"EL REGALO DE NAVIDAD" por VERONICCA

 Éramos  una familia normal, con un hijo de 14 años y una hija de 11, la edad que tenían en ese momento  en el que supongo que dejamos de ser una familia como las demás, para convertirnos en una familia envidiada o denostada por quienes conozcan nuestra historia, según su forma de ver la vida y disfrutar de ella.

El caso es que llegaron unas navidades como otras cualquiera de las que habíamos pasado juntos, con celebraciones familiares y regalos para los niños, pero en esta ocasión,  las cosas económicamente no nos iban muy bien, con los dos en paro y teniendo que ajustar mucho el dinero, por lo que mi marido y yo dudábamos sobre que regalar a nuestros hijos y que ellos no se sintieran decepcionados, ya que las cosas que nos pedían, se salían de nuestro presupuesto.

Así fue como en una noche que estábamos en la cama hablando de ello, mi marido, no sé por qué, se le ocurrió decirme:

—¿Qué te parece si a Daniel le hacemos el regalo de que pueda estar con una mujer y desvirgarse con ella?

—¿Qué dices? ¿Estás loco?, si sólo tiene 14 años.

—Sí, pero… ¿no te das cuenta de que está haciéndose pajas todo el día?

—Ya me he dado cuenta, claro, con todas las manchas de semen que tengo que limpiar, pero no sé de dónde vamos a sacar a una mujer para que se acueste con él, me parece una locura todo esto.

—Es que yo no hablaba de buscar a nadie. Esa mujer podría ser tú.

—¿Cómo? Bueno, tú has perdido el juicio ya totalmente, no sé cómo te atreves ni qué te ha pasado para proponerme estas cosas.

—No me digas que no te has fijado en cómo te mira tu hijo cuando te ve desnuda por casa.

—Sí, es verdad que me he dado cuenta, pero será porque está creciendo y yo no me he dado cuenta de que ya no es un niño. Tendré que tener más cuidado ahora en casa para que no me vea así.

—¡Anda!, que en el fondo te da morbo exhibirte ante el crío, reconócelo, porque tampoco te preocupas mucho en taparte cuando te ve las tetas.

—Mmmm, no sé, puede ser que inconscientemente….

—Mira, cariño, los chicos a esas edades tienen fijación por sus madres y se masturban pensando en ellas.

—¿Quieres decir que Daniel se masturba tanto porque yo le estoy excitando?

—Pues claro, parece mentira que seas tan ingenua.

—¿Cómo voy a pensar eso de mi hijo? Las mujeres no somos tan obsesas por el sexo como vosotros.

—Pues sí, créeme que es así, Yo hacía igual a su edad con mi madre.

—Ya, pero no creo que ella lo supiera y solo por eso, tu madre te dejara follarla.

—No, pero ya me hubiera gustado.

—Cómo sois los hombres, que barbaridad.

—¿Entonces qué te parece si le das una alegría al chaval y le haces un hombre?

—¿Qué me va a parecer? Pues mal, muy mal. No estoy dispuesta a hacer algo así, ni que estuviera loca.

—Pues a ver qué hacemos, porque se acerca el día y no tenemos nada para él.

—¿Y para la niña qué? Porque estamos igual, sin nada para ella tampoco.

—La podemos hacer el mismo regalo.

—¿Cómo que el mismo regalo? No te entiendo nada hoy. ¿No estarás insinuando lo que estoy pensando?

—Bueno…., y ¿por qué no? A ella también la encantaría algo así.

—Sí, seguro, claro. Cristina es solo una niña todavía y todavía no piensa en esas cosas….

—Eso es lo que te crees tú. Ya la pillé alguna vez tocándose el chocho.

—Pero bueno, ¿estás espiando a la cría también?

—No, mujer. Fue casualidad, que al entrar en su habitación me la encontré así, tumbada en la cama con las piernas abiertas, metiéndose el dedo.

—Madre mía, con 11 años ya…. ¿Y qué pasó? ¿Qué te dijo, qué la dijiste?

—Nada, me quedé mirando y ella se tapó enseguida, diciéndome que llamara antes de entrar. Le pedí perdón y cerré la puerta.

—Claro, normal. Ella ya va queriendo su intimidad.

—Sí, tienes razón, pero para que veas que estás muy equivocada con nuestros hijos, que andan muy salidos los dos ya.

—Puede ser. Las madres no nos damos cuenta de lo que crecen nuestros hijos, pero,  ese regalo que propones para quien sería ¿para ella o para ti?

—Si te pones así, para los dos, tengo que reconocerlo, pero no mientas tú tampoco y no me digas que la idea de disfrutar de tu hijo va a ser un sacrificio para ti y que no te pone cachonda la idea.

—Hombre, un sacrificio no, pero es que es algo que no debe hacerse.

—¿Y quién dice eso? ¿Qué tienen que opinar los demás sobre lo que pasa en nuestra casa?

—Qué cosas dices…. No sé ni por qué te escucho. Lo de mi hijo puedo llegar a entenderlo, porque empieza a tener sus necesidades, aunque me parezca mal, pero nuestra hija es demasiado pequeña todavía para que le des una polla como regalo de Navidad.

—Bueno, puede que sea así, pero no la voy a desvirgar si ella no quiere, sólo la dejaré jugar conmigo y que se divierta todo lo que quiera. Además, no lo veo tan raro tampoco, porque estoy seguro de que muchos padres dejan a sus hijas hacer eso.

—¿Tú crees? Aunque bueno, dejarlas “jugar” un poco es más razonable. No sé por qué me estoy dejando convencer para hacer esta locura tuya.

—Mira, si quieres nos lo pensamos bien y si no vemos otra cosa mejor, lo hablamos.

Pasaron los días y en mi cabeza se había convertido en un pensamiento permanente el hacer ese regalo tan especial a mi hijo, y según se acercaba la fecha, no se me ocurría ningún otro regalo que pudiera gustarles más a nuestros hijos, por lo que mi morbo iba aumentado de tal forma que ya no me dejaba pensar como una madre normal y la idea de mi marido ya no me parecía tan irrealizable.

A pocos días de Navidad, ya no podíamos esperar más para hablar más seriamente del tema, decidirlo y ponernos de acuerdo en lo que íbamos a hacer y como se lo íbamos a decir a nuestros hijos de la mejor forma posible para que no nos tomaran como unos locos pervertidos, por lo que nos pusimos a hablarlo, diciéndole a mi marido que después de pensármelo, había aceptado su propuesta, para gran alegría suya porque no esperaba mi decisión favorable, así que decidimos comunicárselo a nuestros hijos.

Los reunimos en el salón y les dijimos:

—Este año ya sabéis que andamos bastante mal de dinero, pero no hemos querido dejaros sin regalos de navidad y después de hablarlo entre nosotros hemos pensado en un regalo para ti, Daniel, que seguro que estás deseando mucho.

Nuestro hijo nos miraba con cara de sorpresa y bastante confundido por esta situación tan insólita de no saber a qué regalo nos estábamos refiriendo, mientras su hermana nos miraba también expectante, preguntándonos nuestro hijo:

—¿Qué regalo es?

—¿No te lo imaginas? —le preguntó su padre.

—Ni idea.

—El regalo será follar con tu madre —le dijo su padre, así directamente.

Daniel se quedó con la boca abierta, sin saber que decir, pensando que le estábamos gastando una broma, pero poniéndose colorado a la vez, tan sólo de pensar en que eso podía ser posible, acertando solo a balbucear:

—¿Quéee…? 

—¿No te gusta el regalo?

—Sí, pero……. ¿es que a ti te parece bien, papá? ¿y a mamá?

—Sí, lo hemos decidido los dos, y estamos de acuerdo. Además, para tu hermana tenemos otro regalo también.

—¿Qué regalo? —preguntó inocentemente, la niña, que todavía no había asimilado tampoco el regalo que le íbamos a hacer a su hermano.

—Lo mismo que a Daniel, pero conmigo ¿Te gustaría? —brillándole los ojos a mi marido mientras le proponía eso a su hija.

Pero nuestra hija reaccionó de forma diferente a su hermano, poniéndose a reír nerviosa, diciendo:

—Pero yo soy una niña, jaja —pensando en que era demasiado pronto para que ella pudiera follar.

—Sí, lo sabemos, pero sólo harás lo que te apetezca a ti conmigo. Yo no te voy a obligar a hacer nada que no quieras.

A nuestra hija le cambió la cara, porque se dio cuenta de que la cosa iba en serio y entonces, ya le entró la vergüenza sólo de imaginar lo que haría con su padre.

.—Entonces, ¿qué?, ¿os gusta vuestro regalo de esta Navidad?

—A mí sí —Respondió Daniel con entusiasmo.

—A mí también —dijo su hermana, con más timidez.

Diciéndole yo a mis hijos, pero dirigiéndome más a Daniel:

—¿Cuándo queréis recibir vuestros regalos? ¿Esperamos al día de Navidad u hoy mismo?

A mí hijo estaba claro que ya le había entrado la ansiedad por recibir su regalo, atreviéndose a decirme:

—Si puede ser hoy…..

Yo sonreía por su candidez, aunque el morbo me devoraba por dentro tanto o más que a él, preguntándole:

—Sí, claro. Entonces… ¿vamos a mi cama?

—Bueno, vale —me dijo él, sin creerse mucho todavía lo que iba a suceder.

Ya en la habitación, me puse a desnudarme, y cuando quedaron mis tetas  al descubierto se quedó mirándolas fijamente, invitándole yo a tocarlas:

—Acaríciame,  chúpamelas, haz lo que quieras con ellas.

Mi hijo empezó a tocarme las tetas, masajeándolas entusiasmado, chupándome los pezones mientras yo le acariciaba también la cabeza y el resto de su cuerpo hasta llegar a su pene, totalmente erecto, que saqué del pantalón y se lo agarré fuerte con una mano, estremeciéndose él, por lo que no quise tocárselo demasiado para que no se corriera tan pronto, como adiviné que le pasaría en una situación así, tan excitante para él. 

Yo, por mi parte, primero quería metérmelo en la boca, saborearlo y chupárselo con suma delicadeza en esa primera vez que lo tenía en la boca de una mujer, y para mí fue algo delicioso sentir ese líquido preseminal que empezaba a salir de su polla, sin saber si no podría aguantarse más y me echaría toda su corrida entre mis labios, pero quizás sus nervios se lo estaban impidiendo de momento.

Yo estaba disfrutando enormemente de lo que estaba haciendo con mi hijo, sintiéndome en parte como una mala madre, pero por otra, como me había dicho mi marido, a nadie le importaba lo que hacíamos en nuestra casa.

Luego fui quitándome el resto de la ropa hasta quedarme totalmente desnuda, turbándome en la cama y abriendo las piernas para que pudiera observar mi coño que yo misma me acaricié para que viera como se abría con mis dedos, mientras él no perdía detalle de lo que le estaba enseñando, imaginándome la fuerte impresión que estaría siendo para mi hijo contemplar a una mujer desnuda, abierta de piernas, mostrándole su peludo coño en medio de sus gruesos muslos, que además, era su propia madre.

Como se había quedado paralizado mirándome, le invité a que él mismo me tocara el coño y jugara con sus dedos en mis labios vaginales rodeados de unos pelos negros que él acariciaba ensimismado con sus manos temblorosas, dándome cuenta de cómo le excitaba especialmente esa visión de ver a su madre con las piernas abiertas ofreciéndole su coño excitado, como tantas veces habría soñado él mientras se masturbaba.

Mi coño ya estaba completamente empapado de tanta excitación, cuando en esa misma cama donde tantas veces había follado con mi marido, ahora estaba con mi hijo, los dos desnudos, besándonos y acariciándonos, mientras mi marido y nuestra hija nos miraban expectantes y seguramente muy excitados, por lo que estaban viendo, ya que no quisieron perderse como Daniel recibía su regalo de Navidad. 

Yo no soltaba su pene de mi mano, acariciándolo una y otra vez bajando y subiendo la piel que cubría su glande, hasta que acabé llevándome ese pene tan rico de mi hijo nuevamente a mi boca y empecé a succionarlo con ganas, lo que provocó esta vez sí, su eyaculación al poco tiempo, aceptando yo entusiasmada ese río de semen que salía disparado hacia mi garganta, tragando hasta que la última gota que salía de él.

En ese momento yo estaba ya excitadísima, como pocas veces en mi vida, por lo que creía recordar y no deseaba otra cosa que mi hijo se pusiera encima de mí y me montara, como decía mi abuela en sus tiempos cuando el hombre se ponía encima de la mujer para follársela.

Como seguía con su erección firme, no tuvo ningún problema en metérmela cuando yo me abrí de piernas para él y se me puso encima empezando el mete-saca de su polla en mi coño, mientras volvía a chuparme las tetas, gimiendo a cada instante, mezclándose sus sonidos de placer con los míos, ya que sentía su pene hasta el fondo de mis entrañas, porque a pesar de su edad, estaba muy bien dotado y me llenaba  completamente hasta que me vino uno de los orgasmos más intensos de mi vida que me hizo gritar ante el asombro de mi marido y mi hija que seguían mirando sin perderse detalle.

Una vez que me recuperé un poco, pude ver a mi hija como estaba tocando ya la polla empalmada de su padre, tumbados en la cama, mientras ella se reía por la gracia que le hacía tener por primera vez una polla en las manos y ver como se movía y palpitaba de excitación, jugando con él con la inocencia de una niña de su edad.

Luego, vi con asombro, como ella se lo metía en la boca, pasando su lengua alrededor del glande e introduciéndoselo dentro de su boca todo lo que podía, preguntándole yo:

—¡Oye!, ¿a ti quien te ha enseñado a hacer eso?

—Te vi una vez hacérselo a papá cuando dormía con vosotros.

—¡Vaya!, mírala que pilla, y nosotros pensando que estabas dormida y que no nos veías. Además, era muy pequeña todavía, ¿cómo puedes acordarte?

.- Sí, jaja, me hacía la dormida. Pero siempre me acuerdo de eso y pensaba en ello cuándo me tocaba, algunas veces.

—Así que cuándo te pilló tu padre, estabas pensando en eso…

—Bueno, sí, me dio mucha vergüenza cuando me vio con las piernas abiertas tocándome el chichi.

—Pues tu padre se quedó con ganas de comértelo todo, viéndote así.

—Jaja, ya supongo…. Tenía que haberlo hecho.

—No seas descarada, niña, aunque bueno, no sé ni por qué te digo esto, teniendo ahora la polla de tu padre en la mano. ¿Te gusta chupársela a papá?

—Sí, está muy rica.

—Qué miedo me das, estás empezando muy pronto a hacer a estas cosas.

—Una amiga mía también lo hizo ya, me dijo una vez.

—¿A quién, a su padre también?

—No,  a un chico mayor.

—¡Ah, bueno!, tú no digas nada de que se lo hiciste a tu padre, ¿eh?

—No, mamá, ya lo sé que no se puede decir.

Mi marido le preguntó:

—Y ahora, ¿qué más quieres hacer conmigo?

—Subirme encima.

—¡Ah, ya!, montarme. También viste a mamá hacer eso, ¿no?

—Sí, jaja.

 Diciéndole yo a la cría:

—Pero a ti no te a va a caber, cariño.

—Bueno, pero las chicas mayores dicen que da mucho gusto frotarse con el coño con una polla dura.

—Hay que ver…. Y yo diciéndole a tu padre que todavía eras pequeña para estas cosas y ya estáis hablando de esto entre las amigas. ¿Ellas hacen estas cosas también?

—Sí, una se pone encima de su hermano para frotarse y a otra le pone su papá el pene en la rajita y le sale la leche.

—¿Y sus mamás saben eso?

—No, no se lo dicen.

—Claro, no todas son tan tontas como yo, que encima dejo que tú padre disfrute contigo

—Pero a mí también me gusta, ¡eh, mamá!

—Sí, ya lo veo, aunque no sé si estaré haciendo bien dejándote estar con tu padre.

—Estás haciendo muy bien, mamá. Es el mejor regalo de Navidad que me habéis dado nunca.

—Sí, desde luego. Tu hermano me dijo lo mismo, que era el mejor regalo de su vida.

Mi hija se movía adelante y atrás sobre el pene de su padre que sobresalía entre sus piernas, con una fuerte erección y mojado por el flujo que iba teniendo la niña por el roce. Realmente era una imagen muy morbosa que me excitó nuevamente, viendo a mi hija Cristina como estaba disfrutando de su regalo de navidad, mientras Daniel me la ponía nuevamente en la boca para que se la chupase a la vez que mirábamos los dos, muy excitados.

Al cabo de un rato de estar frotándose con su padre, Cristina se quedó  con la boca abierta como si le faltara el aire y el cuerpo en tensión como paralizado, lanzando un grito mudo de placer. Había tenido su primer orgasmo y había sido tan intenso que casi la deja sin respiración.

Dejamos a nuestra hija que se recuperara un poco, quedándose mi marido mirando cómo le chupaba nuevamente la polla a nuestro hijo, acercándose  a nosotros y preguntándonos si le dejábamos probarla a él.

Nos quedamos un poco sorprendidos por ese deseo de mi marido, y le miramos, como preguntándole por qué le apetecía hacer eso y él nos respondió:

—Es que nunca he chupado una y siempre tuve la curiosidad por saber lo que se sentía, al ver como disfrutas chupándosela tú.

Daniel parecía un poco reticente ante la petición de su padre, pero yo le dije a que no pasaba nada porque se la chupara otro hombre, porque era su padre, y que no tenía que preocuparse por ello, que muchos hombres se lo hacían entre ellos sin que eso quisiera decir que fueran gays tampoco.

Por lo que Daniel acabó aceptando, dándole permiso a su padre, que se la puso en la boca empezando a lamerla, primero con un poco de miedo por lo que iba a sentir teniendo otra polla en la boca, pero poco a poco se fue animando, chupándola con más decisión y empezando a disfrutar de ello, al igual que nuestro hijo que empezó a gemir por el gusto que le estaba dando su  padre, olvidándose ya totalmente de las reticencias que pudiera tener un chico de su edad de que se la chupara otro hombre.

Finalmente pareció que mi marido le cogió el gusto a chupar pollas y debió de hacérselo muy bien, porque acabó consiguiendo que Daniel eyaculara en su boca, aunque a él le resultó algo extraño el sabor del semen en su boca y acabó escupiéndolo, jaja.

Nuestra hija había estado observando también la escena muy interesada y cuando acabó su padre de chupársela, ocupó su lugar y siguió ella chupándosela a su hermano para relamerse con el resto de semen que seguía saliéndole, ya que por lo visto, a ella sí que la gustaba el sabor, después de haberse tragado el semen de su padre.

Estaba visto que la situación había llegado mucho más lejos de lo que habíamos pensado en un principio mi marido y yo, y ya no sabíamos cómo íbamos a parar eso, porque lo que habíamos pensado como un simple regalo de Navidad, podría cambiar nuestras vidas completamente, así que ese día les dijimos a nuestros hijos que ya había estado bien y que el regalo se había acabado, preguntándoles otra vez si les había gustado, a lo que respondieron a la vez entusiasmados:

—¡Siiii…! ¿Mañana podemos hacerlo otra vez?

Mi marido y yo nos quedamos mirándonos y les dijimos:

—Bueno, ya veremos —Aunque entre nosotros estuviéramos deseándolo tanto como ellos y estaba claro que esa situación ya se nos había escapado de las manos.

Después de haber pasado esos momentos tan maravillosos con nuestros hijos, era evidente que todos deseábamos repetirlo, así que cuando al día siguiente nuestra hija vino a nuestra habitación y nos preguntó si podía meterse en la cama con nosotros, no pudimos negarnos a ello.

Al poco rato ya empezó a jugar con su padre, mientras yo la provocaba diciéndole:

—¡Oye! No me quites la polla de tu padre, que es mía…..

—¡No!, ahora es mía, pero te la presto un poco, si quieres.. —contestó ella, con gracia, queriéndose adueñar de eso que la hacía tan feliz.

Entonces nos pusimos las dos a chupársela a la vez, compartiéndola, haciendo las delicias de mi marido que lo disfrutaba encantado, hasta que dije a mi hija:

—¡Tómala!, toda para ti, que a mí me apetece otra cosa ahora.

—¿Qué te apetece, mamá?

—Comerte el coñito a ti. Anda, abre las piernas, cariño.

Mi hija abrió las piernas ofreciéndome su rica vagina que ya estaba abierta por el masajeo de los dedos de su padre mostrando una belleza irresistible para degustarla con mi lengua.

Nunca se me hubiera ocurrido comerle el coño a otra mujer, pero siendo mi hija, tenía un morbo especial para mí y una cosa que tenía pendiente después de lo que habíamos vivido el día anterior.

Me sorprendió y me hizo muy feliz ver como disfrutaba mi hija con mis lamidas y como acabó viniéndose en mi boca, echándome sus ricos fluidos.

En eso llegó nuestro hijo también a la habitación y ya se puso a mi lado, queriendo él también comerle el coño a su hermana, así que le cedí el puesto y yo me dediqué a su pene, formando un círculo los cuatro juntos lamiéndonos unos a otros, ya que mi marido se arrimó también para meter su cabeza entre mis piernas.

A Daniel debió de excitarle mucho chupar el coño de su hermana, porque se colocó para follarla, pidiéndonos permiso, por lo que miré a mí marido, a ver que decía:

—Bueno, puedes probar tú primero, como la tienes más pequeña que yo, la harás menos daño y así me abres el camino para ir yo luego.

Diciendo Cristina, también:

—Sí, mamá, déjale que me la meta.

Daniel se puso entre sus piernas, poniendo su pene en la rajita de su hermana presionando para abrírsela y cuando metió su glande, a ella le salió un quejido, pero enseguida dijo:

—Sigue, sigue metiéndola, que me gusta….

Daniel siguió apretando hasta que de un golpe, la introdujo toda, siendo desvirgada su hermana por la primera polla que entraba en ella, abrazándose a su hermano, para sentir como se movía dentro de ella entre gemidos de placer.

Nuestro hijo no tardó en correrse dentro de ella, lo que no nos preocupó demasiado, porque no le había venido todavía la regla, y cuando él la sacó, se puso su padre en posición para metérsela a su hija por primera vez también y aunque le costó un poco más de trabajo, su polla fue entrando poco a poco en la estrecha vagina, haciendo gozar todavía más a la niña, que aguantaba esa primera sensación de dolor para dar paso a un nuevo orgasmo que hizo estremecer todo su cuerpo, corriéndose él también dentro de su coño en medio de una gran expresión de placer por la experiencia tan extraordinaria que había disfrutado y por haber cumplido la gran fantasía de todos los hombres y que pocos pueden cumplirla.

Estas sesiones de sexo familiar fueron repitiéndose infinidad de días y noches, lo que ocasionó que incluso saliéramos menos a la calle, causando extrañeza en nuestros amigos el que nos hubiéramos vueltos tan caseros.

Cuándo no estaban con nosotros, entre ellos también se entretenían, pasando a dormir juntos todos los días, no siendo extraño que cuándo entrábamos en su habitación, nos los encontráramos follando, haciendo el 69 o cualquier otra cosa, animándonos nosotros también a participar en esas ocasiones.

Cuando me casé, nunca hubiera imaginado estar viviendo una situación así;  nosotros con nuestros hijos en la cama disfrutando del sexo sin ningún límite y más que un regalo de Navidad puntual para nuestros hijos, estaba siendo y acabó convirtiéndose en un auténtico regalo para todos nosotros y no solo de Navidad.


Comentarios