tipo de la cámara - parece que la putita no es tan tonta como parece. Es tan lista como su madre…

- “¡Cállate, imbécil!”

- ¡A ti te voy a meter la cámara por el culo! – Chilló ella fuera de sí.

Rabiosa como una tigresa la joven se abalanzó hacia el adulto. No llegó a su destino por muy poco. El tercero en discordia, un mulato fibroso y musculado, entró en acción y la detuvo con suma facilidad aprovechando su superioridad física. Alzándola como a si se tratase de uno de los peluches que adornaban la habitación la lanzó sobre la cama con tanta virulencia que la niña estuvo a punto de dar con sus huesos en el suelo. Después, con mucha calma, el moreno se desvistió dejando a la vista el generoso miembro viril con el que la madre naturaleza le había dotado.

Los ojos de Elisa se abrieron como platos al descubrir el balano, imaginando el tormento que iba a experimentar en su sexo al tener eso dentro.

- ¿Sabes? Tiene gracia que lo menciones… - prosiguió el operador de vídeo volviendo a su tarea.

- ¿Qué… qué cosa? – preguntó la niña balbuceando mientras veía horrorizada cómo el mulato comenzaba a masturbarse, dando vigor a su enorme herramienta.

- Pues eso… el culo…

*****

- Parece mentira que, después de buscarlo por toda España el tiburón tenga su madriguera aquí, en Madrid, delante de nuestras propias narices. ¿Verdad, señora?

- Así es.

- ¿El soplo es seguro? ¿Es Roko?

La Comisaria asintió. Tenía un as en la manga, un topo, un confidente, alguien verdaderamente relevante en la zona más oscura de la deep web. Alguien quien, a cambio de ciertas prebendas y de mirar hacia otro lado con respecto a sus actividades, le proporcionaba información muy valiosa acerca de las acciones y paraderos de los delincuentes sexuales más buscados del país. Técnicamente no era legal pero sí efectivo. La información que tanto ansiaba, el paradero de Roko, le había llegado siguiendo los cauces habituales a través de un correo cifrado y no tenía motivos para dudar de ella. El ingeniero nunca le había fallado.

- Seguro. Es él.

- Lo tenemos controlado desde hace unos días. Lleva veinticuatro horas sin salir de la casa. Sólo ha recibido un pedido de pizzas. Todo encaja: licenciado informático, el primero de su promoción; las empresas del sector se lo rifaban antes incluso de terminar el bachillerato pero él prefirió ir por libre. Lleva un nivel de vida austero pero tiene varias cuentas Suiza con un montón de ceros. Lo que no termino de entender es por qué no vamos ya a por él.

- Es mejor esperar a la noche. Estará cansado, bajará la guardia y será más sencillo sorprenderle en plena faena; podremos recopilar más pruebas en contra. Estoy harta de que estos hijos de puta lo borren todo en cuanto se huelen algo para que después un abogado cabrón los saque de la cárcel sin apenas condena.

- Ya pero… ¿y la niña? ¿Y si le están haciendo algo? Sabe que ese tipo y sus amigos son de todo menos amables.

La Comisaria no contestó. El protocolo exigía la salvaguarda de la integridad física de las niñas antes incluso que la obtención de pruebas para inculpar a sus depredadores pero aquel tipo era tan escurridizo que la situación merecía medidas extraordinarias. Había traspasado varias veces las líneas rojas impuestas por la legislación aunque sólo cuando era necesario como en aquel caso.







Como madre Rosa pensaba en la adolescente, en la víctima anónima, en la chiquilla que lo estaría pasando fatal en ese momento pero como policía prefería considerarla como una herramienta imprescindible para lograr su objetivo final. Es más, sin conocerla, tenía cierto resquemor hacia ella. Sabía que no era un pensamiento políticamente correcto. No concebía cómo, siendo las adolescentes bastante más despiertas que en su época, fuesen tan tontas como para caer en las trampas de los depredadores.

La comisaria estaba desesperada: necesitaba detener al mayor depredador sexual del país ya no sólo por el bien de su carrera policial sino para evitar sufrimiento a futuras víctimas. El sacrificio de una por el bienestar de muchas, elegir el mal menor lo consideraba su deber.

- ¿Está segura de que quiere intervenir? No se ofenda pero tal vez no sea buena idea, hace bastante tiempo que dejó las operaciones de campo.

- No me lo perdería por nada del mundo.

- Por lo menos permanezca en un segundo plano. Esos tipos, cuando se ven acorralados, se pueden volver peligrosos y sobre todo recuerde: no toque nada. Un movimiento en falso puede dar al traste con toda la investigación. Tienen montones de programas de seguridad y encriptado.

- Sargento… no me toque las narices. Siga diciendo tonterías y le veo regulando el tráfico hasta el día del juicio final.

- Sí, señora.

*****

Toda resistencia fue inútil. Elisa intentó zafarse, retorcerse, huir o al menos gritar solicitando auxilio pero no hubo ocasión. Indefensa, con la cara pegada a la almohada luchó para salvar la integridad física de su trasero.

No lo consiguió.

El mulato la agarró de la nuca, impidiéndola ya no sólo gritar sino sencillamente respirar y la prioridad en ese momento de la niña cambió: ya no pensó en su culo, su objetivo era salvar la vida.

- ¡Eh! Ten cuidado amigo, no te pases – advirtió el hombre de la cámara evitando el fatal desenlace.

El mestizo reaccionó a tiempo liberando la cabeza de la niña. Ella inhaló el aire suficiente como para devolverla a la vida, bajó la guardia y lo pagó caro: relajó su esfínter sin pretenderlo y eso tuvo consecuencias dramáticas para la integridad de su trasero.

- ¡Aggggg! – chilló amargamente Elisa mientras un contundente pedazo de carne entraba en su intestino como un martillo pilón.

Los gritos no amedrentaron al adulto. Cinco años en la cárcel cortesía de la mamá de aquella criatura fueron motivación más que suficiente como para tratarla de un modo cruel y despiadado. Se afanó para que la sodomía fuese lo más duradera y profunda posible. Lo dio todo y se esforzó en prolongar la agonía de una Elisa que no dejaba de gritar.

- “¡Eso es, dale fuerte! ¡Rómpeselo todo!” – Chillaba Roko fuera de sí desde su lúgubre madriguera retorciéndose de gusto.

*****

La operación policial se desarrolló con precisión cirujana, tal y como era costumbre en las operaciones dirigidas por la Rosa Gutiérrez. Tras inhibir la alarma de seguridad media docena de policías encapuchados armados hasta los dientes penetraron en un chalet adosado situado en la zona norte de Madrid forzando la puerta trasera con el mayor de los sigilos. Tras ellos, la Comisaria y varios de los miembros de la Unidad del Servicio de Lucha contra el Acoso Informático a Menores entraron en la vivienda de forma precipitada con el sótano como destino final. Todos sabían que la rapidez de actuación era primordial para evitar el borrado de pruebas esenciales en su investigación, no tenían tiempo que perder. Los depredadores sexuales rara vez oponían resistencia física pero aun así el protocolo exigía que los agentes armados hiciesen su trabajo.

- Todo limpio. Pueden pasar – dijo el jefe del Equipo de Geos.

- ¿Ya?

- Sí, ya.

- ¿No ha intentado huir?

- No.

- ¿Ni siquiera destruir las pruebas?

- No. Digamos que tenía las manos ocupadas en otra cosa, no le ha dado tiempo a nada.

- ¿Y no había armas, alarmas, ni cámaras ni nada por el estilo? ¿No ha tocado nada que haya accionado un protocolo de autodestrucción?

- Nada. Está inmovilizado en el suelo.

La comisaria torció el gesto. Rokko99 era, con mucho, el rival más escurridizo y volátil que había tenido. No esperaba tan poca resistencia por su parte.

- Venga, jefa… - dijo uno de sus subordinados -no sea así. Por una vez que tenemos suerte.

- Nosotros nos retiramos. A partir de ahora es cosa suya.

- Por supuesto. Muchas gracias por todo, Capitán.

- A la orden, señora.

A cualquier otra persona de bien que hubiese entrado en aquel oscuro y claustrofóbico sótano se habrían revuelto las tripas al contemplar la multitud de fotografías de alto contenido pornográfico que poblaban las paredes protagonizadas por modelos extremadamente jóvenes o por los alaridos de dolor que emitían los altavoces situados tras una enorme mesa de despacho o el repulsivo hedor a esperma que llenaba la estancia. Para los miembros de Unidad aquellas cosas eran el pan nuestro de cada día y apenas les prestaron la menor atención, tenían mucho por hacer.

De hecho, la Comisaria ni siquiera tomó en consideración a la montaña de grasa y sebo que, desnudo de cintura para abajo, se retorcía en el suelo chillando como un cerdo bajo su mordaza, que intentaba infructuosamente liberarse de sus ataduras. Rosa Gutiérrez sólo tenía una preocupación en ese momento: el pececito, la presa, la niña objeto de la extorsión y su integridad física por eso centró su atención en el monitor principal que presidía aquella sucia madriguera, obviando la media docena que lo secundaban.

- ¡Mierda! – Gritó al tiempo que soltaba un puñetazo de rabia sobre la mesa.

- ¿Qué sucede, señora?

- ¡Que no es él!

- ¿Cómo que no es él? No puede ser. Usted misma dijo que su confidente era fiable, que era el mismo que el de las otras veces, que no había posibilidad de error…

- ¡Ya sé lo que dije, pero no es él! ¡Mira la puta pantalla!

Cuando el ayudante centró la mirada en el monitor entendió a su jefa. Conocía perfectamente aquella película. De hecho, la propia Unidad se había encargado de difundirla, junto con otras, dentro de la deep web, como modo de cebo para rastrear y detectar pederastas. Como es obvio no era lo que esperaban.

La comisaría perdió los papeles, se abalanzó sobre el detenido y le arrancó la cinta adhesiva que sellaba sus labios de un solo golpe.

- ¡Auuuuu! – Lloriqueó la masa de sebo-.

- ¿Dónde está? – Inquirió la mujer en tono más que amenazante.

- ¿Quién?

- ¡El pececito, la princesa, la niña… joder! No te hagas el tonto que soy capaz de romperte las piernas, Roko

- ¿Roko?¡Qué narices está pasando, Comisaria? ¡Este no era el trato!

- ¿Trato… qué trato? – Preguntó la mujer muy extrañada - ¿tú y yo no tenemos ningún trato…?

- ¡Ahora no te hagas la loca, que tengo todos tus mensajes guardados! ¡Tú y yo tenemos un trato, no intentes joderme: yo te paso información y a cambio tú y tus amiguitos me dejáis tranquilo con mis cosas!

- Entonces… ¿este mierda no es Roko? – Preguntó el ayudante a su jefa totalmente anonadado- ¿es su confidente?

- Roko… ¿quién es Roko? No sé de qué me estáis hablando, gilipollas. Yo soy…

- … el Ingeniero… mi confidente… - Sentenció la mujer, derrotada.

El hombre se envalentonó:

- ¡Eso es, joder! Tengo inmunidad, no vas a joderme: si yo caigo, tú también lo harás, zorra. No voy a callarme. Lo tengo todo documentado, mi abogado se va a poner las botas…

- Pero señora, no lo entiendo. Entonces, ¿quién le envió los mensajes a usted haciéndose pasar por este indeseable?

La mente de la Comisaria Gutiérrez era un hervidero de ideas a cuál más disparatada hasta que halló la respuesta más inverosímil, la más loca, la más improbable… esa que hacía que todas las piezas encajasen.

- Esto sólo puede haberlo hecho él.

- ¿Él?

- El propio Roko. Nos ha llevado hasta aquí.

- Imposible. Mi sistema es impenetrable… - Dijo el Ingeniero herido en su amor propio.

Nadie le escuchó.

- ¡Qué hijo de puta!

- Va siempre un paso por delante de nosotros, es que parece que nos esté viendo…

- ¡Eso es! – Chilló la mujer.

- ¿Qué?

- ¡Dame la linterna!

- Pero señora…

- ¡Que me des la puta linterna!

La Comisaria Gutiérrez poco menos que arrancó el foco de las manos de su ayudante y de forma frenética dirigió su haz hacia los rincones elevados más oscuros de la habitación. Conocía el modus operandi de su escurridizo adversario y que un fanático de las webs cams como él no habría podido resistir la tentación de ver lo que estaba sucediendo en aquel sótano en directo. No le costó mucho encontrar lo que buscaba a pesar de estar perfectamente mimetizada entre los múltiples cachivaches que allí había. La miró fijamente durante unos segundos, hasta que sintió que su teléfono móvil vibraba por la recepción de un mensaje. No fue el único que lo hizo. El pequeño sótano se convirtió de repente en un improvisado concierto de las más variopintas sintonías. Pronto su irritante soniquete fue ahogado por el audio del televisor principal. La emisión había cambiado de repente. Se trataba de otra todavía más explícita si cabe.

- Acabo de recibir un mensaje con un montón de fotos pedo…

- Yo también…

- Y yo…

- Creo que es el pececito.

- Pero… ¿cómo es posible?

- ¡Hey, mirad la pantalla!

La pantalla mostraba a una pareja teniendo sexo en la posición de perrito. La diferencia de tamaño entre ellos era enorme. El macho, un adulto de rasgos caribeños, sodomizaba con ganas a una adolescente de piel muy clara y larga cabellera oscura. La posición de la cámara impedía verles la cara. En cambio, permitía claramente la tremenda profundidad de la enculada y los destrozos que esta provocaba. La sangre y las heces salían a borbotones por el orto y descendían como una cascada a lo largo de los muslos de la chiquilla la vez que su dueña chillaba de dolor.

- ¡Qué cojones! ¡Ese vídeo no es el nuestro!

- Eso no es un vídeo, eso es un directo – apuntó el Sargento.

El plano se fue desplazando poco a poco hasta que el rostro de la niña salió a la luz.

- El pececito… se parece mucho a …

- ¡No puede ser! Ella no…

- Se… señora. Cre… creo que debería ver esto.

No hubo necesidad de que Rosa fijase la vista en la pantalla, al escuchar los gritos de la chica ya había sentido una punzada en el corazón. Cualquier madre identifica el llanto de sus retoños. Rota de dolor, deseó morirse: la chica que la obsesionaba, aquella que le había quitado el sueño durante las últimas semanas, aquella cuya identidad y paradero desconocía… vivía bajo su mismo techo.

Era sangre de su sangre. Era su vida.

Fin.









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