"COMPARTIENDO A SU HIJA" por VERONICCA

 Después de bastantes años de casados, no habíamos tenido hijos y aunque el sexo ya no fuera lo mismo, no había secretos entre nosotros, confesándome mi marido en una ocasión, que su mayor fantasía sería tener sexo con una chica adolescente o que estuviera empezando esa edad mágica de la adolescencia, como una de esas de las que veíamos por la calle vestidas tan sexys y provocativas que las hacía tan apetecibles a sus ojos, persiguiéndolas con la mirada.

Como decía, con el tiempo se había creado una complicidad entre nosotros y por el amor que le tenía, le seguía el juego cuando las veíamos en algún lugar, estando especialmente llamativas los fines de semana cuando salían para reunirse con sus amigos, siendo yo misma la que a veces se las enseñaba para que se deleitara con ellas, porque en parte, a mí también me había contagiado de su morbo y acabé encontrando una cierta excitación en sus soñados deseos prohibidos, teniendo entre nosotros estas conversaciones:

—¡Qué barbaridad!, como están estas crías, van prácticamente enseñándolo todo. ¿Qué dirán sus padres al verlas salir así de casa? —me decía mi marido.

—No sé si llegarán a enterarse de cómo van. Me dijo una amiga que se reúnen en casas de amigas y allí se maquillan, se suben la falda y desabrochan botones, jaja, y ya ves como salen.

—Supongo que pasará eso, porque si yo tengo una hija y la veo salir así de casa, me da algo, jeje.

—Esto les pasa a estas edades en las que empiezan a verse mujeres, porque ya ves que no tienen frío ni nada, con tal de enseñar y de que las miren, se aguantan todo.

—Es que es una delicia verlas. Y pensar en cómo estos críos se las estarán follando me pone malo.

—¿Tú crees que ya lo harán a estas edades?

—Con lo calientes que van, serán ellas mismas las que se montarán encima. Mira aquél como mete mano a aquella cría y ella dejándose hacer de todo. Y con esas faldas tan cortas, casi les dejan el coño en bandeja.

—Jaja, que exagerado eres, pero no te falta razón.

La verdad es que no muchas mujeres aceptarían estas palabras de sus maridos, pero yo no tenía nada que reprocharle, porque después de tantos años, siempre me había sido fiel y alguna vez, estando cachondos después de follar, le decía que si en alguna ocasión conseguía estar con una cría de esa edad, no me importaría y que se lo perdonaría con la condición de que me lo contara cuando sucediera, echándonos los dos a reír porque sabíamos que sería algo que nunca sucedería, en parte por su carácter serio y retraído, y porque con su edad, pasados los cincuenta, yo no me lo imaginaba seduciendo a ninguna jovencita y ni mucho menos intentando abusar de alguna contra su voluntad.

Pasó el tiempo y debido a su trabajo como Técnico de Montes, le enviaron durante una semana a otro lugar donde tenía que supervisar unas operaciones que se estaban haciendo allí, por lo que tendría que quedarse a dormir esos días.

Resultó que la zona donde tenía que trabajar estaba bastante alejada de cualquier ciudad donde hubiera hoteles para quedarse, y debido a la escasez de lugares para poder dormir, por lo que me contó que al llegar, uno de sus compañeros de trabajo le dijo que podría dormir con él en una habitación que él tenía alquilada, ya que se había separado hace unos meses y se había tenido que ir de casa, y aquí es donde empieza esta historia que demuestra que ningún sueño es imposible, si la suerte o el destino se cruza en tu camino y tal como me la contó mi marido la expreso con sus propias palabras:


“El compañero de trabajo que me había permitido dormir en la habitación que tenía alquilada, me aclaró que durante esa semana le había tocado quedarse con su hija, y que si no me importaba, él dormiría en una cama con ella y yo en la otra cama, y aunque supusiera una pérdida de intimidad para todos, si a ellos no les importaba, no iba a poner yo pegas ahora, después del favor que me hacía, así que le dije que no tenía inconveniente y que bastante hacía con dejarme dormir allí.

Por otra parte, yo no sabía qué edad tendría su hija, pero supuse que sería pequeña y me pareció normal que ellos compartieran la misma cama, ya que eran padre e hija, y tampoco se me pasaba por la cabeza que se dieran situaciones raras, a pesar de comprobar luego que la cría ya había empezado su desarrollo.

Ya por la noche, después del trabajo, nos fuimos a tomar unas cervezas en el bar de abajo, esperando a que llegara su hija, haciéndolo al poco rato, dándole dos besos a su padre al llegar, que me la presentó, quedándome sorprendido porque no era tan pequeña como yo pensaba, sino más bien, una preciosa nena morena y delgadita, con una larga melena que casi cubría su cara, destacando unos preciosos ojos:

—Esta es mi hija, se llama Elena.

—Encantado, Elena, eres muy bonita. Espero no ser una molestia para vosotros —dándole dos besos yo también.

—No pasa nada, si mi papá lo decidió así…., serán unos días solo —me contestó sonriente, muy resuelta

Cuando subimos a la habitación, yo me sentí un poco incómodo, porque era una habitación bastante pequeña con dos camas y no sabía si cambiarme de ropa allí delante de esa cría, notándolo mi compañero, que me dijo:

—Tú no te preocupes por nosotros. Ella está acostumbrada a verme a mí desnudo y no se asusta ya.

Así que de espaldas a ellos, me quité la ropa y me puse el pijama, metiéndome en la cama, desde no pude evitar fijarme en como la hija de mi compañero se desnudaba y se ponía su pijama, un pantalón cortito ajustado y una camiseta bastante fina en la que se le marcaban los pezones al no llevar sujetador, algo que resultó turbador para mí, pero intenté disimular, ya que no quería que su padre se molestara con mis miradas.

No sé si por la situación tan extraña que se estaba dando o por ser mi primera noche allí, me estaba costando un poco de trabajo dormirme, por lo que pasada casi una hora y cuando ellos debían de suponer que yo estaría durmiendo, pude escuchar claramente la siguiente conversación:

—No hija, hoy no podemos, que está mi compañero en la otra cama y puede vernos.

—Sólo un poco, papá, que él está dormido ya y no se va a enterar.

—Está bien, pero despacito, ¡eh¡, no se vaya a despertar.

A mí me sorprendió bastante esa conversación, ya que no podía creerme que se estuvieran refiriendo a lo que mi mente calenturienta ya se estaba imaginando, así que seguí haciéndome el dormido, escuchando como se movían en su cama, percibiendo unos gemidos que intentaban acallar, pudiendo ver después en medio de la oscuridad, como la hija de mi compañero se ponía encima de su padre y empezaba a moverse, viéndolos con más claridad en los momentos en que algún coche pasaba por la calle e iluminaba brevemente la habitación.

Enseguida la niña empezó a gemir más fuerte, lo que su padre intentaba acallar poniéndole la mano en la boca para que yo no pudiera oírla, pero su ritmo se hacía cada vez más rápido y el propio gusto que debía sentir él, hacía que acompañara a su hija en esos gemidos, hasta que al final escuche un grito más fuerte de Elena y las palabras de su padre diciéndole que se iba a correr ya, que se saliera y se sacara la polla del coño.

Ver a esa cría encima de su padre, jodiendo con él, apenas a dos metros de mí, era lo más fuerte que había visto en mi vida, y aunque no podía ver muy bien como la polla del padre estaba metida en el coño de su hija, cuando se la sacó Elena, si pude ver su polla todavía en erección, sujetándola ella con una mano mientras él se corría, en una escena que me tenía completamente empalmado y a punto de la masturbación.

Después de eso, se calmaron un poco, pero continuaeon hablando entre ellos unas palabras que no pude entender muy bien, hasta que se quedaron en silencio, dormidos los dos, lo que yo aproveché para masturbarme porque con la excitación que tenía, no podría dormirme en toda la noche y al día siguiente teníamos que madrugar para trabajar.

Cuando sonó el despertador, nos levantamos para ir al trabajo y por supuesto que no le comenté nada a mi compañero y actué de un modo normal, pero sin poder quitarme de la cabeza lo que había visto la noche anterior, aunque la situación empezaba a ser un poco incómoda para mí, porque no sabía muy bien cómo debía actuar, ya que no tenía la suficiente confianza con mi compañero como para hablar de lo sucedido.

Al llegar la noche y volver a la habitación, estábamos bastante cansados y enseguida nos metimos en la cama, con mi compañero y su hija nuevamente en la cama de al lado, volviéndoles a escuchar al poco rato sus conversaciones, de las pude entender esto:

—Ya estás con mi polla, hija….

—Es que me gusta mucho y ya la tienes dura, jaja.

—Claro, teniéndote aquí conmigo siempre se me pone así.

—¿Me dejas chupártela un poco?

—¡Ssshhhii! Bueno, pero en silencio, métete debajo de las sábanas.

En medio de la oscuridad de la habitación, veía el bulto de Elena moviéndose debajo de las sábanas, imaginándome como le estaría chupando la polla a su padre, y aunque él intentaba taparla, al final se quedó al descubierto totalmente a mi vista como ella se metía prácticamente todo el pene en la boca, diciéndole su padre que le encantaba como lo hacía, olvidando todas las precauciones debido a su entusiasmo, por lo que se mostraban cada vez más confiados pensando en que yo estaba dormido sin enterarme de nada.

De pronto, mi compañero volteó a su hija y se puso a lamerle la vagina oyéndose los gemidos de la niña provocados por el placer que estaba sintiendo, por lo que yo intuí que con sus lamidas la estaba haciendo llegar al orgasmo, poniéndose ella enseguida nuevamente encima de su padre, como la noche anterior y empezando a cabalgar sobre él cada vez más rápido, sin poder contener sus gritos ya totalmente desenfrenados mientras yo, con una excitación como hacía tiempo que no tenía, me masturbaba en mi cama viéndolos y al correrme no pude evitar un pequeño grito que ellos oyeron y se detuvieron inmediatamente tapándose con la manta y quedándose quietos esperando y deseando que yo no los hubiera visto.

Al día siguiente, de camino al trabajo, no volví a comentarle nada de lo que había visto, pero mi compañero parecía más callado que de costumbre, supongo que receloso de que los hubiera visto, por lo que le pregunté que le pasaba, contestando él con otra pregunta:

—Tú nos viste esta noche, ¿no?

—Sí, algo vi, la verdad, pero son cosas en las que yo no me meto, así que puedes estar tranquilo.

—Gracias por tu discreción. Ya sabes lo que pasaría si la gente se enterara de esto, pero es que yo me pasaba muchas noches solo con la niña y aunque ella dormía en la cama que tienes tú, me decía que quería dormir conmigo, así que al final acabábamos los dos juntos con mucha calentura y ya ves como terminó la cosa.

—No te preocupes, ya te dije que no es cosa mía. La verdad es que te envidio y me dio mucho morbo veros.

—¿Sí? ¿No me digas? Así que eres bien morboso tú también…. ¿No tienes hijas?

—No, por desgracia, pero me hubiera encantado tener una como la tuya para disfrutarla como tú lo haces.

—¡Mmmmm! Te entiendo perfectamente, es algo insuperable. Y tampoco has montado nunca a una cría de estas, claro….

—Pues no, solo lo sueño, jaja.

—Pues aquí es bastante habitual, aunque no te lo creas. Ya ves lo montañoso que es esto, la gente vive muy aislada y no abundan los coños donde meterla…..

—Ya supongo. Nadie se va a enterar si follas a tus hijas, y las madres callarán.

—Así es. Aquí tenemos nuestras propias normas.

Yo no estaba acostumbrado a ese tipo de conversaciones con personas que no conocía mucho y aunque pareciera que se nos estaba pasando la vergüenza para hablar de ello, dimos el tema por terminado, sin que lo volviéramos a comentar en todo el día.

Con todo lo que había pasado las noches anteriores, la situación se estaba volviendo más tensa de lo que yo desearía, porque sentía que yo había ido allí a invadir su intimidad y a mí también me estaban poniendo en un compromiso al tener que callar lo que había visto.

Esa noche volvimos a la habitación, donde ya nos esperaba su hija Elena, sin volver a hablar de lo que había pasado, así que apagamos la luz para dormirnos rápidamente, pero yo no sabía si ellos iban a volver a repetirlo o ya no lo harían más al verse descubiertos.

El caso es que esta vez ni siquiera les escuché hablar entre ellos, pero una media hora después sentí que la hija de mi compañero se metía en la cama conmigo, sin saber yo muy bien cómo reaccionar, aunque acabe suponiendo que mi compañero todavía tenía miedo de que yo pudiera decírselo a alguien y para asegurarse de mi silencio, había mandado a Elena a mi cama para hacerme cómplice a mí también de lo que estaba haciendo él con ella.

Todo esto que estaba pasando me parecía muy extraño, casi surrealista, pero poco después, ya repuesto de la sorpresa que me había bloqueado por un momento, mi excitación por tener a esa niña en mi cama abrazándome pegando su cuerpo al mío, hizo que tuviera una erección y mis manos empezaron a acariciarla, primero tímidamente por sus piernas y luego de forma más descarada deteniéndome en su culito, que estuve masajeándolo durante un rato, aunque ella también tendría que haber sentido mi erección en sus nalgas, ya que las frotaba contra mi polla.

Aquello me tenía el corazón latiendo a mil por hora, metiendo al final mi mano entre sus piernas para abrírselas y meterla bajo el tanga que llevaba esa noche, tocando con mis dedos su tierna vagina que ya estaba totalmente humedecida, preguntándome si esta cría, aparte de su padre, habría estado ya con más hombres por la desenvoltura que mostraba en la cama conmigo, ya que su mano había agarrado mi pene y lo acariciaba muy suavemente poniéndomelo más duro todavía, produciéndome una sensación única.

Debido a la oscuridad de la habitación, yo no sabía si su padre nos estaría viendo desde la otra cama, haciéndose el dormido, como yo hacía, porque tampoco decía nada, pero llegado ese momento, ya no me importaba y solo pensaba en disfrutar de aquella criatura que se había metido en mi cama.

Así que la desnudé completamente y teniéndola con las piernas abiertas, me puse a chuparle esa vagina adolescente, con lo que tantas veces había soñado, y que por fin podía degustar, sintiendo como brotaban sus jugos que en ese momento me parecieron lo más delicioso del mundo.

Y al verla tan abierta, con esa vagina sonrosada, después de pasar tantas veces la lengua por ella, puse mi polla en su raja para penetrar ese estrecho coño que tanto deseaba y que tanta excitación me producía poder follármelo, por lo que tenía miedo de no aguantar mi eyaculación y no disfrutar de ese momento como yo desearía alargándolo eternamente.

Al penetrarla puede notar como mi pene entraba sin apenas resistencia en su coño, pero a la vez, sus músculos vaginales, abrazaban mi polla sintiendo un contacto pleno dentro de ella, produciéndome una placentera sensación como nunca había sentido.

A la vez que la follaba, le chupaba sus pequeños pechos, metiéndome sus puntiagudos pezones en la boca, notando como ella gozaba conmigo hasta prácticamente el delirio, lo que todavía me excitaba mucho más.

El ver como una cría de su edad podía ser tan puta y hacer gozar de esa forma a un hombre maduro como yo, hizo que no tardara en correrme, pero por precaución preferí echárselo fuera, sobre su barriga y los pocos pelos que le estaban saliendo en su pubis, pudiendo ver ahora claramente como su padre estaba observando toda la escena, siendo él en esta ocasión el que se masturbaba mirándonos.

Una vez satisfechos los dos, la niña volvió a su cama, pero esta vez fue su propio padre el que volvió a follarla, supongo que por la excitación que le había producido el verla conmigo, ya sin preocuparse ni ocultarse de mi absorta mirada ante todo lo que estaba pasando en aquella habitación.

A la mañana siguiente, su padre se mostraba mucho más contento y confiado conmigo, porque sabía que ya se había asegurado mi silencio, al haber compartido esa experiencia conmigo:

—¿Te gustó anoche follarte a mi hija?

Esta vez no tuve tantos reparos en seguir su conversación, contestándole:

—Fue increíble. Tienes una hija maravillosa. Eres un padre afortunado. ¿Te creerías que lo que pasó anoche era uno de mis sueños que creía que nunca cumpliría?

—Claro que te creo. Ya sé que eres uno de esos viejos viciosos a los que les gustan las chiquillas….. Ya me fijé en como la mirabas cuando se desnudaba.

—Perdona, no quería incomodaros, pero bueno, es verdad que llevo un tiempo en el que empezaron a atraerme las crías. Es que las ves por la calle y parecen todas unas putas.

—La verdad es que ahora, las crías como mi hija y sus amigas ya se follan todo lo que se mueve, jaja. Mejor que lo empiecen a disfrutar, ¿no crees?

—Sí, desde luego. ¿Pero la tuya desde cuando lo hace? Es muy jovencita todavía.

—Empecé a tocarla desde niña, estando casado todavía con su madre y como ella se derretía con mis dedos, cada vez fuimos haciendo más cosas hasta que empecé a follarla.

—Y tu mujer se enteraría y ¿por eso os separasteis?

—Mi mujer no sabe nada, o eso creo, pero nos separamos porque me puso los cuernos. Supongo que se vería desatendida por mí y empezó a joder con otro. No se lo puedo reprochar tampoco.

—Ya entiendo, pero bueno, ahora tienes a tu hija para satisfacerte. Me parece un morbo tremendo lo que hacéis.

—Ya veo que me envidias, jaja, pero me has demostrado que eres una buena persona y los días que estés aquí, tienes a mi hija cuando quieras.

Ese ofrecimiento de mi compañero volvió a provocar mi erección y no supe que decirle, así que simplemente:

—Muchas gracias. Siempre te estaré agradecido.

Aunque él no me había especificado la forma de volver a tener a su hija, la noche siguiente me invitó a compartirla entre los dos a la vez y realmente, eso fue ya la locura, porque estando los tres juntos, su hija Elena pudo mostrar la puta que llevaba dentro, ya que prácticamente nos dejó agotados a los dos.

La fuimos poniendo en todas las posturas que pueden imaginarse, chupando la polla de uno mientras el otro la follaba, acariciándola, besándola, lamiéndola toda, llegando al culmen final cuando su padre me propuso hacerle una doble penetración anal-vaginal, mostrándome yo un poco sorprendido de que también estuviera acostumbrada a que se la metieran por el culo, aclarándome su padre:

—No pasa nada, fue el primer sitio por donde empecé a penetrarla para no hacerla daño, porque a estas edades se dilatan más por el culo y a ella le encanta que se lo haga por ahí.

Le pedí permiso para ser yo el que la penetrara por el culo mientras él se la metía en su coño y una vez ensartada por las dos pollas, nuestro vaivén hizo a la niña gritar como nunca encadenando un orgasmo tras otro, mientras nosotros nos corríamos en sus agujeros, siendo protagonista de algo que solo veía en el porno, y que me dejó prácticamente desfallecido.

Al terminar, le pregunté a mi compañero:

—¿Habéis hecho tríos con otros hombres?

—No, eres tú el primero. Nunca la compartí con nadie.

—Es que me vuelve loco imaginarme a estas crías follando con hombres como nosotros, teniendo la oportunidad de hacerlo de una forma que yo hasta ahora solo soñaba.

—Es verdad. Cuando lo puedes disfrutar quizás no le das la importancia que tiene, pero es algo maravilloso que cualquiera envidiaría.

Supongo que en esa ocasión se habían dado así las circunstancias y se había visto obligado a ceder a su hija para que yo la follara, para asegurarse mi complicidad con lo que ellos hacían, pero para mí fue lo mejor que podía haber pasado.

Las siguientes noches hasta mi marcha, fueron una continua orgía. Elena pasaba de una cama a la otra para follar con los dos, notándose como realmente ella lo estaba disfrutando, porque a aquella cría le encantaba el sexo y el poder hacerlo con dos hombres como nosotros multiplicaban sus orgasmos, colmando su autoestima como mujer, siendo apenas una adolescente.

Yo no sé cómo aguanté todas esas noches seguidas de sexo tan intenso, supongo que por la motivación especial de poder disfrutar de algo que difícilmente tendría la oportunidad de volver a tener en el futuro y desde luego, ya no me importaba morirme tranquilo después de lo disfrutado durante esa semana.

Cuando volví a casa, como había prometido a mi mujer contarle todo esto, si llegaba a suceder, tuve que hacerlo, pero había pasado de una manera que no sabía si me creería, aunque por mi parte, había cambiado la percepción que tenía de todas esas chiquillas que veía por la calle, que si antes las veía como unas cándidas e inocentes niñas iniciando el difícil camino de ser mujer, ahora veía claramente lo putas que podía ser y como se andarían follando a todos esos críos que revoloteaban alrededor de ellas, a las puertas de esos bares donde se reunían los fines de semana.

Mi falta de contacto con ese mundo, por no haber tenido hijos, distorsionaba un poco mi imagen sobre ellas, preguntándome que habría pasado si yo hubiera tenido una hija como la de mi compañero de trabajo.”


Y esta es la historia que me contó mi marido, que la verdad, me costó creer, imaginándome al principio que sería simplemente una fantasía suya, pero él había cumplido el pacto que habíamos hecho en una lejana noche de confidencias, tras la cual yo también acabé excitadísima y en el sexo que tuvimos después entre los dos, tuve los mayores orgasmos que recordaba en mucho tiempo….., fantaseando que teníamos a esa cría entre nosotros, disfrutando los tres juntos, algo que con solo mentárselo a mi marido, ya se corría copiosamente.


Después de lo que me había contado mi marido que le sucedió en su viaje de trabajo, en el que cumplió ese sueño que creía irrealizable, todo cambió en nuestras vidas, en él personalmente y en nuestro matrimonio.

Como había tenido esa experiencia, él pensó que eso podría volver a repetirse en otro momento, que esas crías que veíamos por la calle y que tanto le atraían, en realidad eran unas putas a las que fácilmente podría follarse, pero yo tenía que enfriar sus fantasías por miedo a que pudiera meterse en algún problema, ya que la estancia en ese lugar le había hecho perder un poco la noción de la realidad, y tuve que hacerle ver que en realidad lo que había sucedido fue solo una circunstancia afortunada para él que difícilmente podría repetirse.

Efectivamente, con el paso del tiempo fue perdiendo sus expectativas y volvía a ser ese hombre prudente y poco atrevido, que no veía nuevas oportunidades para que se volviera a propiciar en su vida otra experiencia como esa, hasta que sucedió algo que volvió a alterar nuestra tranquila vida matrimonial.

Mi hermana me llamó para decirme que su hija Lourdes le estaba dando problemas en su adolescencia y pedirme si podría pasar unos días con nosotros para que pudiera ir a la playa, y así alejarla del ambiente que tenía en su pueblo.

Yo le dije que no había ningún problema y que estábamos encantados de que mi sobrina pasara una temporada en nuestra casa.

Hacía unos años que no veíamos a Lourdes y cuando fuimos a recibirla, su imagen era muy distinta de la traviesa niña que conocíamos nosotros. Me di cuenta de que mi marido se quedó impresionado al verla con esa minifalda blanca que hacía resaltar unas preciosas piernas y la camiseta ajustada en la que se marcaban sus incipientes pechos.

Se había convertido en una preciosa adolescente rubia, de piel blanca con esos toques sonrosados típicos de la adolescencia, que volvió a resucitar las fantasías lúbricas de mi marido y más con todo lo que fue sucediendo después.

Cuando llegó a casa, ya desde el primer momento, nos sorprendió su forma de hablar desinhibida y descarada, como las niñas de su edad de ahora, jugando a ser mujeres sin haber abandonado todavía la niñez, por lo que yo le pregunté por esos problemas que tenía con su madre:

—Mi madre es una antigua, tía.

—¿Por qué dices eso?

—No me deja vestir como yo quiero, ni andar con chicos, ni salir casi. No me deja en paz.

—Jaja —se río mi marido, diciéndola—, por algo será. Me parece que tú tienes mucho peligro. Debes de tener a todos los chicos detrás de ti.

—A esta edad tengo que disfrutar, tío. Como todas las demás….

—Ya, ya, disfrutar…, tu madre me dijo que te pilló en casa con un chico ¿es tu novio? —le pregunté yo.

—No, es un amigo solo. Teníamos ganas de follar y subimos a casa, pero mi madre nos pilló morreándonos y nos cortó el rollo.

—Pero bueno, si eres una niña todavía. Ya tendrás tiempo para esas cosas….

—¿Cuándo nos casemos, como vosotras? La mayoría de mis amigas ya no son vírgenes, ¡eh!

—¡Oye! Que nosotras también lo hacíamos antes de casarnos, pero es que ahora lo vuestro es demasiado. Tú tampoco eres virgen, claro.

—No, desde hace 5 meses, pero las más pequeñas que yo son todavía peores, son unas guarras porque siempre andan buscando a los mayores.

Mi marido escuchaba divertido la conversación, pero también excitado, porque estaba comprobando con mi sobrina como eran ahora las niñas de su edad, a las que él tanto deseaba, por lo que intenté calmar un poco a Lourdes:

—Bueno, pues aquí tranquilita, ¡eh!, que le tengo que contar a tu madre todo lo que haces….

—Pues vaya rollo. ¿Tú también eres como mi madre?

—Nosotros no tenemos hijos, así que no tenemos mucha experiencia en cómo educaros, pero si tú te portas bien, te iré dejando más libre.

Lourdes pareció resignada, porque al menos podría ir a la playa y pasárselo bien sin la mirada censora de su madre, así que al día siguiente fuimos los tres a una que teníamos cerca.

Si a mi marido ya le había impresionado mi sobrina al llegar, cuando se quitó la ropa y se quedó solo con un minúsculo bikini, sus ojos parecían salírsele de las órbitas, pero más todavía cuando ella se quitó la parte de arriba para tomar el sol, diciéndola yo:

—¿Tu madre te deja hacer top-less?

—Ella no lo sabe, pero cuando voy con mis amigas, siempre lo hacemos.

—Bueno, anda, pero cuando te vayas a bañar, te pones la parte de arriba —permitiendo a mi marido que se deleitara con sus bonitos pechos mientras estaba tumbada en la toalla, algo que le tenía bastante nervioso, porque no sabía ni qué hacer ni dónde mirar.

Al poco rato, nos dijo que se iba a dar un paseo por la orilla y a bañarse si el agua estaba caliente, viéndola nosotros desde la distancia como se mojaba los pies  en el agua, luciéndose por la orilla mientras algunos hombres se fijaban en ella de forma ostensible, ya que la verdad, mi sobrina tenía un cuerpo precioso, aparte de que ella ya tenía una cierta sensualidad de por sí, diciéndome mi marido:

—Qué buena está tu sobrina. Se la comen con los ojos.

—Anda, que tú también ya la tienes bien comida, jaja —le comenté yo con ironía—, pero oye, no te pases con ella, que es mi sobrina y luego le tengo que dar cuentas a mi hermana de lo que pase.

—Bueno, mujer, ¿no la ves lo salida que anda? Si parece que anda buscando pollas a todas horas, madre mía, quien la pillara….

No sé cómo iba a poder contener a mi marido con esta cría en casa, sobre todo si ella también ponía de su parte para calentarlo más, pero para mí también tenía su punto de morbo ver como se desarrollaban los acontecimientos.

Mi marido no se pudo aguantar más y se fue con ella a la orilla, metiéndose los dos en el agua luego, empezando con los típicos juegos de los abrazos en el agua, donde claramente veía como Lourdes provocaba a mi marido, saliendo primero mi sobrina del agua quedándose mi marido más tiempo en ella, por lo que le pregunté a ella por qué no venía, respondiéndome ella con  todo descaro:

—Porque está empalmado, jaja, y estará esperando a que se le baje.

—¿Cómo dices eso? ¿Se lo has notado?

—Claro, en mi culo, jaja. Tiene un buen calentón….

—Mira que eres mala ….,  ¡pobre! Como le has puesto.

—A todos los tíos les pongo, me dan morbo los viejecitos.

—Cómo llamas viejo a tu tío, todavía te puede dar un buen arreón.

—Jaja, ¿cómo los que te da a ti….?

—Que poco respeto tienes…. Pues sí, todavía follamos bien, ¿Qué te crees? ¿Qué solo los jóvenes lo hacéis?

—Vale, vale, perdona, tía, me parece genial.

—Ya has visto en el agua que la polla de tu tío está en plena forma.

—Sí es verdad, pero nunca he follado con alguien mayor.

—¿Es que te gustaría? 

—Bueno, si surge….

—Madre mía, que tormento eres, no me extraña que tus padres estén tan preocupados contigo.

—Es mi madre solo, mi padre pasa.

—¿A él le parece bien lo que haces?

—¡Bah! Él es como todos los tíos, ve a mis amigas y babea con ellas.

—¿Y contigo no?

—Sí que me mira también, pero ni siquiera le he visto la polla nunca.

—jaja, no puedo contigo…. ¿Es que te gustaría vérsela?

—Sí, mi madre le dijo a una amiga suya que la tenía grande. Ellos sí que follan, les oigo desde pequeña y me asustaba cuando escuchaba gritar a mi madre.

—Menuda elementa que estás hecha… Mira, ahí viene tu tío. Ya se le pasó el calentón, jaja.

Mi marido nos miró extrañado por nuestra sonrisa al llegar, preguntándonos:

—¿Qué pasa?

—Nada, hablábamos de cosas nuestras…. —le dije yo, guiñándole un ojo.

Cuando mi marido y yo nos quedamos solos fue inevitable hablar de Lourdes, diciéndome él:

—Se pasa el tiempo provocándome y no sé cómo va a acabar esto.

—Pues ten cuidado, porque telita con la niña…. Pero mira, si al final te la tienes que follar, yo miraré para otro lado.

—¿De verdad me dices eso? Cómo se enteren sus padres, nos matan.

—Esta cría está hecha una zorra, bueno, como todas  supongo, como dices tú.

La verdad es que Lourdes tenía un carácter muy extrovertido y no sé cómo, enseguida se hizo con unas amigas, y nos pidió permiso para salir con ellas una tarde, y como tampoco la íbamos a tener encerrada en casa todo el día, la dije que podía ir con ellas, pero como quería saber quiénes eran, le pedí que vinieran a buscarla a casa.

Llamaron a la puerta de casa, y aparecieron tres chicas de edades parecidas a la de mi sobrina, dejando a mi marido con la boca abierta cuando las vio, porque venían vestidas de una forma que parecía que iban a ponerse en alguna esquina, como dice mi marido, aunque la verdad es que Lourdes no desentonaba con ellas para nada.

Cómo tampoco iba a ponerme a hacerles un interrogatorio a esas chicas, solo les pregunté cómo se llamaban y a donde iban a ir:

—¡Na! Vamos a ir al Centro Comercial para tomarnos algo allí.

—Pues tener cuidado con la bebida, ya sabes, Lourdes…., no bebas alcohol.

—Que sí, tía, no te preocupes.

Mi marido no les quitaba ojo, aunque no dijo una palabra hasta que se fueron, diciéndole yo:

—¡Queee….! Eran guapas, ¿no?

—¡Buufffff! Están tremendas, madre mía….

Se hacía tarde y Lourdes no acababa de llegar, por lo que nos preocupamos un poco, pero finalmente llegó en no muy buenas condiciones:

—¿Por qué llegas tan tarde, Lourdes?

—¡Bah! Es que me liaron….

—¿Te liaron o te liaste tú? Me parece que has bebido demasiado, mira que te dije que no bebieras. Anda, vamos a la cama.

Ayudada por mi marido, la llevamos a la habitación y le quitamos la ropa para ponerle el pijama, sin importarme que él estuviera allí ni ella dijo nada tampoco, porque ya la había visto desnuda en la playa y cuando solo le faltaban las braguitas, le pregunté:

—¿Te las quitas también?

—Sí, que las tengo mojadas.

Yo tiré de ellas hacia abajo, dejando al descubierto su vagina totalmente rasurada, lo que le daba un aspecto más infantil, que mi marido se quedó mirando embelesado, aunque yo le pregunté a Lourdes:

—¿Te depilas el chocho? Si tendrás pocos pelitos todavía.

—Sí, todas nos lo hacemos, a los chicos les gusta así.

—¿Pero es que te lo ven muchos chicos?

—¡Jo, tía! Ya te dije que no era virgen.

—Sí, es verdad, pero no me hago a la idea de que folles con tantos chicos.

—Tampoco son tantos, solo con algún amigo que me gusta, y si surge algo….

—Ya, y ¿hoy surgió algo?

—¡Na! Se la chupé a uno solo, bueno, a dos, jaja.

—¿Y tus amigas también?

—Claro, van a los baños de allí a chupar pollas y a follar si quieren.

—¡Madre mía! ¿A chicos de vuestra edad?

—Sí, y alguno mayor también.

—¿Mayor? ¿Cómo tu tío?

—No, jaja, de 16 o así.

—¿Y todo eso después de emborracharos, no?

—Eso ayuda a las que empiezan, los chicos siempre nos dan para que lo hagamos, pero a mí me gusta hacerlo igual.

—Y las que empiezan ¿qué edad  tienen?

—En mi pueblo, con 11 o 12, algunas, pero aquí estaba la hermana pequeña de una, que tenía 10.

—¡Ay, por Dios! Y sus padres me imagino que sin saber nada.

—Pero es que ella también  quería meterse en el baño con los chicos, ¡eh!

—Ya, claro, menudas enseñanzas que le da la hermana. La verá a ella chupar pollas y también querrá, claro.

—Jaja, pues sí.

Mi marido estaba en la habitación escuchando atentamente nuestra conversación, decidiéndose a intervenir:

—¿Y no se meten viejos también para que se la chupéis?

—¡Oye! ¿Cómo le dices eso a la cría? —Le recriminé yo.

Aunque Lourdes le contestó igual:

—No, porque se cortan al estar allí tanta gente en los baños. ¿A ti te gustaría, tío?

Mi marido se quedó pensando la respuesta, pero al final lo reconoció:

—Sí, la verdad, con todo lo que estás contando…..

—Cállate, que mi sobrina va a pensar que eres un pervertido —le volví a reprochar.

Pero a Lourdes le encantaba provocar a su tío:

—¿Quién, la de 10? Jaja.

—No, cualquiera me vendría bien, jeje.

—¿Hasta yo? —le preguntó con descaro ella.

—Bueno, bueno, ya está bien, que cosas dices, Lourdes, estás borracha —queriendo cortar yo esa conversación que se nos estaba yendo de las manos.

Pero los dos parecían dispuestos a retarse hasta el final.

—Sí, claro, ¿por qué no? —Continuó mi marido.

—Jaja, tía, ¿me dejas?

—¿Pero qué dices? Es tu tío. 

—¿Y qué? Muchos tíos hacen lo que quieren con sus sobrinas, y los padres también.

—¿Quién te ha dicho a ti eso? —le pregunté con curiosidad morbosa.

—Alguna amiga me lo dijo, que le pasaba…..

—De lo que nos enteramos, ¡eh! —le dije a mi marido, que creo que si no estuviera yo allí, ya le habría dado la polla a mi sobrina para que se la chupara, y recordando lo que le había dicho, no sabía si salir de la habitación y dejarlos a ellos solos.

Por lo que finalmente, les dije:

—Bueno, yo me voy ya a la cama. Ahí os quedáis….., quédate un rato con ella a ver si se le va pasando la borrachera —mirando a mi marido.

Él se quedó sorprendido, sin saber si salir conmigo también, pero finalmente me dijo:

—Está bien, me quedaré un rato.

Me fui a mi habitación con la duda de si al final pasaría algo entre los dos, teniendo dentro de mí ese sentimiento encontrado de por un lado, darle una satisfacción a mi marido y por otro, sentir que estaba engañando o traicionando a mi hermana, que había confiado en mí para enderezar a su hija, y yo en cambio, se la estaba entregando a mi marido para que disfrutara de ella, algo que aunque yo sabía que a mi sobrina le iba a encantar también, era un poco extraño que yo actuara así con ella.

Pasados unos minutos teniendo estos pensamientos, me asomé a la habitación donde estaban ellos para ver que estaba pasando y aunque me lo esperara, me llevé una sorpresa al ver como mi sobrina tenía la polla de mi marido en su boca haciéndole una mamada que a él le tenía loco:

—¡Vaya pollón, tío!  Me encanta, debe ser como la de mi padre….

—Pues disfruta de él, cariño. Lo tendrás siempre que quieras. Pero déjame a mí también que te coma ese coñito tan rico que tienes —le decía mi marido, encendido.

Escondida desde el pasillo, vi como se tumbaban en la cama, colocándose mi sobrina sobre mi marido, pero en posición invertida, haciendo el típico 69 para comerse mutuamente y así estuvieron un rato hasta que se dieron la vuelta, quedando el pequeño cuerpo de mi sobrina bajo el de su tío, que esta vez empezó un movimiento como si le estuviera follando la boca a la cría hasta que finalmente se corrió en ella, yo creo que cogiéndola por sorpresa, ya que toda su corrida le llenó la cara, aunque ella también intentaba tragarse parte de ese semen, lo que me sorprendió, que a ella le gustase ya tragárselo, pero estaba visto que no era la primera vez que lo hacía.

Mi sobrina también se había corrido, diciéndole:

—¡Uufff! Nunca me habían comido el coño así. Se nota que tienes experiencia. Los de mi edad no saben hacerlo.

—Ya me imagino. A mí me encanta comer el coño y cuando quieras repetimos.

—Pero… ¿y si se entera la tía?

—Tú tranquila por ella. ¿Quieres que te cuente un secreto….? Yo creo que ella prefiere que folles aquí en casa a que andes por ahí con el primero que quiera metértela.

—¿Sí? ¿Te lo ha dicho?

—Bueno, ella está preocupada contigo y no quiere que vuelvas a llegar a casa en estas condiciones, borracha y follada por cualquiera.

—¿Entonces podemos follar también?

—Yo estoy deseándolo, no sé si tú…..

—Sí, yo también, tío. Quiero sentir lo que es una polla de alguien mayor.

—Pues mira, ya se me ha puesto dura otra vez. Ponte ahí, que te la meto, aprovechando que tienes el coño tan mojado.

Lourdes se tumbó en la cama con las piernas abiertas mientras mi marido se ponía encima de ella y después de metérsela, empezó a follarla ante los gemidos crecientes de mi sobrina, que estaba disfrutando por primera vez de una buena follada.

Esa imagen estaba resultando de lo más morbosa para mí, casi obscena, viendo el pequeño y frágil cuerpo de mi sobrina, primero debajo, y luengo encima de mi marido, un hombre mayor, con barriga y el vello cubriendo su piel, destacando esa gruesa polla en la que asomaba el rojo glande, que entraba en la pequeña rajita de Lourdes con una facilidad sorprendente, por la capacidad de adaptación que tienen nuestros coños al tamaño de cualquier polla.

A la vista de todo eso, no pude evitar llevar una mano a mi coño para meterme los dedos mientras esta vez sí podía ver como mi marido se follaba a una cría de las que tanto le gustaban y no como la otra vez, que solo pudo contármelo.

Desde luego, los dos estaba disfrutando mucho, pero tuvo que ser mi sobrina la que pusiera un poco de madurez entre los dos, al decirle:

—Ponte el condón tío, no te corras dentro.

Mi marido parece que reaccionó, dentro de su calentón.

—¡Ay Dios! Sí, perdona, ¿En que estaría pensando yo?  Ya solo faltaría que te preñara también.

Lourdes sacó un condón de su bolso y se lo dio a mi marido para que se lo pusiera. Esta cría está preparada para todo, pensé yo, pero obviamente, no todas son tan responsables y luego pasa lo que pasa, y yo la primera, por estar viendo como mi marido se había puesto a follar a su sobrina adolescente sin ni siquiera ponerse un condón.

Continuaron la follada, esta vez con Lourdes sentada sobre él y disfrutando con más calma de ese momento, moviendo a su antojo mi marido el pequeño cuerpo de la  cría que se metía una y otra vez la polla de mi marido en su coño hasta que llegó el clímax final entre fuertes gemidos de los dos, que si no estuviera mirando, hubiera sido imposible que no hubiera escuchado desde mi habitación.

Como supuse que ya habrían terminado, me fui de allí, esperando a que mi marido volviera a la habitación y me contara…, si es que quería hacerlo.

Todavía tardó un tiempo más, pero cuando entró, me miró con cara como suponiendo que me había enterado de lo que había pasado, pero yo me adelanté, preguntándole:

—Que… ¿Te ha gustado?

—¿Nos has visto?

—Sí, hasta tuve que masturbarme viéndoos.

—¡Uuufff! Gracias por regalarme ese momento. Ha sido único. Vaya gozada que es follarse a una nena como Lourdes.

—Pues mira, creo que tienes razón en lo que le dijiste, que prefiero que la follen en casa a que ande por ahí sin saber con quién….

—¿Sí? Jaja. Me voy a pasar el verano más feliz de mi vida…, bueno, sin querer hacerte de menos a ti, ya me entiendes…

—Sí, claro, donde vamos a comparar, entre Lourdes y yo… —le dije con ironía.

—Bueno, no te enfades, tú me diste permiso…

—Era broma, lo entiendo perfectamente, pero a ver qué voy a hacer yo ahora si te la pasas todo el día con ella.

—¿Por qué no te animas tú también y participas? Sería genial —me dijo él, desconcertándome.

—No sé… Creo que nos estamos volviendo locos con todo esto. Es nuestra sobrina y no sé qué voy a decirle a mi hermana ahora.

—Pues nada. Lourdes tampoco le va a decir nada, obviamente.

Como lo mejor en estos casos es ir dejando pasar los acontecimientos a ver dónde nos llevan, nos dejamos un tiempo de reflexión, pero era evidente que mi sobrina estaba todo el día buscando a mi marido y a la vista de sus continuos tonteos, ya tuvimos que poner las cartas sobre la mesa, forzando esta conversación, primero entre ella y yo:

—A ver, Lourdes, ya sé que te has follado a tu tío. Yo no sé si es que estoy loca por permitirlo, pero espero que nada de esto salga de aquí y que tus padres no acaben enterándose.

—No, tía, ¿qué dices? ¿Crees que estoy loca yo también?

—Podemos seguir así, pero te pongo una condición.

—Sí, dime….

—Que no salgas más con esas amigas, no me gustan nada y no quiero que te metas en algún lío que luego me lo echen en cara tus padres, porque mientras estés en esta casa, nosotros somos responsables de ti.

—Bueno, vale. Si puedo follar aquí, no necesito buscarlo por ahí, además con el tío, con el pollón que tiene.

—¿Pero cómo puedes ser tan viciosa con tu edad?

—No sé, son todas a sí….

—¿Y con otras chicas has probado también?

—Sí, morreos y tocarnos, pero solo con una amiga nos comimos el coño una vez.

—¡Vaya! No te privas de nada, jeje. ¿Y te gustó?

—Sí, está guay. Es raro, pero me gustó.

—¿Y con una mujer mayor te gustaría también?

—¡Uuufff! No sé…., no lo pensé.

—Tengo que decirte una cosa. El otro día estuve mirando como follabas con tu tío. Me excitó mucho veros y me dieron ganas de participar también.

—¿Sí?, jaja, ¿Cómo?

—Pues estando los tres juntos, ya sabes, en un trío o algo así. Casi me da hasta vergüenza decirlo, porque nunca se me hubiera ocurrido algo así, pero has venido tú a trastocar toda nuestra forma de pensar.

—Será la tuya, porque al tío se le fueron los ojos en cuanto me vio y yo sabía que quería follarme —contestó ella, con su habitual descaro.

—Sí, es verdad. Yo no era como él, pero me ha ido contagiando de sus vicios y le he permitido muchas cosas, ¿tú que te crees?

—¿Se ha follado a otras ya?

—Sí, aunque no te lo creas, pero eso que te lo cuente él, si quiere…..

—Bueno, me da igual. Pero si me gustaría compartirlo contigo.

—¿Sabes? Yo nunca le he comido el coño a otra mujer, ni cuando era cría tampoco, y cuando vi el tuyo me dieron muchas ganas de probarlo.

—¿Sí? Jaja, no me digas……

Yo le puse cara de que era verdad lo que le decía y ella me propuso:

—¿Quieres hacerlo ahora?

—Bueno, estoy un poco nerviosa, pero a ver como lo hago….

Mi sobrina se bajó las bragas y se puso en la cama con las piernas abiertas y flexionadas, mostrándome su lampiña y abultada vulva con sus sonrosados labios vaginales, que eran toda una invitación a ser lamidos sin descanso.

Empecé a lamerla como con miedo a hacerla daño, pero ella me dijo:

—Méteme la lengua dentro, tía, cómemelo sin miedo, que ya me mojaste toda.

Esos jugos precisamente fueron los que dispararon mi libido y ya sin miedo, me puse a comer eso coño tan tierno para mí, pasando mi lengua por todos sus rincones, metiéndole el dedo y buscando su clítoris para llevarla al clímax del placer.

Cuando lo aprisioné entre mis labios, ella se retorcía y gemía como una loca, volviéndome a regalar ese néctar de niña adolescente que me resultaba embriagador, comprendiendo perfectamente a los hombres que les gustaba comerse un buen coño hasta la corrida final, como muchas veces me había hecho mi marido.

Lourdes me sujetó la cabeza en ese momento final de su orgasmo para mantener la presión adecuada, quedando finalmente exhausta sobre la cama y cuando empezó a recuperarse un poco le propuse que me lo comiera ella a mí, lo que aceptó enseguida.

Me sentí la mujer más perversa del mundo, abriéndome de piernas ante mi sobrina para que empezara a comerme el coño, que lo miraba con curiosidad antes de poner su cabeza entre mis muslos, apartando mis vellos para abrirse paso entre mis grandes labios vaginales, ya deformados por la edad y pasando su lengua entre ellos, empezó a hacerme sentir las primeras sensaciones de placer que puede tener una mujer a la que le están comiendo el coño de la forma acertada.

Su pequeña boca se abría paso hasta llegar a mi clítoris, que ya estaba totalmente expuesto para ser devorado por su lengua, diciéndome ella:

—¡Qué pasada….! Parece una polla pequeñita.

Efectivamente, mi sobrina lamía mi clítoris como si estuviera chupando la polla de algún amigo de ella, haciéndome ahora a mí retorcerme de placer y gimiendo cada vez más fuerte hasta que llegó una corrida que la mojó toda la cara, volviéndose a sorprender de nuevo:

—¡Buuffff, tía! Vaya corrida….

—Sí, gracias cariño, lo has hecho muy bien. Ahora solo nos falta una buena polla, ¿no?

—Sí, jaja, ¿llamamos al tío?

Y allí apareció mi marido cuando le llamamos, sin creer lo que estaba viendo, a las dos desnudas, abrazadas en la cama y enseñándole nuestros coños después del orgasmo para que los jodiera uno tras otro.

A la vista de ellos, él no pudo resistirse primero a lamerlos, deleitándose con los restos de nuestras corridas, y empezando primero a penetrar el mío, para que Lourdes viera como follábamos en nuestra intimidad.

Pero estuvo poco tiempo haciéndolo, porque no quería correrse tan pronto y dejar a su sobrina sin su parte, así que me cambió por ella y se puso a follarla lentamente también, para alargar el tiempo de su corrida y poder disfrutar al máximo de esos dos coños tan diferentes que se le ofrecían.

Y así estuvo alternativamente penetrando los dos coños, hasta que llegó un momento en el que no pudo aguantar su corrida, curiosamente cuando estaba jodiendo a Lourdes, aunque yo lo entendí, porque debía de ser irresistible para él, sentirlo tan apretadito a su polla.

De todas formas, me guardó parte de su corrida para mí, aprovechando que no se le había bajado tan pronto, pudiendo lamerle todo el resto entre las dos, una vez sacada la polla de mi coño.

Eso solo había sido el principio de nuestras folladas compartidas con mi sobrina, a la que esta vez, éramos los dos la que la estábamos compartiendo, sin que sus padres supieran nada de ello, pero ante el goce que estábamos teniendo, no me sentía nada culpable de ocultárselo a mi hermana, que había confiado en mí, precisamente para lo contrario.


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