“CHUPACLARA: LA CHICA DE TODOS” por Zarrio.





- ¡ChupaClara, ChupaClara! –

El coro jaleaba a la chica. La muchacha se afanaba en lo suyo. La campana ya había sonado y la verga que tenía entre los labios era la última que le quedaba para satisfacer de su habitual grupo de amigos durante el periodo de recreo. Su boca hacía el vacío y su lengua estragos; en un instante el muchacho llegaría al orgasmo. A sus catorce años recién cumplidos conocía tanto los gustos de sus compañeros de pandilla como su escaso aguante. Esta vez no habría problemas, llegaría a la siguiente clase sin recibir la bronca de costumbre aunque con algo de amargor en la garganta.

Pero el aviso del vigía que custodiaba la esquina trasera del edificio truncó sus planes inmediatos.

- ¡El viejo, que viene el viejo!

- Mierda. – dijo ella limpiándose la cara con la manga.

El muchacho que le sobaba las tetas bajo la sudadera deportiva también dejó de hacerlo.

Clara dejó a medias su tarea. La adolescente compuso su corta cabellera castaña como pudo. Todavía se estaba acomodando el pantalón del chándal cuando el viejo bedel apareció tras la esquina. Al pobre muchacho de la mamada apenas le había dado tiempo de subirse la cremallera del pantalón y el resto de los presentes hicieron desaparecer los teléfonos móviles que inmortalizaban la escena como por arte de magia.

- ¿Ya estáis otra vez aquí? ¿No habéis oído el timbre? ¡A clase, pedazo de gandules! ¡Sois carne de cárcel! Me cago en la puta… ¡Tú!

Dijo agarrando a Clara por el brazo cuando pasaba junto a él.

- ¿Qué narices pasa?

- ¿Qué pasa? Ya sabes bien lo que pasa. Qué te crees… ¿Qué soy tonto? Acabarás mal, chiquilla… pero que muy mal…

- ¡Déjame, viejo!

- Te soltaré cuando me dé la gana… - dijo el hombre pasando el dedo por la blancuzca mancha que la chica tenía bajo el labio. - ¿Qué es eso? ¿semen?

- ¡Déjame, cabrón!

- ¡Llamaré a tu casa! ¡Sabes que conozco muy bien a tu madre y le diré lo que haces con tus amigos! ¡Le diré que eres una guarra…!

- ¡Que te den!

Y dando un tirón ella se libró del acoso. Los chicos ya habían desaparecido. Eran muy valientes de boca pero a la hora de la verdad ninguno intercedía por ella ante el viejo conserje. Clara tenía que valerse por sí misma. Corrió hacia su clase, llegando justo a tiempo, unos metros por delante del profesor Bombilla.




Ciertamente le daba lo mismo la clase de matemáticas. Matemáticas, inglés, lengua… intentaba atender pero pronto su mente se distraía con cualquier cosa, el simple vuelo de una mosca era suficiente. Sus notas eran pésimas en casi todas las asignaturas. Solamente aprobaba con cierta solvencia la educación física y no precisamente porque fuese una fuera de serie sino porque la profesora le tenía enchufada… o encoñada según se mire, desde que compartían duchaal final de las clases del viernes, cuando el gimnasio del instituto ya estaba desierto y los gemidos de la maestra no podían ser escuchados por nadie.

- Recordad que mañana tenéis el examen de recuperación… ¿de acuerdo?

El Bombilla se acercó a Clara perfectamente consciente de que la chica no le estaba prestando la más mínima atención.

- ¿De acuerdo, Clara?

- ¿Eh?

La clase entera se volvió a reír de ella una vez más.

- Clara, baja a la tierra con el resto de nosotros…

- ¡Sí, sí! Mañana… examen… recuperación… ya… ya lo apunto…

Pero sería en un lugar recóndito de la mente ya que no hizo ademán alguno de coger el boli o abrir la libreta.

Al terminar las clases Carlos, el chaval más apuesto de su grupo, se le acercó y le dijo acariciándole levemente el trasero:

- Pero… ¿vendrás esta tarde al local?

- ¿Al local? Sí, claro.

- Tenemos algo pendiente tú y yo.

La chica se estremeció al escuchar aquella declaración de intenciones y el casi imperceptible toqueteo en su trasero. Ocupado casi todo el tiempo con Nuria, su novia oficial, su amigo más especial apenas le hacía caso a no ser que buscase algo a cambio.

- Sí, sí… esta tarde… allí estaré.

- Mi hermano me ha pedido que le mande más vídeos tuyos… ya sabes. Ya he quedado con los chicos. Va a ser épico…

A Clara se le encogió un poco el alma. Había albergado la esperanza de pasar un rato íntimo y a solas con Carlos pero estaba claro que él tenía otros planes. Aun así no se quejó, se conformaría con las migajas que él le daba una vez más: una caricia, un abrazo, un beso o, si quedaba satisfecho con su actuación delante de la cámara, tal vez algo más íntimo.

- Entiendo – dijo ella asintiendo sin expresar ninguna emoción – El militar…

- Caballero Legionario.

- Eso… Legionario, militar… ¿Qué narices importa?

- Quiere verte haciéndolo y dice que con cuantos más chicos, mejor. Está loco por ti. Ya verás cuando venga en un par de semanas. Te va a destrozar el trasero. La tiene enorme.

La joven construyó por enésima vez su coraza de indiferencia con los pedacitos de su autoestima, barrera que le hacía más llevadero el hecho de que su amor desde infantiles la tratase de esa forma tan indiferente o que su mamá apenas le hiciera caso. Acostumbrada satisfacer a los amigos africanos de su madre no le preocupaba lo más mínimo el tamaño del falo del hermano de su compañero de clase.




- Seguro que sí.

- No te olvides, es importante para mí.

- Que sí, “pesao”… después de comer allí estaré, sin problemas.

- ¿Seguro? No me falles, Clara.

Tan sólo con llamarle por su verdadero nombre él ya la tenía comiendo de su mano. A diferencia del resto era relativamente respetuoso con ella, sobre todo cuando necesitaba algo.

- Que sí. Tranquilo por eso. Sabes que no lo haré.

Carlos estaba eufórico y no precisamente por intimar por la muchacha, eso era tan habitual para todos los del grupo que carecía de mérito. Iba a hacer feliz a su venerado hermano mayor. Ni sabía la cantidad de vídeos que ya le había mandado con la misma protagonista: Clara desnuda, Clara mamando, Clara por delante, Clara por detrás, Clara con tres, Clara con seis…

Él creía que su hermano comerciaba con ellos y se sacaba un sobresueldo gracias a sus compañeros de tropa. Jamás se le pasó por la cabeza que a su hermano le interesase más los amantes masculinos de la muchacha que ella misma.

La chica llegó a su casa con esa sensación que se tiene cuando te parece que has olvidado algo importante. Una vez más no había nadie esperándola, su madre trabajaba hasta tarde. Una Coca-Cola, patatas fritas y cuatro donuts fueron su alimento. A Ana, su madre, no le había dado tiempo de hacer la compra. La adolescente se largó todavía masticando la comida, no soportaba estar sola.

Clara tenía pánico a la soledad. Desde muy niña había pasado las noches mirando a la puerta de su casa, esperando a que su madre volviese del trabajo o de alguna correría nocturna. Le horrorizaba quedarse sola, no dormía pensando en que su madre no volvería un día tal y como sucedió con su papá, fallecido en accidente de tráfico. Por eso empezó a ir a casa del pervertido de su vecino, un enfermo obsesionado con todo tipo de juguetes sexuales, ycomplacía a los chicos desde muy temprana edad. Al menos de aquella manera estaba acompañada, aun a costa de tener que hacer ciertas cosas, le apeteciesen o no.

Al llegar al local buscó la llave debajo de un ladrillo. El antro olía bastante malaunque sabía que pronto se acostumbraría. Lo tenían alquilado al frutero del barrio por poco dinero. Junto con los muchachos lo habían acondicionado con muebles que encontraban en los contenedores, lo que le daba al espacio una decoración bastante vintage y variopinta. Se trataba de un edificio apartado del pueblo bastante grande, con una estancia principal, dos cuartuchos al fondo e incluso un lavabo que llevaba meses sin ser limpiado. En los cuartos había dos camas que los chicos utilizaban como picadero para sus conquistas aunque pocas chicas se adentraban allí estando sobrias ya que, a excepción de Carlos, no eran precisamente los chicos más populares del instituto.

Sobre esas camas se tiraban a Clara, aunque para hacerlo no les importaba utilizar los sofás, los sillones o incluso la mesa. Cualquier sitio era bueno para montárselo con la adolescente más promiscua del instituto. Reinaban sobre todo el mobiliario una enorme televisión de pantalla plana y una consola último modelo con la que todos juntos se entretenían horas y horas.

La chica se apresuró a sabiendas de que pronto tendría compañía. Clara no tenía amigas, prácticamente sólo se relacionaba con los chicos de su clase desde muy niña. Se sentía mucho más cómoda con ellos. Eran brutos, sobones, directos, bastante soeces e impetuosos a la hora del sexo pero por el contrario eran más nobles, bastante más sinceros y mucho menos dados a las maquinaciones, celos o envidias que las chicas de su entorno.

Encendió la tele y comenzó una partida a su juego favorito, el de carreras de coches, recostada en el sofá. Era la mejor del grupo jugando a la consola tanto por su habilidad innata como por la multitud de horas dedicadas a ello. Estudiar nunca había sido lo suyo en cambio lo virtual se le daba de vicio.

Le dio tiempo a pasarse varios niveles pero pronto los golpes en la puerta le cortaron el rollo.

- ¿Dónde has dejado la llave? – Chilló alguien desde el exterior.

- ¡Está abierta… gilipollas!

- Gilipollas tu puta madre – protestó en recién llegado -. Buenas tardes, ChupaClara.

- Buenas, hijoputa.

- ¿Soy el primero? ¡Qué suerte! – Exclamó el chico en plena efervescencia invadiendo el espacio vital de la muchacha.

- No me jodas que ahora estoy a punto de…

- A punto de abrirte de piernas para mí…

- ¡Que no! – gruñó Clara - Hay que esperar a que venga Carlos con la cámara de su padre…

- ¿Desde cuándo hay que esperar a Carlos para metértela? Ni que fuese tu novio ¡Que le den!

La adolescente protestó cuando el muchacho se abalanzó sobre ella. Pugnó para quitarle el mando y que la chica dejase el juego para más adelante pero ella se resistió.

- ¡Uff! Cómemelo un rato si quieres pero deja que termine…

- Que no, que para una vez que soy el primero… voy a follarte como a mí me gusta. Además, a saber cuántos se han corrido ahí adentro ya hoy.

Haciendo valer su superioridad física el muchacho arrancó de un tirón las mallas, las bragas y zapatillas deportivas de Clara. Tuvo el detalle de dejarle la sudadera de los Dallas Cowboys puesta.

- ¡Dejameeeee…pesadooooo! – continuó protestando ella sin quitar la vista de la pantalla -¡Espera a que termine!

- ¿Cómo es que lo llevas siempre tan depilado? – Dijo él haciendo caso omiso a la petición, separando los labios vaginales de la muchacha.

Clara no quería descubrir una de las pasiones ocultas de su vecino sesentón. Cuidar la higiene de su zona íntima e introducirle juguetes sexuales por el ano era algo habitual cuando pasaba las horas muertas en su casa así que contestó a su manera irreverente:

- Es que me lo pela tu puta madre a lametones… ¡Déjame un momento, cabronazo!

- ¡Ni hablar, zorra!

El chico dio por perdido el mando y se dedicó a otros menesteres. Con la delicadeza de un mandril atacó el coño sin miramientos. Sin lubricación alguna metió dos dedos cuanto pudo y los retorció. Con el cine porno como principal referencia en lo relativo al sexo, tanto él como sus amigos actuaban de ese modo con ella convencidos de que esa formadura e impersonal de proceder era lo que les gustaba a las chicas.

Clara gruñó:

- ¡Ten cuidado, idiota! Me haces daño.

- ¿Qué ladras? ¡Si te han metido tanta polla que tu coño parece de goma! Te la voy a clavar tan a dentro que te va a salir la punta de mi rabo por la boca.

La chica suspiró. Los chicos tomaban aquellas ocurrentes frases de las películas pornográficas que veían juntos. Se suponían que tenían que calentarla cuando en realidad le parecían de lo más graciosas e infantiles.

- ¡Joder! Mira que eres pesado… Ahora nooooo, que estoy batiendo mi récord – protestó la chica con la mirada fija en la pantalla.

Pero iba a ser que sí. El chaval estaba sobreexcitado y además era más fuerte que ella. Por otro lado no puede decirse que Clara hiciese una defensa numantina de su entrepierna. Jamás lo hacía. Sin dejar de jugar a la videoconsola se resignó a su suerte, acomodó su cadera en el sofá y, separando sus rodillas, se mostró receptiva ante la propuesta de sexo de su amigo.




Mientras el chico se masturbaba para alcanzar la dureza necesaria para el coito ella permanecía a la espera sin más.

Más tarde, al llegar a casa, en la soledad de su cuarto, los remordimientospor sus actos aflorarían y rompería a llorar. Entoncesseengañaría a sí mismarestando importancia al hecho de que sus colegasla follasen una y otra vez sin pedirlepermiso. Repetiría una y mil veces que era solo sexo, algo físico, un pequeño sacrificio sin mayor trascendencia, algo nimio a cambio de ser aceptada en el grupo y no ser condenada a la soledad y al rechazo por su promiscuidad al que le condenaban las otras chicas. En realidad eran unas hipócritas: en público renegaban de ella por puta y en privado la envidiaban por tener una vida sexual tan intensa y variada.

Clara aceptaba las proposiciones que recibía de los muchachos de su entorno con aparente indiferencia. Le apeteciese o no, rara vez salía un no por respuesta y cuando lo hacía, como aquella tarde, jamás era tomada en consideración. Incluso si se resistía la gozaban de todas formas sin ningún escrúpulo sabedores de que forzarla no tenía consecuencias; por mucho que le hiciesen, por mucho que se excediesen con ella tanto verbal como físicamente, por mucho que la humillasen con bromas referentes a supromiscuidad, día tras día la adolescente volvía al lugar de los hechos para que el ciclo se repitiese una y otra vez.

Prefería ser tachada de fácil e incluso de puta antes de ser excluida del grupo.

- Eso es. Ya está. Vamos allá…- Suspiró el chaval insertando su verga en lo más profundo de la vagina de la adolescente.

El joven amante inició la cópula con energía. La adolescente menuda de blanquecina piel y turgentes senos fornicaba con tantos hombres que ninguno de los muchachos tomaba precauciones a la hora de tener sexo con ella. Hacerlo al natural elevaba el grado del placer varios puntos y pensaban que, si se quedaba preñada, el bebé podía ser de cualquiera del barrio. A diario salían nuevos rumores en el instituto acerca de la actividad sexual de Clara y, en su mayoría, eran ciertos.

- ¿Lo ves? Estás súper caliente, te ha entrado como si nada.

La joven no perdió el tiempo en explicarle que no podía estar más equivocado; que al penetrarla de esa forma tan brusca y sin ser estimulada previamente era como sentir un puñado de cristales entrando y saliendo de su coño; que lo que de verdad le gustaba a ella es ser tratada con dulzura y cariñoy no como a una actriz de película para adultos barata.

Era inútil gastar saliva con ellos: para los chicos sexo y porno eran lo mismo, al menos cuando se trataba de Clara.

El orgullo le impidió a la adolescentemostrar debilidad. Tenía que ser dura si quería sobrevivir en el grupo, incluso más que ellos.

- De eso nada, lo que pasa es que la tienes tan pequeña que ni me he enterado.

Herido en su ego, el joven macho se despachó a gusto.

- ¡Te vas a enterar! – Aulló clavándosela hasta el fondo.

Él lo dio todo. La folló con toda la violencia que su ímpetu juvenil fue capaz de desarrollar. La aprisionó contra el sofá en un intento de demostrarle a la joven lo equivocada que estaba con respecto al tamaño de su falo. Pese a ello Clara intentó seguir con la partida. Mal que bien se las apañaba para gestionar las curvas del circuito pero llegó un momento que le fue imposible controlarse.Su vagina tenía criterio propio y siempre terminaba cediendo ante el estímulo de una polla restregándose contra sus paredes así que el vehículo que conducía terminó irremediablemente estrellado contra una farola.

- ¡A la mierda! – murmuró entornando los ojos y abandonándose por completo al placer -.

Clara se odiaba a sí misma por ello pero estaba claro que, como digna hija de su madre, le gustaba follar. Sexualizada desde muy niña por los amigos de su mamá, conocía los secretos de la cama tanto o más que las curvas del video juego. Su cuerpo había aprendido a generar fluidos sin apenas estímulos, lubricantes naturales que le hacían más llevaderas las situaciones como aquella de sexo rápido y animal.

La chica no le daba demasiadas vueltas a su caótica vida y disfrutaba con el sexo aunque en un primer momento no le apeteciese hacerlo. Pese a su rudeza en chico sabía lo que hacía y, de tanto practicar con ella, la joven había conseguido transformar a sus amigos frikis en un grupo de amantes bastante competente, incluso dos o tres realmente buenos como aquel.

A punto estaba de correrse cuando recibió en su interior un generoso chorro de esperma caliente. Clara no era muy estricta a la hora de exigir preservativos a sus compañeros de pandilla, era ella la que tenía que comprarlos si quería que los usasen y siempre iba corta de dinero.

Saciado su instinto primario, él sacó la verga a toda prisa, se limpió con las mallas grises de la chavala, le arrancó el mando de la consola y ocupó el lugar central del sofá.

- ¡Trae aquí, ChupaClara! Me toca.

Clara se quedó observando la pantalla, sentada en un lado del sofá, cubriendo sus rodillas con la holgada sudadera deportiva. El esperma caliente salía de su sexo lánguidamente formando una pequeña mancha que se uniría a las ya resecas de días anteriores. Ni siquiera había llegado al orgasmo pero eso al muchacho le trajo sin cuidado. Más tarde, cuando él recargase energías, volvería a gozar de Clara sin cortejo previo; la tarde apenas había comenzado.

- Eres tan malo jugando como follando – rio Clara cuando el coche conducido por el chaval se hundió irremisiblemente en un río.

- ¡Que te den, puta!

- ¿Jugamos una a medias?

- Vale pero si pierdes me la chupas un rato.

- Como quieras.

Los chicos fueron llegando. Algunos en grupo y otros de manera individualizada. El ritual con todos era siempre el mismo:

- Hola, ChupaClara – le decían.

- Hola, hijo de puta – respondía ella.

Alguno acompañaba el saludo a la chavala con magreos en las tetas o tocamientos en la zona genital. Ella se mostraba indiferente haciendo algún comentario sobre lo que ocurría en la pantalla para que no se cebasen con ella.

La adolescente era tan buena jugando que derrotaba a todos sus contendientes, cosa que les irritaba mucho. Así que intentaban mil y una formas de desestabilizarla para que perdiese. Solían colocarse a ambos lados de Clara y le abrían las piernas, acariciándole los muslos, el sexo y los pechos para desconcentrarla pero aun así la chica conseguía los mejores tiempos una y otra vez aun con uno o varios dedos ensanchándole la vagina o el ano.

Entre triunfo y triunfo Clara miraba a la puerta de reojo. Mientras las manos de los inquietos adolescentes recorrían su cuerpo impunemente su nerviosismo iba en aumento: no dejaban de llegar chicos pero el único que le interesaba de verdad no.

- Mierda, joder. ¡Otra vez he perdido! – Dijo su enésimo contrincante.

Lanzó el mando de la videoconsola bastante enojado, se rascó el paquete, agarró uno de los cojines y lo tiró al suelo, justo en medio de sus pies y le gritó secamente a la chica:

- Venga, ChupaClara… ejerce.

- ¡Pero si he ganado!

- Que no me calientes la cabeza, chúpamela de una vez. Tengo ganas.

- Pues yo no.

- ¡Pero quítate la ropa y hazlo, joder!

- Hace frío.

- Me la suda. ¡Que te desnudes, ChupaClara! Me apetece verte las tetas…

- ¡Que no! – Chilló la joven intentando apartar las manazas que la acechaban.

Segundos después la chica se encontró totalmente desnuda y arrodillada en posición de combate.

- ¿No tendríamos que esperar a Carlos?

- Carlos esto… Carlos, lo otro… ¿qué pasa, Clarita? ¿Sigues enamorada de Carlitos como en el colegio?



Esta vez Clara no encontró ninguna contestación hiriente lo que provocó la risa burlona de todos los presentes. Con cierta desgana echó mano al paquete del muchacho. Al bajar la cremallera y olió el aroma que emanaba de la verga protestó:

- ¿No te has duchado después de educación física?

- ¡Naa! ¿Ahora te vas a poner fina? ¡Pero si se la chupaste hasta a un perro! Todo el mundo lo sabe.



Clara suspiró. Aquella era una falsa leyenda urbana que corría sobre la joven y, aunque la había desmentido mil veces, había calado como cierta en el instituto y poco o nada podía hacer contra la fuerza de semejante bulo.

- Sois unos cerdos – murmuró casi a la vez que se jalaba la verga del adolescente.

Clara conocía las pollas de sus amigos tanto o más que los circuitos del videojuego. Cada vena, cada pliegue, cada arruga de prepucios y escrotos los tenía clavados en la retina a fuerza de pasar horas frente a ellos. Los había visto crecer desde que, de niños, les enseñó a masturbarse. Podía distinguirlas por su sabor o por la textura del esperma. De hecho, uno de sus primeros juegos sexuales fue ese: adivinar, con los ojos cerrados, de quién era el pito infantil que entraba en su boca.




- ¡Mírame, Clara! ¡Sonríe a la cámara! – rio el mamado teléfono móvil en mano -. Se la voy a mandar a tu querido Carlos para que vea lo que se está perdiendo y se dé prisa.

Ella se limitó a extender el dedo corazón de una de sus manos aunque no por eso dejó de chupar.

El combate fue tan breve como desigual. Ella era una mamadora excelsa y él estaba caliente como el palo de un churrero así que la felación no se alargó más allá de un par de minutos.

- ¡Uhmm…qué buena eres, ChupaClara! – suspiró el chaval mientras eyaculaba entre los labios que tanto placer le habían proporcionado.

En general las relaciones sexuales entre Clara y los muchachos solían ser intensas y cortas; liberadas de cortejos estériles y sentimientos superfluos. Cuando surgía el deseo físico en ellos saciaban su instinto primario con la fémina y después dejaban su lugar para el siguiente colega, sin implicaciones sentimentales. Más parecía una relación sexual entre animales que entre personas dada la total falta de implicación emocional. No es que las tardes en el local fuesen una orgía continua de película porno, simplemente que follarse a Clara era una actividad más como fumar unos porros, beber algunas cervezas, jugar a la consola y hablar de fútbol o de tetas. De tanto practicarlo habían integrado el sexo con ella en su rutina como algo cotidiano y natural, dándole una importancia relativa a lo que otros chavales de su edadconsideraban comoalgo extraordinario.

- ¡Venga, ahora a mí! – dijo otro joven bajándose los pantalones hasta los tobillos.

- Pero… ¿y qué pasa con la película de Carlos? Luego no vais a dar la talla.

- ¡Si es por eso no te preocupes que pollas no te van a faltar para tu puta película!

- ¿Por qué dices eso? – Preguntó Clara comenzando a frotar el siguiente miembro viril de la tarde.

- Van a venir dos chicos nuevos.

- ¿Dos chicos nuevos? – Preguntó Clara torciendo el gesto - ¿quiénes son?

- ¿Y a ti qué más te da? Te abres de piernas como siempre y ya está.

- Eso también lo puedes hacer tú, maricón – repuso ella con acidez -.

- ¡Que te calles y chupes, joder!

Entre partidas, bromas y porros Clara fue dando placer oral y vaginal a un muchacho tras otro conforme la tarde transcurría. Sus mallas sirvieron para limpiar los restos de fluidos que caían de los penes tras las cópulas transformándose en un lienzo abstracto de manchas confusas. Manchas que tendría que limpiar en cuanto llegase a casa para no escuchar la enésima bronca por parte de su madre. No había problemas en que la joven participase de las orgías montadas por su mamá con adultos de colorpero cuando se trataba de tener sexo con sus amigos todo eran gritos, reproches y broncas.

Pasadas las seis de la tarde llegó Carlos y no lo hizo solo. La actividad sexual en el local estaba en su apogeo. Sin dejar de follar a perrito y con un pene en la boca Clara ardía por dentro. De hecho estaba tan entregada a la causa que ni se enteró de la presencia de su amor platónico; cuando practicaba sexo la jovencita perdía la noción del tiempo y del espacio.

- ¡Hola chicos! – Saludó Carlos siempre jovial - ¡Hola Clara!

La adolescente miró a los visitantes de reojo sin dejar de mamar, se trataba de dos chiquillos de primer curso, tan solo los conocía de vista.

- ¡Ho… hola! – Respondió ella ruborizada tras sacarse la verga de entre los labios.

- He traído a unos amigos nuevos. Querían conocerte.

- Va… vale.

- En cuanto termines… te pones con ellos para eso que hemos hablado, ¿vale? He traído la cámara buena, la follada va a quedar genial.

- Como… como quieras – repuso ella sin dejar de mover la cadera.

Los dos recién llegados a duras penas daban crédito a sus ojos, como si nunca hubiesen visto a una chica desnuda en directo y mucho menos manteniendo relaciones sexuales con varios chicos a la vez. Obviamente, y como el resto de alumnos del centro educativo, guardaban en su teléfono móvil un arsenal de fotos de Clara en plena ebullición aunque verlo en persona era mil veces mejor. La ninfa, sin ser la más bella del instituto, era realmente hermosa: sudorosa y embargada por la lujuria era infinitamente más sensual y atractiva que en la fría pantalla de un celular.

Aprovechando el descuido y como protesta por la interrupción el chaval agraciado con la felación de turno tuvo la ocurrencia de eyacular en la cara de Clara. Fue un acto traicionero y poco caballeroso que arrancó la carcajada a los presentes.

- ¡Ay, joder! – protestó ella quitándose el esperma de los párpados al tiempo que un nuevo chorro de semen colmó su vagina -. ¡Sois unos cabrones!

Una vez aliviados los muchachos de la pandilla habitual siguieron jugando a la consola. Clara se aproximó a Carlos y a los dos recién llegados.

- Hola Clara. Te presento a…

- Ma…Mario – dijo el más alto con voz temblorosa -.

- Yo soy Joel. Tienes unas tetas gigantes, ChupaClara – le dijo el otro de manera atropellada.

Ambos presentaban cierta prominencia a la altura de la bragueta y no dejaban de mirarle el sexo y el semen resbalando por sus muslosaunque lo hacían de forma diferente: mientras uno era relativamente discreto e intentaba aguantar la mirada a Clara el otro lo hacía con descaro, con los ojos encendidos por la lujuria, tanto que incluso provocó un imposible: que Clara se sintiera incómoda estando desnuda delante de otra persona hasta el punto de llegar a cruzarse de brazos para cubrir disimuladamente sus senos.

- Carlos, ¿podemos hablar en privado?

- Claro – contestó él llevándosela al baño - ¿Qué pasa?

- ¿Qué pasa? ¡Son unos críos! ¡Eso es lo que pasa!

- ¿Y?

- ¡Pues que paso de follar con niños, ya lo sabes! Te lo he dicho mil veces, no me gusta. Luego me miran raro en el instituto y no dejan de seguirme por la calle.




- ¿Pero de qué vas? Nosotros ya lo hacíamos contigo a su edad, mucho antes. Además necesitamos la pasta y esos dos tienen mucho dinero. Este sitio es una mierda, quedamos en comprar un par de sillones de gamer, ¿lo has olvidado?

- No, pero…

- Venga… no seas tonta. Cuando se vayan me quedaré un rato para… ya sabes – le susurró el chaval acariciándole el trasero suavemente - … estar juntos.

A Clara se le erizó el vello de la nuca y sus pezones reaccionaron por el contacto.

- ¿Y no has quedado con Nuria? – preguntó con un nudo en la garganta.

- No. Está castigada por no sé de qué mierdas de una minifalda muy corta, su padre es un gilipollas - insistió él intensificando los tocamientos -. Venga, no seas mala… hazlo por mí.

Él sabía de su influencia sobre la joven y que esta se plegase a sus deseos era sólo cuestión de tiempo. Una falsa promesa, una sonrisa postiza y un poco de afecto simulado eran suficientes para vencer su escasa resistencia. Clara podía parecer dura, fría e impertinente ante los demás pero cuando se trataba de Carlos se transformaba en una complaciente corderita.

- Vale, está bien – se rindió Clara -. Haré lo que quieras.

- ¡Genial! Ya sabes cómo le gusta a mi hermano que lo hagas…

- Sí, ya sé: “que sea muy guarra” – dijo la joven imitando la expresión más repetida por el militar.

- ¡Eso es! -la interrumpió el chaval entusiasmado -. Ah, por cierto: antes límpiate la cara de semen, pareces una puta.

La ya de por sí frágil autoestima de la muchacha se resquebrajó un poco más. Estaba tan acostumbrada a escuchar ese sucio apelativo en boca de gente que ni siquiera conocía que ya no le daba importanciapero viniendo de Carlos le dolió. Cuando se quedó sola aseó su cuerpo y se enjugó las lágrimas. Se avergonzaba tanto de sí misma que no tuvo el valor suficiente como para mirarse al espejo. Antes de salir de nuevo a reunirse con los muchachos, respiró profundamente: no quería que sus amigos en general y Carlos en particular notasen que había estado llorando.

Clara intentó mirara otro lado durante la negociación. No quería saber cuál era el valor que Carlos daba a su cuerpo. No era la primera vez que follaba por dinero, de hecho prácticamente todos los electrodomésticos del local habían sido financiado por su coño, pero jamás había asistido en directo al pago. Se sintió sucia e incómoda cuando los billetes cambiaron de manos.

Sus dos compañeros de rodaje eran poco más que niños. A sus doce años apenas habían experimentado el cambio hormonal. Clara era más bien bajita y aun así uno de los chavalitos le llegaba como mucho a la altura de los ojos.

Estaban nerviosos, se movían de un lado para otro. Uno, el rubio de risa peligrosa, parecía más ansioso y llevaba la voz cantante y el alto, de rasgos más finos y pelo oscuro era más retraído. A Clara le pareció mucho más guapo. En unos años suspirarían por él un montón de chicas del instituto pero aparentemente no era más que un polluelo asustado a punto de abandonar el nido por primera vez.

El cuerpo desnudo de Clara era un reclamo para la vista imposible de ignorar. Los jovenzuelos la miraban embobados con los ojos fijos en un solo lugar. En dos, mejor dicho: los pechos de la joven que, liberados de las amplias prendas con las que normalmente eran cubiertos en el instituto, aparecían en todo su esplendor para mayor gloria de los estudiantes de primaria.

- Pobrecillos – dijo uno de los mayores.

- Los va a matar… – apuntó otro.

- ¡Te va a dejar seco, chaval! - Gritó

- Duro con ellos, ChupaClara.

- Estoy lista – dijo a Carlos con aire desafiante frente a la cámara encendida -.

Estaba claro que si el chico quería algo espectacular por ella no iba a quedar. Carlos extendió uno de los colchones del cuartucho de atrás en el suelo, manipuló el objetivo y chilló cuando estuvo listo:

- Adelante.

Decidida y directa Clara no se entretuvo en preliminares, ni siquiera bajó la bragueta a sus primerizos amantes, sencillamente introdujo a cada uno una mano por el hueco que dejaba el pantalón y el abdomen y comenzó a besarlos alternativamente mientras les sobaba las vergas. Si alguno tuvo algún escrúpulo por el sabor a esperma que destilaba la muchacha se lo guardó para sí y disfrutó de la calidez de la boca de Clara.

También a la hora de besar los chavalines eran diferentes. El rubio recibió la lengua ansioso e intentó introducir la suya en el interior de la boca de Clara. Fue torpe y atolondrado. Eran besos húmedos, bruscos y carentes de pericia.

En cambio el moreno se lo tomó con mucha más calma. Clara lo caló al instante: estaba claro que, al menos en el arte del beso, no era primerizo. Fue dulce y firme al mismo tiempo, la joven disfrutó del ósculo y lo alargó cuanto pudo hasta que el otro chaval reclamó lo suyo y volvió a la carga con su ingente arsenal de babas.

Igualmente en lo relativo al tamaño de los miembros viriles los jovencitos presentaban considerables diferencias y de nuevo el más retraído ganó por goleada. Las pollas crecían conforme los tocamientos iban intensificándose y mientras una era bastante deficiente la otra resultaba de lo más apetecible para Clara. Estaba claro que el muchacho tenía cara de niño pero de cintura para abajo ya era todo un hombre.

- Venga… ¡quítales la ropa! – Ordenó Carlos -Recuerda: ve a saco.

Poco o nada tardaron las prendas en salir despedidas por todos los lados. Una vez asumido su papel Clara estaba en su medio natural y actuaba como la experta maestra de ceremonias que era. Colocó a los dos chavales sobre el colchón y, separándose el mechón rebelde de su cara, empezó a mamar al rubioal tiempo que acariciaba los testículos del moreno. Mientras se metía la polla hasta el fondo, miraba a la cámara con determinación, procurando que en todo momento sus maniobras quedasen al alcance del objetivo. Ni sabía la cantidad de veces que había repetido una escena como aquella antes, su mamá le había enseñado cómo hacerlo. A Ana jamás le había importado que sus novios grabasen a su hija teniendo sexo.

El rubio comenzó a gemir poco tiempo después. Puso los ojos en blanco y su cuerpo se tensó.

- O te lo tiras ya o se va a correr – apuntó acertadamente alguien-.

Clara sabía que el espectador no se equivocaba, los chicos de esa edad a los que se había follado no se caracterizaban por su aguante. Casi ni le dio tiempo a colocarse encima de él. En cuanto le agarró la verga y se la metió por el coño sintió la tibieza del semen derramándose en su interior.

- ¡Vaya picha floja!

- Estaba claro.

- ChupaClara es mucho para ti, chaval…

- Veamos si el otro se lo curra más.

Clara se fijó enelmuchacho tímido y le gustó lo que vio: su verga tenía un aspecto inmejorable. Se colocó sobre él, ensartándoselo de un golpe, dispuesta a disfrutar de las excelencias de aquel bonito pene. Fue mucho más condescendiente con él, le regaló un polvo tranquilo y sensual. Haciendo movimientos circulares con el vientre agarró las manos del morenoy se las llevó a los pechos. Se encontró realmente cómoda con la verga del chaval en el sexo y con esa forma tan tierna que tenía de sobarle los pezones. Ella se calentó tanto y lo pasó tan bien que incluso de su boca brotaron más de un gemido y algún que otro gritito. Los pómulos de la chica se mostraban tan ruborizados como los del chaval, señal de lo mucho que disfrutaban acoplados en lo más profundo de sus cuerpos.

- Vaya, vaya….parece que ChupaClara lo está pasando realmente bien.

- Cuidado Carlos… parece que te ha salido un rival serio.

- Je, je, je…

Para el chico fue un polvo mágico e irrepetible y para Clara uno de los que no olvidaría en mucho tiempo. Hasta los espectadores impertinentes dejaron de hacer comentarios estúpidos y fotografías con sus teléfonos móviles y simplemente disfrutaron del espectáculo. Clara follando era prodigiosa, más aún si gozaba al hacerlo. Todo su cuerpo resplandecía meciéndose de forma acompasada al son que marcaban las contracciones de su vagina. Sus pechos colmaban las manos del muchacho y él se aferraba a ellos como si de ello dependiese su vida.

En un momento dado Clara incrementó el ritmo, él aguantó como un campeón. Ella quiso llevarle al límite, él superó la prueba con buena nota. Plena de polla y montándolo a galope la joven se corrió por fin esa tarde gracias a la verga de un supuesto primerizo. El tímido chiquillo logró lo que nadie había sido capaz de conseguir. No le sobró mucho aguante, casi de inmediato él se derramó en lo más profundo de la amazona.

Cuando todo terminó y sin desacoplarse el uno del otro, Clara susurró al oído de su amante:

-¡Gracias! Has estado fantástico… – y tras lamerle el lóbulo de la oreja, prosiguió -…felicita de mi parte a la chica que te enseñó a hacerlo tan bien, tiene mucha suerte.

El chico sonreía de oreja a oreja tanto por la sesión de sexo como por el piropo. Él no lo sabía pero Clara rara vez daba un cumplido a sus amantes, sólo lo hacía cuando se sentía plenamente saciada.

A pesar del escandaloso orgasmo obtenido y que estaba más que satisfecha la joven sabía que su papel como actriz porno no había terminado aquella tarde. Faltaba el gran final. Se encaramó sobre el muchacho rubio, algo molesto al verse desplazado por su otro compañero y le estampó el coño en plena cara. Este, muy sorprendido, no supo qué hacer con la intimidad de la joven a la altura de su boca.

- ¡Lame, joder! – le ordenó Clara, molesta por su infinita torpeza.

El chaval hizo lo que pudo, obviamente no fue suficiente. La chica tomó de nuevo la iniciativa y, utilizando su sexo como improvisada brocha, extendió sobre la cara del muchacho la mezcla viscosa que brotaba de su vulva. Cuando se incorporó, el rostro del rubio estaba totalmente impregnado de esperma, babas y flujo femenino.

Algo más tarde, cuando todos los chicos se fueron, Carlos y Clara quedaron solos en la parte trasera del local. Sentados sobre un camastro ella esperó pacientemente a que Carlos repasase un par de veces lo filmado. Hacía frío pero optó por quedarse desnuda con la esperanza de que el muchacho cumpliese su promesa y le hiciese caso.

- ¡Es genial! A mi hermano le va a encantar. Hay que ver cómo has dejado a ese pobre chaval… ¡mira como traga el semen del otro! ¡Es un marica!

Aprovechando la cercanía y viendo que Carlos no se decidía a actuar fue Clara la que tomó la iniciativa:

- ¿Me das un beso?– Preguntó.

- ¿Te has traído cepillo de dientes? ¿Te has lavado la boca?

- N…no…

- Pues entonces paso.

Ella encajó como pudo el enésimo desplante. A pesar de ello se tragó su orgullo y siguió rebajándose:

- ¿Quieres… quieres sexo?

Para su sorpresa el muchacho respondió afirmativamente, tenía el temor de que Carlos, una vez obtenido lo que quería de ella, la dejase plantada con alguna burda excusa, tal y como había sucedido varias veces.

- ¡Claro! Verte follar me pone muy caliente. Túmbate ahí, en el otro colchón. Ese está hecho una mierda.

- Pu… puedo lavarme el coño si quieres – dijo Clara colocándose en posición -. El agua está fría pero no me importa…

- ¡Naa… no hace falta! Basta con que te des la vuelta…

- ¿Darme la vuelta? ¿Quieres hacerlo… a cuatro patas?

- No exactamente, quiero darte por el culo. Nuri no me deja… y total, a ti te da lo mismo por dónde te lo haga. ¡Ah, por cierto! El sábado ponte guapa, ya sabes, minifalda y todo eso: es final de mes, hay que pagar el alquiler al frutero.

A la adolescente le fue imposible contener las lágrimas durante la sodomía. Carlos pensó que eran causadas por el ir y venir a través del intestino de su tremendo falo. En cualquier caso siguió reventándole el trasero a Clara como si nada, en realidad a él la chica le importaba una mierda.

La realidad es que el tamaño del pene de Carlos era más bien mediocre en comparación con los falos de ébano que atravesaban habitualmente el ano de Clara. El dolor que experimentaba al ser enculada por él era ínfimo en comparación al que sentía por el continuo desprecio hacia sus sentimientos de la persona que le tenía robado el corazón.




Eran más de las diez de la noche cuando Clara llegó a la puerta de su casa. Llovía mucho, estaba empapada. Ni se acordaba del examen del día siguiente. Los truenos le aterraban, temblaba tanto de frío como de miedo. A punto estaba de entrar en su casa cuando la puerta del adosado de al lado se abrió:

- Me ha llamado tu madre, dice que no vendrá hasta mañana por la noche. ¿Quieres pasar? Parece que hoy va a haber una buena tormenta.

Fue una pregunta retórica, la respuesta se sabía por anticipado. El pervertido vecino sabía del terror patológico de la joven a estar sola y también de su fobia por las tormentas.

Clara entró a casa del vecino cabizbaja y derrotada. Sus correrías sexuales del día todavía no habían terminado.

- Buena elección – dijo él dejándola pasar a su domicilio -. Precisamente hoy me han llegado unos cuantos juguetitos anales nuevos. Te van a encantar…

Fin.




 

 

 



Comentarios

  1. Llevaba rato esperando un relato más de Clara, es una chica genial, me gustaría un relato precuela de este y los otros 2, de como inicio, que quizá fue muy chica, o donde hace sus travesuras con su vecino

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    1. Clara ha sido desde siempre una de mis ninfas preferidas. No tiene una serie propiamente dicha pero sí tres relatos tal y como indicas. Intento dejarme la "puerta abierta" para seguir escribiendo sobre ella y, en efecto, las andanzas iniciales con su vecino es una buena excusa para retomarla como protagonista. Gracias por tu comentario.

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