"UN DIVORCIO TE CAMBIA LA VIDA" por VERONICCA

  Quizás uno de los momentos más duros que se le pueden presentar a una persona en su vida, sea el de afrontar un proceso de separación o divorcio, en el que un proyecto de vida se viene abajo, unas ilusiones y expectativas de futuro desaparecen, agravándose en el caso de que se tengan hijos, que quedan desamparados ante esta nueva situación para ellos, que igualmente les hace pasar su periplo particular.

En el caso de la mujer, su situación económica suele verse afectada, con la necesidad, a veces, de buscar un trabajo para sobrellevarla, sumándose unas nuevas tareas para ella que antes eran comunes, mientras que el hombre, aparte de resentirse su economía, tiene que asumir una especie de desarraigo, al tener que marcharse de su casa y dejar de poder ver a sus hijos, más que las visitas acordadas por el Juez.

En el plano emocional también deben recomponer su vida, reaccionando cada parte a su manera, normalmente buscando una nueva pareja o dejándose llevar por una mayor promiscuidad al sentirse más libres.

La sociedad suele empatizar más con la situación en la que quedan las mujeres, por su mayor vulnerabilidad y por ser la que normalmente se hace cargo de los hijos, pero en este caso, yo quiero centrarme más en la situación psicoemocional en la que quedan los hombres y en las derivadas que puede acarrear desde un punto de vista que no suele ser tratado en ningún lado, pero que yo, en este relato, puedo permitirme la libertad de afrontarlo desde ese lado de perversión e incorrección política  que caracterizan mis relatos, a través del testimonio de un hombre que se vio en esa situación.

Roberto era un vecino, de 44 años, casado desde hace 10 y con una nena de corta edad, formando esa familia normal, como tantas otras, que de pronto se ve rota por circunstancias que no vienen al caso, ya que lo interesante empieza en ese momento en el que él se tiene que ir de su casa, encontrando un alojamiento barato, en principio provisional, en una habitación alquilada de un piso compartido con otros hombres en similar situación.

Las medidas judiciales habían acordado que tuviera a su hija con él durante un fin de semana cada 15 días, algo que a muchos hombres podría parecerles poco, pero en este caso,  Roberto, en su estrenada soltería, lo veía más como un fastidio que le impediría entablar nuevas relaciones con otras mujeres, ya que debido al tiempo que estaba fuera de casa por su trabajo, no tenía mucho apego por su hija Aroa, quizás siendo ésta una de las razones de su separación.

Pero una cosa eran las ilusiones de Roberto por encontrar a una nueva mujer que llenase ese vacío emocional y sexual, y otra, la realidad de que a él no se le daba muy bien eso de ligar y relacionarse con el sexo femenino, debido a su carácter retraído y estar demasiado volcado en su trabajo, algo que pasado un tiempo, pudo confirmar con amargura, sin poder desahogarse tampoco con prostitutas, ya que no conseguía sentirse cómodo en esos ambientes.

Quizás, por todo esto, durante esos fines de semana que le tocaba estar con su hija Aroa, pudo volcarse en ella, dedicándole tiempo y todo ese cariño que la niña necesitaba en una situación como esa, algo que les fue uniendo y transformando su vida como nunca imaginaría.

En la habitación alquilada por Roberto, solo había una cama matrimonial que compartía con su hija, sin que a ninguno de los dos le importara eso, ya que en principio no había ningún problema en que un padre compartiera cama con su hija pequeña, pero las noches son largas y las de invierno más todavía, por lo que la niña buscaba el calor del cuerpo de su padre pegándose a él, una sensación que resultaba agradable para un hombre tan necesitado de esa cercanía femenina en su vida, que aunque se tratara de su hija, su cuerpo en formación provocaba que tuviera unas erecciones difíciles de controlar en esa situación.

Puede que muchos hombres y muchos padres hayan pasado por situaciones similares sin que hubiera pasado nada más allá de esos pensamientos lúbricos que tratan de alejar de su mente, pero en el caso de Roberto, sin saber por qué, seguramente influenciado por su soledad en todos los sentidos, se dejó llevar por esas sensaciones de placer y empezó a acariciar el cuerpo de su hija, buscando el contacto de su piel con la suya, siendo cada vez más atrevido en sus exploraciones íntimas con la niña, mientras ella se dejaba hacer, quizás también complacida por esas atenciones de cariño que a ella también le resultaban agradables.

Esa confianza mutua hizo que el padre fuera despojando del pijama a su hija, dejando su caliente piel desnuda en contacto con la suya, también desnuda, ávida de ese roce que provocaba, ya sin disimulos, esa dura erección en su polla como hacía tiempo que no tenía.

En esa posición de la niña acurrucada contra el pecho de su padre, de forma natural, su pene erecto se alojaba entre las nalgas de ella, que también buscaba ese contacto presionando su culo y moviéndose ligeramente para sentirlo plenamente entre sus piernas, sintiendo Roberto la humedad vaginal de su hija en su polla, que palpitaba buscando entrar en ese cálido interior del coñito virgen de Aroa, que jadeaba excitada, ante la sorpresa de su padre por su reacción tan espontánea.

Ese roce del glande con los labios vaginales de la niña se fue haciendo más intenso, hasta que Roberto agarró a su hija por la cintura para aumentar ese ritmo hasta que en una explosión incontrolable, el semen salió disparado entre las piernas de Aroa, que también parecía haber alcanzado su clímax particular por su agitada respiración en consonancia con los jadeos de placer de su padre al correrse en una situación un poco vergonzosa para él, pero sin que esa culpa fuera superior a la satisfacción obtenida por los dos.

Roberto retiró las sábanas viendo a su hija tumbada sobre la cama, desnuda con las piernas abiertas mostrando todas las manchas de semen derramadas por su padre en su entrada vaginal, ligeramente enrojecida a causa del roce causado por su polla, y sintiéndose aliviado al ver la cara de felicidad de Aroa, lo que le causó una honda ternura, le dio un suave beso en la boca preguntándole si le había gustado:

—Sí, fue muy rico. Esto es lo que le hace a mamá Rafa cuando va a casa.

—¿Sí? ¿Y cómo sabes tú eso?

—Porque los vi una vez.

—¡Ah!, vaya, tu madre no ha tardado en buscarse un amiguito que la folle. Pero yo he tenido mucha más suerte al poder hacerlo contigo, pero no tienes que decir nada de esto a tu madre, porque no te dejará más venir conmigo, ¿vale?

—Vale, papá. ¿Esto es follar?

—No del todo, eso lo haremos la próxima vez que vengas.

La escasa vida sexual de Roberto con su mujer en los últimos años, no había propiciado que su hija los viera en esa situación tan amorosa, lo que le causaba una cierta amargura, y le daba rabia que Aroa hubiera descubierto lo que era el sexo viendo a su madre con otro hombre, pero ahora pensaba resarcirse de todo eso.

Las dos semanas siguientes hasta poder ver a su hija de nuevo, se hicieron muy largas para Roberto, deseoso de disfrutar de nuevo de la compañía de Aroa y ante la receptividad mostrada por la niña y su intención de disfrutar del sexo como la mujercita que empezaba a ser, cuando la tuvo de nuevo desnuda en su cama, ya no hizo falta disimular nada y empezó a tratarla como la amante en la que se estaba convirtiendo.

Después de lo sucedido la vez anterior, Aroa había perdido toda vergüenza y se mostraba como una encantadora niña que quería aprender todo lo relacionado con el sexo, como complacer a un hombre y como experimentar todo el placer que puede llegar a sentir una mujer entregada a su sexualidad, algo que nadie como su padre esperaba que le enseñara de la mejor manera.

Ese fin de semana, en vez de ir a la Hamburguesería que tanto le gustaba a Aroa o todas esas actividades que hacían juntos, se fueron directamente a la cama de la habitación alquilada por Roberto, donde ya sin ningún impedimento, su hija pudo observar atentamente como era la polla de su padre, jugando con ella en sus manos y fascinada por ese órgano que parecía tener vida propia entre sus dedos, que la recorrían con curiosidad mientras empezaba a sentir en su cuerpo unos deseos que no había tenido hasta ahora.

Roberto la invitó a que le diera sus primeros lametazos, sabiendo que no iba a poder resistirse a metérsela en su boca y llenarla con ella aunque no pudiera entrarle entera, pero como el instinto va guiando nuestros comportamientos sexuales aunque nadie nos los enseñe, Aroa pronto comprobó como el paso de su lengua por la parte más sensible de la polla de su padre le hacía estremecerse, empezando a sentir ese poder que toda mujer tiene cuando le chupa la polla a un hombre con maestría, que parecía rendido a sus pies, aunque la postura pudiera indicar lo contrario, que es el hombre el que tiene el control, pero ambos saben que eso no es así.

A pesar de la inexperta felación que Aroa le estaba haciendo a su padre, éste sentía que podría correrse en cualquier momento de una forma precipitada, ya que la excitación de ese primer encuentro sexual en toda regla con su hija, era máxima, por lo que prefirió demorar ese momento lo máximo posible para disfrutar plenamente de ese milagro que estaba ocurriendo en esa anodina habitación.

Así que interrumpiendo a su hija en su placer oral, le ofreció a cambio su lengua para saborear juntos las mieles de unos besos llenos de lujuria que encendieron todavía más a la niña haciéndola temblar, superada por esas sensaciones de placer que recorrían todo su cuerpo mientras era acariciado sin descanso por las manos de su padre, incidiendo en esa zona vaginal que se abría cada vez más al paso de unos dedos que buscaban sus estrechas interioridades, tocándole el turno ahora a Roberto de saborear unos de los mayores elixires que hubiera probado en su vida, volviendo loca a su niña, que temblaba entre sus manos, incapaz de controlar tanto placer.

Cuando ya todo parecía estar dispuesto para esa primera penetración que convertiría a su hija en mujer, Roberto la sentó encima suyo, tumbado sobre la cama, para tener una visión completa del cuerpo de su hija, primero frotándose con la dura polla de su padre y luego observando como su capullo quería entrar en la mojada abertura vaginal, que iba cediendo ante la presión ejercida en ella, hasta que un pequeño grito de Aroa le indicó que su glande había conseguido entrar en su interior, pero estando pendiente antes que de su placer de si la niña sentía un dolor insoportable que le hiciera tener que sacarla de ahí, se quedó tranquilo al ver que los gestos de placer iban superando a esas molestias lógicas de la desvirgación de una niña de esa edad.

La propia Aroa empezó a moverse sobre su padre, buscando una penetración más profunda que la hiciera gozar totalmente de esa polla que consideraba tan maravillosa, desde que se dio cuenta de cómo todas las mujeres suspiraban por una tan espléndida como la de su padre.

La imagen de esa niña cabalgando libremente sobre su padre podría considerarse como una de las morbosas que pudieran contemplarse y en ella se recreaba Roberto disfrutando de ese momento que nunca pensó que llegara a suceder, pero ahí estaba, follando con su hija, siendo los dos, los más felices del mundo.

Los pequeños orgasmos de Aroa se iban sucediendo hasta que llegó la corrida de su padre en su interior, que la cría recibió entusiasmada, orgullosa de haberla provocado con su coñito, al igual que su madre provocaba las corridas de su nuevo amante, Rafa, en sus cada vez más frecuentes visitas, sin importarle que su hija estuviera en casa mientras ellos follaban.

De una forma inesperada, la vida de Roberto cambió totalmente, a causa de su hija y de quizás, su propia soledad que le hizo volcarse en ella para llenar ese vacío que él nunca imagino que incluyera la parte sexual, en la que cada vez que tenía a su hija en su cama, se ponía sobre ella y abriéndole las piernas, la follaba como lo haría con cualquier mujer dispuesta a gozar de una buena polla en su coño.

Hasta ese momento, Roberto no se relacionaba mucho con el resto de los hombres con los que compartía ese piso, aunque si se había dado cuenta de que como él, muchos fines de semana, los veía acompañados por niños y niñas que él suponía eran sus hijos, pero a través de ellos precisamente, al relacionarse Aroa con alguno, fue como empezó a hablar con  Fermín, padre de un niño de edad parecida a la de su hija, que le hizo una observación sobre la belleza de la niña, lo que Roberto aceptó orgulloso como un cumplido, sin imaginarse que ese hombre se fijara en ella de otra forma, diciéndole:

—Tienes suerte de haber tenido una niña. Los divorciados estamos muy solos y una niña es una bendición de Dios en estos casos.

Roberto siguió la conversación sin más pretensiones que la de ser educado:

—Tú tienes un niño encantador, supongo que será lo mismo para ti.

—Bueno, en parte sí, pero hay que adaptarse a las circunstancias, siempre es más agradable dormir con una niña que con un niño, aunque yo no me quejo, ¡eh!

La conversación iba teniendo un sentido un poco extraño para Roberto, ante las insinuaciones de ese hombre, pero él intentaba disimular pensando que pudiera estar sospechando algo:

—Hombre, si, a veces se pueden tener necesidades, pero son nuestros hijos.

—¡Anda ya! Déjate de pamplinas. Si te la estás follando, no pasa nada. Yo también lo hago con el mío.

Roberto, muy sorprendido por las palabras de Fermín, no supo que contestar ante la evidencia del descubrimiento de su secreto, continuando ese hombre hablando:

—Desde mi habitación he escuchado los gemidos de tu hija, que solo podrían ser por una cosa, que la estaban metiendo la polla, así que no te preocupes, hombre. A mí me gustaría también meterla en un coñito, pero el culito de mi hijo es un buen sustituto. Deberías probar la experiencia. ¿O ya lo has hecho?

—¿Yo…? Noo…, ¡ejemm…!, no sé qué decir….

—Jajaja, no te apures tanto, que no se lo voy a decir a nadie. Además, tú y yo podríamos entendernos, ya sabes…….

—No entiendo, ¿Cómo entendernos….?

—Pues sí, mira, aquí todos hacen lo mismo, me extraña que no te hayas dado cuenta.

—Sí, yo he visto a niños por aquí, pero yo estoy a lo mío y no me fijaba.

—Habrás visto a la hija de Ángel, el de la habitación del fondo….. Pues siempre que viene, zasca, se la cepilla, igual que tú, jaja. Cuando se lo dije, se quedó pálido como tú, pero hablando con él me di cuenta de que es un vicioso  tremendo y le propuse intercambiarnos a nuestros hijos, ya sabes, yo dormiría con su hija y él con el mío.

—¡Uuhhhmm¡ ¿Y aceptó?

—Claro que aceptó, estaba loco por comerse una pollita y yo encantado, su hija me tenía loco con esas falditas que lleva siempre.

Roberto no salía de su asombro, pero su morbosidad iba aumentando con las palabras de Fermín, imaginando como sería eso, algo de lo que su compañero de piso se dio cuenta, lo que aprovechó para hacerle la proposición:

—¿Qué te parece si hacemos lo mismo nosotros?

—Bueno, no sé qué decirte. Mi hija no sé si aceptaría eso.

—Seguro que ya la has convertido en una buena putita y no tendrá problema en probar otras pollas. Una vez que se la meten, son todas iguales, jaja. Tan putas como mi mujer, que se las comía a pares, la muy cabrona.

—Así es. A mi hija le encanta follar, pero solo lo ha hecho conmigo.

—Mira, podemos hacer una cosa. Os invito a mi habitación para qué veáis como me follo a mi hijo y así calentamos a la niña para que se anime a probar conmigo.

—Bueno, ya te diré algo…..

Roberto tenía muchas dudas sobre si debería aceptar algo como eso, ya que sería un paso transcendental en su vida sexual y la de su hija, y al menos tendría que consultarlo con ella antes de decidir nada.

Aroa se mostró muy sorprendida ante la proposición que le hacía su padre, porque a su edad, no entendía muy bien todas las cosas que podían hacer los mayores, pero por complacerle a él, al ver que intentaba convencerla, aceptó sin saber muy bien lo que podría pasar.

Así que fueron a la habitación de Fermín que estaba con su hijo esperándoles, dándose una situación extraña, pero la experiencia de Fermín ayudó a que Roberto y su hija se relajaran, preguntándole a Aroa:

—¿Sólo has visto la polla de tu padre? ¿Ningún niño te la ha enseñado?

Aroa se puso roja por la pregunta tan directa de ese hombre que apenas conocía y ante la falta de respuesta, Fermín siguió insistiendo:

—¿Quieres que mi hijo Oscar te la enseñe?

Roberto trató que su hija se desinhibiera y empezara a disfrutar de esa situación, abrazándola y diciéndola:

—¡Anda!, vamos a vérsela juntos, así te da menos vergüenza.

Fermín le bajó los pantalones a su hijo y tocándole un poco la polla, enseguida se le puso dura, invitando a Aroa a que la tuviera en su mano y ayudada por su padre, los dos se pusieron a acariciar y tocar la polla del chaval, que ya lucía hermosa ante los atónitos ojos de Aroa, que se pasaba la lengua por sus labios en un acto instintivo, lo que al ser observado por Fermín, le dijo:

—Está rica, ¡eh! ¿Te apetece comértela?

Aroa, dejándose llevar por sus instintos femeninos, acercó su cara a la polla desafiante de Oscar y sacando la lengua, empezó a lamer el brillante e hinchado glande que le invitaba a ser degustado por su boca, algo que hizo cada vez con más decisión, hasta metérsela completamente en la boca, ante los gestos de placer del hijo de Fermín.

Roberto, miraba excitado como su hija disfrutaba de esa pollita en su boca, sorprendiéndose de que a él le apeteciera hacer lo mismo, algo que nunca habría imaginado, pero estaba claro que tenía muchos morbos escondidos que ahora estaba descubriendo.

Mientras Aroa seguía chupando, Fermín acercó su mano a la vagina de la niña para acariciársela y sentir el suave tacto de ese coño que ya estaba totalmente humedecido por la excitación.

Los dos padres veían muy excitados como sus hijos se estaban liando entre ellos y como se abrían las posibilidades de que cada uno de ellos estuviera con el hijo del otro, empezando por Fermín, que ofreció su polla a Aroa para que se la chupara también, lo que ella hizo entusiasmada, ya muy caliente por lo que estaba haciendo y dispuesta a aceptar lo que fuera por seguir disfrutando de ese momento.

Así que mientras Fermín empezaba a quedarse solo con Aroa, Roberto se centró en Oscar, al que pajeaba sin parar viendo como empezaba a salir ese líquido preseminal que enseguida iba a saborear, lo que hizo cuando ya no se aguantó más, al igual que hizo Oscar sin dudarlo, para acabar haciendo un sesenta y nueve con el chaval mamándose mutuamente los dos, con lo que al rato tuvieron sus primeras corridas.

Mientras se recuperaban un poco, vieron como Aroa se montaba sobre la polla de Fermín y empezaba a cabalgarlo a un buen ritmo. Luego él le dio la vuelta para ofrecer una visión más excitante para los que miraban, sobre todo Roberto, que estaba viendo como otro hombre follaba a su hija por primera vez, algo que le dio tanto morbo, que él mismo montó a Oscar sobre su polla, colocándole de espaldas a él para ofrecer la visión a su padre de cómo su pollita subía arriba y abajo mientras le follaba el culo, en un movimiento frenético, que hasta a Aroa le llamó la atención, invitándola a chuparle mientras su padre le follaba.

Fermín ya estaba acostumbrado a compartir a su hijo con otros hombres, pero para Roberto y su hija, todo eso era demasiado perverso y difícil de asumir, el que su vida hubiera cambiado tanto desde que se divorció de su mujer, pero cuando terminaron, ya más relajados, Roberto le dijo a Fermín:

—Tenías razón en que el culito de tu hijo era un buen sustituto de un coño, ha estado muy rico.

—Sí, le echo unas buenas corridas, pero cuando escuchaba a tu hija gemir tanto, te envidiaba por poder follarla y ya me gustaría a mí tenerla todas las noches.

—Bueno, ahora, cuando vengan, los podemos intercambiar alguna noche, así para variar……

—Gracias, amigo, ya veo que te ha gustado como para repetir, pero a ti ¿te gustaría follarte a la hija de Ángel….?

—Hombre, sí, está muy rica, ya la vi alguna vez y ni me imaginaba que su padre se la estuviera metiendo también.

—Pues no te preocupes, hablaré yo con él y llegamos a un arreglo.

La hija de Ángel, se llamaba Vanessa, era mayor que Aroa, una adolescente en plena pubertad, con unos pechos duros que abrían los botones de su ajustada blusa dejándolos casi a la vista, a la vez que le gustaba mostrar las preciosas piernas que sabía que tenía, a todos los que quisieran mirarla.

Hasta ese momento, Roberto solo la había visto fugazmente, alguna de las veces que su padre la tenía con él y cuando vio en la cocina a Fermín hablando con Ángel, se imaginó de lo que estaban hablando, por lo que le dio un poco de pudor unirse a ellos, pero Fermín, al verlo, le llamó para que se sumara a la conversación:

—Le he estado contando a Ángel, ya sabes…..

—Sí, bueno, no sé qué pensarás, Ángel —respondió Roberto, un poco nervioso, al no tener mucha confianza con él.

—Si tú estás dispuesto a compartir a tu hija, no hay problema.

—Ya hemos estado con Fermín y su hijo, y supongo que mi hija querrá continuar con esto.

—Genial entonces. El sábado por la tarde os espero en mi habitación, o ¿prefieres de otra forma?

—¿Qué quieres decir?

—Que podemos estar los cuatro juntos, o de forma separada, yo con tu hija y tú con la mía, cada uno en su habitación.

—¡Ah, bien! Pues casi prefiero esta vez de forma separada, si mi hija quiere, claro.

Roberto deseaba centrarse tanto en Vanessa y disfrutarla totalmente que no le importó dejar a su hija a solas con ese desconocido que no sabía ni lo que iba a hacer con ella, aunque dentro de ese nivel de confianza que debe de haber entre dos padres que se intercambian a sus hijas, Ángel se vio en la obligación de hacerle algunas preguntas a Roberto:

—¿Es tu hija la que te busca la verga o fuiste tú la que la incitaste a follar contigo?

—Surgió entre los dos, si pasó fue porque ella quiso también, y ahora, es ella la que muchas veces me busca para que se la meta.

—Así me gusta, que sean viciosas. Te confieso que a la mía no la desvirgué yo, pero cuando me enteré que ya estaba haciéndolo con los chavales, mi verga le iba a gustar mucho más, y así fue como la envicié también a follar con los hombres mayores que me la piden. ¿Tú ya le haces anal?

—No, eso todavía no. Su coño me encanta demasiado y acabó corriéndome siempre en él.

—¿Te importaría si yo la estrenara por ahí?

—Siempre que ella quiera, sí, pero te pediría que se lo hagas con cuidado, por favor.

—Por supuesto, eso ni lo dudes. Todo será como ella quiera, pero siendo tan putita como me dices, seguro que nos lo vamos a pasar bien. Pero como es tan jovencita, me gustaría que me la trajeras tú al cuarto y estuvieras un poco con ella hasta que tenga confianza conmigo.

—Sí, claro.

Llegado el día, Roberto fue con su hija a la habitación de Ángel, donde ya les estaba esperando con Vanessa, presentándose mutuamente a las niñas.

Ángel se quedó mirando a Aroa con ternura, diciéndole a su padre:

—Que linda criatura. Debes sentirte afortunado. ¿Puedes desnudarla y enseñármela abierta de piernas?

Roberto lo hizo, ofreciendo a su compañero de piso la desnudez de su hija, que Ángel observaba maravillado, queriéndose justificar con él:

—¡Es preciosa! Es que yo soy muy morboso. Me gusta disfrutar de estas cosas, así con calma, de esta forma delicada que se merecen estas niñas, sin brusquedades ni prisas. El sexo es algo tan maravilloso que no se puede manchar y me gusta que vean que es un privilegio del que van disfrutar a disfrutar durante toda su vida, y que mejor que hacerlo con un buen comienzo, como veo que tú has tenido con tu hija.

Ángel alargo su mano, casi con timidez, para acariciar a Aroa, valorando el tesoro que tenía a su lado. Toda su piel era tan suave, que no se atrevía a apretar demasiado esas zonas más íntimas que recorría su mano, mientras la cría se dejaba llevar por esas sensaciones placenteras que empezaba a tener y que ya iba conociendo tan bien.

Los dedos de Ángel comprobaron la humedad de su tierna vagina, que al abrírsela mostraban un fuerte color rosáceo brillante por los flujos que iban saliendo de ella. Cualquier hombre apreciaría en ella uno de los mejores manjares que podría degustar en su vida y era muy difícil resistirse a pasar su lengua por ella, saboreándola toda y mordisqueándola ligeramente como el más tierno de los bocados.

Roberto tenía una sensación extraña al ver a su hija entregada a ese hombre, como si fuera un juguete para su disfrute, como en realidad lo era para él también y que le había abierto la puerta a otras posibilidades que nunca se le habían pasado por la cabeza ni pensaría que podría acceder a ello.

Aprovechando ese momento de máximo morbo para Roberto, Ángel quiso turbarle más todavía, diciéndole:

—¿Sabes que a tu niña la desean ya muchos hombres?

—Supongo que sí. Ya me doy cuenta de que se quedan mirándola.

—¿Y no has pillado a ninguno sobándola?

—Ahora no estoy mucho con ella, solo cuando viene aquí conmigo. No sé si su madre habrá visto algo.

—Yo creo que sí. Ese amigo que tiene ahora ella ya le ha metido mano.

—¿Cómo sabes tú eso?

—Me lo dijo Fermín. Al parecer tu hija se lo contó.

—¿Es verdad eso, Aroa? —preguntó Roberto a su hija, un poco sorprendido.

—Sí, lo siento papá, no quería que te enfadaras.

—No pasa nada, hija. Pero, ¿lo sabe tu madre?

Aroa dudó sobre qué contestarle a su padre, porque tampoco estaba segura, pero recordó una ocasión:

—Una vez si lo vio. Estaban borrachos los dos y él empezó a tocarme el culo mientras mamá se reía.

—¿Te bajó las bragas?

—Sí, y me metió un dedo por delante también.

—¿Y qué dijo tu madre?

—Nada, pero él la dijo a ella riéndose… (—Mira como le gusta, es tan zorra como tú)

—Qué cabrón. No sé cómo tu madre puede estar con ese desgraciado. Cualquier día querrá follarte también.

Se hizo un silencio, mientras Aroa y Ángel se miraban como diciendo… (—Pero si tú has hecho lo mismo)

Viendo Ángel que Roberto se estaba incomodando con la conversación, no quiso esperar más y notando que la niña ya estaba totalmente cómoda con él, le dijo a su padre:

—Bueno, ya puedes irte con Vanessa a tu habitación. Así disfrutaremos a solas a nuestras hijas.

A Roberto le costó aceptar salir de allí, porque por un lado, estaba muy excitado viendo el tratamiento que Ángel le hacía a su hija, aunque por otro, sabía que estaría en buenas manos y que disfrutaría mucho con ese hombre, pero Vanessa ya se le había sentado en las rodillas pidiéndole ir a su habitación, mientras que con un beso dándole la lengua le convenció totalmente para salir de esa habitación.

Era difícil que a Roberto se le quitara de la cabeza la imagen de su hija con Ángel, pero ahora él estaba con la hija de ese hombre, una preciosidad de mujer en ciernes, con toda su rotundidad de formas que le tenían loco y que pronto le hizo olvidarse un poco de su hija, la mamada que le estaba haciendo con un morbo digno de cualquier actriz porno.

Desde su divorcio, Roberto no había vuelto a estar con ninguna mujer, excepto el intento que tuvo con una prostituta, con la que acabó teniendo un gatillazo, frustrándose el polvo y perdiendo su dinero, pero por el contrario, había conseguido estar con su hija, con el hijo de Fermín y ahora con una adolescente espectacular que no soñaría en todo el tiempo que estuvo casado.

Así es la vida, a veces de contradictoria e inesperada, en la que nunca sabes lo que te va a deparar el futuro, cuando tienes una vida estable y rutinaria en la que piensas que nunca va a pasar nada especial, porque te acomodas a lo establecido socialmente, negándote, incluso, el derecho a soñar con otras cosas.

Estaba claro que Vanessa sabía lo que se hacía y mientras Roberto miraba y tocaba sin descanso esas tetas erguidas y duras que se movían ante su cara, chupándolas y mordiendo esos pezones que parecían a punto de explotar, haciéndole gemir a ella por esa mezcla de pequeño dolor y placer.

La experiencia de la hija de Ángel hacía que supiera como hacer disfrutar a un hombre, permitiendo a Roberto comerle las tetas y el coño antes de follarla, demorando esa penetración para causar más desesperación a un hombre que se había pasado demasiados años con su exmujer sin tener la pasión que mostraba esa chica con él,  así que cuando consiguió meter su polla en ese caliente y jugoso coño, se creyó en la gloria, por ese movimiento interior vaginal de Vanessa, típico de las filipinas, que solo algunas mujeres consiguen dominar y que vuelven locos a los hombres que follan con ellas, reteniéndolos a su lado para siempre.

Para evitar correrse antes de tiempo, Roberto fue cambiando de posición a Vanessa, para contemplarla desde todos los ángulos mientras la follaba hasta que ya no pudo más, y teniéndola a cuatro patas, con esa maravillosa visión de su culo moviéndose sin parar, le echó todo su semen en chorros incontrolados que parecían no acabar, mientras Vanessa aceleraba la follada buscando su orgasmo también.

Luego, les dio tiempo a follar otra vez, hasta que Roberto se quedó agotado, mientras la juventud de Vanessa parecía pedir más, algo que él, a su edad, ya no podía darle, comprendiendo en ese momento que a las mujeres deberían dejarlas libres, que follaran con quien quisieran, porque muchos hombres no son capaces de poder satisfacerlas en su plenitud, algo que nunca admitirían por su orgullo masculino.

En ese momento, le volvió a venir a la cabeza lo que estaría pasando con su hija en la habitación de Ángel, y le propuso a Vanessa volver allí, comprendiendo ella la necesidad de Roberto de saber de su hija ya que ese era su verdadero amor en ese momento.

Cuando entraron en la habitación, Aroa estaba tumbada sobre el pecho de Ángel, los dos desnudos, después de una intensa sesión de sexo por lo que se intuía, recibiendo Aroa a su padre con una sonrisa, mostrando lo feliz que había sido, dándole su padre un beso en la boca, en la que apreció un ligero sabor a semen, pero le dio igual, preguntándole:

—¿Te ha gustado?

—Sí, mucho. Mira, me la ha metido por el culito —mostrándole la niña su ano abierto, todavía con restos de semen, lo que le dio una cierta envidia a Roberto, pero a la vez contento, porque a partir de ahora, podría penetrar también analmente a su hija sin ningún miedo ni impedimento.

Preguntándole Ángel al padre de Aroa:

—¿Qué tal Vanessa? ¿Se ha portado bien contigo?

—¡Uuufff! Sí, una maravilla tu hija. Nunca había estado con alguien así, aunque en realidad, a lo largo de mi vida he estado con pocas mujeres, pero ahora estoy compensando todo eso.

—Claro, amigo. Ahora estás libre y tienes que disfrutar. No te busques a ninguna mujer para que te vuelva a pasar lo mismo. Mira todo lo que tienes ahora y lo que podrías tener.

—¿Tener más todavía?

—Sí, aunque no te lo creas, esto es solo una pequeña parte de lo que puedes tener. Tengo que llevarte a un sitio que vas a alucinar. No vas a querer saber de allí, jaja.

—¿Qué sitio?

—No te lo voy a decir por discreción, pero cuando estés allí lo verás.

Lo que pasó a partir de aquí ya es otra historia, pero los que conocéis mis relatos, ya sabéis que lugar es ese y todo lo que sucede en él.


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